Moon music, de Coldplay

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DISCOS

«Me devano los sesos por buscar algún foco de interés en estas diez nuevas canciones. Me cuesta horrores. Me huele a tiempo perdido»

 

Coldplay
Moon music
PARLOPHONE, 2024

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

La nostalgia lleva a la melancolía. La melancolía, a la frustración. El mundo entero celebra con alborozo el chute de prozak que supone cada nuevo concierto de Codlplay, artífices de su propio país multicolor, del que quizá no nazcan abejas bajo el sol pero sí cientos de pulseritas luminosas y toneladas de confeti con los que alegrar la existencia a su parroquia, y el recuerdo de sus tres notables primeros discos va quedando tan sepultado que parece, directamente, otra vida. Otra vida suya y otra vida nuestra. Ya no quedan ni lágrimas en la lluvia. Me devano los sesos por buscar algún foco de interés en estas diez nuevas canciones. Me cuesta horrores. Me huele a tiempo perdido. Una vez más. La última vez que pude (o supe) localizar unos cuantos fue con el aún apreciable Everyday life (2019).

Esto es una segunda parte del horroroso Music of the spheres (2021), y tan solo las colaboraciones externas, inusualmente prolijas, aciertan a prometer algo de sustancia. Aunque tampoco mucha: el disco funk de “Good feelings”, con Arya Star, es resultón pero inane, el potaje pretendidamente multicultural de “We pray”, con Little Simz, Burna Boy, Elyanna y TINI tiene un pase pero se olvida a los dos minutos, y ni siquiera el corte titular, con el músico electrónico John Hopkins (escuchad mejor su último disco) aporta más que una larga cortinilla introductoria, una suerte de apertura a la nada.

Toda esa belleza inútil, que diría Elvis Costello. Polvo es y en polvo se convertirá. Si ya les va bien así, llenando cuatro Camp Nous como quien cose y canta, ¿para qué van a cambiar? Del resto, para qué hablar. Apenas la bailable “Aeterna” me saca un poquito del tedio. El resto es puro muzak buenrollista. Soma para los tiempos que vivimos. Algún tontorrón baladón al piano como “All my love”, horteradas AOR (pero del malo, que también hay AOR del bueno) como “IAAM”, un medio tiempo más o menos acústico y tan anodino como “Jupiter” (me da pereza hasta escribir los nombres de las canciones en mayúsculas como hacen ellos; ya de la que tiene por título un emoji de arco iris ni hablamos) y esa insufriblemente pretenciosa oda a la fraternidad universal que es “One world”. Pomposa es poco.

Coldplay lo petan mientras hacen buena la Ley de Murphy con un empeño encomiable: cuando crees que ya no se puede ir a peor, que no se puede caer más bajo, ellos te sorprenden y lo logran. Incluso pondrán su nombre a la camiseta del Barça cuando se enfrente al Madrid el próximo 27 de octubre. Nunca los subestimes.

Anterior crítica de discos: Planeador, de Mundo.

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