«Hace una concesión a la nostalgia y saca a pasear su arsenal de grandes éxitos»
La publicación de Amigos de guardia, el disco con el que el músico conmemora sus treinta y cinco años en el oficio, le tiene embarcado en una gira sin precedentes. Ayer hizo parada en casa, en San Sebastián, con las canciones que han marcado su historia con Duncan Dhu, con temas de su trayectoria en solitario y acompañado de grandes amigos. Allí estuvo Javier Escorzo.
Mikel Erentxun
Kursaal, San Sebastián
27 de febrero de 2022
Texto y fotos: JAVIER ESCORZO.
El concierto de Mikel Erentxun en San Sebastián duró tres canciones: “Si te vas”, “Con el tiempo a favor” y “Llamas de hielo”. Lo que vino después fue un inmenso, glorioso y apoteósico bis de más de noventa minutos en los que solo hubo hits, uno detrás de otro, sin descanso, tregua ni piedad. Y es que el tipo que nunca se detiene. El de la cabeza llena de proyectos y la mirada clavada permanentemente en el futuro, por una única vez hace una concesión a la nostalgia y saca a pasear su arsenal de grandes éxitos, los que ha cosechado en solitario y también los de su viejo grupo, Duncan Dhu. Pocos artistas nacionales pueden presumir de semejante colección de himnos. Eso que suele llamarse la memoria colectiva de un país es lo que pudo palparse, escucharse y corearse anoche en el Kursaal.
«“Veneno”, dedicada a Rafael Berrio, con Mikel tocándola solo con acústica y armónica, hizo enmudecer a la parroquia»
Resulta complicado destacar algún momento de un concierto que fue, en realidad, un interminable rosario de momentos memorables. Se termina antes mencionando los discos que no estuvieron representados: Por tierras escocesas, Supernova, Crepúsculo y El duelo, de Duncan Dhu; y Te dejas ver, de los firmados con su propio nombre. Las canciones más antiguas, como “Esos ojos negros” o “Una calle de París”, lucieron sutiles y con minimalistas arreglos, adaptando su sonido al que maneja hoy el donostiarra. “Entre salitre y sudor”, el que fue primer single de Autobiografía, el disco blanco de Duncan Dhu, exhibió una vigorosa rugosidad de guitarras y teclados. “Veneno”, dedicada a Rafael Berrio, con Mikel tocándola solo con acústica y armónica, hizo enmudecer a la parroquia. O “De espaldas a mí”, que produjo vértigo al pensar que a aquel «treinta años sin un gramo de madurez» le queda poco para cumplir sus propios treinta años.
«Mano a mano con su hermano de armas y de vida, Diego Vasallo: «Este proyecto de Amigos de guardia no hubiese sido posible sin él», dijo Erentxun al presentarlo»
Hubiese sido imposible reunir a los veinticuatro invitados del disco en el escenario, pero también hubo algunos: Anni B Sweet, que está a punto de estrenar nuevo proyecto con Los Estanques, bordó “Ángel en llamas”; mientras que Maika Makovski, que había presentado su último disco (MKMK, BMG, 2021) en el teatro Victoria Eugenia pocas semanas atrás, desató toda su energía en “Cicatrices”. Falló en el último momento Quique González, que iba a haber cantado junto a Mikel en “Intacto”, pero no pudo ser. Además de por ellas, Mikel estuvo arropado por una completa y magnífica banda: Marina Iniesta, que ha crecido enormemente como instrumentista y como cantante (su voz se escucho en canciones como “Sé libre, sé mía”, “Esos ojos negros” o “El mejor de mis días”); en la guitarra Rubén Caballero, con quien ya tocó en la primera década de los 2000; en la otra guitarra; Fernando Neira, que ha tocado con Rafa Berrio o Amateur, en el bajo; y en los teclados y la batería, dos viejos conocidos como Mikel Azpíroz y Karlos Arancegui, que ya habían acompañado a Mikel en varias giras anteriores (en solitario y en la última de Duncan Dhu).
«Un concierto incontestable al que no se le puede poner ni un solo pero»
Si prácticamente toda la actuación fue un prolongado bis, al final de la misma llegaron los fuegos artificiales. Comenzaron con “Cien gaviotas”, himno oficioso de San Sebastián escrito por Diego Vasallo hace treinta y siete años, que puso el auditorio patas arriba. Algunos se sentaron a su término, pero duraron poco en sus butacas: una incendiaria “Cartas de amor”, con unas guitarras que abrasaron como si hubiesen salido desde las mismísimas puertas del infierno, volvió a desatar la locura. Y ojo a la última triada: “Quién se acuerda de ti”, mano a mano con su hermano de armas y de vida, Diego Vasallo: «Este proyecto de Amigos de guardia no hubiese sido posible sin él», dijo al presentarlo entre el caluroso aplauso del público; “A un minuto de ti”, aquel latigazo acústico que abrió su carrera en solitario a principios de los noventa y que en tres décadas no ha perdido ni un ápice de su frescura; y “En algún lugar”, una canción con historia y uno de los grandes clásicos de aquello que se conoció como la edad de oro del pop español (o el movimiento del rock en tu idioma, al otro lado del charco), para cerrar por todo lo alto el espectáculo.
En definitiva: un concierto incontestable al que no se le puede poner ni un solo pero, ni en el sonido, ni en la ejecución, ni en la puesta en escena, ni en la entrega, ni, por supuesto, en el repertorio. Mikel Erentxun, trabajador incansable de la música, que lleva años dignificando el oficio y batiéndose el cobre en todo tipo de escenarios, saca pecho y se da el gustazo de una gira de altos vuelos. Un acto de justicia poética, un reconocimiento a su talento y perseverancia. Y, sobre todo, un placer inmenso para el público. Nadie debería perdérselo.