«El puro ruido que es el cantante de Aluche sale en cascada para poner desorden y vida al plan previsto»
Más de doscientos conciertos después, Marwán puso el broche final a su gira Mis paisajes interiores en la sala Riviera de Madrid. Un concierto en el que se rodeó, entre otros, de compañeros de viaje como Luis Ramiro, David Otero y Pedro Guerra. Fue testigo de ello Marta Sanz.
Marwán
La Riviera, Madrid
5 de diciembre de 2019
Texto y fotos: MARTA SANZ.
Es uno de esos artistas que hacen de los conciertos una cita infaltable, porque a la orilla de sus canciones —siempre herida o cicatriz— está la historia que las trazó, contada con la impúdica verdad que a veces deja astillas en su camino, pero con un extraordinario humor que alivia al instante el escozor. Marwán es, en ese sentido, un anfitrión muy apetecible, porque en sus veladas siempre empatan las risas y la emoción. Por eso un teatro lleno no es sorpresa cuando lleva su nombre, pero esta vez hablamos de un fin de gira en La Riviera, y eso siempre son palabras mayores.
El primer trago de la noche lo sirve Luis Fercán que, con su voz rasgada, es capaz de encender mil hogueras. Por ejemplo y de penúltima, suena a cierta distancia del micrófono la inmensa “Dime qué hago”, capaz de callar el alboroto de telonero y ser, por un instante, toda la luz de la sala, a la que debería volver como a los mil espacios que merece habitar este jovencísimo talento.
La celebración es total cuando, poco después de las nueve, aparece Marwán abrigado por una nutrida banda: Txarlie Solano, Miquel Ferrer, Juan Guevara, Kike Fuentes, Dani Serrano y Marino Saiz. Una compañía que le permitirá, por esta vez, «soltar la guitarra y pasearse por el escenario como un artista del pop».
«Sus letras están cargadas de verdad, con versos sangrantes que abren las heridas mal curadas»
En la temprana apoteosis y contra todo pronóstico, falla el sonido. Mucho. Y el respetable protesta, porque no hay una palabra que quiera perderse. “Cómo hacer que vuelvas” avanza, aunque no se escucha, en el único y brevísimo lapsus de la noche. No hay revés que enturbie el momento, y el puro ruido que es el cantante de Aluche —de música, de palabra, de revolución— sale en cascada para poner desorden y vida al plan previsto. En este caos reconoce que querría haber estado tres canciones sin hablar, pero no dejará de hacerlo en toda la noche.
Lo hace entre canciones, dejando al aire la denostada vulnerabilidad y abrazando, como pide que todos lo hagan, sus sombras. Por eso sus letras están cargadas de verdad, con versos salvajes y sangrantes que abren las heridas mal curadas para dejar que cierren para siempre. Bromea por sus canciones de «suicidio colectivo», pero los tragos más amargos terminan convirtiéndose en salvavidas.
También son poderosos los temas que van más allá de él, y que dejan claro su compromiso sin agenda ni argumentario impuesto, desde el ruego de “Necesito un país” al testimonio certero como hijo de inmigrante palestino en “Canción a mi padre”.
El caudal es imparable y no hay invierno que congele las sonrisas que se contagian desde el escenario. A la incontestable felicidad que inunda la sala se siguen sumando abrazos. El primero, inmenso, de David Otero, con el que baila en complicidad los “Renglones torcidos”. Por Madrid el segundo, con Pedro Guerra, y su exquisita versión de “Puede ser que la conozcas”. Con Ismael Serrano, por el que “aprendió a entrar en su universo para mirar el mundo” sostiene a medias “La vida cuesta”. También dejaron actuaciones memorables Funambulista y Rozalén, voz femenina de la velada a la que agradeció que, tras haber “triunfado más que la coca cola”, no se haya olvidado de los que alguna vez le tendieron una mano. Pero si hubo un momento entrañable, un aplauso cerrado por la emoción, fue para “Mi paracaídas”, por todo lo que significa esa canción y por ser compartida con Luis Ramiro.
“El caudal es imparable y no hay invierno que congele las sonrisas que se contagian desde el escenario”
De las breves despedidas que no le dejaron ir fue volviendo un Marwán cada vez más eufórico, que daba pasos hacia el final de un concierto y de una gira que no para de anunciar todos los futuros posibles, y todos brillantes. El peldaño que nos dejó asomarnos a esa ventana que viene fue “Siempre estás tú”, una canción de agradecimiento a todas las manos que le sostienen en esa sensibilidad que no cede. Y aunque el cierre llegó —acompañado de Lucas Pez Mago y la punzante “Un día de estos”—, todo sabe a comienzo. No hay nada como dejarse doler en los versos de Marwan para volver a creer que todo es posible.
REPERTORIO DE LA RIVIERA:
- Cómo hacer que vuelvas
- Mi único motor
- Palabra por palabra
- Te podría decir
- Cosas pendientes
- Animales
- La ecuación
- Adolescente
- Renglones torcidos (con David Otero)
- Ya te estoy imaginando
- Siempre estás tú (nueva)
- Puede ser que la conozcas (con Pedro Guerra)
- Carita de tonto
- Necesito un país
- Canción a mi padre
- Los restos de esta historia (con Funambulista)
- La vida cuesta (con Ismael Serrano)
- Canción de autoayuda
- Conviene saber
- Mi paracaídas (con Luis Ramiro)
- Cosas que no pude responder (con Rozalén)
- Un día de estos (con Pez Mago)