ACÚSTICOS
“Este es un álbum que debe disfrutarse al cien por cien con las imágenes, en el DVD homónimo que además añade algunos suculentos extras”
Días antes de recibir a Bob Dylan en suelo español, Luis Lapuente y Ana Aréjula recuperan el imprescindibles acústico que grabó para la MTV en 1995, dos años de publicar el célebre “Time out of mind”.
Bob Dylan
MTV Unplugged
SONY, 1995
Texto: ANA ARÉJULA Y LUIS LAPUENTE.
Tiene gracia que en 1995 tuviera que firmar un “Unplugged” el artista que casi había inventado el género dentro del rock muchos años atrás, y que lo hiciera no como un trámite más para cumplir con la entonces todopoderosa MTV sino con todas las de la ley, como un concierto con entidad propia (ese que nos gustaría verle ahora en sus giras), embutido entre uno de sus grandes discos desconocidos (“World gone wrong”, 1993) y uno de los que marcaron su resurrección mediática (“Time out of mind”, 1997). Antes de entrar en materia, una puntualización: este es un álbum que debe disfrutarse al cien por cien con las imágenes, en el DVD homónimo que además añade algunos suculentos extras.
El “Unplugged” para la MTV constató, además, el olfato de Dylan para vislumbrar las oportunidades de redención (comercial) y aprovecharlas. Un CD y DVD que resume su carrera musical a través de tan solo siete de los cuarenta álbumes que llevaba publicados. Como casi nada en Dylan es casual, aquí empieza con un ‘Tombstone blues’ (el acompañamiento de John Jackson a la guitarra es excepcional) que acorta del “Highway 61 revisited” (1965), disco completamente eléctrico y con el que dijo adiós al folk de guitarra de palo y al Festival de Newport. Ellos, entonces, no le perdonaron; él sí y les brindó ‘Mr Tambourine man’. Después del zarpazo eléctrico desenchufado, Bob sigue con ‘Shooting star’, una de sus canciones más cortas y hermosas, que de algún modo sintetizan toda su vida: “Vi una estrella fugaz esta noche y pensé en mí. Si seguía siendo el mismo, si me convertí en quien tú querías que fueses…será la última vez que puedas oír el sermón de la montaña”. El público, ya en plena epifanía, escucha las enseñanzas del profeta Isaías en ‘All along the watchtower’, gema de ese híbrido country-rock que es “John Wesley Harding”, donde se hace justicia contra los ladrones, el Oso Grossman entre ellos. Pero claro, ‘The times they are a-changin’’ y había que dejar lugar a la esperanza, eso sí, siempre alerta contra los peligros de las guerras que enfrentan a los hombres a cambio de unas medallas que no podrán evitar la derrota de Vietnam (el soldado de infantería Dylan adopta ya uno de sus muchos alias, Blind Boy Grunt, para no entrar en conflicto con Columbia y grabar el tema inédito ‘John Brown’, que reaparecerá en el “Bootleg 9”). En ‘Desolation row’ también se salta algunas estrofas y la cambia un poco, pero la interpretación es magistral.
Cuando la cosa parece estar apuntando del lado de los perdedores, el concierto recupera su alegría con ‘Rainy day women #12 & 35’ (estupenda la fuerza del baterista Winston Watson) para dejar claro que te apedrearán sin piedad cuando intentes ser demasiado bueno, única joya que canta de su mercurial “Blonde on blonde”. ‘Love minus zero / No limit’, una canción que nunca ha dejado de interpretar, nos acerca a casa el amor con mayúsculas, como ya antes lo había hecho Sam Cooke. Con ‘Dignity’ (incluida por primera vez en el volumen 3 de sus “Grandes éxitos”) parece disfrutar de veras en una interpretación llena de autenticidad e ironía que consigue, al final, milagro, milagro, que el propio Dylan agradezca con gestos el aplauso del público. ‘Knockin’ on heaven’s door’ (deuda impagable al ‘Helpless’ de Neil Young) no gustó a Sam Peckinpah y de ello se lamentaba años después en un documental Kris Kristofferson (Billy el Niño en la película de Peckinpah) ante el asentimiento cómplice de su amigo Donnie Fritts. Pero a nosotros sí nos encanta: ‘Llamando a las puertas del cielo’ vuelve a subyugar, como ocurre con ese western fronterizo y crepuscular.
Impulsado por el éxtasis del público, Bob se une de algún modo a la biografía del propio Billy, el bandido adolescente, como le describió Ramón J. Sender en su novela, que tuvo mucho de cuento (“Érase una vez que tú vestías tan bien”) y poco de feliz al enlazar con ‘Like a rolling stone’, ¿otro bala perdida? Pero antes, perdón, el comentario de Tony Garnier que hace sonreír a Bob para dirigirse con su timidez habitual al público. El riff original del órgano de Al Kooper lo suplen perfectamente las guitarras: “¿Qué se siente, cuando no se tiene una casa y se es un perfecto desconocido?”. Tras una breve despedida con sus músicos, ¡y qué músicos! (imperdonable olvido: hay que alabar el trabajo a los teclados del histórico Brendan O’Brian), y con el respetable de pie, Dylan se quita las gafas y se deja ver, orgulloso por el trabajo bien hecho: muchos son los llamados y pocos los elegidos. Los asistentes al concierto empiezan a despertar del sueño, pero aun queda espacio para que el artista estreche la mano de alguien que le hace perder el equilibrio y hasta para una última plegaria con la estupenda ‘With God on our side’ (y el gran Bucky Baxter en la pedal steel poniendo el punto final) en la que “ni su nombre ni su edad importan, Judas tiene a Dios de su lado y éste parará la próxima guerra si es que está de nuestra parte”.
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Anterior entrega de Acústicos: “Sin enchufe” (2001), de M Clan.