“No todos podemos ser bellos, ni siquiera todos podemos hacer belleza, no todo el mundo tiene la vocación, el arte, la paciencia. Pero todos podemos tener una vivencia de la belleza aprendiendo a apreciarla. Y en la manera en la que tu aprendes a apreciar la belleza eres bello”
La música forma parte de sus novelas, programas, películas… o simplemente de su vida diaria. Estrenamos nueva sección por la que desfilarán periodistas, deportistas, actores, guionistas y otros rostros conocidos hablarán de músicos y canciones. Abrimos fuego con el escritor y periodista madrileño Lorenzo Silva.
Texto: ARANCHA MORENO.
Estudió derecho porque no planeaba vivir de la escritura –“España es un país con muy pocos lectores, vivir de la literatura en España es prácticamente imposible ”, afirma–, pero finalmente lo ha conseguido. El periodista y escritor Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ha dado con esa extraña fórmula del éxito, a la que le han arrastrado Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro, la pareja de guardias civiles que protagonizan sus novelas desde hace dos décadas. Mientras ultima la octava edición del festival de novela policíaca Getafe Negro (del 13 al 25 de octubre), sigue recibiendo la respuesta de los lectores a su última novela, “Música para feos” (Destino). Desgranamos su atracción por las canciones en uno de los escenarios de la novela, el madrileño parque de El Retiro, donde nos habla de las canciones que hilan la trama y también de las que tejen su vida.
Es la primera vez que escribes una novela con tanto peso musical, hasta en el título, pero no es la primera vez que las canciones forman parte de tu obra. ¿Qué significa para ti la música?
Una dimensión más de la vida, el arte es una dimensión más de la vida en todas sus formas para quien ha tenido la suerte de que le enseñaran a apreciarlo. No todo el mundo ha tenido esa suerte, lamentablemente, y no todo el mundo hace el esfuerzo. Hay arte fácil de apreciar y otro no tanto, y hasta el fácil de apreciar no lo es en todos sus matices. El arte es una dimensión casi redentora, ya lo decía Schopenhauer, es una forma de salvarse. La música cumple otras funciones también, es una especie de ayudante de la memoria y de la emoción. Así la utilizo en la literatura, ayuda a fijar la memoria de las cosas y a fijar y conservar las emociones. La música funciona como cápsula del tiempo donde queda atrapada una emoción.
¿Te has criado en un entorno musical, o tienes algún músico en la familia?
No, no tengo músicos en la familia, no he podido aprender música, me habría gustado. Mi padre no es músico pero canta muy bien, recuerdo a mi padre cantando melódicas italianas, con una guitarrilla y un guitarrista. En esta novela hay una opción por la música popular. En algún momento pensé en introducir otro tipo de música, pero cuando sales de la música popular, en estos tiempos y con la educación musical que hay en España corres el riesgo de que la música sea demasiado minoritaria y muchos lectores no entren en ella. La música popular forma parte de la vida de todos, también depende de los amigos que tengas y de tu curiosidad quedarte con lo que escuchas en la radio o encontrar algo más.
Dicen que la música que escuchas en los primeros años de tu vida se graba a fuego. ¿Qué se escuchaba en tu casa cuando eras niño?
Lo que sonaba por la radio, ‘Eva María se fue’ (ríe). Empecé a indagar con trece o catorce años de la mano de mis primos, que eran muy curiosos, me descubrieron a King Crimson, y de ahí pasé a Pink Floyd.
Según un estudio de Spotify, a partir de los 33 años la gente suele dejar de escuchar música nueva y de interesarse por conocer artistas recientes. ¿Te ocurrió esto?
No es mi caso, nunca lo ha sido. Con esta novela no he descubierto a Zaz, porque ya había oído que existía, pero como la vida es muy apelotonada no había tenido tiempo de escucharla bien. Cuando terminé esta novela, una escritora me dijo que la novela le sonaba a ‘La lessive’ (‘La colada’) de la francesa Zaz. Es una maravilla. Yo había oído la canción ‘Je veux’, es bastante conocida. ‘La lessive’ es una canción espectacular, magnífica, la canta ella sola con una guitarra y es excepcional. Me parece una cantante muy buena, y su primer disco es de 2010.
Sin embargo, en tu novela anterior, “Los cuerpos extraños”, te alejas un poco del repertorio popular al incluir ‘Pepito el grillo’, que no es precisamente de las creaciones más famosas de Germán Coppini.
Cuando Coppini sacó esta canción yo tendría 19 o 20 años. A mí me gustaba mucho Golpes Bajos. Esta canción musicalmente no estaba mal, pero no me mataba. Nacho Cano me parece un buen compositor, aunque nunca me ha arrastrado, pero la letra me pareció que era un paso adelante, este tipo estaba ya en otra dimensión. Las primeras letras de Golpes Bajos eran muy buenas, desde ‘No mires a los ojos de la gente’ hasta ‘Desconocido’, pero esta era un paso más. Luego, curiosamente Germán Coppini desapareció, a partir de ahí dejó de estar presente. Pero la letra de ‘Pepito el grillo’ me parece magnífica, de la gente de la movida solo podría competir con ella alguna de Radio Futura. Están en un plano superior a lo demás.
Volviendo a tu novela “Música para feos”, los personajes se comunican a través de las canciones. ¿Donde no llegan las palabras llegan las canciones?
A veces sí, sobre todo para el que no tiene mucho arte o muchas ganas de hablar. La música a veces es una buena manera de expresar lo inexpresable, sobre todo cuando tiene alguna emoción.
El título de esta historia viene de un verso de Leonard Cohen: “Somos feos, pero tenemos la música”. ¿Esa canción tiene algo que ver con el título de la novela?
Todo, tiene todo que ver. Aunque no sé a quién atribuírselo, si a Leonard Cohen o a Janis Joplin porque según él eso se lo dijo Janis Joplin en esa noche en el Chelsea Hotel. Me pareció una frase extraordinaria, creo que ese es el espíritu de la novela. No todos podemos ser bellos, ni siquiera todos podemos hacer belleza, no todo el mundo tiene la vocación, el arte, la paciencia. Pero todos podemos tener una vivencia de la belleza aprendiendo a apreciarla. Y en la manera en la que tu aprendes a apreciar la belleza eres bello.
Los dos personajes de tu novela se comunican acudiendo a la música de su generación, que es distinta. Ramón, más veterano, le muestra canciones de Pink Floyd, Alan Parsons Proyect, Roy Orbison… y Mónica contrarresta con Rufus Wainwright y Extremoduro, pero eso no impide que entiendan el mensaje del otro.
No. Hice un juego muy divertido, tengo una hija de 16 años y de vez en cuando le pongo canciones, pongo a prueba las canciones. La música que hay en este libro ha pasado la prueba. Tenía un amigo que le gustaba mucho la Electric Light Orchestra, y yo le decía que eran un poco horteras. No me desagradaban, pero no me parecían gran cosa, en aquella época oía a Pink Floyd. Treinta años después, he puesto canciones de la ELO a mi hija en el coche y me ha preguntado quienes son. A veces no pasa nada, pero cuando pregunta, veo que hay algo. Vuelvo a oír ‘Sweet talkin’ woman’ y la letra está bastante bien, muy bien interpretada y muy bien producida, y hay más canciones de la ELO que son así. Es curioso cómo alguien te puede devolver el valor de lo que viviste hace treinta años y valorarlo más de lo que tú lo valorabas. Y al revés. A mi hija le hablaba de la novela y le pedía que me pasase canciones que a ella la emocionasen. Le dije que si alguna me emocionaba la incorporaría en la novela. Y sí, me descubrió alguna.
¿Entre ellas ‘Si tu piensas en mí’, de Vicky Gastelo? Es una de las canciones clave de esta historia.
Esa me la descubrió mi mujer, que tiene diez años menos que yo, está en una generación intermedia. Hablamos con Vicky sobre hacer alguna colaboración y se mostró muy partidaria y muy contenta de que recogiera una canción suya. Y en ese punto de la historia viene muy bien, apresa la emoción muy bien.
¿Qué canción te descubrió tu hija, entonces?
Me descubrió una de Zella Day, que me recuerda a una cantante que escuché hace tiempo, Loreena Mckennitt, tiene un aire. También me descubrió ‘Someone only we know’ con otro intérprete, pero busqué la original, de Keane, y me gustó más. Oigo mucha música actual. Hay quien me pregunta si mi hija me sugirió a Amy Winehouse, pero no, no hizo falta que me la sugiriese nadie. Ya tengo oídos pegados a la cabeza para darme cuenta de cuando sale algo que no es como lo demás (sonríe).
La primera imagen de la novela viene envuelta por el ‘Embrujada’ de Tino Casal en la pista de baile, un momento muy visual. ¿Por qué la elegiste?
Otra revelación. Cuando era joven y sonaba Tino Casal me parecía un hortera, luego una hicieron una canción suya sintonía de la vuelta ciclista y yo decía: “Este no es gran cosa”. Ha sido a la vuelta de los años cuando me he dado cuenta de lo bueno que era. Es que ha habido pocos intérpretes de ese calibre en España, y entonces no me di cuenta. En el fondo es una forma de castigarme, de autoflagelarme poner una canción suya al principio y otra al final, por no haberme dado cuenta de lo bueno que era.
¿Escuchas música cuando escribes?
En general no. A veces sí, a veces no. Antes siempre, la oía alto y era muy ruidosa, me ayudaba al ritmo de la frase, pero desde que empecé a tener hijos, no dormían bien y empecé a escribir en silencio y me acostumbré.
¿Escribes de noche?
No, escribo de día.
¿Con quién te quedas: Frank Sinatra o Elvis?
(Duda) Depende de la canción. Quizá más Elvis, sin ser un fanático de los dos. No soy fanático de ellos como artistas o de su repertorio, pero creo que tienen canciones extraordinarias e interpretaciones espectaculares, suyas o no. Hay una canción de Sinatra que me gusta muchísimo, ‘’I’m a fool to want you’, me parece una grandísima canción.
¿Y del rey del rock?
Elvis también tiene canciones muy buenas. Lo que quizá me ha impresionado más de Elvis es una interpretación que tiene en directo de la ‘Unchained melody’ , él con un piano, ya gordo, sudando. Es una pasada, un tipo dándolo todo.
¿Cuál es el último disco que te has comprado?
No es un disco nuevo, compré un cedé muy barato con la banda sonora de “All that jazz”, de Bob Fosse, lo llevo en el coche. Yo tengo el vinilo, pero no tenía el disco. El otro día fui oyéndolo en el coche, y la última canción ‘Bye bye life’ es una versión impresionante.
¿Qué concierto consideras el mejor al que has ido?
He ido a conciertos bastante buenos, he hecho crónicas de ellos y te puedes colar en más (ríe). No me gusta mucho Lady Gaga, pero reconozco que tiene muy buen concierto. Vi un concierto magnífico de Roger Waters, la versión que tiene ahora de ‘Another brick in the wall’ es espectacular. También he visto muy buen concierto de Ian Anderson, esta gente en su madurez tiene una gran capacidad, y un muy buen concierto de Rammstein, son arrolladores. Si tengo que elegir uno, dudo entre dos: uno que dio Leonard Cohen en Barcelona, en su cumpleaños en 2009, que duró tres horas, y el que dio Franco Battiato en Nápoles hace tres años, en la Arena Flegrea, estaba la noche de llover y chispeó, pero dio el concierto igual.
¿Volverá la música a tus próximas novelas?
No se ha ido nunca, lo que no sé si volveré a hacer es un experimento tan extremo como el de “Música para feos”, que la propia estructura de la novela está armada con canciones. Hay veintiún capítulos, veintiuna canciones, y puedes recopilar la novela entera si escuchas todas. Las canciones representan las secuelas de emociones de la novela. Eso es para una vez, ya está hecho. No hay que repetirse si uno lo puede evitar.
*El playlist de la novela “Música para feos” es este.