«Fue una retirada intermitente, una jubilación interruptus, porque lo que hice fue cantar en discos de los amigos: Quique González, M Clan, Lapido…»
Sobre un escenario y burlándose de su falsa retirada en su nueva canción, “Hola, Ríos, hello”: así ha celebrado Miguel Ríos su 77 cumpleaños ante los medios de comunicación. Por Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.
«Tenía anotado en un antiguo diario / no envejecer nunca en el escenario / y cuando quise parar / me dio el blues de la tercera edad». Así, riéndose de su propio devenir escénico, se ha presentado Miguel Ríos ante la prensa para celebrar su 77 cumpleaños. Lo ha hecho entonando su nueva canción, la irónica “Hola Ríos, hello”, en la que se burla de su falsa retirada, anunciada hace ya doce años. Porque no, no tiene ninguna intención de abandonar ni el micrófono ni las tablas. Es más, a estas alturas del partido ha decidido aferrarse a un nuevo instrumento: en la presentación de la gira de Un largo tiempo, su nuevo disco, se ha estrenado ¡tocando la guitarra! Y se ha disculpado por la osadía de lanzarse ahora por primera vez a las cuerdas: «Si me viera Bruce…», ha murmurado.
Ríos ha soplado las velas en plena forma, reconciliado con la música y recibiendo a unas musas que tiempo atrás le habían abandonado. «Necesitar, necesitar volver… tampoco lo pongamos en plan cruzada. Pero he vuelto porque tenía canciones. Una de las cosas que me empujó a irme fue que me costaba muchísimo trabajo tener canciones. Era terrible, el primer disco que hice con Jose Nortes, Solo o en compañía de otros, adolece realmente de que no encontraba canciones buenas, ni me salían a mí ni me las daban los compañeros». Pero su historia, como la sombra del ciprés, es «alargada», y cuando lo quería dejar «me llamaban los compañeros y me decían “venga, vente a echar un cantecito”». Así que nunca se fue del todo. «Fue una retirada intermitente, una jubilación interruptus, porque lo que hice fue cantar inmediatamente después en discos de los amigos: Quique González, M Clan, Lapido… y El gusto es nuestro llamó, y claro, no puedes decirle que no a esa maravilla. Luego hice la Symphonic Ríos, hasta 2018, una gira con una orquesta de cincuenta tíos más Black Betty, la banda rockera», reconstruye. Por eso, por más que los periodistas le pregunten cómo ha sobrellevado este largo tiempo sin tocar, en realidad no se ha alejado de su profesión en ningún momento. Lleva un par de años sin girar por las circunstancias, tiempo que ha aprovechado para grabar un disco de canciones nuevas y preparar sus próximos directos.
«Ahora lo afronto con mucha mejor técnica, mucha mejor capacidad emocional, mental, incluso para estar sentado, física»
Decidido a ser él quien hiciese hoy el regalo a la prensa, Ríos se ha acompañado del Black Betty Trío —en realidad, cuarteto— sobre el escenario de la añorada Galileo Galilei, hermoso templo madrileño que acaba de reabrir sus puertas después de un angustioso cierre pandémico. Apoyado por la guitarra —y la sonrisa— de José Nortes (productor y compositor también de este disco) y el piano de Luis Prado, sus dos músicos de apoyo de la última década, a los que se han sumado el violín de Manu Clavijo y el pedal steel y la mandolina de Gaby Pérez, las últimas incorporaciones. Con ellos ha interpretado —además de la citada “Hola, Ríos, hello”— “El blues de la tercera edad”, una canción que Miguel escribió con Nortes para «homenajear a las mujeres de mi generación que se empoderaron hace mucho tiempo, fueron las que empezaron a romper brechas en el feminismo» y “La estirpe de Caín”, una mirada desde el confinamiento que sufrimos el año pasado y en la que ha empuñado la guitarra por primera vez en un escenario. Una imagen que no esperábamos ver y que nos ha regalado este inesperado encierro.
En apenas unos días, Ríos volverá a vivir en la carretera. Estrenará la gira en el Starlite de Marbella (el 19 de julio) y pasará, entre otros lugares, por Valencia (1 de julio), Madrid (Noches del Botánico, 4 de julio) y Barcelona (Festival Pedralbes, 18 de julio). Y sonará como ha sonado sobre el escenario de la Galileo: cálido pero rugoso, minimalista pero rico, con su eterna y reconfortante voz de blues barriendo hasta la última mota de polvo del rincón. Está convencido de que va a funcionar: «Con este formato va a ser muy emocionante. Lo probamos con el trío en el Teatro Monumental, tengo la grabación de ese día y la gente se lo pasó increíble», dice del primer aperitivo de una gira que le motiva, entre otras cosas, porque «brinda otra oportunidad sónica de hacer canciones nuevas y canciones antiguas». Y porque sabe exactamente cómo estar en plena forma: «Con 77 años lo que he aprendido es a cuidarme. Ahora lo afronto con mucha mejor técnica, mucha mejor capacidad emocional, mental, incluso para estar sentado, física».
«Nadie pensaba que un rockero iba a llegar a viejo, porque a la velocidad de los sicotrópicos era difícil de mantener»
El gurú más longevo de nuestro rock sigue siendo un oráculo para entender la evolución del género. ¿El rock ha quedado en manos de septuagenarios como Bryan Ferry, Patti Smith o Elvis Costello?, le pregunta un compañero. Y Ríos medita sobre un género que nació con caducidad de la juventud, pero que década a década ha demostrado su capacidad de resiliencia. Aquella fugacidad que se le adjudicaba al rock es historia, a pesar de lo que se pensaba en los sesenta: «A la marcha que llevábamos, probablemente nadie pensaba que un rockero iba a llegar a viejo, porque a la velocidad de los sicotrópicos era difícil de mantener. Nadie quiere morirse, ¡es de mala educación, tío!».
«Hace diez años bajé de la noria / pero el oficio escribe mi historia / ahora me he vuelto a enganchar / probé el veneno y no me puedo curar», escribe Ríos en su nueva canción. Con esa idea abandonamos Galileo, con la adicción corriendo libremente por las venas. Convencidos de que su autor ya no tendrá que explicar por enésima vez por qué vuelve y por qué se fue. Porque, como bien sabe Miguel Ríos, no hay respuesta más contundente que una buena canción.