DISCOS
«Canciones envueltas de una nostalgia en las letras que contrasta con unos decorados instrumentales llenos de guiños al sonido que ha marcado a una generación»
Miqui Puig
Miqui Puig canta. Vol. 7
PRIMAVERA LABELS, 2022
Texto: CÉSAR PRIETO.
A Miqui Puig la vida le ha hecho pasar por historias de todos los colores imaginables. Tristes y alegres, cutres y sofisticadas, todo ha pasado por sus manos; así que la experiencia lo ha convertido en un viejo zorro que sabe qué teclas ha de tocar para meterse al público en el bolsillo. Y estas enseñanzas no son baladíes, puesto que cada disco que edita el cantante de L’Ametlla supera un punto el anterior.
Ello también ocurre con este Miqui Puig canta. Vol. 7, que juega con estados anímicos y sonoros. Las nueve canciones se ven envueltas de una nostalgia en las letras que contrasta, de manera feliz, con unos decorados instrumentales chispeantes y llenos de guiños al sonido que ha marcado a una generación. Ejemplo de todas estas cualidades es “La casa Italia”, cuya estructura calca la forma de tratar la disco music de Carlos Berlanga, elegante y sofisticada, y que llega a su cúlmen con un final que enlaza con “En cualquier fiesta” de La Mode, la canción más melancólica del mundo.
El resto de canciones están hechas de esta misma materia, moldeada sobre los sueños y la energía. “Los decentes”, bajo una letra críptica, pero llena de sensaciones y sugerencias, explota la mirada a la niñez de manera ambivalente; con sutiles recuerdos a los arreglos de los setenta, proclama una sentencia que convierte al disco en un foco de tensión entre lo que defiende y lo que expone: «Volver nunca es buena idea». También las consecuencias del hedonismo son fustigadas en “Mañana infierno” con bases de pista de baile de los setenta. O lo que es lo mismo, funky del refinado.
Las colaboraciones —Miqui Puig siempre ha sido proclive a ellas— son las que permiten salirse de este tono. La joven promesa catalana Queralt Lahoz ofrece su versátil voz a los fondos house de “Pors Puig”, mientras que la añorada Irantzu Valencia, en “Cadera de mimbre. La leyenda”, marca su personalidad con solo repetir un estribillo sobre un rey del baile por el que han pasado los años. El sector masculino se ve representado por Harny Roots, que da aire a “Propaganda”, la más pop e ibicenca del conjunto, y por Ferran Palau y El petit de Cal Eril —otros dos que se comunican con letras crípticas— que en “Adios samurai” despliegan un alegato en defensa de la muerte digna con hechuras de dance pop noventero.
En definitiva, aparentemente, es un disco unidireccional, pero está plagado de pequeños detalles que dan otra vida a las canciones y que abarcan desde espectros electrónicos comedidos, con recuerdos al Philadelphia sound como en “Mi amor miope”, hasta cabalgadas sobre paisajes electrónicos como “Yo no quería estar allí”, que rinde devoción a la electro cumbia. Como los buenos pasteles, Miqui Puig canta. Vol. 7 está cocinado con múltiples capas que no empalagan, pero que dejan variadas lecturas y un suave dulzor durante mucho tiempo.
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Anterior crítica de discos: Barcelona en technicolor, de Elásticos.