“Nos enseñaron a tocar un grupo de ingleses que habían tocado con Paul McCartney, Eric Clapton… Montábamos un fin de semana para tocar slide en afinación en re abierto, y venía gente. Vivir el rock y el blues de primera mano fue increíble”.
El valenciano Vicent Miñana pasó de tocar en su pueblo a enfrentarse a miles de espectadores como guitarrista de Revólver. Luego acompañó a Hombres G, Leo Minax, Jorge Drexler, Marlango… Acaba de grabar con Najwa Nimri. Arancha Moreno nos lo presenta.
Una sección de ARANCHA MORENO.
Todo el mundo le conoce como Huma, aunque en realidad se llama Vicent Miñana. Durante muchos años fue guitarrista de Revólver, y de Jorge Drexler, con el que se embarcó en una gira a dúo por España y Sudamérica. En los últimos tiempos ha trabajado también con Marlango, Russian Red y Najwa Nimri, con la que ha colaborado en su próximo disco, “Donde rugen los volcanes”. Nos encontramos con Huma un jueves a mediodía en el boulevar madrileño de Alonso Martínez, en una de sus visitas a la capital. Habla pausado, con mucha calma, pero es de los que llevan el nervio por dentro: le gusta cambiar de proyectos, tirarse al barro. Como músico, asegura que se siente “como el cuñado del rey: tienes todos los privilegios, pero sin poner la cara”.
Los músicos que aparecéis en esta sección soléis lidiar en muchas batallas, pero resulta difícil encontrar información vuestra en la red.
Como dice mi amigo el batería Borja Barruedo, hay que “hacer y callar”.
¿Cuándo empezaste a tocar?
Empecé de niño, con ocho o nueve años. En el pueblo donde vivía había una rondalla de música popular, y yo tocaba el laúd. Luego toqué la bandurria, tocaba varios instrumentos y me gustaban todos. Eso duró muy poco. No volví a tocar un instrumento hasta los 18 o 19, pero había algo ahí, una sensación de que eso se me daba bien, me resultaba fácil. Cuando volví a tocar, grabé un disco con el grupo que hicimos.
¿Qué grupo era?
Se llamaba Futuro Imperfecto, ¡así nos fue! [risas]. Ganamos un concurso nacional con 40 Principales, recuerdo que en las semifinales había un grupo que se llamaba Murciélagos Clan [luego serían M Clan], y me hice fan: pensé que ganarían fijo, pero no, ganamos nosotros. Me da mucha vergüenza, la verdad. Después coincidí varias veces con Santi Campillo. Yo soy de un pueblo de al lado de Gandía, y allí había un guitarrista que nos enseñó a todos a tocar, Graham Foster. Él tenía su grupo en Inglaterra, y tocó con mucha gente, entre ellas Etta James. Tenía un trío, The Major Blues. Nos enseñaron a tocar un grupo de ingleses que habían tocado con Paul McCartney, Eric Clapton… Montábamos un fin de semana para tocar slide en afinación en re abierto, y venía gente. Vivir el rock y el blues de primera mano fue increíble.
¿Qué pasó con aquel primer grupo, Futuro imperfecto?
El grupo estaba formado, a mí me llamaron para tocar. Vinimos a Madrid a grabar el disco, tardó en salir, y justo ahí me llamó Carlos Goñi para la gira, y el grupo se deshizo. Ahí empecé a tocar y se acabaron mis grupos. Bueno, nunca he tenido la sensación de tener un grupo propio.
¿Lo echas en falta?
Un poco sí, pero yo tampoco he sido muy de tirar de proyectos. Las democracias de grupos las veo complicadas. Siempre tengo la idea de hacer mi música. A lo mejor ahora, que ha pasado todo y me he ido a vivir al campo, puede ser el momento.
Muchos músicos aprovechan la “calma chicha” que vive ahora el sector para retomar proyectos aparcados por falta de tiempo.
Siempre he querido hacerlo, pero he estado metido en muchos proyectos. Y cuando me meto en un proyecto me lo apropio un poco, pero he sido exageradamente intenso. Ahora lo he rectificado, mi teoría es meterme al sesenta por ciento, no más, porque llega a ser como obsesivo y no es bueno, yo pensaba que sí, pero no lo es. Me metía demasiado, me di cuenta de que lo que hacía era apropiarme de los proyectos de los otros, y no es bueno porque no son tuyos. Piensas demasiado en cómo lo harías tú, y tú no tomas las últimas decisiones, y lo pasas mal.
Y frustra.
Sí, frustra, eso es. Estar al sesenta por ciento está muy bien, es mucho más relajado.
Volvamos a tu primera gira con Revólver, ¿de qué disco fue?
Fue la del “Básico”, imagínate si soy mayor, ya he cumplido cuarenta y uno. El otro día me decía un colega que no se me nota. Es que soy tan lento para todo que estiro el tiempo [risas].
Pareces muy tranquilo, ¿en el escenario también?
Ahora sí, pero he sido muy nervioso, tenía pánico escénico, del interior, que es peor porque te lo comes tú. Un poco está bien, la adrenalina, más en los conciertos pequeños que en los grandes, no sé por qué. Cuando me pongo un poco nervioso, me digo: “Con las cagadas que he hecho en todo este tiempo y sigo ahí… ¡No pasa nada!”
Volviendo a Revólver, ¿la del “Básico” fue tu primera gran gira?
No grabé el disco, solo hice la gira. Pasé de tocar en mi grupo del pueblo a tocar para cincuenta mil personas, como en Zaragoza, en Las Ventas… Fue una gira muy grande, probablemente de las más grandes que ha hecho Carlos. Para mí era muy raro, muy loco.
Algo novedoso, para la época.
Sí, yo también llevaba poco tiempo tocando. Ahí empezaron las cosas raras, los miedos, las preguntas de ¿qué estoy haciendo aquí? Tenía veinticuatro años. Con Revolver estuve varios años, hice como cinco giras con él. Luego me vine a vivir a Madrid y empecé a trabajar con otra gente. Vives en Valencia y estás en una gira como esa y no hay acceso a mucho más, pero aquí, al llegar, toqué con Tontxu, fue su gira más relevante. Empecé a conocer músicos aquí y me empezaron a llamar para otras cosas. Y hasta ahora.
Tocaste y produjiste a Luis Ramiro, también.
Sí, “Castigado en el cielo”. Fue el primer disco que produje. Tenía un estudio con unos amigos, se producían muchas cosas, yo nunca figuré como productor pero hicimos varios discos: Merche Corisco, Garret Wall… Con ellos fui a tocar a Irlanda. Hice giras con gente que no esperaba tocar: me llamaron OBK, toqué en la vuelta de Hombres G…
¿En aquel concierto de Las Ventas?
Sí, toqué en Las Ventas, y también fui con ellos a Sudamérica. Con Hombres G estuve como dos años, fue una gira muy bestia. Como me metí en ese tipo de giras, como guitarrista profesional, lo compensaba con otros proyectos, porque siempre me ha gustado tocar en clubes. Lo compaginé con Leo Minax, cosas que me permitían desarrollarme más como músico, fuimos a Brasil a hacer una gira pequeñita. También toqué con Maria Alvistur, fue bajista de Sabina y vivió aquí unos años, y Fernando Samalea, batería de Charly García. Con ellos fui a Argentina, estuve un mes y pico allí. Tocando con los G empecé con Jorge Drexler. Entonces era una de las cosas pequeñas que hacía. Estaba en mitad de la gira y él me propuso ir a Montevideo a grabar “Eco”. Yo estaba en mitad de la gira de los G y les dije que me iba, tenía que perder una parte de la gira, pero lo tenía que hacer. Me dejaron hacer un paréntesis y me fui. Al final “Eco” fue un disco en el que había que estar.
¿Cómo viviste la grabación?
Un poco de forma contradictoria. Había ido para poner todo ahí, pero no era mi proyecto. Yo aporté lo que pude, que no fue mucho. Toqué la guitarra en algunas canciones, el disco era medio electrónico y había muchos músicos. El repertorio se fue acomodando a los que estábamos allí. Fue una superexperiencia, con el tiempo le doy mucho más valor. Entonces allí buscaba mis huecos, y tuve la sensación de no haber puesto todo lo que hubiera podido poner. Eso me ha pasado mucho.
¿Qué pasó a tu vuelta?
Estuve compaginando las dos giras, las de Hombres G y Jorge Drexler, y entonces fue cuando Jorge ganó el Oscar, se montó un revuelo y me dijo que iba a hacer una gira y que le gustaría hacerla conmigo a dúo. Hicimos una gira por América los dos solos. Tocamos dos veces en el Gran Rex de Buenos Aires, que tiene un aforo de ¿cinco mil personas? No lo sé [en realidad su capacidad es de 3.260 localidades]. En América fue más grande, aquí en España hicimos una gira más pequeña, de teatros. Fue increíble.
“En una entrevista, Sabina dijo que para él una buena canción era “una buena música, una buena letra, una buena interpretación y una cuarta cosa que nadie sabe lo que es, pero es lo único que importa”. Yo creo que la cuarta cosa es la sinceridad. Eso es lo único que importa”.
¿La gira a dúo con Jorge Drexler es el proyecto más bonito que has hecho?
No sé si el más bonito, pero sí fue el más exigente. Me costaba disfrutar los directos, quería poner demasiado. Antes era tan intenso que los disfrutaba casi desde el sufrimiento, ahora tengo la sensación de disfrutarlos más. Si salía bien, era lo máximo, pero era muy irregular. Unos días era increíble y otros no, el rango era demasiado amplio. Estaba demasiado pendiente de los errores, más que de los aciertos, un error me podía hundir un concierto. Está bien ser exigente, pero hay que mostrarse como uno es. Cuando pretendes que te vean mejor de lo que eres hay conflictos. Lo bueno que tiene la música es que no es una carrera de cien metros, no es mejor el que llega antes. Importa más el fondo que las formas, la sinceridad es la clave. Es la cuarta cosa, como dice Sabina.
¿La cuarta cosa?
Sí, la cuarta cosa. No es que yo lo tenga, pero Sabina en una entrevista dijo que para él una buena canción era “una buena música, una buena letra, una buena interpretación y una cuarta cosa que nadie sabe lo que es, pero es lo único que importa”. Yo creo que la cuarta cosa es la sinceridad. Eso es lo único que importa.
Me da la sensación de que tú eres el más exigente contigo mismo.
Sí, y es un problema. Me ha ido bien, pero podría haberme ido mucho mejor, hubiese sido más relajado.
¿Hasta cuándo has estado con Drexler?
Estuve cinco años con Jorge, varias giras. También hice la última gira con Drexler, pero ahora está girando él solo, haciendo un disco nuevo, y se terminó. Esto es así. Yo de las giras me he ido, no me gusta el funcionariado, la sensación de estar ahí porque es tu puesto. Me gusta dejarlo claro. Jorge me llamó una vez, porque iba a empezar una gira, y yo estaba con Marlango en ese momento. Me preguntó si la iba a hacer, y le dije “Si necesitas que esté, estoy, pero sin ningún compromiso. Yo no quiero estar si no hace falta”. Cuando entré a tocar con Jorge tenía algo que aportar, pero pasan los años y eso se agota, y a Jorge le gusta mucho buscar sonidos nuevos, cambiar… Me parece sano, para él, para mí y para todos. A mí me gusta lo mismo que con los instrumentos: tocar con muchos.
Es parte de tu forma de entender esto. Probablemente seguir sería lo más cómodo…
Sí. Al cambiar también aprendes, te tienes que esforzar. A lo mejor ahí está el truco.
¿Crees que has sabido marcharte siempre en el momento adecuado?
Sí, he tenido intuición para eso. Cuando sientes que se agota, antes de que se pudra, vas rodando. Es natural, aparecen otros proyectos.
Has tenido una segunda etapa con Revólver, en la gira de “21 gramos”, ¿cómo la viviste?
Yo casi aprendí con Revólver, fue una etapa larga de muchos años. Después de un tiempo nos encontramos en un aeropuerto y reenganchamos. Me llamó para hacer esa gira, la hice y al terminar me enganché con otras cosas. No era volver a estar juntos, no tuvimos ni que hablarlo.
También trabajas con Marlango, desde “Electrical Morning”.
Sí, he hecho tres discos, hasta este último. Luego dejé de tocar con Jorge y Marlango, y he tocado con Russian Red y con Miguel Bosé.
Has trabajado con Najwa Nimri en su nuevo disco, ¿cuál ha sido tu papel, y cómo ha ido la grabación?
Me llamó para componer juntos algunas canciones, pasamos casi dos meses en una casa que tiene en la montaña trabajando y también empezamos a producir los temas. No llegamos a un lugar común en cuanto a producción, así que lo dejamos. El disco lo terminó con Raúl Santos, quedaron las canciones que hicimos juntos y algunas de las cosas que grabamos allí en la casa, creo que alguna canción quedó con aquella producción, pero todavía no lo he escuchado.
Parece que has tenido proyectos bastante importantes, y has podido tocar muchos palos.
Sí, por eso no me puedo quejar, he tenido mucha suerte. Ahora que hablas de palos, hace poco he tocado con La Shica, me llamaron para sustituir al guitarrista flamenco que llevan. Estuve en Londres en un festival de flamenco, y yo tocaba la guitarra eléctrica. Fue muy raro pero muy bueno. Eso me encanta: cuando alguien quiere probar algo, me llama. Saben que me tiro al barro. Te obligas a tocar de otra manera. Hubo una época en la que decían que había encontrado un sonido, pero cuando pasan unos años me aburro. Ahora estoy encontrando otros sonidos y me alegra. Tengo más tiempo para tocar, tengo mi estudio en casa y puedo grabar y probar cosas nuevas.
¿Has vuelto a producir algún trabajo?
Produje el disco de Álex Ferreira, y ahora estoy haciendo el disco de Elena Bugedo. Con Marlango he estado muy involucrado en la producción de los discos, pero nunca la he dirigido yo. Me gusta mucho producir, de hecho, es lo que me gustaría hacer en realidad. Eso y tocar en clubes. Las giras están bien, pero absorben mucho. Pero si no hay otra cosa que te aporte dinero… se hace, y está guay, no me voy a quejar.
Así que ahora te vas con Miguel Bosé.
Sí, no conocía su círculo, y el tío es guay. Lleva más de treinta años y sale al escenario y se lo cree. A veces le miro para motivarme, transmite un aura… Hay gente que está en el escenario y es casi un trámite, pero él se lo cree de verdad. No creo que puedas estar treinta años de carrera de nivel si no hay algo de verdad en todo eso. Antes de empezar me voy a encerrar en casa, cierro un ciclo de varios curros y me apetece encerrarme a grabar mis cosas. En fin… Fíjate si llevo años en esto, y es la primera vez que me entrevistan.
¿Sí? Pues qué privilegio…
Yo digo que esto es como ser el cuñado del rey: tienes todos los privilegios y no tienes que poner la cara.