«Quería que el disco fuera ecléctico, explorar lo más tradicional de Latinoamérica, pero que también fuera arriesgado y experimental»
La cantante chilena, embarcada ya en la segunda etapa de su gira mundial con su álbum más reciente, Autopoiética, pone el foco ahora en Europa. Un tour que incluye seis fechas en España (la primera de ellas celebrada el pasado sábado) y que la llevarán a recorrer con su música y sus canciones ciudades como Fuengirola, Barcelona, Madrid (dos fechas) y Valencia. Carlos H. Vázquez habla con ella.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: MAYRA ORTIZ.
Cuando Mon Laferte concede esta entrevista, en España son cerca de las cinco y cuarto de la tarde. Ella se conecta por videollamada desde Chile. Para romper el hielo se habla del tiempo, que si hace calor en Madrid y frío en Santiago de Chile. A ella, de momento, le espera la gira europea en julio (con Alba Reche como artista invitada) después de haber dado fin a la primera etapa del tour el pasado 2 de junio en el festival La Onda, en Napa Valley, California. Este segundo tramo, en lo que respecta a España, comenzará el 6 de julio en el O Gozo Festival (Santiago de Compostela), el 21 en Marenostrum (Fuengirola), el 23 en Razzmatazz 1 (Barcelona), el 25 y el 26 en la sala La Riviera (Madrid) y el 29 en los Conciertos de Viveros (Valencia).
La conversación en realidad comienza ahora, a partir de un mensaje de Mon Laferte publicado el mismo día 5 de junio en sus redes sociales: «Ya se terminó la primera etapa del tour. Soy otra. Más bien, volví a ser la que era antes de embarazarme, pero a la vez distinta. Me reencontré. Volví a sentirme cantante. Volví a sentirme linda. Estoy inspirada. Tengo sueño. Quiero comerme el mundo». Mon, en la pantalla, responde sobre la relación —en parte— entre el citado tuit y el título de su álbum más reciente, Autopoiética (Universal, 2023), la octava entrega de su discografía. «La autopoiesis es la capacidad de los organismos de autorrepararse», cuenta la cantante y compositora chilena, que se define como ser autopoiético. Ser madre ha sido todo un viaje. «Es hermoso, pero las hormonas te vuelven loca y yo era como una teta andante: bebé, leche, bebé, leche… Después de esta primera parte, me volví a sentir mujer. Me reencontré». Pero también una versión suya distinta, porque ahora es madre, pero también dice sentirse de nuevo muy artista. «Tengo ganas de seguir dando conciertos, quiero hacer otro álbum. Tengo muchas ideas en la cabeza, me siento más inspirada que nunca».
¿Cuál fue la primera canción del disco, la que hizo clic?
Antes de que una canción me hiciera clic, yo tenía el concepto del disco, el nombre. Quería que fuera ecléctico, explorar lo más tradicional de Latinoamérica, que es el bolero, el tango, los valses peruanos… También quería que fuera un disco arriesgado y experimental. Tenía toda esa idea y todo el imaginario y lo religioso, pero no tenía ninguna canción. Siento que es más importante tener un concepto que una canción; las canciones vienen después. Es importante saber qué quieres y qué no quieres. La primera canción que compuse para el álbum fue “Tenochtitlán”, el puntapié. Yo ya sabía exactamente todo lo que quería decir y las temáticas que quería abordar en el disco.
¿Qué hay detrás de esta canción?
Habla sobre las culpas, sobre los señalamientos sociales. Antes, bíblicamente contado, te apedreaban por tus pecados, pero ahora el Twitter (X) está en llamas apedreándote virtualmente a través de las redes sociales. Pero también la sociedad nos castiga mucho. Y siento que, sobre todo a las mujeres, se nos castiga muchísimo más. Todavía es más difícil que una mujer dé opiniones. Aunque hemos avanzado, todavía falta. Esta canción habla un poco de eso, de los señalamientos. Toda la vida, siendo artista, cuando era más jovencita, si tenías algún mínimo éxito era porque te habías acostado con alguien y porque no tenías ningún tipo de valor y solo lograbas cosas en la vida por favores sexuales.
¿“40 y MM” va por ahí también?
Fue la tercera canción que hice del álbum. Siento que es puro amor para mí, como decir: «Soy increíble, tengo cuarenta años, pero estoy en mi mejor momento, me amo». Pero también denota un poco de fragilidad. Me gusta esa doble lectura, porque al tener que reafirmarlo y decirlo, habla de que hay una fragilidad, que en cualquier momento esa seguridad también se puede romper un poco. Creo que todos somos un poco así. Pero intento darme todo el amor posible y decir que soy una chingona y cabrona, y que puedo con el mundo y que soy la mejor escritora, que soy la más guapa. Me pongo en este personaje como de MILF [Mother I’d Like to Fuck], de soy sexy pero ya estoy grande.
«A las mujeres se nos castiga muchísimo más. Aunque hemos avanzado, todavía falta»
¿“NO+SAD” va en esa línea?
Sí, estaba muy en ese mood, en ese momento escribiendo, porque me estaba reencontrando también. Ser mamá puede llegar a ser muy duro. ¡Es maravilloso! Pero mi cuerpo cambió brutalmente. Después de dar a luz, me miré en el espejo, y dije: «¿Quién soy?», «¿Qué es esto?»… Nos pasa a todas; nos queda una panza y se cae todo. Entonces, no sabía quién era y necesitaba reafirmar la idea de que soy importante, porque solamente existo como eso. “NO+SAD” particularmente habla sobre el tema de la cultura de la cancelación. También me ha dado mucha vuelta la cabeza sobre lo que se dice, lo que no se dice, sobre las expectativas que tiene el mundo sobre ti… Por ejemplo, la canción dice que soy comunista, porque todo el tiempo me ponen en redes sociales que soy una comunista. Pero después hay otros que dicen que no es cierto, que soy una capitalista. Para algunos soy demasiado comunista, y para otros soy demasiado capitalista. Y para algunas personas soy feminazi, y para otras no soy suficientemente feminista. Todo el tiempo me están bombardeando en las redes sociales. Es muy difícil… Dices algo o no dices algo y siempre te van a castigar. Y a todos, ¿eh? Seas una figura pública o no.
En una entrevista anterior, cuando en la alfombra roja de los Grammy Latinos mostraste el pecho desnudo con el mensaje «en Chile torturan, violan y matan», te pregunté si se perdían trabajos por este tipo de manifestaciones, entonces me respondiste que como nunca tuviste nada tampoco tenías miedo a perder nada. ¿Lo sigues manteniendo?
Yo creo que sí. Puede ser que ahora, que soy mamá, me da un poco más de miedo perder, pero no por mí, sino por mi hijo [Joel]. Quiero cuidarlo mucho más de lo que me he cuidado a mí misma. A modo personal, creo que no tengo miedo de perder nada.
¿Ha cambiado tu percepción del feminismo a partir de ser madre?
No. ¿Por qué? No creo que haya cambiado por ser madre. Todos los días me sigo cuestionando cosas, no solamente sobre feminismo, sino en general sobre la vida. A mí me gusta mucho cuestionar todo, cuestionar qué estoy haciendo, por qué, qué está haciendo el mundo, si este es el camino correcto o no, o qué es lo correcto… Todo el tiempo estoy pensando. Amo pensar. Lo que más me gusta hacer en la vida es pensar. En el feminismo he encontrado muchos caminos, otros que me agradan más y otros que me agradan menos, porque nada es blanco o negro. Siempre hay una paleta de grises. No te podría decir que hoy el ser madre me cambió mi idea sobre el feminismo.
¿Por qué empezamos escribiendo sobre nuestros padres para luego acabar terminando escribiendo sobre nuestros hijos?
No sé… Solo le hice una canción a mi hijo antes de que naciera [“Niña”] y a mis padres les he escrito muchísimas canciones [“Pa’ dónde se fue”, “Te vi”…]. Yo, por lo menos, desde mi lugar, escribo de las cosas que me mueven. Hasta ahora he sido más visceral. En el nuevo álbum que estoy trabajando ahora (todavía no tengo nada), solo está en mi cabeza, pero ya son decisiones un poco más elaboradas, conscientemente, tomando decisiones estéticas y claras. Pero hasta antes de eso, todo era mucho más visceral.
¿La edad nos apacigua?
Sí, claro. Yo me dejo llevar por la locura, pero es consciente. Me encanta tener mis momentos de locura, pero yo decido hacerlo. Antes, la locura me llevaba, la pasión, la vida… Pero ahora no, ahora permito que suceda un ratito.
¿“Casta Diva”, que cierra Autopoiética, tiene alguna relación con “Obra de Dios”, tu canción más reciente?
De hecho, yo creo que “Obra de Dios” es una canción que podría haber estado en el disco. Pero no estuvo; la hice después. Puede ser un epílogo del álbum. Justamente habla de que ya he transitado por los caminos oscuros, por el cielo rosado… Ya he vivido muchas cosas, sé perder y sé ganar, y ahora decido reinar en la oscuridad porque me gusta, me siento cómoda en ella, porque es mi lugar. Simplemente porque soy obra de Dios, porque soy perfecta. Quitándole el peso religioso, porque no soy religiosa, sino más bien entendiendo que la palabra más poderosa de la sociedad es que no hay nada más grande que Dios (con el nombre que le quieras poner a esta entidad). Yo soy una obra de esto que es perfecto y un cierre para el disco. Esa es mi conclusión: todos somos obra de Dios.
Al comienzo de “Obra de Dios”, dices en francés: «Je suis la reine. Fragilité. Oh, Mon Dieu».
Sí, yo soy la reina de la fragilidad. Es lo que quería decir. Todos somos reinas y reyes de lo que queramos y de lo que decidamos ser, porque somos perfectas.
¿Qué nos separa de las cavernas? ¿Somos todavía muy primarios?
Somos muy primitivos. Hay muchas cosas que nos separan de las cavernas: los computadores, los teléfonos, la inteligencia artificial, el filosofar… Estuve en Grecia antes de venir acá y fui a un workshop de la escuela de Marina Abramović durante una semana. Pasé cinco días sin comer, sin bañarme, sin hablar, sin interactuar con nadie… Me sentí un ser primitivo, descubrí a mi ser más antiguo; apestaba, moría de hambre y tuve que hacer un montón de ejercicios que ponían a prueba mi paciencia, como contar arroces, caminar en cámara lenta… Sí, somos muy primitivos, honestamente. Cuando di a luz a mi hijo y lo tomé todo ensangrentado, me sentí como un animal que tenía que proteger a ese ser a cualquier precio. Antes de ser madre, matar a otro ser no existía para mí; jamás podía hacer algo así, pero ahora que soy mamá, si le van a hacer algo a mi hijo y lo tengo que proteger, entonces soy capaz de hacer cualquier cosa por él. Ahí es donde siento que aún somos bastante primitivos.
«Lo que más me gusta hacer en la vida es pensar»
En “Préndele fuego” hablas de matar y de sexo…
Bueno, es una metáfora. El sexo es muy primitivo, pero a la vez es muy elevado y muy espiritual también. Pero muy primitivo. Esa canción habla de sexo, porque no tenía sexo con mi pareja, porque éramos solo papás y yo me estaba volviendo loca; necesitaba tener sexo. No es matarlo literal, es la metáfora de que estoy enloqueciendo por algo tan primitivo como el deseo sexual.
¿Es un homenaje a “Ven, devórame otra vez” de Lalo Rodríguez el final de “Préndele fuego”? «He mojado mis sábanas blancas recordándote. En mi cama nadie es como tú», cantas.
Sí. Total. Me encanta. Siempre me gusta hacer guiños a canciones. Tengo muchos. Siempre me gustó esa frase. Era una canción de la época [se publicó en 1988] y era algo demasiado atrevido. Siento que en este disco, y en esa canción particularmente, tomé muchos riesgos, como al escribir muy literal: «…metiéndome los dedos en el salón de baile» y «extraño tanto, con la cola, taparte la boca», siendo muy explícita. Me recuerda a lo que me daba pudor cuando era niña, cuando escuchaba a Lalo Rodríguez cantar «he mojado mis sábanas blancas».
¿De quién es la voz en “Metamorfosis”?
Es de una poeta, Esther Margaritas. Es una chica trans del sur de Chile. Me encanta lo que ella escribe. Soy muy fan. Le pedí que escribiera un poema para esa parte, que habla justamente sobre transicionar en un camino hacia lo que tú quieras ser. Es justamente eso, la metamorfosis, de elegir quién queremos ser. Es una canción muy queer. De hecho, tengo un sobrino trans que ahora está transitando. De eso va la canción, de todos estos cambios que pueden ser de género o de ser madre a sentirme de nuevo una bitch.
Para ir terminando, “Mew Shiny” resulta ser una canción muy diferente. ¿Por qué?
Es la canción romántica del álbum, la más dolida. Yo quería un tema con un solo de guitarra. Me encantan los solos ochenteros, entonces tenía que ser una balada muy clásica, aunque la vestí de otra manera, buscando algo más experimental, para decir las cosas desde otro lugar, como una poesía contemporánea. Un Mew Shiny es un Pokémon muy difícil de encontrar. Mi pareja jugaba a Pokémon todo el tiempo y un día le dije que yo soy un Mew Shiny, una joya, un diamante maravilloso, y que él no me veía.
Su letra es, además, en inglés y en español. ¿Qué importa el idioma cuando lo importante es el mensaje?
Totalmente. Todo el tiempo hablamos en spanglish, o por lo menos acá es algo que está súper presente. El spanglish se ha colado en la sociedad. Yo, por ejemplo voy mucho a tocar a Estados Unidos y allá se habla muchísimo español. También los gringos. Está muy presente. Un día, de repente, me vi usando palabras en inglés, cuando ni siquiera sé hablarlo. Me gustan mucho las mezclas culturales. No creo en la apropiación cultural. Soy migrante. En Latinoamérica somos todos mestizos. En este disco, en la canción “Pornocracia”, también está el italiano. Y en “Obra de Dios”, el francés.
¿El idioma se hereda?
No tengo idea. Pero claramente hay una influencia en tus hijos de lo que ven, de lo que escuchan. Es algo que me pregunto todo el tiempo: si no quiero que mi hijo coma tal cosa, yo no tengo que comerlo; si no quiero que mi hijo esté con las pantallas, yo tampoco tengo que tenerlas. En el idioma en sí, literalmente, mi hijo es bilingüe ya. Habla inglés y español. Y yo, hasta el día de hoy, no sé hablar inglés.