Esta semana, Diego A. Manrique dedica su columna de “El País” a Lin Liguo, alias “Tigre”, un rockero chino, “en el sentido de amante del rock”, que a principios de los setenta intentó matar a Mao. Hijo de uno de los miembros de la nomenclatura, Tigre tuvo “acceso a publicaciones y discos extranjeros ¡en plena Revolución Cultural!”. Apostólicamente aseguraba: “¡Habrá un día en que dejaré que los chinos sepan que hay música tan maravillosa en el mundo!”. Descubierto, y tras una novelesca trama, Tigre y su familia murieron en un accidente aéreo, cuando huían a la URSS. Manrique nos recuerda cómo, a pesar de lo atroz del régimen de Mao, “lo extraordinario es que alcanzó cierto eco en Europa, donde incluso fue tendencia en el mundo pop”.
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