«Después de poner fin a las cosas, llega un extraño momento de libertad con el que empiezas a ser consciente de las nuevas puertas que se abren ante ti»
La banda de Martí Perarnau afronta una nueva etapa, marcada por la ruptura con sus antiguos compañeros y una apuesta más firme por la electrónica en su nuevo disco, ¿Hay alguien en casa? Sara Morales habla con él.
Texto: SARA MORALES.
Camino de tres años sin saber nada de Mucho, que un día conquistaron el panorama independiente con canciones como «Grupo revelación” o “Como si no hubiera mañana», regresan este 2019 envueltos en el cambio y en la transgresión. Ya no hay compañeros en la banda: ahora navega Martí Perarnau IV de manera unilateral, por su cuenta y, pese a las inclemencias de la soledad, encontramos a un tipo entusiasta, seguro de sí mismo y valiente que acaba de lanzar un disco acorde a su libertad creativa y a la altura de su recién estrenada independencia, ¿Hay alguien en casa?
El vértigo propiciado por su nueva condición de errante solitario, le ha arrastrado hasta el punto óptimo: la satisfacción personal y profesional, la dicha del reto logrado, de los sueños cumplidos. Los suyos pasaban por abordar, desde su particular perspectiva, el enigmático mundo de la noche, el clubbing y la electrónica; y a pesar de las piedras halladas por el camino, aquí lo tenemos.
Compuesto a partir de samples, y a modo de sesión DJ, Pernarnau nos regala diez temas a los que uno debe enfrentarse sin prejuicios y con tiempo. Un trabajo que huye de lo superfluo de la inmediatez, con composiciones detallistas que se alargan más de lo habitual y que nacen del instinto y las entrañas de un alma noctámbula que ha encontrado en la oscuridad urbanita el sentido de su nueva aventura.
¿Hay alguien en casa?
Sí, siempre alguien. Puedo ser yo el que está detrás de la puerta, pero también cada uno de vosotros.
Y si eres tú, ¿de quién hablamos: de alguien que se implica o de alguien que se esconde?
Normalmente que se implica, aunque no siempre es posible, la vida ahí fuera no es fácil.
No lo es, ni la convivencia con los demás. ¿Tiene algo que ver esto con el hecho de que Mucho fuera una banda de cuatro y ahora te encuentres tú solo tirando del carro?
Viene de que es muy difícil vivir de la música y, de los cuatro que éramos en el grupo, dos están al frente de Rufus T.Firefly, les va muy bien y lo tenían más complicado para coordinar sus tiempos con los nuevos pasos de Mucho; aún así, Víctor en todo momento ha querido seguir con el proyecto y si tiene fechas libres vendrá a tocarlo en directo. Y en el caso de Miguel, digamos que ya estaba cansado de pelear y de tanta lucha en balde. Esto ha sido la consecuencia de decisiones logísticas, pero también artísticas, porque cuando yo les cuento que ando muy metido en la electrónica y la idea que tengo para el siguiente álbum, no se veían con muchas ganas.
Pero en el disco anterior, Pidiendo en las puertas del infierno (2016), ya coqueteasteis con los sintes y la electrónica…
Precisamente. Ya en el disco anterior supuso una lucha que tocáramos sintetizadores… cómo para ahora tener que emprender un disco completamente electrónico.
Y tú, ante este panorama desolador —que pinta como una de tus nuevas canciones, «Ahí te quedas Perarnau»—, decides tirar para adelante con tu idea…
Sí, claro. La sensación ha sido parecida a cuando Fausto dejó el grupo o cuando he tenido rupturas sentimentales… Al final, después de las conversaciones que se tienen para poner fin a las cosas, luego llega un extraño momento de libertad con el que empiezas a ser consciente de las nuevas puertas que se abren ante ti, los nuevos horizontes; te plantas ante un precipicio que da vértigo, pero que también es excitante.
La adversidad es inspiradora, ¿no?
Muy inspiradora, y la soledad también. Pero confieso que yo llego a enfadarme un poco también porque en cierta manera he visto que mi visión de que el arte siempre tiene que avanzar, y que hay que encontrar algo nuevo para sacar un disco, no ha tenido mucha aceptación. No querían meterse en la música electrónica y eso me ha hecho sentir un poco decepcionado, pero yo respeto que cada uno tiene sus gustos y sus prioridades.
¿Y cómo ha sido esta experiencia de dos años creando un disco tú solo? Háblame de esa libertad creativa que te ha acompañado.
Al principio fue muy duro, sobre todo por el proceso de búsqueda del nuevo sonido, tener que solventar ciertas cuestiones tecnológicas para llegar a controlar bien la herramienta que estaba manejando… También hubo momentos de desesperación porque he hecho muchísimas canciones diferentes y llegó un momento en que pensaba que todo era una mierda. Pero justo ese bajón coincidió con que ya entraba a grabar el disco, entraron mis amigos en juego y ahí empecé a ver la luz, todo cobró sentido. Pero sí es cierto que, en el fondo, en todo momento he podido disfrutar de estar haciendo música sin el objetivo de que acabara en forma de disco y, en definitiva, ese ha sido mi objetivo siempre. Aunque la soledad a veces no es buena y necesitas otros ojos, otros oídos que valoren un poco las cosas que haces porque si no te vuelves loco. Cuando empecé a quedar con Emilio Saiz, hicimos unas sesiones en Barcelona y me vino muy bien, porque vio muchas posibilidades en lo que estaba haciendo. Él tiene una manera de ver las canciones muy arriesgada, muy a muerte, y eso me ayudó mucho. Compartirlo me ayudó.
¿De dónde viene esta apuesta tuya tan absoluta por la electrónica: es fruto de probarte a ti mismo como un reto, ganas de experimentar…?
Lo mío con la electrónica es algo muy personal, porque a mí me ha gustado desde siempre. Cuando empecé a hacer música siendo un adolescente ya estaba flipado con los primeros discos de Telefon Tel Aviv; luego me cansé porque era muy tedioso hacer música electrónica con la tecnología de antes, era «comer pantalla», pero de verdad. Entonces empecé a darle a la guitarra y a tocar por los locales con los amigos… Pero mi gusto por la electrónica siempre ha estado ahí, tenía muchas ganas de dedicarle el tiempo y el espacio necesarios; además, ahora es mucho más fácil que antes, en lugar de ser un tema puramente informático ahora es como tocar un instrumento pero desde el portátil, la tecnología ha mejorado mucho.
Has sustituido entonces la guitarra y los instrumentos analógicos por el ordenador y el Ableton. ¿Has salido ganando o perdiendo con el cambio?
Yo creo que he salido ganando, sí, sobre todo porque he llegado al punto de que me da un poco igual eso, no distingo entre instrumentos tradicionales o instrumentos electrónicos; ya todo sirve para ir a muerte con una idea, el concepto y la búsqueda del sentimiento y de la emoción. Ahora lo puedes hacer con cualquier cosa, las herramientas en sí pierden un poco de valor en ese sentido; al final se trata de saber canalizar las emociones humanas.
«Mi visión de que el arte siempre tiene que avanzar, y que hay que encontrar algo nuevo para sacar un disco, no ha tenido mucha aceptación»
A la música electrónica le rodea además una escena muy particular, es un mundo muy concreto y, en ocasiones, algo menospreciado por el resto del gremio. ¿Tienes tú esa sensación?
El mundo de los DJ’s me interesa mucho. Antes los veía, desde mi ignorancia, como unos seres inferiores que no sabían tocar música y, desde hace un tiempo, voy a muchas sesiones y he podido comprobar que son músicos como el resto y que hacen cosas increíbles. Se infravalora desde la ignorancia y la ignorancia es muy atrevida; y es una pena porque, por ejemplo, en el mundo del techno hay cierto factor ideológico que está mucho más avanzado que en otros tipos de música. Hay una lucha feminista muy a cañón, un activismo musical muy cañero, muy productivo, que en otras escenas no ocurre. Me acuerdo ahora de las Discwoman de Nueva York, un colectivo de mujeres flipante. Están muy concienciadas con asuntos sociales a través de una música muy moderna y muy avanzada.
Al final, en cierto modo, tú mismo te has convertido en un disyóquey con este disco, porque con la versión del mismo que has subido a Spotify, pones en manos del público los diez temas que lo componen, pero abordados desde una única pista, como una sesión.
Sí, la verdad es que sí. Esta idea surgió cuando ya tenía unas cuantas canciones y, como ando loco escuchando constantemente sesiones de DJ’s, empiezo a darme cuenta que cuando escucho esas sesiones para mí es como escuchar un disco. Me empezó a rondar la cabeza el hecho de que estaría bien que ¿Hay alguien en casa? se escuchara como si lo estuviera pinchando un DJ, como si fuera un disco que no se pudiera escuchar al estilo tradicional, sino solamente a través de una sesión. Mi idea era sacar el álbum solamente en una única pista, pero me dijeron que eso iba a ser un suicidio comercial y probablemente tuvieran razón (ríe). Así que nada, decidí por lo menos sacarlo así en Spotify para quien quiera hacer ese viajecillo.
A nivel conceptual, el disco gira en torno a la noche. ¿Otro signo más del imaginario electrónico?
Mi ilusión era que fuera un disco que, conceptualmente, transcurriera en una noche en la ciudad y que las canciones fueran como la banda sonora de esa noche, pero pinchadas por un DJ. Líricamente, no termina de cuadrar del todo, pues hay letras de todo tipo, pero musicalmente todas las canciones sí guardan esa misma línea y ese concepto. Además, aunque tiene algunos temas que son muy para el día, todos están grabados de noche. La mayoría de la composición musical está hecha de noche en mi casa, y la mayoría de voces del disco, durante la grabación en La Casa Murada, también las hicimos de noche. Todo va un poco de la mano.
En las letras encontramos denuncia, decepción social, alienación…
Eso está presente todo el tiempo, sí.
Y también toques de regresión con canciones de poso cinematográfico como «1985», «Teléfono, mi casa» o «¿Hay alguien en casa, McFly?», que nos representan a toda una generación… Es como un disco de vanguardia, pero con corazón ochentero.
Me parece bastante guay esa definición, la verdad. Sí que hay esa mirada a los ochenta; al mismo tiempo que son las cosas que me hacían recordar cuando era pequeño, imagino que lo harán también con los que pertenezcan a esa generación.
Sin embargo, tampoco escatimas en el tono fatalista y de derrota con algunos temas. ¿Esto ha sido consecuencia de las decepciones sufridas?
A nivel personal, esto es consecuencia de la decisión que yo he tomado de ir a muerte con el arte y no dar importancia a la parte del «business», entendiendo que pueda llegar a resentirse —tanto este como la receptividad del público— y traer consecuencias nefastas. Son decisiones que cada uno tiene que tomar, asumiendo los riesgos; yo he tomado esta y voy a muerte con la búsqueda musical y muy poco con el sino de los tiempos, porque veo que no me sientan bien. He puesto mi felicidad pasional por encima de la ambición económica del grupo.
Defíneme en una sola palabra ese curioso pasaje llamado «Putochinomaricón».
(Ríe) Es imposible, no sé. ¡Necesité juntar tres palabras, como para hacerlo en una! ¡Y encima es el nombre de un artista! Te puedo decir que esta letra salió vomitada, no recuerdo muy bien ni cómo salió. Solo recuerdo que en la grabación del disco lo pasamos muy bien con esta canción porque, tanto Ricky Falkner como el resto de productores, recordábamos el XTRMNTR, aquel disco de Primal Scream con el que pasaron a hacer bakalao, y nos reímos mucho.
Al lanzamiento de ¿Hay alguien en casa? le acompaña una completísima agenda de conciertos de presentación. ¿Cómo tienes pensado plantear los directos de este disco? Imagino que también vamos a ver un cambio en tu puesta en escena…
A los directos vendrán Emilio Saiz y Xavi Molero, que son el batería y el guitarrista de Iván Ferreiro y de Nothing Places, y han grabado conmigo el disco, son parte de la familia, y yo iré con las máquinas. La idea es que sea una sesión de DJ y que sea una locura, que no haya un repertorio fijo todas las noches, sino que se puedan ir mezclando todas las canciones y que todas las transiciones estén hechas en directo y sean diferentes en cada concierto. De esta manera, la noche transcurrirá según esté la energía de la sala: un súper fiestón unos días, otros algo más ambient… Tenía muchas ganas de darle valor a los conciertos en las salas y que sean muy distintos a los de los festivales. Mi idea es estar haciendo música desde que se abren puertas, que sea una verdadera rave, y que si alguien viene a las siete de la tarde y es el primero en llegar, nosotros estemos ya ahí haciendo música en directo que luego derivará en el concierto. Quiero que sea toda una experiencia para quien venga.
«En todo momento he disfrutado de estar haciendo música sin el objetivo de que acabara en forma de disco y, en definitiva, ese ha sido mi objetivo siempre»
Y para completar «la experiencia», como dices, has contado con la fotografía de Pau Roca (La Habitación Roja) como parte del arte del disco. ¿Qué te ha llevado a querer hacerlo así?
Otra de las cosas que hay en el disco es mucha amistad. Cuando empecé a componer para este álbum, Ricky Falkner me decía: «Tío, tienes que hacer un disco sobre nosotros, sobre la familia y sobre la amistad, porque esto al final no lo hacemos nunca y es muy importante». Y a medida que fue pasando el tiempo, casualmente, me fui quedando solo con respecto al resto de miembros de Mucho, pero enseguida llamé a mis productores de siempre (el propio Ricky, Santos Berrocal y Fluren Ferrer), también a Emilio y a «Mole» (Xavi Molero), y empecé a ser consciente de la pequeña gran familia musical que somos, que tenemos todos la misma filosofía y vamos por el mismo camino: el de la emoción y la hermandad. En ese momento, el arte del disco lo estaba llevando Emilio Lorente, que también es de la familia y el que siempre me ha hecho todo, y yo me imaginaba edificios socialistas vacíos, como los que hay en Berlín, para representar la idea y la energía del álbum. Él me insistía en que la imagen tenía que ser algo de aquí, algo español, porque el disco es muy de aquí… Y justo me acordé de que Pau está muy metido en la fotografía, le mandé las canciones y le pregunté si tenía alguna foto que encajara con todo ello. Le flipó lo que escuchó y me vino con el concepto de las fotografías de larga exposición de edificios que formaron parte de la Ruta del Bakalao. Todo ha sido idea suya, se lo ha currado muchísimo, tiene un talento increíble.
Al final has conseguido encajar todas las piezas del puzle, que todo tenga un mismo sentido…
Esa era mi idea, y creo que sí, creo que lo tiene.