Músicos en la sombra: José Barragán, el profesor de guitarra de Antonio Vega

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“Antonio se empeñó en que le diera clases de guitarra. Era muy gracioso tenerle cogiendo apuntes, te hacía una pregunta y antes de terminar de responderle ya estaba haciéndome otra. No me lo podía creer, era acojonante”

¿Profesor de guitarra de Antonio Vega? Sí, José Barragán le dio clases en sus últimos tiempos. Además, y entre otras experiencias, ha pasado por los limones y ahora acompaña a Gastelo y a Andrés Suárez. Arancha Moreno se encarga de las presentaciones.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: MARTA PICH.

 

Ya lo conocía de oídas, y de vista, pero poco sabía de José Barragán. Que había estado en la última banda de Antonio Vega, y que de vez en cuando hacía bolos con Vicky Gastelo y Andrés Suárez. Enredando un poco, descubrí que a pesar de su juventud, había sido profesor de guitarra de Antonio en la última etapa de su vida, ¡profesor de uno de los mejores guitarristas del país! Por empeño del maestro, claro, que Barragán fue el primer sorprendido cuando Antonio Vega se lo pidió. Lo cuenta con humildad, y lo recuerda con cariño. Su carrera no ha sido un camino de rosas, pero de todo lo vivido ha aprendido algo. Ahora, entre otras cosas, está de gira con Franco de Vita.

 

Dices que te gusta la música desde que tienes uso de la razón. ¿Cómo empezó todo?
En mi casa no hay músicos, pero cuando yo tenía ocho años, mi hermana mayor tenía un novio heavy, y cuando venía a mi casa con la guitarra me quedaba con la boca abierta viéndole. Empecé a dar la tabarra para que me compraran una. Casi toda mi infancia y adolescencia ha sido jugar a ser músico. He sido un tipo bastante aburrido, no he hecho nada más en mi vida, nada me ha llamado tanto la atención como la música. Me pasé la adolescencia metido en los locales de ensayo. Con doce años tenía mi primer grupo, El Límite. Recuerdo que llegué a tocar en mi instituto, en la semana cultural, y al día siguiente la profe de inglés me dijo: “Barragán, ayer te vi en el concierto, tienes mucho talento, si hubieras nacido en Seattle podrías hacer grandes cosas”. Era el boom de Nirvana, Pearl Jam…

 

No era lo mismo nacer en Madrid…
No. Pero era mi sueño, tenía claro que quería ser músico. Más tarde tuve una crisis con eso, quería ser escritor, escribía poesía, letras de canciones… Pero siempre quise ser músico, aunque en mi casa no lo veían como una salida.

 

Pero decidiste seguir con ello.
En el mundo que vivimos hoy, la sociedad te dice que estudies algo de provecho, tengas un trabajo en condiciones, te cases, te compres una casa… Pero uno tiene que hacer lo que le hace feliz. Yo tengo un poco la frustración de tocar siempre para los demás y no darle prioridad a mis proyectos propios, pero si miro atrás, hace diez años estaba montado en una excavadora, y ganarme la vida tocando la guitarra era triunfar. No me puedo quejar, soy un privilegiado por la gente con la que he tocado y estoy tocando, es gente muy buena.

 

¿Cuándo convertiste esa afición en una profesión?
Empecé a ganarme la vida con esto dando clases de guitarra, estudié siete años con un profesor, David Escudero. Él se fue a impartir clases en una escuela y yo fui como alumno, hasta que empezó a girar con Melendi y me ofreció sustituirle con los alumnos principiantes. Dejé el trabajo en la construcción y busqué miles de trabajos de jornada intensiva, para poder compaginarlos con las clases y pagarme la hipoteca. Estuve un tiempo así, en la limpieza del metro, mantenimiento en Renfe… Al final, mi profesor se quedó sin tener tiempo para las clases y yo me quedé con el trabajo.

 

Tuviste que currar mucho, entonces…
Sí, creo que he tenido mucha suerte, pero también me costó lo mío. Luego estuve tocando en orquestas de pueblo. Ahora mismo, si tuviera que hacer eso, lo dejaría, es un asco. Te tratan fatal, tocas música horrible… Respeto a los que lo hacen, hay grandes profesionales, pero yo no lo haría más, lo pasé mal. A mí me afecta.

 

A veces es mejor salir de tu profesión, que quedarte en ella en una rama que no te gusta.
Eso es, si tengo que tocar cosas malas pierdo la ilusión, me quemo rápido. En este momento estoy intentando ser un poco más selectivo, y tengo la suerte de tocar con gente superbuena: Vicky Gastelo, Andrés Suarez… Gente que tiene un talento de la hostia. Siempre hay que ser profesional, pero tocar con un artista bueno te hace implicarte, te aporta cosas. Y hay que aprovecharlo, aprender y disfrutarlo.

 

¿Cuáles fueron tus primeros bolos postorquesta?
Hice un concierto con Modestia Aparte, algunas cosas con una triunfita, Gisela, Nika… Y entre las clases y esos bolos me ganaba la vida, hasta que empecé con Los Limones.

 

¿En qué época?
Fue en 2006, con el disco «Palabra». Yo no lo grabé, fue justo después de grabarlo, cuando Santi [Santos, vocalista] deshizo toda la banda y me incorporé. Estuve casi dos años, ahí fue cuando conocí a Antonio Vega. Él venía de artista invitado, cantaba algunos temas y a veces hacía algún tema solo, y ahí fue donde hicimos amistad. Luego me fui a EE.UU., y al volver empecé a darle clases, y me metí en su banda.

 

«En las giras con Los Limones íbamos a tocar a garitos pequeños, tocábamos por poca pasta, yo solía ir en mi furgoneta y Antonio Vega se venía conmigo»

 

¿Y cómo es darle clases de guitarra a Antonio Vega, uno de los mejores guitarristas del país?
Para mí fue igual de sorprendente que para cualquiera al que se lo cuente, pero él se empeñó. Quizá él no tenía una base sólida a nivel teórico, hacía las cosas porque tenía talentazo, pero no sabía de dónde salía cada cosa, y me pedía que le explicase conceptos armónicos, escalas… Era muy gracioso tener a Antonio cogiendo apuntes, te hacía una pregunta y antes de terminar de responderle ya estaba haciéndome otra. No me lo podía creer, era acojonante.

 

¿Tu mejor alumno?
No me consideraba en posición de darle clases a Antonio, pero él vio algo de mí que le interesaba. Siempre tuvimos muy buena relación. De hecho, en las giras con Los Limones íbamos a tocar a garitos pequeños, tocábamos por poca pasta, yo solía ir en mi furgoneta y Antonio se venía conmigo, íbamos charlando durante el viaje, nos hicimos superamigos, por lo menos así lo sentí yo, teníamos muy buena conexión. Llegué a quererlo un montón y lo echo mucho de menos.

 

¿En qué gira le acompañaste?
Él estaba preparando una gira de teatros, para grabar un concierto en directo, pero entonces se puso muy malito y no pudimos terminarla, hicimos unos pocos bolos y le ingresaron en el hospital.

 

La última gira… La que terminó (abruptamente) en Bilbao.
Sí, en el Kafe Antzokia. Aquel bolo fue la leche. Mi tema preferido es ‘Anatomía de una ola’, y no estaba en el repertorio. Ese día, en la prueba de sonido, le comenté que me gustaría mucho tocarlo. Él me preguntó si me lo sabía, le dije que sí, y me contestó “Pues esta noche la tocamos”. Aquel día la tocamos, ese momento no se me olvidará en la vida. No sabía que iba a ser el último, pero cerré los ojos y fui feliz.

 

Es un tema con una carga brutal.
Es acojonante, yo todavía no puedo escucharlo sin que se me pongan los pelos de punta. Resume muy bien todo el mundo de Antonio, ahí está todo su carácter, su riqueza lírica, armónica y su voz está preciosa. Esa canción tiene una atmósfera muy especial, me parece una genialidad, una obra maestra. Cuando la tocamos me sentí el tío más feliz del mundo.

 

Buen regalo final…
De Antonio tengo muchos buenos momentos. Antonio cambió mi vida, me enseñó a verla de otra manera. Él pagó muy cara su libertad, era un tío bastante libre, aunque pueda parecer lo contrario. Y me enseñó que uno tiene que ser fiel a sí mismo para estar orgulloso. No sé si me pilló en un momento muy sensible de mi vida, pero me voló la cabeza. Siempre le tendré ahí, por supuesto.

 

¿Has vuelto a tener esa misma conexión con alguien?
Tan potente no, sí he tenido la sensación de pasármelo genial, pero tan potente no creo que lo vuelva a tener en la vida. Tocaba sus canciones como si fueran mías.

 

¿Qué hiciste después?
En 2009 hice la gira de Carlos Baute. Imagínate el bajón. Fue bastante… Bastante…

 

…Sonada. El ‘Colgando en tus manos’, digo.
Sí, ahí estuve yo, todo ese verano tocando la cancioncita. Mi situación económica no me dejaba decir que no. Hice muy buenos amigos en esa gira. Después me fui a probar suerte a Texas, por eso no estuve en el concierto de homenaje a Antonio en el Palacio de los Deportes. Tardaron en cerrar la fecha, y la cerraron cuando yo ya tenía el billete. Pero ir para allá fue seguir sus pasos, seguir mi camino costase lo que costase. La gente que me conoce sabe que aunque yo no estuve ahí le hice mi homenaje desde Texas. Toqué ‘Lucha de gigantes’ para los gringos.

 

¿Te fuiste solo?
Allí tengo amigos, y luego se vino mi chica. Lo pasamos mal, no teníamos mucho dinero… Me alquilé una casa que no tenía ni muebles, menos mal que el suelo era de moqueta. Y en el barrio había peligro [risas]. Pero aprendí muchísimo y me lo pasé muy bien, iba a las jam sessions a tocar blues, pero no pude solucionar el tema de los papeles y tuve que volver. Entonces sí lo pasé mal: me había gastado todos los ahorros de la gira con Baute en la “operación Texas”. Cuando volví no tenía trabajo: cuando te vas buscan a otro, es lógico. Hice una apuesta, sabía que podía perder y perdí, pero no me importó, me llevé experiencias que merece la pena vivir. Después de hacer la gira con Antonio, y con Baute, me bajé al metro a tocar. Me parecía una buena manera de desarrollarme como artista. Soy guitarrista, pero no un gran cantante, y en el metro estuve cantando para soltarme.

 

Pues Gastelo dice que cantas muy bien, que no te hagamos caso.
Cómo me conoce… No soy cantante, pero bueno, se trata de interpretar más que de cantar, de transmitir, comunicar. Sabina o Bob Dylan no cantan bien, pero son gente muy válida. Cantar en el metro me gustó, ahí no hay trampa ni cartón. Siempre busco las cosas de verdad, tanto como para acompañar a artistas como para mi historia.

 

Es una forma de caminar que exige mucho trabajo.
No quiero dármelas de tío sacrificado, pero no concibo la vida de otra manera. En la música uno no puede mentir, puedes crearte un personaje, pero cuando te subes al escenario, no hay mentira: si no tienes nada que decir, por mucho artificio que tengas detrás, no hay nada que hacer.

 

Hablas de un proyecto propio, ¿desde cuándo haces canciones?
Desde el principio, yo tiraba por el lado del compositor, pero vi que era más fácil salir como instrumentista, ahí sí que me pudo el sentido práctico. Tocar para los demás tiene más salidas que tirar hacia delante con tu propio proyecto. Le quité horas a la composición para dárselas a la guitarra. No me arrepiento, creo que me expreso mejor con la guitarra que con las letras.

 

¿Qué has hecho en estos últimos años?
Me puse a tocar versiones en un restaurante con Luismi Baladrón [bajista], toqué con Vicky Gastelo, con Andrés Suárez… Empecé a enlazar trabajos. También he tocado con Primital, es una banda increíble. Ahí he sustituido a Toni Brunet. Es muy buen músico, nunca he tocado con él pero normalmente voy a su estela, él hace un trabajo y luego llego yo. En realidad este mundo es muy pequeñito, todos hemos tocado con todos.

 

¿Cómo es trabajar con Vicky Gastelo?
Como si trabajaras con un familiar, viene a mi casa, ensayamos y lo pasamos guay. Le hemos echado muchas horas de furgoneta juntos, nos hemos contado la vida… En el escenario hay momentos sublimes, es una artistaza, creo que es la mejor compositora que hay en España, de chicas es la número uno. A los músicos nos gusta que nos quieran también, y a mí siempre me ha tratado con un cariño fuera de lo común.

 

Tú a ella también le muestras cariño en el escenario… El otro día le golpeaste con el mástil en toda la cabeza en mitad de un concierto.
[Risas] Sí, en el Libertad 8… ¡Es que el escenario es muy pequeño!

 

En el último disco de Andrés Suárez, «Cuando vuelva la marea», has grabado las guitarras. ¿También le acompañas en la gira?
En la presentación no pude estar porque estaba en América, pero hicimos un show en Galileo Galilei, y el día 12 vamos a Santiago también. Es un fiera. Muy buen compositor y tremendo intérprete.

 

También estás trabajando mucho fuera, con Franco de Vita. ¿Cómo surgió?
Yo no le conocía, pero el director musical de Baute le dio mi teléfono. Él buscaba un guitarrista, fui a hacer una audición a su casa y me cogió. Sabía que el tipo era famoso en Latinoamérica, pero cuando fui no me lo podía creer: disco de oro en México, platino en Venezuela… Tocamos en Las Vegas en la gala de los Grammys, que le han dado dos. Es muy bonito vivir todo eso, pero creo que no es algo a lo que yo pertenezca del todo. Ahí estoy, ojalá me dure un tiempecito más.

 

¿Ahora te vas con él a tocar?
Sí, nos vamos a Chile, Ecuador, volvemos a Venezuela y creo que en marzo iremos a Argentina. Mientras tanto, en los huecos que tenga, voy a sacar adelante lo mío, José Barragán Trío. Toco el 19 de enero en Toledo, en el Pícaro. Luismi no puede y viene Paco Bastante, estoy flipando, para mí es uno de los mejores bajistas del país, y Toni Mateo, un batería de Barcelona buenísimo.

 

¿Son temas instrumentales?
Sí, pero estoy metiendo también temas cantados, y alguna versión de John Mayall, Cream, Hendrix… Mis raíces son rockeras.

 

Pues aprovecho, ¿algún disco de referencia?
Me he comprado hace poco un disco de Mutemath, que se llama «Armistice», y estoy encantado con ese grupo, hacen pop muy raro, está genial. Me encantan Vetusta Morla. Discos que me hayan marcado… El «II» de Led Zeppelin marcó toda mi adolescencia, el «Brothers and sisters», de los Allman Brothers, me gusta mucho el rock con reminiscencias del blues… Y «From the cradle», un disco de Eric Clapton del 95, hace versiones de blues de toda la vida, es acojonante como toca la guitarra y como canta. He descubierto a los Beatles hace dos años y estoy flipando. El «Ok computer», de Radiohead…

 

¿Con quién te gustaría trabajar en el futuro?
Me gusta mucho Quique González, me parece que hace unos temazos de la hostia, le respeto un montón. Aunque lo que también me gustaría es sacar adelante lo mío, es el paso que me falta.

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