Músicos en la sombra: David Gwynn, viajando desde el country y el blues

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“Yo creo que puedes tener una expansión, un sentimiento, y volver a tus raíces. Los músicos que más me han gustado siempre han tenido eso: tocaban desde su propia naturaleza, volaban con su imaginación, pero tenían un sitio para volver”.

Estadounidense de origen, y educado en el blues y el country, el guitarrista David Gwynn es un habitual de la escena española que ha tocado, entre otros, con Miguel Ríos, Christina Rosenvinge y Quique González.

 

 

Una sección de ARANCHA MORENO.
Fotos: REMI REX (superior) y JORGEEN (inferior).
 

Creció entre el blues y el country, raíces entrelazadas que han marcado la senda de este guitarrista californiano. David Gwynn dejó la Costa Oeste en busca de una idea: interpretar cualquier tipo de música desde sus raíces. Este viaje, desde su orígenes hacia otros géneros, lo lleva haciendo desde que llegó a España, hace casi treinta años. En este tiempo ha acompañado a muchas bandas: Christina Rosenvinge, Miguel Ríos, Marlango, Jaime Anglada, Diego Vasallo, Vilma y los Señores y Quique González son algunos de los referentes de su extensa nómina en la carretera. En los estudios, además, fue productor de discos de Los Flechazos, Del Tonos, o Surfin’ Bichos, tarea que ejerció en los años noventa y que ha vuelto a retomar. Tras sacar dos discos en solitario (“Running circle” y “The last of Buffalo”), y uno a medias con Smiling Jack Smith (“Now that truth was gone”), continúa girando con sus bandas, Saturn Alley y un nuevo proyecto, Hostal Vagabundos. Resumir su historia musical es una tarea muy complicada, tanto que el propio David acude a nuestra entrevista con unos papeles garabateados con pinceladas de sus muchos proyectos, discos y conciertos. Se pide una cerveza y nos dibuja un mapa mental de su camino a ambos lados del Atlántico. Entre sus mejores noches, la que compartió con el polifacético Sam Shepard, con el que grabó la banda sonora de “Blackthorn”. Después de esta entrevista, se subirá al escenario de la Galileo Galilei a acompañar tres canciones a Javier de Torres.

Californiano de nacimiento, ¿y madrileño de adopción?
Sí, casi llevo aquí media vida. Llegué en el año 83, con treinta años.

¿Recuerdas la primera vez que cogiste la guitarra?
No, porque era muy pequeño. Mi padre tenía una guitarra en casa, componía canciones de country y conocía a muchos cantantes y compositores. Creo que di por hecho que yo también iba a hacerlo cuando tuviera el “tamaño” suficiente para poder tocar la guitarra. Sí recuerdo una vez que cogí la guitarra de mi padre, y hice con la púa un pequeño rasguño en la madera.

¿Cuáles son tus primeros recuerdos musicales?
Empecé a aprender cosas con nueve o diez años. Mi padre me colaba en bares para ver a músicos y cantantes de country. Luego empecé a aprender instrumentales. Lo bueno de tocar instrumental es que no tienes que cantar con tu voz de niño de diez años. Mis amigos y yo intentábamos aprender todas las canciones, teníamos una lista de cien canciones: instrumentales, Beatles, rhythm and blues… Luego tuve una fase muy obsesionado por el blues, creo que la mayoría de la gente pasa por eso. Siempre tuve grupos, pero empecé a tocar profesionalmente con veinte años, con cantantes de country. Como era la música de mi padre, probablemente sentí un poco de…

¿Rechazo?
Sí, no me parecía muy interesante, pero necesitaba trabajar. No había prestado nada de atención al repertorio de country, y la gente que se presentaba a las audiciones iban muy preparados, pero yo siempre parecía más country que ellos, porque tenía raíces. Por la noche tocaba canciones de country y por el día experimentaba, escuchaba mucha música clásica de la India, no porque quisiera tocar ningún instrumento de allí, pero quería aplicar la misma profundidad de concepto a la música de mis raíces.

¿Y cuál era tu objetivo?
Yo creo que puedes tener una expansión, un sentimiento, y volver a tus raíces. Los músicos que más me han gustado siempre han tenido eso: tocaban desde su propia naturaleza, volaban con su imaginación, pero tenían un sitio para volver.

¿Y tu medio de expresión era partir del blues?
Sí. Yo escuchaba tanto el blues y el country de pequeño que se mezclaban, para mí era lo mismo. Steve Cropper, de Booker T. & The M.G.’s y The Blues Brothers, decía que el blues era la música country de los negros, y el country era el blues de los blancos. Yo tengo eso muy interiorizado. Tengo un sentimiento de blues en todo lo que hago, y más cuando estoy con alguien que no hace blues. Es una manera de buscar la verdad de lo que está diciendo el artista. Si tú tienes una canción, podemos hacerla divertida y da igual el propósito que tenías al escribir la canción: esa no es una conexión en blues. Conectar en blues es preguntar cuándo escribiste esta canción, qué quieres hacer con eso…  Hay gente que no quiere eso, solo a alguien que toque una guitarra. Es muy diferente con cada persona, a veces casi no hablas, y otras tienes que hablar mucho.

Nos hablabas de tu etapa en la Costa Oeste… ¿Qué pasó después?
Allí tocaba en varios grupos de country. Tenía amigos tocando con gente muy importante, si me hubiera quedado, hubiera trabajado un poco más en serio. Creo que me fui porque no era lo que quería hacer, quería fusionar raíces con una sensación expansiva, literalmente es psychedelic, un estilo de los años sesenta. Llevo muchos años intentando tocar desde mis raíces. A veces la gente solo quiere un guitarrista, o quieren una cosa determinada que han oído en un disco, para eso es mejor que llamen a otra persona. Para mí la música es un estudio, una creación muy personal. Intento compartir con los demás mi manera de enfocar la música. Me encanta cuando otra persona se da cuenta de lo fácil que es trabajar conmigo: junto mis energías con las suyas, lleno lo que ellos no tienen y dejo lo que sí tienen, formamos una estrategia en el aire.

Esa idea de entender la música desde tus raíces, ¿no era más difícil llevarla a cabo aquí, que se cultivan otros estilos musicales, y además en otro idioma?
Me prometí experimentarlo. En los ochenta llegó la influencia de la música disco, y los sitios que seguían haciendo country y blues allí eran muy cerrados en sus conceptos: si tocabas blues, casi tenías que tener un aspecto determinado, y los sonidos tenían que ser de un estilo delimitado, y yo quería hacer esa otra combinación, así que no era muy buen sitio para hacer eso. En España me han dejado hacerlo. Hay gente a la que no le gusta que una persona toque muchos estilos, pero yo no pienso así. Alguien puede no tener raíces y hacer canciones muy buenas y muy diferentes, a mucha gente le da más libertad no tener raíces, como Paul Simon o Sting.

Cuando llegaste a España, a primeros de los años ochenta, ¿con quién empezaste a tocar?
Tenía mi propio grupo, un grupo de California que venían a España y luego seguían viajando por Europa. Tocábamos como teloneros de grupos de aquí: Olé Olé, Los Ilegales… Tocábamos mucho en Madrid, en las bases militares: Rota, Zaragoza, Torrejón… La banda, No Justice, se fue moviendo, y uno de ellos se quedó aquí, Jeff Spinoza, con su banda Red House. Creo que el primer artista con el que toqué aquí fue Rei Lui, y luego toqué muchos años con Christina Rosenvinge, cuatro o cinco giras y dos o tres discos: «Cerrado», «Flores raras»… Me gusta mucho Christina.

¿Te entendiste bien con su música?
Sí, era muy fácil trabajar con ella, sabía lo que quería y lo que no quería. Una vez llevé a un ensayo la guitarra que utilizaba en mi grupo, que tiene mucha potencia de sonido, y en la primera canción paró, me miró y me dijo: “David, por favor, no”. Yo llevaba otra porque sabía que iba a decir eso. Me alegro mucho de que vaya tan bien su carrera.

¿Qué hiciste después?
Estuve un año con Miguel Ríos, cuando cumplió sus 35 años de carrera, hace unos trece años. También he trabajado mucho con el contrabajista Danny Thompson, hicimos la banda sonora de «Juego de Luna», hicimos una banda sonora tocando en directo en Cine Arte. Grabé un par de discos con Javier Álvarez, y con Jaime Anglada. Jaime y yo somos muy amigos, he grabado sus últimos cuatro discos. También he aprendido mucho con él, es muy divertido y muy buen artista. Grabé los dos primeros discos con Marlango. Luego grabé el disco “Crepúsculo” de Duncan Dhu, producido por Suso Saiz y con José María Rosillo como ingeniero, y varios discos de Diego Vasallo: “Canciones de amor desafinado”, “Cuadernos de pétalos de elefante”… Con Suso Saiz he trabajado mucho, aprendí mucho con él.

¿Y cómo fue trabajar con Diego Vasallo, en esa etapa de su carrera?
También aprendí mucho con Diego, podía tocar otras guitarras con otros sonidos, y sacar otros efectos. Tocaba dos guitarras de Diego, con las que él componía. Diego quería oír el sonido que él hacía cuando componía, pero tocado por otro músico. Era muy difícil de tocar, tuve que limitar mi técnica. La limitación puede ser muy positiva, cerrar todas las posibilidades. Aprendí mucho con los dos, y me di cuenta de que todo lo que había aprendido acompañando a cantantes de country y blues podía aplicarlo a otros estilos, también con ritmos latinos, como el trabajo con Vilma y los Señores. En la India, la música es algo vivo, cuando va en el aire, la música se convierte en una persona: la melodía es el corazón, el ritmo son los brazos y piernas, la armonía es la dimensión mental e intelectual… Cuando hablamos de acompañar a alguien, me fundo con esta persona. Hay personas que les encanta, y otros solo quieren una guitarra.

¿Con quién has sentido más esa conjunción?
¡Qué buena pregunta! Pues a veces con Christina [Rosenvinge], cuando hicimos conciertos los dos solos, con Diego, con Jaime Anglada hemos tocado mucho en dúo… Con Javier de Torres, cuando hicimos un cuarteto de cuerda. Con Quique González no tanto como quisiera. Carlos Raya venía a verme tocar al Café Popular en los años noventa, y cuando él se fue con M Clan, me llamaron para hacer la gira de “La noche americana”.

¿Por qué no llegaste tanto a esa conjunción con Quique?
Pues creo que por dos razones. Estaba muy entrenado por Carlos Raya, de seguir su arreglo, y esa idea de entrecruzar un sonido no era algo muy conocido en ese momento, cada uno tocaba en su carril, y lo hacían muy bien, funcionaba. Hay otra gente que al no tenerlo tan claro, está más abierta a formar algo. Pero tiene mucha sensibilidad, Quique. Compone unas canciones increíbles. También creo que solo hicimos un concierto solos los dos, en Santander. Recuerdo que hubo un instante en que él hizo algo diferente, yo le respondí con algo diferente, y me miró cómo preguntando “¿Dónde vamos?”. Entonces volví al arreglo del disco. Pero trabajar con él me gustó mucho, llegué a tener buena amistad con Toni Jurado, con Edu Ortega… Con Joserra (Senperena) ya había tocado mucho. Hay muy buenos músicos en España, en el Mediterráneo hay una sensibilidad especial. Mi madre era italiana, soy medio italiano, supongo. En realidad, EE.UU. es tan joven que casi no existe, hay gente de otros sitios que ha emigrado allí. Me di cuenta de eso el año pasado, cuando conocí a Sam Shepard. Cuando le ves en Dublín, parece de allí.

¿Has trabajado con Sam Shepard?
Hice con él las canciones de «Blackthorn», grabé y arreglé las guitarras. Él sabe muchísimo de música, conoce a todo el mundo, escribió “Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera”. Hablando con él sobre música, me hizo poner muchas ideas en su sitio.  A veces es solo una noche hablando mucho con alguien. Cuando Mark Knopfler grabó un disco con Chet Atkins, dijo que en los próximos cuatro años ya tenía para pensar y estudiar con la guitarra. Yo me siento muy feliz y agradecido por hacer algo que realmente me gusta, la mayoría de la gente no lo consigue. Aunque de viejo sea pobre, me dará igual, porque estoy haciendo lo que más me interesa. Espero poder seguir muchos años, tengo la sensación de que voy mejorando.

“A estas alturas no necesito buscar protagonismo, todo lo contrario, intento hacer lo mínimo, cuanto más efectiva sea la canción, mejor trabajo estás haciendo tú”.

Mencionabas antes a Javier de Torres, con el que tocas en directo…
Sí, Javier se rodea de gente muy buena, no sé cómo lo hace, es como un imán. Es muy positivo, no es oscuro, no sé como lo hace. Tiene un trabajo con mucha presión, es abogado, y además saca un disco al año…

Y abierto a cosas nuevas, ¿quién se iba a imaginar que fuera a sacar un disco con aire a boleros?
Sí, empezamos él y yo grabamos unas premezclas de muchas canciones, y la idea salió de eso. Me preguntó qué me parecía y le dije que genial. Creo que dejaron dos guitarras mías en el disco. Hay dos formas de actuar en la música: ser una persona y tener un balance emocional en tu vida, y desde ese balance hacer música, y creo que Javier ha optado por esa decisión, o hacer lo que sea para seguir trabajando, aunque quedes mal con la gente, porque lo que realmente importa es la música, ya pedirás disculpas más adelante. Hay gente que solo puede trabajar con ese estímulo, estando al borde. Yo ahora soy más del primer grupo, aunque tuve una época en la que estuve dispuesto a lo que sea.

En los noventa ejercías de productor, y ahora has vuelto a hacerlo. ¿Llevabas mucho tiempo sin producir discos?
Lo hacía mucho antes, pero siempre en un estudio diferente, con un ingeniero diferente, y no encontraba con facilidad los sonidos que quería. Lo dejé porque era un poco frustrante: estaba conviviendo con alguien cuatro meses, sin hacer nada más, y cuando salía el proyecto, ellos seguían con él, y yo volvía a mi casa. Hice cuatro o cinco producciones seguidas y me quedé muy desubicado con la guitarra. Ahora toco mucho, toco dos o tres veces a la semana, y estoy siempre preparando grabaciones, producciones…

¿Has retomado la labor de productor, entonces?
Sí, estoy con dos producciones, casi terminando una en el estudio de José María Rosillo. Ahora estoy ayudando a Isabel Urzaiz, L’animal. Además, me encanta ayudar a artistas con su primer disco. Mucha de la historia de la música sucede en el anonimato, no suena en la radio. Imelda May dijo en una entrevista que, al margen de lo que sale en los medios, existe una historia de la música en la realidad. Hay gente que está en los dos mundos a la vez, pero hay muchos que aparentemente no tienen mucho éxito, y son super queridos por la gente. Hay gente que ahora tiene éxito, y va a ser embarazoso mencionar su nombre dentro de veinte años.

Quizá porque los medios de comunicación masivos quieren contar su propia historia de la música, como si sólo valiese lo que ellos enseñan, y obvian lo que pasa en otras esferas, hasta que esos movimientos se hacen muy masivos.
Alguien me dijo que en la música pasa como en el fútbol, que hay gente que juega en primera división. Puede que sean buenos, pero también puede ser que hayan colado a otros, y que la gente buena, la que va a estar en la historia de la música, esté tocando a la vuelta de la esquina. A mí me encanta que cada uno determine lo que le guste.

Tu padre componía canciones para Carl Perkins, ¿tú también compones?
Sí, los dos discos que grabé fueron una colaboración con un letrista. Estamos haciendo más, hemos grabado dos temas y vamos a entrar en el estudio a finales de junio.

También tienes tu propia banda.
Sí, tengo una banda la mitad del tiempo, pero la otra mitad estoy muy ocupado, es un poco injusto. Hemos tocado como veinte veces en el último año. Estamos programando una base de datos con temas tradicionales, tocamos en el Café Popular y aprovechamos para hacer temas instrumentales y antiguos, es muy bueno para hacer algo muy original. Para compensar lo que puede sonar extraño, intentamos conectarlo a algo de hace cincuenta años. Ricardo Moreno es muy bueno adaptando eso. Tengo mucha suerte de tener gente tan buena a mi alrededor.

¿Tocáis repertorio tuyo, también?
Sí, hacemos temas de los dos discos, y algunos nuevos. Depende del recinto. También llevo veinte años tocando una o dos veces al mes con José Barranco, cantante de Los Pekenikes.

Al margen de grabar con tu banda, ¿qué otros proyectos tienes, próximamente?
Estoy viendo la posibilidad de hacer algo en EE.UU., pero hasta que no salga no quiero hablar de ello. También tomaré vacaciones en agosto, no he parado desde octubre. ¡Tuve una semana con seis cosas diferentes! Pero me gusta. A veces, en la música, lo que parece que más prestigio da, para el músico no es donde abre realmente. Pero lo tengo muy asumido y me encanta. A estas alturas no necesito buscar protagonismo, todo lo contrario, intento hacer lo mínimo, cuanto más efectiva sea la canción, mejor trabajo estás haciendo tú.

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