FONDO DE CATÁLOGO
«Aquellos atrevidos jóvenes, conscientes de sus posibilidades, optaron por buscar suerte sin arrastrar el sambenito de escudero de nadie»
César Campoy nos pone tras la pista de Los Protones, un fugaz cuarteto valenciano que publicó varios epés a mediados de los sesenta, a los que quiso fichar el propio Bruno Lomas como banda de acompañamiento.
Los Protones
Mis lágrimas
EMI-REGAL, 1965
Texto: CÉSAR CAMPOY.
Como muchos de los primeros conjuntos modernos surgidos en tierras valencianas, Los Protones estaban integrados por músicos de técnica depurada y sólida formación. Todos sus miembros, de Abel Mena (bajo) a Paco Crespo (teclados y guitarra), pasando por Pepe Morató (batería) y José Antonio Ferrando (guitarra solista, antes en los indispensables Los Ángeles Negros), fueron habituales de los pupitres del conservatorio desde niños. De hecho, según recuerda el propio Morató, fue en aquellos pasillos donde se conocieron y donde decidieron emprender una aventura musical con instrumentos eléctricos, aunque hasta entonces solo se habían movido entre percusiones, oboes y violines. Eso explica que, apenas unos meses después de su irrupción, en 1964, el cuarteto acabara convirtiéndose en uno de los más solicitados por la mocedad local. Adaptaban como pocos clásicos internacionales, y lo que es más importante: eran capaces de idear melodías propias con una facilidad pasmosa. El propio Bruno Lomas, en su época dorada, los pretendió como banda de acompañamiento, pero aquellos atrevidos jóvenes, conscientes de sus posibilidades, optaron por buscar suerte sin arrastrar el sambenito de escudero de nadie.
En Regal reparan en ellos cuando alguien llama la atención de unos ojeadores de EMI, que aprovechando una de las frecuentes escapadas del grupo a Cataluña, acuden a presenciar uno de sus espectáculos en Figueres. «En vivo éramos muchísimo más buenos que en estudio. Sonábamos mejor», asegura Morató. De esta manera, a mediados de 1965, Los Protones entran en el estudio para grabar los cuatro temas que formarán parte de su flamante estreno en formato epé. La confianza en el proyecto por parte de los responsables del sello es tal que permiten que todo el material registrado lleve la firma del cuarteto. Crespo rememora aquel episodio: «Nuestro representante en aquella época, José Meri [mánager, también, de artistas como Lomas o Nino Bravo], fue crucial a la hora de llegar a un acuerdo con Regal. Las grabaciones se realizaron en Barcelona y no nos asesoró nadie. Las sesiones fueron impecables, y el trato muy profesional».
Una grabación urgente
Pese a las tradicionales limitaciones técnicas de la época, basta con una simple escucha para comprobar que la formación académica de aquellos jóvenes se refleja en una depurada ejecución de sus instrumentos, así como una supina conjunción y combinación de sus voces. Morató aclara algunos términos: «No pusieron ni una pega a que grabáramos solo temas nuestros. La mayoría de canciones que tocábamos en nuestros conciertos eran originales de Los Protones. Éramos jóvenes, pero estábamos muy seguros de lo que hacíamos. No necesitábamos director musical alguno porque teníamos una buena formación, y éramos tremendamente exigentes con nosotros mismos. Demasiado, diría yo. A gente como Los Mustang el sello les daba una semana o dos para grabar sus epés. Aquel primero lo acabamos en hora y media. Todo en directo, en un dos pistas. Apenas nos dejaron repetir tomas».
Las canciones
La criatura se abre con una magnífica carta de presentación que retrata a la perfección la filosofía del proyecto, basada en la destreza interpretativa de Ferrando con sus solos y pinceladas de guitarra; el virtuosismo nervioso, pero elegante de Morató a la batería, y unos angelicales juegos vocales que apenas dejan compases en blanco. En “Mis lágrimas”, además, el reiterativo acompañamiento del teclado de Crespo se convierte en el colchón perfecto para construir una pieza tan pegadiza como bailable. Le sigue un tema lento de manual, “Cuando yo sueño con un nuevo amor”, en el cual las armonías corales arman una coraza tan tierna como emocionante que da paso a una movida “Si alguna vez” de melodía conjuntada (ye-yes mediante), por la que la guitarra solista se pasea sin rubor a partir de pizpiretas pinceladas. Cierra, orgullosa y frenética, “Desde que nací”, interrumpida, como mandan los cánones, por los típicos «uuh», así como los esperados alaridos que dan paso a un solo de guitarra que desembarca certero. En resumen, cuatro dignísimas piezas que coronan un estreno de altura.
Proyección internacional
Inmediatamente, el arte de Los Protones inicia un tímido viaje más allá de las fronteras mediterráneas y los nombres de aquellos cuatro jóvenes figuran en las publicaciones especializadas de la época. El propio Meri mueve los hilos para que la banda aparezca, furtivamente, en la producción internacional La dama de Beirut (Ladislao Vajda, 1966) protagonizada por Sara Montiel. Ese mismo año vio la luz su segundo y último epé, también vía Regal. En pleno trayecto entre el beat y suaves aires garajeros (basta con reparar en la foto de portada), el grupo combinaba un par de revisiones con dos temas originales. De esta manera, “El tiempo es mi aliado” (a partir del “Time is on my side”) y “Mármol, piedra, hierro” (revisión del pegadizo “Marmor, stein und eisen bricht” de Drafi Deutscher and His Magics) se combinan con la tierna balada “Eres un mal amigo” y la afilada y descarada “No te dejaré”, una de las piezas más contundentes y trabajadas del combo.
Totalmente enrachados en lo que a popularidad y actuaciones se refiere, el cuarteto no volverá a publicar nuevo material bajo el nombre de Los Protones. Sí lo hará acompañando a otros artistas como Luciana Wolf, a quien prestarán sus instrumentos en sus primeros pasos en Philips, y para quien Crespo compondrá temas como “Canto por ti” o “No quiero volver a empezar”. No obstante, el servicio militar y algunas discrepancias en el seno del grupo se cruzan en su camino, y acaban disolviéndose. Eso sí, aquellos jóvenes continuaron con sus carreras musicales requeridos por las bandas más destacadas de la modernidad sonora valenciana. El activo y creativo Crespo se convierte en pieza fundamental de Los Diapasons, tanto en el aspecto multinstrumentista como brindándoles temas del estilo del pintoresco “En un país, en un lugar”, “Juerga” y “Gitana”. Mientras tanto, Mena y Morató se integran en una de las mejores etapas de Los Huracanes de Víctor Ortiz: aquella repleta de soul radiante, con composiciones como “Todo nos sonríe”. Pocos años después, Abel y Pepe acabarán formando parte de la plantilla de la Orquesta Municipal de Valencia. En el cajón, afirma Morató, quedó un buen puñado de creaciones propias sin grabar.
A finales del siglo pasado, el espíritu de Los Protones trató de ser recuperado con alguna esporádica reunión de parte de su miembros originales. Desde entonces y hasta hoy, sus temas han formado parte de recopilatorios (en la serie de El Cocodrilo, en un vinilo compartido con Los Polares, o a través de Rama Lama) a partir de los cuales las nuevas generaciones han redescubierto a un conjunto popular que hoy se considera grupo de culto.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Nuevos tiempos (2005), de La Habitación Roja.