«Ya hemos sido otros Morgan antes, ahora somos este y seremos otro en el futuro»
La banda madrileña explora nuevas sonoridades en Hotel Morgan, su recién publicado cuarto elepé, un trabajo introspectivo donde vuelven a alternar castellano e inglés con una lírica cruda. María Canet charla con ellos para ahondar en esta nueva etapa y colección de canciones.
Texto: MARÍA CANET.
Fotos: ALAIN MARTÍNEZ IRIBARREN – HOLY FIRE.
Algunos discos consiguen transportar a quién escucha sin tan siquiera desplazarse. Son viajes que desafían las barreras espaciotemporales. Otros son una llave a la pausa, al presente. Con sus puertas recién abiertas, Hotel Morgan (Cultura Rock, 2024), se erige como refugio sonoro en el que detenerse. El cuarto trabajo de estudio de Morgan invita a prolongar la estancia en unas canciones que permiten encontrarse para volver a andar.
Aunque vio la luz el pasado 26 de noviembre a través de la web de la banda, no se publicará en plataformas digitales hasta el próximo 31 de enero. Una decisión que atiende a dos razones: «Por un lado, dependemos de los tiempos de fabricación del vinilo. Tú has acabado tu disco, quieres enseñárselo al mundo, pero tienes que esperar ocho o diez semanas a tenerlo en formato físico para poder mandarlo a distribución. Y luego, está el hecho de darle un valor a la música, que se produzca un intercambio real: esta es nuestra creación, si la quieres, la ponemos a este precio. Es una forma de establecer una conversación entre quiénes la hacemos y quiénes la escuchan, porque si pagas por un disco, mínimo una vez lo vas a escuchar. Las plataformas y lo gratuito, le restan cierto valor», explica David Schulthess, teclista del grupo.
Casilla de salida
Un viaje en furgoneta de siete días por Europa llevó a Nina de Juan, Paco López, Ekain Elorza y David Schulthess (Chuches) a Noruega: «ya solo el viaje nos hacía una ilusión de la hostia: era como una aventura ver cómo llegábamos hasta allí, los sitios que íbamos a descubrir por el camino. Fue súper divertido», recuerda Ekain. Hinchados de «estímulos, paisajes, colores y gente nueva», recalaron en la localidad de Giske, en la costa sur del país para recluirse durante nueve días en los estudios Ocean Sound. La luz del agosto noruego se colaba por las ventanas del estudio, al igual que imágenes «de cuento. De repente veías una chica montando a caballo, el mar… No estábamos aislados, pero ese ambiente “burbujil”, el salir de nuestras realidades y enfrentarnos a eso, que era totalmente nuevo para todos por igual, te permite dedicarte a esas sensaciones y le ha venido muy bien al disco», coinciden los cuatro componentes del grupo.
El destino, tan metafórico como real, era un hotel al que una de las casas del pueblo puso imagen, «en cuanto nos la mandó Alain Martínez tuvimos claro que esa era la portada», un gélido guiño al Music from Big Pink de Bob Dylan y The Band o al “Hotel California” de los Eagles. Un espacio común, la esencia del propio conjunto, donde a la vez destacan habitaciones con su propia decoración (soul, rock, folk, pop, sonidos noventeros, ambientes futuristas): «en otros discos a lo mejor existía mayor cohesión entre canciones. En este, sin embargo, conviven súper bien, pero no son tan identificables las unas con las otras». Los cimientos, eso sí, se encuentran en su anterior trabajo, The river and the stone (North Records, 2021), con el que ya iniciaron un giro melódico que ha acabado por consolidarse en este: «nos gusta que cada disco cuente su historia y que tenga coherencia. Había dos canciones que, más que descartes, no aportaban en ese momento, pero que han encontrado su lugar en este nuevo álbum», comentan. Dos temas, “1838” y “Pyra”, que, precisamente, evidencian la aproximación hacia texturas plásticas y un sonido pop más actual: «Quien quiera escuchar el primer disco, que se lo ponga. Es algo que creo que hicimos de puta madre en su momento, y haber vuelto a eso hubiese sido hacer el mismo disco. La intención de la que partíamos era la de cuidar el sonido de cada elemento, que se escuchara todo más», se sincera Ekain.
«Nos gusta que cada disco cuente su historia y que tenga coherencia»
Las puertas del sonido
Los sintetizadores son los huéspedes estrella de Hotel Morgan, un universo al que, reconocen, les costó abrirse: «soy súper cabezota, en mi cabeza lo tengo todo muy claro y al principio me cuesta mucho ceder, soltar las canciones. Tengo que escucharlo más de dos veces y entenderlo para ver que funciona. Es un proceso curioso, pero me alegra mucho haber trabajado de esta forma para superar mi cabezonería y llegar a este punto donde las canciones están maravillosas donde están», reconoce Nina. La figura de Martín García Duque (The Limboos, Speak Low, The Betrayers), productor del disco, ha sido clave para propiciar el encuentro con nuevas armonías: «Cuando te planteas un disco, lo más complicado es elegir el productor, es una persona determinante. En esta ocasión, estábamos buscando ese paso extra en el sonido. Morgan lleva doce años en activo y queríamos un punto más de escucha, de madurez. A Martín le conozco de toda la vida y sé que es una persona que le da mucha importancia al estilo musical, a cada arreglo, a cómo lograr un sonido», explica Chuches. La negociación entre productor y banda ha sido clave en todo el proceso para llegar a «un punto intermedio, cogernos la medida ambos. Él lo tiene súper claro, pero también se ha encontrado la armería con nosotros; llevamos muchos años, queremos experimentar y probar, pero también sabemos lo que nos gusta. Nos hemos puesto en sus manos, pero Martín también se ha puesto en las nuestras», apunta Paco. «Si por Martín fuera, hubiéramos ido más allá; nosotros nos hubiéramos quedado más en casa, así que la mezcla ha sido un camino muy bueno para el disco», concluyen Chuches y Ekain.
Más habitaciones de lujo
Otra de las novedades que ofrece el álbum es una mayor alternancia entre inglés y castellano, que combinan desde sus inicios. Cinco de las once composiciones se entonan en su lengua materna, algo a lo que no otorgan una especial relevancia: «Ha coincidido que, esta vez, nos han salido más temas en castellano. Cuando escuchamos el disco entero por primera vez, no nos rechinó. Es algo natural, que ya forma parte de nuestra identidad», comentan.
Las puertas del Hotel Morgan se abren al son de “Intro: Delta”, donde destacan tres elementos: piano, voz y unos sintetizadores que «sostienen la canción, porque al final la misma frase se repite en las tres estrofas y puede hacerse un poquito tediosa. Me parece que te prepara para lo que viene después», incide Nina. De la soledad y la crudeza, al jolgorio de “Cruel”, embriagada del espíritu folk místico de Nueva Orleans con unos teclados, —«los más cutres que teníamos en casa» precisa Chuches—, que emulan unos vientos, un arreglo que «funciona muy bien si no lo tienes que tocar, pero me costó horrores aprendérmelo». Un tema que busca crear un contraste entre melodía, «la luz de la acústica, el country», y una letra que exorciza demonios: «Si una letra es súper triste, me parece muy complicado aportarle más tristeza con la melodía y que todo encaje. Si estoy diciendo algo chungo, me gusta que sea animada. Esta ha quedado muy divertida, incluso un poco folclórica o coplera. Me hizo gracia escucharla al principio, pero dije ¿por qué no?», admite entre risas Nina.
«Nos gusta que cada disco cuente su historia y que tenga coherencia»
“Error 406” es una de las estancias más osadas. La primera canción en ser concebida para este disco, es «hermana de River, aunque creo que es una canción que podría encajar en todos, es la producción lo que hace que suene actual», subraya Ekain, se atreve con sintonías plásticas: «Al final de la grabación, Martín nos dijo: ¿por qué le tenéis miedo a los sintes si lleváis seis teclados de gira?, así que hemos entrado, pero dejando una patita fuera con la sección de cuerdas o los coros», destaca Chuches.
Las diferentes plantas de este hospedaje musical están repletas de sorpresas. Si “El Jimador”, un divertido tema sobre la resaca —«en mi caso las resacas se vuelven oscuras, así que querían inventarme una de buen humor», explica Nina— aborda los noventa desde el rock norteamericano, “Pyra” lo hace desde el pop incendiario. «Siempre me ha gustado el momento tribu, hoguera, quemarlo todo» para dejar aflorar los sentimientos negativos. «Desde que lo escribes, lo cantas, lo trabajas, al final lo piensas mucho menos. Ya has dado protagonismo a esos pensamientos, es una manera terapéutica para contar las cosas y curarse», explica la vocalista. El blues “Arena”, que bebe del clasicismo del Delta del Mississippi, —«quería hacer un blues de primero de blues desde hacía tiempo. Cuando lo compuse, no estábamos hablando entre nosotros y estuve a punto de decirle a Paco que viniera para grabarlo con guitarra. Quería que fuera una sorpresa y al final lo grabé con Chuches al piano. Estoy muy contenta con el resultado»—, convive con la grandilocuente “Radio”, obra de Paco que va desde el pop a derroteros orquestales: «íbamos probando cosas, y todo nos parecía que le quedaba bien. Cuando la terminamos fue como ¿qué hemos hecho? Es el comedor del hotel, donde se junta todo», explica entre carcajadas.
Inspiraciones reales como la de “1838” un homenaje a Mocha Dick, cachalote que inspiró a Herman Melville para escribir Moby Dick, guarda la mística pop de Fleetwood Mac, o “Jon y Julia”, una canción donde Paco saca a relucir su lado crooner a la vez que la melodía sorprende con atmósferas futuristas a los Stranger Things o Billie Eilish: «habla de los hijos de dos parejas de amigos que han sido padres este año. El hijo de Gabi, con quién justamente estuve trabajando en la canción, y su mujer Paola; y la hija de Diego y Laura, que viven en Dinamarca. Estuvimos en su casa de visita cuando fuimos a Noruega. Se conocerán estas Navidades y me parecía bonito que tuvieran una canción».
“Altar” y “Final” conforman el oscuro cierre del ritual, entre guitarras oscuras, y a medio camino entre el dolor y la esperanza que condensa el mensaje del disco: «lo importante es que, sea de donde sea, has logrado salir de donde estabas». Con el desafío de trasladar las canciones al directo, «tenemos más ganas que miedo», en una primera gira por teatros, Morgan vuelven a la carretera con la seguridad de saber quiénes son y hacia dónde van: «Ya hemos sido otros Morgan antes, ahora somos este y seremos otro en el futuro», sentencian. Las puertas de ese hotel donde hallar una sanadora intimidad, compañía y libertad permanecerán abiertas.