Morrissey: De paz mundial, sangre y carne

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«Puro Morrissey: tan extravagante a veces como garante perpetuo de adhesiones inquebrantables. No habrá otro igual»

 

El ex Smiths ofrece en Madrid otro de sus tradicionales y deslavazados conciertos, con guiños a una eventual despedida de los escenarios.

 

 

Morrissey
9 de octubre de 2014
Barclaycard Center, Madrid.

Morrissey: voz; Boz Boorer: guitarra; Jesse Tobias: guitarra; Solomon Walker: bajo; Gustavo Manzur: teclados, Matt Walker: batería.

 

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Foto: LIVE NATION.

 

 

Morrissey seguirá hasta el fin de sus días empeñado en que no haya un resquicio para la mesura ni el juicio ponderado acerca suyo. Como el ególatra supremo de la escena pop internacional que aún es, detentor en escena de un cedazo autocrítico inferior incluso al de los hermanos Gallagher, él siempre está para defender su producción más reciente, por endeble que pueda resultar. Esa irregularidad bachea conciertos como el de anoche en Madrid, inevitablemente lastrados por el aumento de intensidad de esa permanente cruzada que lidia contra el mundo, que en lo musical se ha concretado en un disco tan inconsistente como «World peace is none of your business». Por mucho que ‘The queen is dead’ sea la encargada de abrir fuego, con una enorme imagen de la reina Isabel haciendo la peineta.

Convertidos así en actos de fe, sus conciertos emiten siempre tantos destellos de genio como intermitencias chocantes, y el primero de sus shows en Madrid bajo techo (actuó en el Paseo de Camoens con The Smiths en 1985 y en el Saturday Night Fiber de 2008) no fue, desde luego, una excepción, pese a la devoción de las cerca de 5.000 almas que se reunieron en un acotado Palacio de los Deportes. Cayeron ‘Earth is the loneliest planet on Earth’, ‘Kick the bride down The isle’, ‘The bullfighter dies’ (con la inevitable apostilla antitaurina) y alguna que otra reciente medianía mas, con lo que se imponía el recurso a un fondo de armario no tan ventilado como en otras ocasiones, mayoritariamente huérfano de clímax, en su más pura tradición.

Su banda (en la que el teclista chileno Gustavo Manzur oficia de introductor) también ha perdido algo de filo, homogeneizando un repertorio que extrae insospechado lustre a piezas teóricamente menores: el baladón ‘Trouble Loves Me’, recurrente lugar común en su directo aunque provenga de su disco más denostado (una gema) y esa temprana cara B que es ‘Disappointed’. Otra cosa es la rotundidad de ‘Speedway’, aún sacando rédito a su sierra mecánica y su apocalipsis final. Aunque lo que en esencia le puede redimir de cualquier exceso (y la descarnada tozudez vegana de las imágenes con las que ilustró ‘Meat is murder’ lo es) es la majestuosa ‘Asleep’, rescate de The Smiths que podría perfilar una unidad temática junto a los dos temas anteriormente mentados, dando pábulo a sus insinuaciones acerca de una retirada de los focos para centrarse en la escritura (parece que hay novela en ciernes). Su quebrantada salud y la manifiesta hostilidad hacia cualquier sello que alguna vez le haya editado, incluido el último –que le dio la patada (no faltó el correspondiente recadito)–, dan crédito al argumento, desde luego.

Con ella y con la hipnosis conmiserativa de ‘How soon is now?’ (piedra angular de la discografía de The Smiths) clausuró otra de esas noche tan suyas, entre el capricho y el ingenio. Puro Morrissey: tan extravagante a veces como garante perpetuo de adhesiones inquebrantables. No habrá otro igual.

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