Mikel Erentxun: «Pensaba que el peso de Duncan Dhu, y el mío, era mucho menor del que es»

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«No hubiera hecho este proyecto si no hubiera tenido, al menos, el apoyo moral de Diego»

 

Celebrando sus más de treinta y cinco años de profesión y su recién anunciado premio Ondas a la trayectoria: así ha vivido Mikel Erentxun este mes de octubre. Arancha Moreno habla con él sobre su nuevo trabajo, Amigos de guardia.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: VÍCTOR VÉLEZ / WARNER.

 

Amigos de guardia no es solo una canción de El corredor de la suerte: también es el título del nuevo disco de Mikel Erentxun, ese que lleva mostrándonos, en jugosas y pequeñas dosis, desde el pasado invierno. Un doble cedé en el que brinda por su carrera acompañado de una veintena de amigos, desde Bunbury a Calamaro pasando por Quique González, Coque Malla, Anni B Sweet, Amaral, Miren Iza, Santi Balmes, Iván Ferreiro o su viejo compañero de aventuras Diego Vasallo. Un álbum producido por Ricky Falkner, grabado en tres intensos días de estudio junto a Xavi Molero (batería), Fernando Macaya (guitarras), Marina Iñesta (guitarras, coros) y Sergio Valdehita (pianos). Para hablar de estas nuevas versiones nos cita una mañana en la terraza del Hotel Riu Plaza España de Madrid. Una ocasión para celebrar, desde lo más alto, una carrera con tantos pisos y canciones como este gigantesco hotel.

 

Me hablaste de este disco hace ya un año. ¿Cuánto te ha costado esperar ese tiempo a que vea la luz?
Este disco podría salir dentro de cinco años o de diez, porque son canciones de toda la vida con una producción muy clásica, no tengo que explicar de qué hablan las letras… Si esto me pasa con un disco nuevo, como El hombre bala, me muero, porque tiene un discurso muy pegado al tiempo en el que lo grabas. Este disco no tiene ese discurso, tiene otro: la emoción de mirar hacia atrás, de repasar una trayectoria en compañía de gente a la que admiras, pero ese discurso es eterno. Por eso es tan actual como hace un año, aunque eso no quita que se me haya hecho larguísimo.

El primer single, “Intacto” con Quique González, salió en febrero. Es muy poco habitual hacer una campaña tan larga antes de que salga un disco.
Fue idea de la compañía y me pareció bien, más allá de que funcione o no, que parece que ha funcionado en términos digitales, porque anímicamente estaba ahí, la gente ya estaba oyendo cosas. Hemos tratado de que los adelantos enseñaran diferentes caras. Hay más. No son los que yo hubiera sacado, hay alguna zona que no hemos enseñado, pero bueno, así la descubre el público.

¿Qué otra zona hubieras enseñado antes de publicarlo?
Me hubiera gustado enseñar zonas más atrevidas, como Ángel Stanich haciendo un clásico como “Rozando la eternidad”, o a Miren [Iza, de Tulsa] cantando “Sé libre, sé mía”, una versión superalegre de una canción terrible que escribimos Rafael Berrio y yo hace mucho. Esa sí que estuvo a punto de salir. Pero los adelantos no son más que adelantos, al final lo que cuenta es el disco.

El orden de los factores no altera el producto, como nos decían en clase de matemáticas.
Creo que arrancamos muy bien, y me voy a poner la medalla, porque fue una elección mía y una apuesta difícil. En la compañía había quien defendía la idea de ir a caballo ganador, apostar por una canción conocida o con un intérprete muy grande, y ni “Intacto” ni Quique están en esos baremos. Quique tiene un respeto muy grande, pero no es un bestseller, e “Intacto” es una canción desconocida, o lo era. Pero la versión ha quedado impresionante, es de lo mejor del disco. Ese fue el argumento para convencer a la compañía, porque además refleja muy bien Amigos de guardia. No es un grandes éxitos, los artistas han elegido las canciones, entonces hay éxitos como “En algún lugar” y no éxitos como “Intacto”. Pero la foto de mis treinta y cinco años es mucho más real, porque una carrera no son solo los éxitos, son los éxitos, las rarezas, las caras B, las canciones de relleno… es todo un poco. Si hubiese elegido yo el repertorio sería otro, si lo hubiese elegido el A&R de Warner sería otro, pero lo han elegido los invitados y para mí es mucho más importante. “Intacto” fue una apertura fenomenal, un rendido homenaje que quisimos hacerle Quique y yo a Rafael Berrio, y una bonita manera de arrancar esta aventura.

Lo de pasarle el «marrón» de elegir las canciones a los invitados me parece una jugada maestra para no mojarte.
[Risas] Con algunos sí me mojé. Hubo gente que lo tuvo muy claro, como Eva Amaral, que cuando le llamé, antes de terminar de contarle la historia, me dijo: «Yo hago “Entre salitre y sudor”». Bunbury eligió “Veneno” antes de que se muriera Rafael. Sé que la compañía hubiera preferido que Bunbury hubiera hecho un hit, pero quiso hacer “Veneno” y ha hecho un hit de “Veneno”, que es todavía más difícil. Quique y Miren no habían elegido las que hicieron, pero al morir Rafael cambiaron de canción. Miren iba a hacer “Esos ojos negros”, pero eligió una de Rafael, la más rara, “Sé libre, sé mía”.

¿Y cuál iba a hacer Quique?
“Tiempo de descuento”, de mi último disco. No le veo, no me lo imagino en esa canción, que es muy poco americana, pero probablemente él tenía una versión en su cabeza y se veía dentro. Pero se cruzó la triste noticia de Rafael y cambió de opinión, afortunadamente. “Intacto” es un himno.

¿A quién le sugeriste tú la canción?
A Amaia fue la única a la que llamé y le propuse hacer directamente “Esos ojos negros”. Otros andaban perdidos y les hice una selección de canciones. Todos han decidido ellos, salvo Amaia. Bueno, podría haberme dicho que no quería hacer “Esos ojos negros”, pero le gustó, y es una gran casualidad, porque no conocía ni la canción ni el grupo.

Amaia es la invitada más joven del disco (nació en 1999), y “Esos ojos negros” (1986) una de las canciones más antiguas de este repertorio.
Ya sabes que soy una pequeña contradicción con piernas, y me daba pena que no hubiera ninguna del disco Canciones. La gente elige libremente, pasan cosas tan curiosas como que hay tres canciones de Eléctrica PKWY, que es un disco casi menor, y no había ninguna del disco Canciones. Eso me chirriaba un poco. Hablé con Warner: «Alguien tiene que hacer “Esos ojos negros” o “Cien gaviotas”, son dos canciones pilares en mi carrera y están en uno de mis tres mejores discos, probablemente». La compañía me sugirió que “Cien gaviotas” la hiciese Guitarricadelafuente, que “Ojos negros” la hiciese Amaia… así metía a alguien más joven. Yo no conocía a Amaia y vi un concierto en Movistar+ que me encantó, y eso que tenía todos los boletos para no gustarme, porque había estado en Eurovisión y OT, dos cosas que siempre pongo a parir cuando me preguntan.

Por eso no la conocías.
Porque desconozco ese mundo. Pero vi que había una artista mucho más allá, de hecho creo que ella quiere huir de todo aquello y está en todos los festivales indies. Decía: «No va a haber una chica OT en mi disco», y me respondían que Amaia había tocado en el Sonorama, que su sello discográfico era el de Benicàssim… Eso me importa bien poco, pero la escuché y me encantó. Me la imaginé en la cabeza cantando “Esos ojos negros”, y es como me la imaginaba. Yo quería que fuera una especie de Johnny Cash cantando con su hija, o con Emmylou Harris. Ahora mismo podríamos hacer un disco de música americana, porque ha encajado muy bien. Me gusta más la versión que la original.

 

«Bunbury me ha hecho cantar con una épica que no tengo habitualmente»

 

Hay varios discos que no están representados en este Amigos de guardia. De Duncan Dhu no están Por tierras escocesas (1985), Supernova (1991), Crepúsculo (2001) y El duelo (2013). ¿Duelen esas ausencias?
Sí. Andrés Calamaro fue uno de los artistas más difíciles de conseguir simplemente porque es de los más difíciles de contactar. Me dijo que le apetecía un montón, pero que eligiese yo. Me pidió que le mandara unas cuantas y le envié “Siempre”, de Crepúsculo, “La herida”, “La última canción” de El duelo, “A tientas”…

Ahí apuntaste en dirección a Duncan Dhu, claramente.
Solo le envié una mía, “El hombre que hay en mí”, que me gusta mucho y no la ha cantado nadie. Y eligió “A tientas”.

Tu discografía solista sí está más representada. Solo faltan dos: Te dejas ver (2000) y El corredor de la suerte (2006).
Hay más canciones mías, y no ha sido voluntario.

Si no las has elegido tú, es la constatación de que tu carrera en solitario está muy viva, porque la gente está decantándose por tu repertorio.
Hay una representación importante de mi obra reciente, y eso me llena de orgullo. Parece que todo el mundo va a ir a los superclásicos, y no, hay mucha más obra reciente que obra vieja. Es muy difícil resumir veintisiete discos en veinte canciones.

Las cuentas no salen, para empezar.
No salen. Y la compañía quería un disco sencillo, luego conseguí que fueran dieciséis canciones, y llegar hasta veinte fue complicado. Ahora, que ha pasado un año, habría llamado a algún artista más. No me sobra ninguno, los que están son top, pero me da pena no haber llamado a Carlos Tarque, creo que hubiera encajado muy bien. Pau Donés no está por razones obvias, pero estaba en la lista.

¿La lista responde a amigos, compañeros de oficio, artistas con los que podrías llegar a sitios nuevos…?
El denominador común es gente que me gusta. No conocía a Abraham Boba, Ángel Stanich, Viva Suecia… pero son los discos que escucho en mi casa. Ángel Stanich es el descubrimiento de la década para mí, tenía que estar. He sentido el respeto de gente que no conocía: Xoel López, Viva Suecia, Anni B Sweet… En el sector que viene de la independencia, que son más jóvenes que yo, he visto un respeto que no me esperaba y me hace saltar las lágrimas. Siempre he pensado que el peso específico de Duncan Dhu, y el mío, era mucho menor del que es. Me he llevado una gran dosis de autoestima.

En el disco hay compañeros de generación, como Bunbury, Calamaro, Diego o Juan Aguirre; otros un poco más jóvenes, como Coque Malla, Iván Ferreiro, Santi Balmes, Eva Amaral o Quique González… pero el grueso son invitados que pudieron crecer con Duncan Dhu, al menos por edad: Zahara, Leiva, Amaia, Víctor Cabezuelo, Miren Iza, Anni, Maika, Marc Ros, Xoel, Nina, Stanich, Izaro, Abraham Boba, Rafa y Alberto de Viva Suecia… Por eso me sorprende que casi todos los más jóvenes hayan apostado por canciones de tu etapa solista.
No sé muy bien qué ha pasado, pero lo que ha pasado ha estado muy bien. Creo que otra compañía hubiera metido la mano de inmediato: «Llama a Fito, llama a Dani Martín…», figuras muy consagradas. Pero no ha existido esa presión, ha habido libertad absoluta. Esto está basado en mis gustos personales, no sabía cómo iba a funcionar, porque puede gustarme mucho un artista y que cante conmigo y no cuadrar, pero todos los dúos son bastante naturales. Si nos volviesen a confinar y este disco no viese la luz, solamente haber grabado tres días con todos ellos, cantando en directo mis canciones, ya es algo que no tiene precio. Yo hubiera pagado mucho dinero por hacer lo que he hecho. Eso vale una vida.

Artísticamente ha sido muy enriquecedor.
Ha sido gigantesco. No me imaginaba que Abraham Boba cantaba tan bien, porque él casi recita en sus discos. Se puso a cantar y a sugerir armonías y fue todo un descubrimiento. Es un crooner, me gustó mucho. Con Ángel fue divertidísimo, no quería hacer un par de cosas que hacía en la original Colin Vearncombe [de Black], pero se fue viniendo arriba y las acabó haciendo. Le mandé la premezcla y esa parte la pusimos bajito, y Ángel nos dijo: «Me encanta, ¡pero subid el gritito ese!». ¡Cabrón, si no lo querías hacer! Todo el mundo puso muchísima energía. Creo que se nota. La banda fue maravillosa, un bandón irrepetible. Ricky hizo una labor excelente, su producción es exquisita. Su gran labor es coger canciones muy dispersas y darles una unidad de producción, que todas formen parte de la misma familia. Si no conoces mi discografía y te doy este disco y no te digo nada, no sabes que hay canciones de más de treinta años. Quizá las letras te puedan delatar, porque algunas son un poco más naíf, pero musicalmente suena a ahora. “Esos ojos negros” e “Intacto” no chirrían y se llevan treinta años.

¿Vuestro punto de partida era buscar esa homogeneidad en el sonido?
Teníamos un punto de partida, siempre trabajo con objetivos. Hasta en la portada están El último vals y The Band, una de mis bandas favoritas. Quería sonar muy clásico, por eso está Mole, el batería más parecido a Levon Helm que conozco. De Ricky pensaba: «Este viene de la independencia y no va a saber quién es Rick Danko», y es un puto fan de The Band, como yo. Hicimos una banda muy clásica, traje a dos miembros de mi banda, Macaya y Marina, y él trajo al resto. Todos han mamado la música clásica menos Marina, que es una esponja. El disco suena bastante atemporal. Hay dos corrientes dentro del disco. El mundo americana, donde están “Intacto”, “Esos ojos negros”, “Quién se acuerda de ti”… La otra mitad del disco tiene un punto ochenta actualizado, porque a Ricky le encantaba. “En algún lugar”, por ejemplo. Desde que la grabé he renegado de la épica ochentera que tenía, le quitaba toda la intro, pero Ricky me decía: «Yo he crecido con esto, ¡no me quites esto!». Tiene un punto ochentero, pero no rancio, más The War on Drugs. Hay canciones que han cambiado mucho, otras han tenido cambios sutiles. Decir que todas han mejorado es muy osado, pero en general han ganado y no es una relectura gratuita. Nunca me han gustado los discos de gente que ha regrabado sus canciones. Lo hizo Julio Iglesias y me pareció horrible, Raphael lo ha hecho… pero me gusta mucho más este “En algún lugar” que el original.

¿Cuál es la que más ha mutado de la versión original?
“Esos ojos negros”, “Sé libre, sé mía”, “A tu lado”… Hay una tercera corriente, al hilo de estas dos últimas canciones, que es la de Fleetwood Mac. Teníamos a The Band, a Fleetwood Mac y a The War on Drugs. En este disco no están los Beatles y Bob Dylan, a sugerencia de Ricky, que decía que los he metido siempre. Con Paco Loco he coproducido, pero aquí me apetecía que otro productor tomase las riendas. El mérito de que el disco suene así es suyo.

Muchas de estas canciones están muy instaladas en la memoria colectiva de la gente. Darle una nueva visión a eso es muy complicado.
Con algunos adelantos, como “En algún lugar” o “Esos ojos negros”, podía haberle chirriado al sector fan, y no. No he leído una crítica mala de un fan de esas canciones. Habrá con alguna que sí lloverán. “Rozando la eternidad” con Stanich es controvertida. A mí me parece genial, pero gente cercana me ha dicho que se la ha cargado. Al revés: la ha dotado de una personalidad que te cagas.

Hay timbres que marcan mucho, y el de Stanich es uno de ellos.
A Ángel o lo amas o lo odias, y yo lo amo. Me sorprendió su elección, estaba un poco perdido y le sugerí canciones mías, como “Cartas de amor”, pero no se veía. Le gustaban dos temas de Duncan Dhu.

Para este tipo de proyectos es bueno contar con ladrones de guante blanco, y tienes a Iván Ferreiro, que es uno de los mejores.
Sí. Le dije que no podíamos hacer “De espaldas a mí”, ya la hemos grabado y la hemos tocado en directo una docena de veces, y le propuse un montón, pero dijo que no, que quería hacer “De espaldas a mí”. Su explicación me encantó: «El primer artista que creyó en mí fuiste tú, el primero que me llamó para colaborar fuiste tú con esta canción. Te estaré eternamente agradecido y quiero hacer esta canción porque para mí significa mucho».

«Podía haber sido un horror, algo hortera o el típico disco de duetos, pero hemos conseguido algo creíble»

Una canción de 1995, de El abrazo del erizo. Por una cuestión emocional, en este caso.
Sí, le hemos hecho un lavado de cara. Es otra versión, tiene más protagonismo que en el concierto del Victoria Eugenia. Como me gustó mucho el dúo que hizo con Coque Malla, le veía haciendo “Tú”, de Corazones, un baladón, pero no. Lo de Coque es medio lógico, porque justo antes de la pandemia se subió a cantar conmigo “A un minuto de ti” en la sala But, en Madrid.

Coque Malla podría haber elegido alguna más antigua, porque sois casi compañeros de generación. Los dos empezasteis con vuestras bandas a mediados de los ochenta, pero eligió una de tu repertorio.
Sí. Hubo una que eligió mucha gente, “Mañana”. Zahara la eligió de las primeras, y luego apareció Leiva y dijo que quería hacerla también. Le mandé doce canciones, pero quería “Mañana”. Al final les sugerí hacerla los tres y les pareció bien.

¿Esa es la tónica habitual en los tríos de este disco? ¿Son artistas enamorados de la misma canción?
Eso solo pasó en “Mañana”. Juan Aguirre quería hacer “Esta luz nunca se apagará” la cantase quien la cantase, porque ama esa canción y a los Smiths. La historia de Víctor Cabezuelo es distinta: ya estaba el disco grabado, a falta de la mezcla, y “En algún lugar” estaba hecha pero la veía incompleta. De repente, un día, corriendo…

¿Corriendo literalmente?
Sí, las buenas ideas siempre salen corriendo. Un día me saltaron los Rufus y dije: «Coño, ¡claro!, los he tenido aquí delante todo el rato». Llegué a casa, llamé a Víctor y le pregunté si le apetecía hacer el solo de “En algún lugar”. Al día siguiente tenía en mi casa las guitarras y los teclados, maravilloso. Quitamos los que teníamos y metimos los de Víctor. Santi Balmes grabó la canción sin saber que luego iba a estar Víctor. Me da pena que no haya cantado, porque canta muy bien.

El que no podía faltar era Diego Vasallo, que te acompaña en una canción tuya, “¿Quién se acuerda de ti?”.
Diego merece capítulo aparte. No hubiera hecho este proyecto si no hubiera tenido, al menos, el apoyo moral de Diego. Yo sabía que Duncan Dhu iba a tener un peso específico muy grande en este proyecto, aunque al final ha tenido un peso menor del que esperaba. Le conté el proyecto a Diego y le pareció genial, y llamé a mi mánager y amigo, Íñigo Argomániz, y le dije: «Ya puedo hacer el disco». Más adelante surgió la colaboración. No solo me dio su bendición, también estuvo. Me encantó, y encima eligió una canción que no era de Duncan Dhu. Lo fácil hubiera sido hacer “Rosa gris”, pero eligió una canción en la que, a priori, yo no le veía. Me dijo que la íbamos a cambiar mucho, fue el único que me mandaba maquetas. El comienzo es el mismo que me mandó. Le quitó el rollo dancing, Oasis, noventero y la llevó a su terreno. Si grabásemos ahora un disco Duncan Dhu, creo que sonaría como esa canción.

¿La grabó en Madrid contigo?
No, la grabamos juntos pero en San Sebastián, por el COVID. Todos iban a venir a Madrid, salvo Bunbury que la mandó desde Los Ángeles y Calamaro desde Argentina. Pero surgieron tres bajas de última hora: Leiva, que es hiperhipocondríaco y le daba miedo salir de su estudio, así que la grabó en su estudio; Santi Balmes no quería salir de Barcelona y lo grabó allí, y Diego no quería salir de San Sebastián y lo grabó en San Sebastián, pero la grabé allí con él, cara a cara.

«Me gustaría grabar el verano que viene, y tendré que hacer como El salmón, ¡porque ahora mismo tengo ya para un triple!»

Grabar un disco así, cantando juntos, se nota en el resultado.
Sí se nota. Lo único bueno de grabar por separado es que tenemos la toma completa de toda la canción.

Les hiciste trabajar el triple.
Claro, porque la parte de cada uno se decidía en directo. Los que no vinieron mandaron la canción entera. Bunbury la mandó como si fuera una canción para su disco, totalmente cerrada, terminada, con coros… la hizo muy épica. Todos los cantantes me han llevado a su terreno, y Bunbury me ha hecho cantar con una épica que no tengo habitualmente. Los que cantan muy arriba me hacen venirme abajo, yo me encuentro más natural con Vasallo, con los que cantan así, más natural.

O sea, que los invitados te han sacado a ti de tu zona de confort, en vez de ser al revés.
Sí. Eso ha estado muy bien, yo me he amoldado más al invitado que él a mí. El invitado se amolda mucho, porque la canción no es suya, pero yo he hecho un ejercicio muy importante, he tratado de meterme en la piel del otro. He intentado que la voz importante fuera la suya, por eso prefería que el invitado arrancase. Si no pasa en alguna es porque me dijeron que prefería que empezase yo. Los tímidos, como Nina.

Por la versión de Nina (Morgan), de “El mejor de mis días”, te iba a preguntar.
Nina es hipertímida y quería que empezase yo. Le costó más soltarse por timidez, pero cuando empezó a sonar a ella la canción ganó. Anni B Sweet es muy tímida, y Amaia. Las chicas, en general. Iván llegó y arrasó. Xoel canta muy muy bien, le da mucha lírica a una canción muy sencilla, esa canción ha ganado muchísimo.

Ya hemos hablado de la presencia de Rafael Berrio en el disco, a través de “Intacto”, “Veneno” y “Sé libre, sé mía”. Amigos de guardia reivindica tu carrera, a tus invitados y a Berrio, que sin estar, está.
Efectivamente. Berrio, Cormán y Vasallo, como autores, están en este compendio. Rafa ya no está, pero está muy presente. Voy a luchar porque “Sé libre, sé mía” sea single también.

¿Llegó a saber Berrio que ibas a hacer este disco?
No. No se lo llegué a comentar, ni a Pau Donés tampoco. Estaban muy mal los dos cuando empecé con este proyecto. Con Rafa hablé unos días antes de morir, me dijo que estaba mejor, que iba a volver a casa, pero se murió a los seis días. Fue muy sorpresivo. También hablé con el entorno de Pau y me dijeron que estaba muy mal. Lo viví muy de cerca y me tocó mucho, todos los días hablaba con él por mensaje, le grabé “Agua” y se la mandé. Vi el deterioro final y me llegó al alma. “Agua” ya forma parte de mi repertorio, ya la he hecho mía.

¿Tienes clavada la espina de no haber podido grabar este disco como tenías pensado, en un auditorio y celebrándolo ante el público?
Sí, y quiero resarcirme. La gira arranca en enero y me gustaría cerrarla en Madrid, con invitados, y grabarlo en directo, lo que íbamos a hacer en un principio. Me imagino que los veinticuatro será misión imposible, pero juntar al mayor número de invitados y cerrar el proyecto con ese concierto. A los primeros que llamé, que fueron Bunbury, Balmes, Coque o Zahara, les hablé de un concierto, porque era la idea original. Luego la idea mutó, y el objetivo era un Ajuste de cuentas como el de Quique González, en un estudio, con sesenta personas. A la gente, grabar un disco en directo le asusta bastante, prefieren ir a un estudio. Así vendí mejor el producto, y cuando les dije que no iba a haber público, todavía mejor.

¿Fue idea tuya este disco?
Totalmente. A Warner le pareció muy goloso, se apuntaron enseguida. Nunca había visto a la compañía tan contenta con un disco mío, también porque llevo tres discos con Paco Loco en el alambre y esto lo ven mucho más vendible [risas]. Podía haber sido un horror, algo hortera o el típico disco de duetos, pero hemos conseguido algo creíble. Es un disco cien por cien honesto, siendo un disco muy convencional. Es el sitio donde está ahora Quique González, que ha hecho un disco maravilloso, con un sonido clásico. Por encima del mainstream y del indie están los clásicos, y me gustaría pensar que estoy ahí, donde están Quique, Bunbury, Coque Malla…

La última: este disco viene después de una trilogía, y en él miras al pasado desde el presente. ¿Hacia dónde vas a mirar ahora?
No lo sé, pero me ha venido muy bien, porque no he tenido que pensar en un nuevo disco, que es mucho más complejo. Esto ha requerido un esfuerzo físico, pero creativamente hablando en un disco menor. Mi músculo creativo está reposando, llenándose de sangre nueva. Tengo ya muchas canciones, muchas ideas, pero no tengo la presión de grabar mañana. Me gustaría sacar el próximo dentro de un año. Este disco tampoco tiene tanto recorrido, aunque fuera un hit no quiero que sea Papito y estar siete años con esto. Me gustaría grabar el verano que viene, y tendré que hacer como El salmón, ¡porque ahora mismo tengo ya para un triple! Diego me dice que tengo que hacer All things must pass, un disco triple. Eso es lo que tengo ahora en la cabeza, de aquí al verano que viene, ya veremos.

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