MGMT: «Nos hemos sentido rehenes de las expectativas de otros, pero no de nosotros mismos»

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«Lo más psicodélico de este nuevo disco es esa noción de que no hay a dónde escapar, te enfrentas a algo que no puedes eludir»

 

Se dieron a conocer a principios de siglo como The Management, y desde hace un tiempo, MGMT se ha convertido en una de las propuestas indies y psicodélicas más interesantes de Estados Unidos. Carlos Pérez de Ziriza charla con ellos.

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.
Fotos: CORTESÍA DE MGMT.

 

Fueron uno de los dúos de moda del indie pop psicodélico y levemente electrónico de la primera década de siglo y parte de la siguiente. Varios millones de discos vendidos y cientos de millones de reproducciones en streaming. Canciones omnipresentes como “Time to pretend” o “Kids”, que sonaban hasta hartarse de sí mismas en cualquier carpa de festival. MGMT parecen alejarse de aquel fulgor, pero siguen editando discos como el recién publicado Loss of life (Mom + Pop/Popstock!, 2024), un quinto álbum que no necesita hits para volver a estimular. Andrew VanWyngarden me atiende desde Nueva York y Ben Goldwasser lo hace desde Connecticut, a través de dos pantallitas que emergen, junto a la mía, en el PC, en una charla a tres bandas.

 

Cinco años desde vuestro último disco. ¿Qué habéis estado haciendo?
Andrew VanWyngarden:
Bueno, en realidad no es tanto tiempo. Si echas un vistazo a la publicación de nuestros álbumes, normalmente pasan cuatro años entre ellos. Estuvimos girando con las canciones de Little dark age (2018) hasta finales de 2019: Mexico, Japón, el sureste asiático… y llegaron el Covid y el confinamiento. También finalizaba nuestro contrato con Columbia. Todo se paró. Y fue la primera vez en mucho tiempo que pudimos resetear y vivir una vida normal. Llevamos más de diez años, desde 2007, metidos en esta rueda. Hubo muchas cosas que supusieron un desafío durante la pandemia, pero creo que a Ben y a mí nos dio la oportunidad de regenerarnos, centrarnos más en asuntos domésticos y en nosotros mismos. Gozar de un momento más reflexivo. Ese fue el comienzo de este paréntesis de cinco años. Nos volvimos a juntar para hacer música en 2021, para un par de sesiones de grabación, pero sin que las cosas cuajaran aún. En 2022, hace un par de años, en invierno, nos pusimos a trabajar alrededor de la idea de este disco: cómo sería, cuáles serían el mensaje y la intención. Un año después lo teníamos mezclado. Lo que intento decir es que, aunque parece un lapso de tiempo muy amplio, el trabajo en realidad fluyó muy rápido.

No vivisteis la pandemia con ansiedad.
Andrew:
Sí, claro que la sentimos. Me recordó a la época en la que Ben y yo nos conocimos, con 18 años al empezar la Universidad: fue justo después del 11 de septiembre de 2001. Esa sensación de irrealidad, de que el mundo se resquebraja. Por un lado fue muy angustioso, nos aportó mucho estrés y paranoia, al menos a mí, pero al mismo tiempo, Ben y yo extrajimos cierto estímulo. El universo entero estaba cambiando. Nosotros nos conocimos también en un momento similar, durante el que tuvimos nuestras primeras experiencias psicodélicas, en las que recurres al humor absurdo para sobrellevar esos momentos de extrema e intensa ansiedad. Esa es en cierto modo la base de nuestra música, y aún nos aferramos a ella [risas].

De hecho, este disco suena muy psicodélico, y posiblemente esa sea la mejor forma de sobrellevar el tiempo que vivimos. La música como escapismo ante la realidad, no solo la de 2020 sino también la de 2023 o 2024.
Andrew:
Es curioso que utilices la palabra «escapismo», porque creo que lo es en el sentido de adentrarte en una fantasía, eso de ver las cosas desde otra perspectiva, pero al mismo tiempo creo que lo más psicodélico de este nuevo disco es esa noción de que no hay a dónde escapar, de que te enfrentas a algo que no puedes eludir: has de afrontarlo y procesarlo. Y ese es el sentimiento que prevalece en algunas de estas canciones: nos hacemos mayores, miramos atrás y nos damos cuenta de que hay cosas que no van a volver, y otras que tenemos que afrontar, y hacerlo de la forma más directa posible.

Esto que dices me recuerda una cosa: esta semana he visto una serie de televisión basada en unos relatos de Stephen King, y como no soy muy fan del terror y la fantasía, mi mujer siempre me dice que debería valorarlos más porque también hablan sobre nuestra realidad. Algo parecido puede pasar con música como la vuestra y la utilización de la psicodelia.
Ben Goldwasser:
Estoy completamente de acuerdo con eso. Justo ayer lo hablaba con alguien: a veces me frustra cuando alguien ve una película y se obsesiona con la idea de captar a la perfección lo que el director ha querido decir, en lugar de dejarse llevar por la experiencia completa y centrarse simplemente en cómo les ha hecho sentir. Y eso tiene su paralelismo con la experiencia psicodélica, como algo compartido entre personas. A veces puede ser más profundo notar que no eres la única persona en sentirse así, aunque no lo puedas describir con palabras.

Os ha producido Patrick Wimberly (Chairlift, Solange, Ellie Goulding, Empress Of). ¿Qué ha aportado?
Andrew:
Trabajamos con él en Little dark age (2018), es amigo desde hace mucho tiempo y un músico al que admiramos. En este álbum está acreditado como productor ejecutivo, y creo que su rol fue más de facilitar cosas, de hacer de padre del proyecto, de hacer que las cosas ocurran. Nos juntó con diferentes colaboradores y nos ayudó en términos de producción más tradicionales, pero también creo que este ha sido un momento en el que Ben y yo nos hemos dado la oportunidad de abrirnos a otros colaboradores y, al mismo tiempo, desarrollar nuestra pasión por la mezcla y la producción. De alguna manera es un disco producido por Patrick, pero es también una fiesta a la que nos hemos dado el lujo de invitar a más gente, por decirlo así.

¿Cómo surgió la colaboración con Christine, de Christine and the Queens? Si no me equivoco, es la primera en un disco vuestro.
Ben:
Sí, como responsabilidad vocal compartida, lo es. Fue muy guay. No fue como juntarse todos en un estudio, porque se hizo a distancia, pero la sentimos como una colaboración de verdad. Es algo que no hubiéramos dejado que sucediera en otro punto de nuestra carrera, y creo que es un signo de madurez. Estamos aprendiendo a no obsesionarnos con el control sobre todo el proceso, y a permitir que otras influencias moldeen muestra música. Y muy contentos de cómo salió.

Andrew: Manteníamos contacto con Christine desde hace unos años, somos fans suyos y ella es fan nuestra, pero nunca se había dado el timing para una colaboración, y esta vez teníamos la idea de la canción, “Dancing in Babylon”, ya madurada, aunque pasó por muchas fases, pero muy pronto supimos que debía ser un dúo. Pensamos en su voz inmediatamente. Cuando tuvimos la letra hecha le enviamos la canción y nos contestó con su línea de voz muy rápido, todo fluyó.

También parece este un disco más orgánico, menos electrónico que los anteriores. ¿Sentís que os estáis volviendo más clásicos, al menos en el sentido de no depender de sonidos de moda?
Ben:
Creo que en parte se debe a que, como banda, siempre nos ha interesado un sonido puro, profundizar en él y probar sonidos inéditos, pero también hemos querido pillarle el punto a este disco simplificando y tratando de ser más concisos. Quizá por eso suena más orgánico. Sigue habiendo mucho sonido procesado y cosas raras a las que puedes prestar atención, pero sin que te distraigan de la esencia de la canción.

A veces lo más difícil es llegar a las soluciones más sencillas.
Andrew
: Es más complicado dejar que algo exista sin tratar de codificarlo ni oscurecerlo con efectos extraños.

La primera canción se llama “Loss of life part 2 “y la última simplemente “Loss of life”. ¿Queríais empezar por el final? ¿Redondear una idea circular de disco?
Ben:
Empezó como una tontería. Pero cuanto más lo pensamos, más sentido tiene, porque una de las ideas del disco es cómo cada final es también un inicio.

Es el primer disco que publicáis en Mom + Pop, un sello independiente neoyorquino. ¿Por qué?
Andrew:
Conectamos mucho con su ética y su forma de funcionar. Lo montó alguien que estuvo muchos años trabajando en una multinacional, y conectamos. Hay algo disruptivo en querer modificar parte del funcionamiento de la industria del disco, porque todo ha cambiado mucho desde los noventa y el advenimiento posterior del streaming, y a veces te sientes como si los grandes sellos quisieran mantener a los artistas funcionado bajo contratos obsoletos, sin saber muy bien cómo hacer para sacarle todo el partido a las nuevas tecnologías. Y nosotros no nos sentimos así con Mom + Pop. Pensamos que son genuinos.

Ben: Siempre hemos querido seguir nuestra intuición, aunque a veces no sepamos explicar por qué tomamos algunas decisiones, y eso puede dificultar nuestra relación con un sello discográfico. Pero algo hizo clic con Mom + Pop, y sentimos que hay una relación de confianza mutua, lo cual es muy importante. Ser capaces de confiar en nosotros mismos, sea cual sea la dirección que tomamos.

 

«Estamos aprendiendo a no obsesionarnos con el control, a permitir que otras influencias moldeen muestra música»

 

¿En qué sentido os han afectado los cambios drásticos en la industria? ¿Es más fácil o más difícil crear y fidelizar un público?
Ben
: Tenemos la suerte de tener un público, y eso ya marca la diferencia. Y de que ese público nos haya acompañado y entienda que somos un grupo que crece y cambia constantemente. No surgió como algo calculado. Simplemente hemos tenido suerte.

¿Os habéis sentido rehenes del éxito de “Kids” o “Time to pretend”, ambas de 2007?
Andrew:
Creo que nos hemos sentido rehenes de las expectativas de otra gente y de las narrativas que han construido, pero nosotros nunca consideramos siquiera tratar de recrear canciones del pasado, fundamentalmente porque ni siquiera intentamos escribir hits cuando empezamos con esto, solo queríamos pasarlo bien y ser nosotros mismos, y funcionó. Cada vez que encaramos un nuevo trabajo, lo único que tenemos en mente es reír y pasarlo bien en el momento, y cualquiera de fuera puede inventarse cualquier historia que le plazca [risas].

Quizá si intentas fabricar un hit, no te sale.
Ben
: Una de las cosas buenas de trabajar con Patrick Wimberly es que le gusta la producción pop muy directa, pero al mismo tiempo nos ha influido en el sentido de que nos ha animado a tomar más riesgos, a pensar en que el pop puede cobrar muchas formas. En esencia, se trata de conectar con la gente. No se trata de hacer algo comercial, sino atemporal y que resuene en la gente, que se convierta en la banda sonora de sus emociones. Y eso puede tener muchas formas distintas.

¿Os ha influido alguna música reciente?
Andrew:
Soy muy malo a la hora de recordar nombres, pero en los dos últimos años he escuchado más música nueva que en cualquiera de los anteriores. Me han sorprendido muchas cosas. Y algunas las he descubierto en la radio. En emisoras como WFMU, aunque también utilice Spotify. El nuevo de King Krule, por ejemplo. Hay muchísima música nueva que me parece muy buena. Quizá me he hecho menos crítico, y por eso me siento más conectado a lo que se está haciendo ahora. No se trata de que me quiera sentir trendy o cool, ni mucho menos, simplemente de conectar con músicas actuales que aprecio.

Ben: Una de las cosas buenas de la música de ahora es que a la gente no le preocupa mucho pertenecer a un género determinado, se mezclan un montón de cosas para ver lo que sale de ahí luego, y eso es algo con lo que siempre nos hemos identificado. Es muy guay ver esa irreverencia por las formas establecidas tradicionalmente. Que la gente no tenga miedo a hacer algo diferente. Quizá una de las consecuencias positivas de las redes sociales y de estar conectados a fuentes de sonido distintas sea esa. Es algo que nos iguala, en cierto modo.

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