“Acababan de llegar y ya sonaban a clásico. No era solo una voz, era toda una banda”
Morgan despidieron la gira de su debut discográfico, “North”, con una última actuación en Madrid. Allí estuvo Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: J. PEREA.
“Las palabras me han salvado siempre de la tristeza”
Truman Capote.
Cinco años condensados en un instante. El instante después de cantar ‘Home’ por última vez en Madrid. Es el tema que abría “North”, el debut discográfico que Morgan ha presentado durante durante los dos últimos años. Ellos dicen que el título viene de la zona geográfica donde empezaron a actuar, pero corre el rumor de que es un homenaje encubierto a su productor, Jose Nortes. Con él grabaron las trece canciones, doce en inglés, con las que se han presentado al mundo como banda, aunque todos venían de otros proyectos.
En España estuvimos a punto de perdernos a Nina. Desencantada con Empresariales, se encontraba al borde de mudarse al extranjero para replantearse su vida y su futuro. Si no lo hizo fue porque, en el último momento, le propusieron formar una banda. Ella dijo sí, y nació Morgan. Poco a poco fueron encajando el puzzle: Paco López a la guitarra, Ekain Elorza a la batería, Alejandro Ovejero al bajo y David Schulthess a los teclados. Nina se quedó con la voz y el piano, y empezó a traer canciones.
No supe de ella hasta que la escuché en el disco “Me mata si me necesitas” de Quique González. Me habían pasado un enlace digital, porque aún no se había publicado y todavía no tenía los créditos. ¿Quién era la voz de ‘Charo’? Estaba sorprendida e intrigada. No dejaba de buscarla entre otras voces, pero no se parecía a ninguna. Y resultó que estaba allí por algo que pasó, de nuevo, en el tiempo de descuento: la primera opción planteaba problemas de agenda y Quique tuvo que buscar un plan B. Llegó Edu Ortega, violinista y guitarrista de su banda, y le habló de Nina. Cuando la escuchó, Quique quedó fascinado: “Canta como Lucinda Williams con veinticinco años, cuando le habían roto el corazón. No he escuchado a nadie cantar con ese color y ese genio en castellano. Es una chica muy joven, debe tener 24 o 25 años, canta como si estuviera mucho más vivida”, contó en Efe Eme el año pasado. Dos meses después, cuando inauguró la gira en Madrid le invitó a cantar con él, y Nina salió al escenario, tan frágil por fuera, tan inmensa en cada verso. Cálida, vívida, rota. Funcionaba tan bien que le propuso entrar en la banda, y la magia empezó a crecer a lo largo del repertorio, noche a noche.
Mientras miles de personas veían a Nina junto a Quique, Morgan seguía su camino haciéndose cada vez más grandes. Por bares, por salas, por festivales. Acababan de llegar y ya sonaban a clásico. Tenían un arsenal de canciones que conjugaban la electricidad del rock, el desgarro del soul, el lamento del blues y el ritmo bailable del funk con un aplomo desmesurado. No era solo una gran voz, era toda una banda. Y, joder, eran de aquí. Podrían habernos dicho que venían de cualquier otro lado, pero se habían formado en Madrid, aunque optasen por el inglés, para lamento de quienes ambicionamos escucharles más en castellano (ellos deciden… pero eso no quita que podamos desearlo en voz alta).
“Tenían un arsenal de canciones que conjugaban la electricidad del rock, el desgarro del soul, el lamento del blues y el ritmo bailable del funk con un aplomo desmesurado”
Donde iban daban que hablar, como en el concierto que dieron en abril en la Joy Eslava. Ocho meses después, justo cuando tocaba despedir 2017, ellos también echaban la persiana. El último asalto en directo iba a ser en su ciudad. En el Madrid que les ha visto nacer como banda, crecer y colgarse las alas, agotando el aforo del Ocho y Medio en plenas Navidades. Abarrotando cada milímetro de la sala, y colocándose sobre el escenario en forma de semicírculo, con los pianos y teclados en los extremos. Lanzándose a defender cada corte de “North” con una energía y una solidez que maravillaban a cada espectador. Solo permanecía ligeramente abstraída la chica del ropero, encorvada sobre las páginas de “A sangre fría” de Truman Capote.
Arrancaron el directo con ‘Cold’. Se hacía raro buscar la voz en el escenario, porque en vez de estar en el centro emanaba de un lateral. Nina estaba totalmente a la izquierda, parapetada por un enorme piano, guarecida detrás de su propio muro, donde podía moverse, temblar, reír, hablar y soportar las miradas. Cuando cantaba no se notaba, pero entre canción y canción se mostraba muy nerviosa. Hablaba aceleradamente, consciente de que se metía en algún jardín del que salía entre aplausos, recibiendo sonrisas y cariño. No dejaba de beber agua y dar las gracias porque “nunca son suficientes”. “Esperamos que sea igual de emocionante para vosotros que para nosotros”, expresaba.
‘Praying’ había sonado espectacular, seguida por los coros del público. Pero llegó la inédita ‘Sargento de hierro’ y se hizo un silencio completo, espontáneo, como si nadie quisiera interrumpir la pompa de jabón que estaba creando Nina a piano y voz. La delicada burbuja empezó a elevarse sobre la sala, y justo antes de que entrase la banda, los aplausos lo rompieron todo. Fue in crescendo, suave y fuerte, como la voz blues de la propia Nina, seguida de un solo eléctrico intenso que terminó de secuestrarnos a todos, de anudarnos con fuerza a la escena que estábamos viviendo. Después presentaron ‘Volver’ y ya fue imposible cualquier distracción. Ni móviles, ni cervezas, ni conversaciones. Todo el público cantó de principio a fin la única letra en castellano de “North”. Tienen algo dentro y lo estábamos viendo brillar.
«Llegó ‘Home’ y se desató todo, como si la vida entera se debatiese en un solo instante, en comunión, rodeados, dando rienda suelta a todo lo que llevaban dentro»
Con la emoción a flor de piel, llegó el momento de volver al punto de partida. Tocaron ‘Home’, composición de la que, en cierta forma, emanan todas las demás. El texto habla de la búsqueda, de alguien que corre una y otra vez tratando de encontrar su sitio, de llegar a su casa, y en el camino no deja de tropezar y alejarse cada vez más. Esa sensación que todos hemos tenido en algún momento de la vida, o tal vez siempre. La canción de la joven que estuvo a punto de hacer las maletas y largarse de España para plantearse qué hacer con su vida. La duda que tuvo Quique González cuando buscaba una voz para ‘Charo’. Los años que los cinco músicos estuvieron peleando y alternando bandas, trabajos y proyectos al tiempo que configuraban Morgan desde la independencia. La incertidumbre de tener que escoger el camino correcto, los caminos largos frente a los atajos. Los baches y los miedos. Llegó ‘Home’ y se desató todo, como si la vida entera se debatiese en un solo instante, en comunión, rodeados, dando rienda suelta a lo que llevaban dentro.
Cuando terminó de cantar, Nina lloró. Dejó de hablar, dejó de correr. Por fin estaba en casa, a salvo de la tristeza.