«Buscaba un sonido concreto, con la voz en un plano más adelantado, con guitarras acústicas de estilo más folk y reforzando los matices mediterráneos»
Disparo revelador es el segundo disco del bilbaíno Mendizabal, un cancionero heredero de referentes como Antonio Vega, Enrique Urquijo, Quique González o Fabián, entre otros. Un disco que presentará a partir de mayo en directo (a priori, en Valencia, Cartagena, Murcia, Elche, Madrid, Barcelona, Santa Coloma de Gramanet y Bilbao), del que habla en esta entrevista con Carlos Pérez de Ziriza.
Texto: Carlos Pérez de Ziriza.
Fotos: Eva HM.
Ya saben que las comparaciones son odiosas. Pero a veces son necesarias para poner en contexto la música de alguien cuyas canciones reclaman atención, casi a gritos. Así que allá vamos: si están ustedes entre quienes beben los vientos por la música de Enrique Urquijo, Antonio Vega, el primer Quique González, Fabián e incluso de ese soft rock que tan bien ha reformulado en los últimos tiempos Josh Rouse, no lo duden. Disparo revelador (La Viejita, 2019), el segundo álbum de Txema Mendizábal, es su disco. El bilbaíno —afincado desde hace muchos años en Valencia— ha pulido una preciosa colección de canciones, de tacto casi artesanal, en el estudio de Txema Fuertes y Cayo Bellveser (Maderita, Josh Rouse), que refuerza los notables argumentos que ya brindaba su debut de hace un par de años, aquel Golpe de estado (La Viejita, 2016). Él mismo nos lo explica.
Las sombras de Enrique Urquijo, de Antonio Vega y del primer Quique González siguen ahí, especialmente en tu forma de cantar. ¿Siguen siendo tres referentes esenciales para ti?
Sin duda, son tres de los autores en lengua castellana que más he escuchado, y de los que más emoción me han transmitido a través de sus melodías y, sobre todo, de sus letras. Pero también creo que uno de los secretos está en saber identificar a un artista escuchando tan solo un trocito de cualquiera de sus canciones, sin referencias, y me encantaría que ese llegara a ser mi caso. Inevitable y afortunadamente, nuestros referentes están ahí, y ellos a su vez también los tuvieron.
Cuentas con Xema Fuertes y Cayo Bellveser a la producción, mezclas, remasterización e instrumentación mayoritaria, grabando además en su estudio de Xirivella (Valencia), a diferencia del anterior, que lo produjo Carlos Soler Otte. ¿Cómo surge el trabajo con ellos y qué crees que aportan a tus canciones respecto al anterior álbum?
Golpe de estado (2016) era mi primera experiencia como autor, y tuve la fortuna de contar con Carlos. En ningún momento nos marcamos referencias de cómo queríamos que sonara, creo que en eso consiste su magia. De hecho, la mitad de las canciones del disco las compuse durante el proceso de grabación del mismo: el proyecto iba para epé y se convirtió en algo más, estoy muy contento y orgulloso de su sonido y de que me permitiera tener a Carlos como columna vertebral de mi proyecto desde entonces. Con Disparo revelador (2019) fue muy distinto, en este caso buscaba un sonido concreto, con la voz en un plano más adelantado, con guitarras acústicas de estilo más folk y reforzando los matices mediterráneos que ya se aprecian en el primer trabajo. No conocía personalmente ni a Xema ni a Cayo, pero les admiraba y admiro como músicos y productores. Por sus trabajos con Josh Rouse o Alondra Bentley, y por su proyecto con Maderita, yo tenía claro que se movían como pez en el agua en el sonido que andaba buscando, y ha sido sin duda un acierto poder trabajar con ellos.
Folk, pop soleado, canción —en cierto modo— de autor, soft rock incluso… son estilos que me vienen a la mente escuchando el disco. ¿Crees que en este álbum has ampliado tu rango expresivo respecto a Golpe de estado?
Sí, además de contar ya con la experiencia de un primer trabajo, como te comentaba antes, tenía claro el sonido y el estilo de disco que andaba buscando. Gran parte de culpa la tienen sus productores también, recuerdo que estuve una tarde entera hablando con Xema antes de empezar y me caló enseguida. En cuanto a la evolución en las canciones, creo que uno no se da cuenta de que se va haciendo viejo si se mira cada día en el espejo, pero sí que lo hace cuando ve una foto. Creo que a mi me pasa con mis canciones, aunque hay que tener en cuenta que la más antigua —“Pacto”, de Golpe de estado — tiene apenas seis años.
Me llamó la atención en su momento, hace tres años, que no te hubieras decidido a facturar discos a tu nombre hasta tan tarde, tras años después de formar parte de la banda de Manolo Tarancón, Perdido y la Octubre Band, Star Trip, Powderfingers o luego Nanga Parbat. ¿Te costó llegar al convencimiento de que tenías una voz propia, que mecería la pena asumir ese protagonismo en primera persona?
No, yo sabía que tenía una voz que podía merecer la pena, hacía coros y también tuve un par de bandas de versiones en las que cantaba, pero nunca pensé en tener un proyecto en el que fuera yo quien creara las canciones; hasta ese momento arreglaba y abrigaba con mis instrumentos las de otros autores, supongo que todo tiene su momento y después de ser jugador durante tantos años, me llegó la hora de ser entrenador, aunque no he dejado de saltar al campo a defender los proyectos de otros y me encanta. De hecho, Golpe de estado no es una recopilación de canciones guardadas en un cajón, sino que, como te comentaba antes, la primera surgió hace apenas seis años y desde entonces han ido saliendo nuevos temas hasta llegar a tener dos discos a día de hoy. Hace ocho años no habría imaginado estar viviendo todo lo que me está pasando como autor.
«Después de ser jugador durante tantos años, me llegó la hora de ser entrenador, aunque no he dejado de defender los proyectos de otros, y me encanta»
Editas de nuevo en La Viejita Música, sello que compartes con Fabián, en el que también está involucrado Manolo Tarancón, quien pone su voz en “Herederos”. Entiendo que es una cuestión de fidelidad a unos principios y de confiar en aquella gente con la que has trabajado desde un principio, ¿no?
Efectivamente. En realidad, La Viejita Música es más una plataforma de unión que crearon Fabián y Manolo para sacar sus trabajos autoproducidos y ganar fuerza. Con el tiempo nos hemos ido incorporando autores como Zabriskie, Carlos Madrid o Mendizabal, pero la idea sigue siendo la misma. A Fabián lo incluiría dentro de mis referencias a las que te referías en la primera pregunta, y con Manolo he trabajado durante muchos años y también es un referente. En Golpe de estado no surgió la oportunidad, pero en este segundo tenía claro que quería contar con él de manera visible. No ha dejado de estar, desde mi inicio creativo.
En cualquier caso: ¿sientes que hay una dificultad añadida para que tu música tenga su eco en los medios, en unos tiempos en los que apenas hay hueco para todo aquello que se salga de los grandes festivales o los hypes de temporada, tanto en la prensa como en la radio?
Sí, pero es lo que me sale, no podría hacerlo de otra forma. Ojalá la evolución me alinee con la tendencia o sea la tendencia la que lo haga con mi manera de hacer canciones, sería la leche. Menos mal que las redes permiten un contacto directo con el destinatario final. También estaba desencantado con la generación que hoy está entre los veinte y los treinta años. Les veo muy poco en los conciertos a los que acudo. Sin embargo, el otro día toqué cinco temas en uno de esos eventos en los que el público no sabe quién va actuar y estaba lleno de chavales sentados en el suelo con los ojos como platos atendiendo, y sentí que me seguían, que empatizaban con mis emociones. Hay momentos, como aquel, en los que pienso que no todo está perdido.
No sé si estarás de acuerdo con el término, a veces se abusa de él, pero podría apreciarse cierto costumbrismo en textos como el de “Luces de verano”. ¿Es la observación de lo que te rodea, los recuerdos y todo lo que comportan, una fuente de inspiración para tí?
Sin ninguna duda, “Luces de verano” habla de mis veranos en un pueblo riojano y las primeras licencias y vértigos de esa libertad. En “Pasajes de regreso”, por ejemplo, hablo directamente de cómo el olfato es el sentido que más objetivamente me traslada al pasado, por eso tengo una colección de tarritos con esencias en un protegido rincón del cerebro, que me llevan de viaje en tren de alta velocidad a momentos ya vividos.
¿Puede ser esa observación una forma de hablar de ti mismo a través de los demás, ya sea por cierto pudor o por no coincidir punto por punto con el confesionalismo, a veces estereotipado, del cantautor en castellano al uso? El anglosajón suele ser más costumbrista.
No lo creo, no suelo colgar a otros esa responsabilidad (risas), aunque sí que es verdad que utilizo bastante la metáfora, me parece inspiradora. Pero salvo en “Partida”, en donde no soy yo el protagonista, y en “Pequeña Irene”, cuyo mensaje es claro, el resto de canciones hablan de mí, de mis recuerdos, de mis creencias, y de cómo vivo yo la relación con las personas que me importan. Diría que es un disco bastante egocéntrico, de hecho.
Tienes conciertos de presentación a la vista. ¿En qué formato? ¿Con banda? ¿Quiénes la componen?
Mendizabal somos Virginia Iranzo al violín y coros, Carla Pascual al violín y glockenspiel, Thomas Mantovani a la batería, Alex Casal al bajo, Luis Borrás al banjo y guitarra acústica de 12 cuerdas, Luis Alcober a los teclados y fliscorno, Carlos Soler a la guitarra eléctrica y coros y yo mismo a la voz, guitarra acústica y armónicas. La gira, que comienza el 3 de mayo en Valencia y acaba el 16 de junio en Bilbao, es muy ilusionante.