“MTV Unplugged” (1990), de Poison

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ACÚSTICOS

“No busquen canciones deconstruidas ni atisbo de experimentación con el formato, porque lo que aplicaron fue la ley del mínimo cambio”

 

Fernando Ballesteros recupera la actuación acústica de Poison, la banda de Pensilvania que militó en el hard rock no exenta de críticas puristas. Una noche en la que tiraron de algunos éxitos sin demasiado riesgo.

 

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Poison
“MTV Unplugged”, 1990
DVD

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

En 1990, los Poison que ofrecieron un concierto acústico en la MTV no contaban con el favor de la crítica, ni de muchos sus compañeros de escena. Bueno, en realidad poca gente se los tomaba en serio. Pero a ellos les daba igual, porque su hard-rock inofensivo, divertido, su imagen glam, con esas pintas con las que se presentaban como una especie de Mötley Crüe con unos cuantos grados menos de potencia y sin devaneos con el diablo y unas canciones más que efectivas, les había hecho despachar más de quince millones de copias de sus tres primeros discos.

Conviene dejar claro que, a pesar de todo, tampoco eran el producto de un trabajo de casting en un despacho. El vocalista Bret Michaels, el guitarrista C.C. DeVille, el bajista Bobby Dall y el batería Rikki Rockett llevaban pateándose los escenarios un tiempo cuando les llegó la oportunidad de firmar con Atlantic. Antes de aquello estuvieron a punto de dar sus primeros pasos en disco de la mano del mítico Kim Fowley.

Poco más de 20.000 dólares de presupuesto les bastó para facturar su debut “Look what the cat dragged in” que vendió cuatro millones de copias gracias a números rocanroleros de fácil digestión como ‘Talk dirty to me’ con la que cerraban su breve set para MTV.

Aquella fue la única canción rescatada de su primer disco. Echaron mano de tres de cada uno de sus dos siguientes trabajos. Del segundo, el multiplatino “Open up and say…ahh”, rescataron la versión de ‘Your mama don’t dance’ para abrir la actuación y calentar a un auditorio bastante predispuesto ‘Good love’, en la que Bret tiraba de armónica y ‘Every rose has its thorn’, la típica balada al uso con la que escalaron hasta lo más alto de las listas. Una canción ya de entrada acústica en la que no tuvieron que cambiar nada. 

Tras la triple ración de “Open up…” y antes del final de ‘Talk dirty to me’ llegaban otras tres de su tercer disco, “Flesh and blood” que habían editado tan solo unos meses antes. Las voces en armonía de Bret, C.C y Bobby dan paso a ‘Let it play’, a la que sucede ‘Poor boy blues’ y ‘Unskinny bop’, uno de esos estribillos que se te pegan quieras o no quieras, y un single que volvió a convertir un disco suyo en un gran éxito.

Hasta el 19 de noviembre de 1990, día de su actuación televisiva en Nueva York, las cosas habían salido a pedir de boca en el cuartel general de Poison. Las cuentas les cuadraban, eran ricos y famosos y, además, se estaban ahorrando también un pastizal en maquillaje tras los abusos de sus primeros tiempos. Pero en términos de credibilidad las cosas nunca fueron tan fáciles: para la crítica más sesuda estaban más cerca de unos New Kids on the Block que de las vacas sagradas del glam. Si, lo sé, suena exagerado.

Como músicos eran competentes, sin alardes. La noche MTV no fue una excepción en esa trayectoria: no busquen canciones deconstruidas ni atisbo de experimentación con el formato, porque lo que aplicaron fue la ley del mínimo cambio. La fórmula que les funcionaba, aunque en el horizonte se avecinaban negros nubarrones.

Los tiempos de “pasar un buen rato todo el tiempo” se estaban quedando atrás, las adicciones habían afectado al grupo y las relaciones se resentían. Por si fuera poco, desde Seattle se iban a encargar de sepultar la concepción de la música y el negocio de grupos como Poison, que poco a poco fueron perdiendo sitio, dejando los años dorados como un recuerdo del pasado.

Con el paso de los años, su nombre ha sido más protagonista por los dimes y diretes amorosos de su líder que por sus canciones, pero hay que reconocer que los Poison del 90, los que tocaron aquella noche para MTV, grabada en DVD, se marcaron unos objetivos y los cumplieron con creces.

Hoy, revisitando la actuación, se constata la habilidad que tenían para hacer canciones pegadizas, para no complicarse la vida y divertir al personal. Algunos lo pasamos muy bien escuchando sus discos. ¿Placer? No sé, pero diversión, al menos, mucha. ¿Culpable? Ni mucho menos. Y bien que lo disfrutamos.

Anterior entrega de Acústicos: “Unplugged… and seated” (1993), de Rod Stewart.

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