FONDO DE CATÁLOGO
«Un excepcional trabajo a la voz, el muro de sonido de las guitarras y la rotunda base rítmica hacen del disco una auténtica bomba de relojería»
Viajamos hasta Jacksonville para detenernos en el debut discográfico de Molly Hatchet, un trabajo de rock sureño que algunos etiquetaron erróneamente de hard rock, como explica nuestro compañero Eduardo Izquierdo.
Molly Hatchet
Molly Hatchet
EPIC, 1978
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Jacksonville, cuna del rock sureño, es el evidente lugar de nacimiento de la banda Molly Hatchet, allá por 1975. No en vano, de allí surgieron también The Allman Brothers Band, Lynyrd Skynyrd, 38 Special o Blackfoot, por citar solo a algunos de sus más ilustres melenudos. Fundado por Dave Hlubek y Steve Holland, el propio grupo ha asegurado que toman el nombre de una prostituta que ejercía en Salem en el siglo XVII, de nombre Abigail pero conocida como Molly, que decapitaba a sus clientes. Una historia que nunca ha podido ser comprobada de manera fehaciente, por lo que parece más una leyenda inventada por la banda que un hecho real. De lo que no hay duda es del impacto que tuvo en la carrera de Molly Hatchet, desde el principio, el arte de sus portadas, obras de Frank Frazzeta, creador de la saga de Conan. Su estilo salvaje ha marcado su discografía de manera definitiva, pero también lo ha llevado erróneamente a ser calificado en muchas ocasiones de heavy metal, simplemente por una cuestión de imagen. Y aunque, si bien es cierto que en su música hay mucho del hard rock de los setenta, escucharlos y ubicarlos en la cubeta de rock sureño es tarea fácil.
El primer trabajo de Molly Hatchet, titulado como la banda, llega a las tiendas en 1978 y cala bien entre el público afín a los sonidos por los que apuestan. Publicado el 1 de septiembre del citado año, la banda tiene la suerte de editarlo con EPIC, una de las grandes discográficas del momento, cosa que les permite una buena campaña de promoción. Grabado con la producción de Tom Werman, productor habitual de bandas como Cheap Trick o Ted Nuggent, al rock sureño de sus admirados Lynyrd Skynyrd añaden el boogie rock de grupos británicos como Status Quo, Foghat o de sus paisanos ZZ Top, junto a unas dosis del hard rock de AC/DC. La combinación es absolutamente explosiva. Un excepcional trabajo a la voz de Danny Joe Brown, el muro de sonido que montan las tres guitarras de Dave Hlubek, Steve Holland y Duane Roland, y una rotunda base rítmica con el bajo de Banner Thomas y Bruce Crump hacen del disco una auténtica bomba de relojería.
Son solo nueve canciones, una de ellas la versión del “Dreams I’ll never see” de The Allman Brothers Band —por dejar las cosas claras en cuanto a los orígenes—, pero suficientes para mostrarse firmes desde los siempre peligrosos y a veces inestables primeros discos. Aquí no hay grietas. La inicial “Bounty hunter” y otras como “Cheatin’ woman” cogían el sonido de los Skynyrd y lo endurecían ligeramente, cosa que eran capaces de combinar a la perfección con el poso comercial, incluso ideal para la radio fórmula, de temas como “Big apple” o “The Price you pay”.
El debut de Molly Hatchet no fue, como en el caso de otras bandas de los setenta, su punto álgido de popularidad, aunque el disco llegó al puesto 64 de las listas y se certificó como platino en cuanto a ventas. Su siguiente trabajo, Flirtin’ with disaster, publicado un año después, lo superó. Escaló hasta el puesto 19 y se alzó con el doble platino, en buena parte gracias a contener la canción que le daba título y que les dio sus mejores resultados en las listas de sencillos de Billboard. Pero la base, las raíces y el origen están en estos magníficos treinta y seis minutos y trece segundos sin mácula. De eso no hay duda.
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Anterior Fondo de catálogo: Shots from a cold nightmare (1978), de Moon Martin.