DISCOS
«Pop sin prejuicios, vitaminado, que dota a todas las canciones de un ritmo trotón y garboso, funcionando con las melodías como el mecanismo de una catarata»
Venturi
Mi estúpida opinión
OSO POLITA, 2018
Texto: CÉSAR PRIETO.
Si algo se puede decir del debut de los madrileños Venturi, en activo desde 2013, es que su propuesta es pop a raudales. Sin prejuicios, vitaminado, dotando a todas las canciones de un ritmo trotón y garboso, funcionando con las melodías como el mecanismo de una catarata, llevando las guitarras a riffs certeros y disparando con los coros. Un disco corto, siete canciones que dejan con ganas de que sigan asaltándonos con su bien entendida manera de conducir las emociones bajo el formato de canción.
Ya desde el principio se aprecian estas coordenadas: “Mi estúpida opinión”, el single elegido tiene ese diseño trazado con escuadra o cartabón de grupos zaragozanos como Tachenko o La Costa Brava, mientras que el riff magnético, la voz juvenil y la energía consistente de “Juro resistir”, se acercan a los primeros discos de Los Ronaldos, por poner referentes patrios, o a Franz Ferdinand o Arctic Monkeys, para los más devotos del pop anglosajón.
A partir de aquí, el ritmo del disco coge velocidad de crucero. “Vienen a vernos” es nerviosa, descarada, y en la cuarta —ufff, ya hemos pasado la mitad—, “Paro mi caballo”, los coros ya actúan potentes entre selvas de guitarras cortantes.
Quedan las rodajas mejores. “Tiovivo”, donde apuntan cuestiones sociales en medio de un corpus de letras que tratan de emociones juveniles, está llena de refrescante magnetismo, desparpajo, electricidad desbordante. La medida de que una canción pop es buena es que dé la impresión de que el estilo se acaba de inventar, y “Tiovivo” tiene ese espíritu del descubrimiento primigenio. Y al llegar a “Vámonos al centro” ya ha calado irremediablemente el desparpajo, y esos coros que van echando ráfagas de “bang bang” no pueden ser más adictivos.
Un acierto la creación del nuevo sello que los edita, Oso Polita, y un acierto la selección de las cuatro primeras referencias que han aparecido a la vez y de las que por lo menos dos, el de Garbayo —ya referenciado en estas páginas— y el de Venturi son palabras mayores. A estos que reseñamos se los ha comparado a Lori Meyers o a Izal, y este cronista ve que, si no estuviera enterrada en la historia del pop como un estilo ya encajonado, se diría que el desparpajo de la new wave, el punk como mecanismo para tirar adelante canciones pop, es lo que sostiene estos siete cortes plagados de vitaminas sonoras.
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Anterior crítica de discos: Two late, de Tim Staffell.