¿Qué une al Rey del Rock y al Rey del Pop? ¿Qué elementos comunes compartían Jackson y Presley? Javier Márquez analiza en este texto las similitudes entre la vida y la muerte de ambos.
Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
Michael Jackson es el gran protagonista mediático de las últimas semanas, y todo apunta a que el asunto seguirá dando de sí. Y es que el morbo, ya se sabe, es lo que tiene. Las circunstancias de la muerte, el rimbombante sepelio, las disputas familiares, la investigación policial, el desconsuelo de los fieles… Todo ha sido objeto de amplia cobertura mediática, y todo remite a infinidad de cruces entre las vidas y leyendas de dos hombres que nunca llegaron a encontrarse cara a cara pero que compartieron –y aún comparten– demasiadas circunstancias. El otro sujeto, claro, es Elvis Presley.
Para empezar, ambos fueron coronados por el público y refrendados por la historia. El rey del rock y el rey del pop. Nadie se ha atrevido a poner en duda tales títulos, ni en el peor momento de cualquiera de sus carreras ni en el mejor de cualquier otro artista. Como si fuese un título para la eternidad, los dos monarcas de la música popular compiten ahora en igualdad de condiciones. Todo son cifras tras la muerte de Michael Jackson, y buena parte de ellas hacen referencia a cuánto vendía en vida y cuánto está recaudando en muerte. Y es que en el mundo del espectáculo, pocas cosas hay más rentable que los difuntos.
No cabe duda de que con Jackson ocurrirá algo parecido a lo que ya pasó con Elvis, quien ha llegado a tener un sello propio –Follow That Dream– dedicado en exclusiva a la edición de directos y rarezas varias; cientos de grabaciones que en el caso de cualquier otro cantante jamás saldrían a la luz de manera oficial, y que en el caso del de Memphis circulan sin problemas entre los aficionados, enriqueciendo como siempre a la compungida familia.
Y con ello llegamos a uno de los cruces más singulares entre ambos artistas, pues quien fuera amada hija de Elvis Presley, Lisa Marie, acabó convirtiéndose en la señora de Jackson, no se sabe muy bien si por amor o más bien por un arreglo de conveniencia que favorecería especialmente a un Michael destrozado por las críticas de supuestos abusos a menores en su rancho Nerverland.
Esa “Tierra de nunca jamás” es otro de los reflejos compartidos por Elvis y Michael. Ninguno de los dos quería crecer. Ambos eran hombres que se comportaban como niños (Elvis) o querían estar constantemente rodadeados por éstos (Michael). Y para que nadie rompiera su fantasía, cada uno se creo un mundo propio a su alrededor, Neverland en el caso de Jackson, Graceland en el de Presley. Eran sus hogares y mucho más. Eran los sitios donde nadie podía tocarlos, donde podían ser ellos mismos y no las superestrellas que todos ansiaban ver. Allí, Elvis y Michael podían sentirse seres humanos, descargando durante un tiempo la pesada losa de la popularidad planetaria.
Cada cual en su casa de los sueños, se comportaba como un niño. Comían cuanto querían, jugaban con amigos cuarentones y disfrutaban de atracciones de feria. Ambos parecían querer recuperar el tiempo perdido en una infancia marcada por padres demasiado duros y madres demasiado dulces. Se sentían tan cómodos, tan seguros en esos reductos personales, que poco a poco, en ambos casos, acabaron encerrándose en ellos para salir sólo cuando era imprescindible. En el caso de Jackson, incluso, llegando a limitar sus apariciones públicas hasta el extremo de desatar todo tipo de habladurías sobre su salud.
Las dos estrellas combinaban la paz que encontraban en esos refugios con un alarmante consumo de pastillas. Ninguno de los dos se consideraba un drogadicto, dado que los medicamentos a los que recurrían eran recetados por médicos y adquiridos con plena legalidad. Sin embargo, es difícil que cualquier persona de a pie llegue a tener acceso a tanta y tan variada cantidad de medicamentos como la tuvieron Elvis y Michael. Ambos se aseguraban de tener siempre cerca a médicos y enfermeras que les suministraran los fármacos necesarios para afrontar diversos males, comunes algunos de ellos, como el insomnio.
¿Qué fue lo que mató a los reyes del pop y el rock? A priori, un consumo excesivo de pastillas, aunque en el caso de Jackson, el caso sigue abierto. La cuestión a responder, en todo caso, sería saber qué les llevó a ese consumo enfermizo de píldoras que acabaría empujándoles a tan trágico final compartido. La visión más romántica apunta a creer que fue la necesidad de luchar contra sus propio mitos. Está claro que ambos sólo se sentían felices, realizados, cuando estaban en el escenario. Allí, como en sus mansiones, nadie podía alcanzarlos. Pero cuando descendían de él, parece que la responsabilidad de ser reyes de la música popular pesaba demasiado como para sobrellevarla sin ayuda.
En cualquier caso, los dos reyes han muerto. Aunque sus tronos permanecerán ocupados para siempre por el recuerdo de sus respectivos talentos.