Músicos en la sombra: Basilio Martí, el fiel compañero de Antonio Vega

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“Antonio era como esa pareja que tienes toda la vida y que no aprecias, era el mejor compositor español”

Fue teclista de Antonio Vega durante dos décadas, estuvo en Sonora, ha tocado con Quique González y mantiene su propio proyecto, Yuri Gagarín Trío. Arancha Moreno nos presenta a Basilio Martí.

 

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

Durante casi veinte años ha sido el compañero de batallas de Antonio Vega, su teclista fiel, el único músico con el que trabajó siempre desde que se separó de Nacha Pop. Dos años más tarde de la muerte de Antonio, Basilio Martí sigue trabajando solo, con su proyecto Yuri Gagarín Trío, y preparando un álbum póstumo de Antonio, que verá la luz en 2012. Nos encontramos con él en una cafetería, un miércoles cualquiera, antes de que comience el partido de fútbol de turno.

 

¿Cuándo comenzaste en la música?
Empecé a estudiar piano a los 14, en el Conservatorio de Madrid. Yo nací en Vigo, porque mi padre es marino, a los primeros hijos nos tuvo en puertos: Cádiz, Vigo… Pero viví en Madrid desde los dos años. Yo quería ser músico, pero mi padre quería que estudiase algo en la Universidad. Hice la carrera de música en Madrid, también estudié Bellas Artes, pero no la acabé. Al año siguiente empecé periodismo. Casi la acabé en el 92, me dejé un par de asignaturas, y en el 96 o 97, un año que no tenía mucho trabajo, las aprobé. El otro día recogí mi título.

 

Sí que has esperado, sí… Descubrí que eras periodista porque lo cuentas en el prólogo de «Mis cuatro estaciones», la biografía que escribió Bosco Ussía sobre Antonio Vega.
Trabajé en el «ABC» del 90 al 92, hacía sucesos. Bueno, hice un poco de todo porque era becario, hice una entrevista a Joe Cocker en el 90, estuve dos años en los turnos más chungos. Dejé el periodismo porque conocí a Antonio. Me ofreció trabajar con él, tuve la oportunidad y no lo pensé, aunque siempre he mantenido el contacto, me gusta mucho escribir.

 

Veinte años con Antonio Vega bien se merecen unas cuantas páginas, a ver si las escribes algún día.
Ojalá, ojalá.

 

Volviendo a tus comienzos musicales, estuviste en el grupo Sonora, con Nacho Béjar. ¿Cómo empezó aquello?
Nacho y yo éramos superamigos desde los 14 años, él siempre iba con una guitarra y tocábamos detrás de la calle Orense. Siempre le gustó la música, incluso antes que a mí. A mi hermana le regalaron un órgano enorme y me puse a tocar, y en cuestión de un año, me flipé con la música. Nacho grabó su primer disco, y cuando iba a grabar el segundo, volvimos a coincidir. Yo por entonces ya me había comprado un piano, y me saqué las canciones de Nacho. Empezamos a tocar juntos, con Ñete a la batería. Pasó el tiempo, yo empecé a hacer temas también, y decidimos hacer un dúo, Sonora. Sacamos un disco que vendió 3.000 copias, hoy en día sería la hostia, entonces era una mierda. Hicimos una pequeña gira por España, yo estaba encantado. Luego nos metimos con Antonio, hicimos bolos para miles de personas, fuimos a tocar a Suiza, en un festival a lo bestia, con Status Quo… Eso es lo que yo quería hacer. Era una experiencia acojonante, y Nacho y yo empezamos a aplazar lo de Sonora, hasta que se perdió. Luego pensamos retomarlo, pero con los años te distancias.

 

¿Cómo era girar con Antonio?
Antonio nunca arrancaba y terminaba una gira, él estuvo de gira los 51 años que vivió. Viajar con sus colegas, ir a tocar… No le gustaba otra cosa. Después hacía una fiesta en la habitación y desparramaba, como todos los rockeros. Quizá era más intimista que otros rockeros, pero le gustaba mucho pasarlo bien.

 

Una pregunta canalla, ¿con qué canción de Antonio te quedarías?
Últimamente estoy muy enganchado a ‘Mi hogar en cualquier sitio’, esa canción me vuelve loco. Con todo lo trascendental que parece la música de Antonio, me hace mucha gracia esa canción, es el lado más cachondo de Antonio. El lado menos trascendente de Antonio me atrae aún más.

 

Quizá porque te recuerda al Antonio persona, más que al músico…
Sí, me recuerda mucho a él. Todo el mundo tenía esa imagen triste y oscura de él, y era todo lo contrario. Es de las pocas canciones en las que muestra un poco su lado más ligero.

 

Recuerdo mucho el silencio de sus conciertos, ese respeto del público, casi sepulcral. ¿Cómo lo vivíais desde el escenario?
La trascendencia de los momentos te alimentaba mucho, dabas un acorde de ‘Lucha de gigantes’ y todo el mundo estaba callado. Cerrabas los ojos y eran momentos inolvidables, casi un ritual religioso. Ayudaba mucho a la hora de tocar esas canciones, y más en formato acústico. Que él consiguiese esos silencios ya dice mucho del artista que era. Alimentaba mucho la comunión de todos.

 

Siempre esquivaba la mirada del público, era difícil verle los ojos…
Una vez le pillé el truco, cuando decías algo que le interesaba notabas su mirada, utilizaba su pelo de toldo, pero sí miraba a la gente. Afortunadamente para él no veía bien, con lo tímido que era… Cerraba los ojos para cantar, le ayudaba a concentrarse. Era un tío que se distraía mucho en el escenario. Una vez, creo que tocando en Clamores, salimos al escenario después de hacer un chiste en el camerino. Al salir a cantar ‘Tesoros’ empezó a reírse, se acordaba de lo que habíamos dicho y el tío no podía parar.

 

Era muy divertido, entonces.
Mucho. Con los años, estábamos locos por irnos a su habitación a contar chistes y estar hasta las tantas de la mañana, nos reíamos muchísimo, era muy gracioso. Él no bebía, nos lo bebíamos todo nosotros, era un tipo que creaba  un ambiente muy propicio al compadreo. Era raro que viniera gente de fuera y que él estuviera cómodo.

 

Estando siempre con él, ¿daba tiempo a trabajar en otros proyectos?
He tocado con mucha gente. Trabajé con David Summers, hice con él unas seis giras por toda América. Hizo un primer disco en solitario y yo grabé sus discos posteriores. Tengo un recuerdo acojonante de él, es uno de mis mejores amigos, he tocado ocho o diez veces allí con él: Chicago, Nueva York, todo EEUU, Venezuela, Ecuador, Perú… Lo recorrimos todo menos Argentina. Allí David es una estrella, como aquí Elton John o Mick Jagger, es una locura. También grabé el primer disco de Hombres G en el reencuentro. Luego he vuelto con ellos de alguna forma puntual, a Los Ángeles, cuando su teclista no podía ir. Vas a Perú con Hombres G, y van camionetas del Ejército con fusiles y ametralladoras para protegerte de la avalancha de los fans. Son dioses.

 

¿Y cómo es David en el trato cercano?
Es un amigo incondicional y un tío honesto, difícil de encontrar en la música, muy trabajador, compone todos los días, siempre está escribiendo, con su guitarra… Lo lleva en la sangre, no puede dejar de componer.

 

¿Con quién más trabajaste?
Hice varias giras con Quique González, grabé algunos discos con él: «Pájaros mojados» y algunos temas de «Kamikazes enamorados» que llevaban pianos. Estuve muchos años con él, yo le hice las primeras maquetas a Quique con Nacho Béjar, me acuerdo de un tema que se llamaba ‘La botella’, era cuando había casete, en el año 95 o por ahí, cuando él era animador en hoteles de Mallorca. También he hecho giras con Marta Sánchez, canta muy bien y es muy profesional, aunque es de ese tipos de artistas que no tienes tanta intimidad con ellos. Antonio era como mi hermano, Quique en su momento fue un superamigo, también. El otro día me encontré un concierto que hicimos en Aqualung, me pareció acojonante, una banda poderosa, muy compenetrados, y Quique muy bien. Con Mercedes Ferrer he tocado en varios discos, me parece una gran artista y es una tía que nunca se la ha reconocido España. Todo ese público que se reconoce como indie debería escuchar a Mercedes, es una avanzada a su época, siempre lo ha sido.

 

Sí que aprovechabas los huecos que dejaban las giras con Antonio…
Sí, la gente piensa que Antonio siempre estuvo ahí con un perfil alto de trabajo, pero no fue así. Con el primer disco sí trabajamos, pero luego hubo un vacío entre ese disco y «Océano de Sol» en el que apenas hacíamos nada, yo me fui a vivir a Ibiza, a hacer tortillas a casa de un payés, porque no hacíamos nada. Cuando iba a hacer mi primera tortilla, me llamaron para un bolo. Yo siempre quise estar con Antonio, y según pasaron los años, con más razón, nos hicimos más y más amigos. Musicalmente era la hostia, nunca quise perderle. Cuando llegaba algún conflicto, por ejemplo cuando estaba con Quique y con él, volvía loco a todo el mundo, y al final siempre me iba con Antonio. Tenía la sensación de que tenía que estar ahí, con él.

 

«El verano antes de morir iba por su casa sin camisa, con un cigarro apagado en la boca y la guitarra colgada, con un inalámbrico para que sonara en el ampli que tenía en la habitación»

 

¿No te perdiste ni un solo concierto con Antonio?
Le fallé una vez, un Clamores, que estaba en América con David Summers.

 

¿Cuánto tiempo llevabais juntos la última banda de Antonio?
Tuvimos una primera banda que creo que aguantó diez años: Nacho Bejar, el batería Carlos Yebra y Marcos Rosa, el bajista de Nacha Pop sustituto de Carlos Brooking cuando se fue a la mili. Luego hubo un movidón y ahí empecé a echarle una mano a Antonio, había tanto trabajo que era difícil encontrarle músicos. Entre medias, apareció gente muy buena: Angie Bao, Ricardo Marín…

 

En la última etapa de su vida, estaba más volcado con las guitarras que con las letras, ¿no?
Sí, en los últimos tiempos llegué a calcular que tocaba la guitarra diecisiete horas diarias. El verano antes de morir iba por su casa sin camisa, con un cigarro apagado en la boca y la guitarra colgada, con un inalámbrico para que sonara en el ampli que tenía en la habitación. Iba por la casa sudando, tocando… Increíble. Estaba obsesionado, era ya enfermizo, pero pegó un subidón de puta madre, cogió un profesor para que le abriera el mundo de las escalas, se lo tomó muy en serio, iba para adelante. Su proyecto más inmediato era un disco instrumental, una especie de suite orquestal. Ahora vamos a sacar un disco de Antonio, póstumo.

 

¿Sí?
Cuando murió me di cuenta de que había un material cojonudo grabado en ordenadores, fuimos sacando tomas de canciones. Para esa gira recuperamos temas que hacía tiempo que no tocaba Antonio: ‘La hora del crepúsculo’, ‘No me iré mañana’, ‘Entre tú y yo’, ‘Cada uno su razón’ (de Nacha Pop)… Y los que se suponen: ‘Se dejaba llevar’, una versión acojonante de ‘Lucha de gigantes’…

 

Leí un artículo tuyo en «La Razón» donde decías que tuviste miedo de que la leyenda de Antonio se ciñese sólo a ‘Chica de ayer’, pero que estás viendo que a la gente reconoce todo su legado…
Sí, yo me he quedado sorprendido muchas veces, de algún homenaje que le han hecho grupos que no le conocían y que se saben todas sus canciones. Las tocan perdiendo un poco la solemnidad que piensas que debe tener un tema, con el garbo de un tío de veinte años.

 

Pasó también en el homenaje que le hicisteis este año en Clamores, por el segundo aniversario de su muerte.
El homenaje que le hicieron los de Universal, en Joy Eslava, sacaron un disco con versiones de Bebe, Love of Lesbian… Hubo alguna cosa que me gustó, me sorprendió que la gente tuviera ese conocimiento de su obra.

Sí que fue sorprendente la reacción popular y mediática que hubo cuando murió.
Yo no me enteré de nada, estuve en shock, era casi como mi hermano, no me acuerdo casi de nada.

 

Recuerdo que la cobertura informativa fue impresionante, mucho más importante de lo que le habían seguido en vida.
Sí, era como esa pareja que tienes toda la vida y que no aprecias, era el mejor compositor español y lo tenían ahí. Poca gente le echaba una mano con todos los problemas que tenía, pero él iba capeando los temporales y sorteando los obstáculos. Se pasaron la vida anunciando su muerte, y cuando se murió, todo el mundo se quedó de piedra. Nunca iba al médico, cuando le llevamos ya era tardísimo. Estuvo casi cuatro años con un cáncer en los pulmones. Su hermano mayor murió de cáncer de pulmón; Antonio tuvo una tuberculosis que creo que no se curó bien, y fumaba muchísimo, tenía todas las papeletas. Al final se lo llevó el cáncer en veinte días desde que se lo detectaron. Mucho mejor así, porque para un tío como Antonio, que nunca dormía y siempre estaba de aquí para allá, hubiera sido terrible acabar en silla de ruedas con máscara. Estuvo bien el final, dentro de lo horroroso que fue.

 

El año pasado le hicisteis un homenaje por todo lo alto, en el Palacio de Deportes.
Sí, creo que hubo 11.000 personas, y se retransmitió a toda España en unos cines. Todos los espectadores españoles pudieron verlo. Ahora hemos hecho una banda tributo, vamos a tocar Angie Bao, Billy Villegas, Ricardo Marín y yo, el 21 de enero en Galileo Galilei, en Madrid, y el 26 y 27 en el  Festival Barnasants, en Hospitalet. Allí no hemos hecho ningún homenaje, y la gente tiene ganas de despedirse de Antonio, así que nos han ofrecido dos días. Ricardo canta de puta madre, y a los tributos suelen venir invitados: Manolo García, Estopa, Miguel Ríos, Carlos Tarque, Quique…  A estos viene con nosotros Maite Pizarro, corista de Rosario, que es la cantante que grabó el «Básico» de Antonio. Tocar las canciones de Antonio sin él es horroroso, pero según pasa el tiempo se hace más llevadero.

 

Aún más horroroso sería dejar morir esos temas…
Sí. Los primeros meses no le encontraba ningún aliciente a tocarlos. Los tributos son por la gente, se merecen algún recordatorio. El público de Antonio es de los más trascendentales de España: los foros, las letras, debates sobre letras… Estoy orgulloso de su público, era fantástico.

 

¿Continúas con tu proyecto Yuri Gagarín Trío?
Sí, ahora vengo de mezclar un tema que he recuperado para el próximo disco, que lo estoy terminando ya. Hago temas instrumentales, me tira mucho el jazz y la música contemporánea. Con Yuri Gagarín Trío hice un disco que no se editó oficialmente, lo hice todo en casa, lo vendía en los conciertos y por internet, y sirvió como base para la gira que hicimos con Antonio de guitarrista.

 

¿Cuál era la formación en los comienzos?
En la formación original éramos Angie Bao a la batería, Billy Villegas al bajo, Antonio a la guitarra y yo. Él era un invitado de lujo, quería tocar la guitarra, no quería ponerse delante, decía que él era un guitarrista a mi servicio. Tocábamos tres o cuatro temas suyos en formación más jazzística. Era una manera de apoyar mi proyecto: ir en furgoneta, quedarnos en una pensión, montarnos nuestro equipo… Repartíamos la pasta entre todos. Pero el tío tuvo más que un detalle conmigo, me apoyó de forma impresionante. Siendo una banda nueva, instrumental, los circuitos eran muy difíciles, pero Antonio nos abrió los circuitos del pop. Llenábamos gracias a él, por supuesto.

 

¿En qué fase del disco estáis?
Hemos grabado un 80%, estoy mezclándolo con un ingeniero. Yo no tengo compañía, así que hago lo que me apetece. Hice un disco antes con ruidos de máquinas de fotocopiar, con motores de gasolina construía un sampler… Ahora lo estoy haciendo un poco más en serio. He recuperado el tema en el que estaba Antonio, es un tema instrumental dividido en dos partes: ‘El idiota (primera parte)’ y ‘El idiota (segunda parte)’, Antonio sale en la segunda.  He recuperado el último tema que grabó Antonio en vida, tiene un solo de guitarra precioso, a él le gustaba mucho ese tema. Va a quedar ahí un sello del Antonio guitarrista, él siempre quiso que se conociese esa faceta suya, le gustaba mucho el jazz fusión, y creo que es un buen homenaje para él.

 

¿Temas nuevos y autoeditados?
Alguno es del anterior, del otro debí vender unos 250 discos, y no fue editado por una compañía. Ahora quiero grabarlo de forma decente. Hoy día los músicos nos tenemos que hacer todo: página web, promociones, buscar managers, buscar bolos, hacer facturas…Yo no valgo para eso, soy músico y me gusta dedicar todo mi tiempo a la música, si tienes que estar pendiente de todo lo demás es horroroso. Si surge un sello al que le interese mi trabajo, yo estaría encantado.

 

¿Cuándo saldrá, más o menos?
Creo que lo acabaré antes de Navidad, y espero tenerlo para después de Navidades. Ahora tengo mucho tiempo y me siento inspirado, así que estoy trabajando en él, haciendo esto exclusivamente, y música para cortometrajes.

 

¿Sí? ¿Cuáles?
Hice alguno de un pueblo de León, otro para la historia de Alfaro, en La Rioja, con música de romanos… También para un documental de Miguel Hernández, y la música para una exposición de la Escuela de Arquitectura sobre arquitectura contemporánea. Todos esos proyectos me gustan mucho, me parecen divertidos. Cuando veo una imagen, se me ocurre una música enseguida. Hice la música para una película que se llamaba «La vida láctea», creo que ni se estrenó. Ahora me han llamado para hacer la música de una peli que van a rodar, «Little Galicia». Nunca he hecho música para una comedia, es un reto. La película se empieza a rodar en junio de 2012, pero ya tengo algunas piezas hechas.

 

Pareces muy creativo.
Tengo facilidad, tampoco soy un genio, estoy arrancando poco a poco y hay muy poca oferta, pero cada vez voy haciendo más cosas y cada vez me cuesta menos. También estoy haciendo música para «Acorralados», el programa de Telecinco. Ahora mismo vivo de eso, de hacer música para televisión e imagen.

Anterior entrega de Músicos en la sombra: César Pop, de vocación, acompañante.

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