«En Martirio todo encaja y es natural: su sinceridad, sensibilidad y extraordinaria voz consienten que nos lleve donde quiera»
Martirio
10 de mayo de 2012
Galileo Galilei, Madrid
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
Foto: SONIA URBINA.
Ante una sala llena y expectante, Martirio se presentó en Madrid y por primera vez como cabeza de cartel en la Galileo, acompañada únicamente por Raúl Rodríguez. Después de haber sido invitada por Chavela Vargas para presentar «Luna grande» en México, y plena por este acontecimiento, Martirio desgranó un repertorio muy celebrado y plagado de momentos mágicos. Vestida por un elegantísimo color negro y tocada con peineta del mismo color, brillante y discreta a la vez, su excelente capacidad teatral aportó el mejor barniz posible para desear que todas las noches sean noches de copla, flamenco, jazz, y otros tantos ingredientes, pero a lo Martirio.
«¿Quién dijo que todo está perdido?» Así empezó esta onubense universal, con intención y una espléndida adaptación del tesoro poético de Fito Páez: ‘Yo vengo a ofrecer mi corazón’. Siguió con Bola de Nieve para hacer su primera parada en esa estación revolucionará que inició con «Estoy mala» (1986) y «Cristalitos machacaos» (1989) teniendo como aliado más valioso en la composición a Kiko Veneno: ‘Madurito interesante’.
«Me gusta la lágrima», afirmó Martirio a continuación, aunque a lo largo del concierto hubo espacio para ese fantástico sentido del humor que atesora su discografía y que también provocó alguna carcajada, tal y como prometió. Pero es que en Martirio todo encaja y es natural: su sinceridad, sensibilidad y extraordinaria voz consienten que nos lleve donde quiera, ahora a ponernos el chandal de lágrimas que todos gastamos alguna vez (no lo digo yo, lo dice ella), luego a la melancolía, y más tarde al surrealismo más divertido y provocador.
Agradecida, citó a Chavela con un cariño eterno y a Carlos Cano para interpretar «la más nueva de todas las (coplas) clásicas»: ‘María la portuguesa’. Y antes de ahondar en ese espejo tan mágico de la copla, cruzó de nuevo el Atlántico para traernos ‘En esta tarde gris’ y sobretodo un ‘Volver’ por bulerías que puso en primer plano a Raúl Rodríguez, sacando a lo largo del directo todas las voces que Martirio necesitaba de la guitarra para llenar lujosamente el escenario de compás, ritmo y genio.
‘Coplas de madrugá’ (1997), supuso un nuevo giro en la vida artística de Martirio. Los años de dictadura que hirieron la cultura y géneros tan valiosos como la copla, encontraron en Martirio una renovadora de tal magnitud como Kiko Veneno o Raimundo Amador en lo suyo. Y no acaba ahí la cosa, cuando Martirio decide abordar el repertorio clásico de la copla explora y explota como nadie la riqueza musical que esconde. Junto a Chano Domínguez produce este disco fundamental que además le llevará a entrar en el jazz latino donde ‘Tatuaje’ o ‘No te mires en el río’ respiran perfectamente. Además, sabiéndolo o sin saberlo, abrió una puerta por la que van llegando excelentes trabajos y canciones de Sole Giménez, Silvia Pérez Cruz y Javier Colina, Enrique Heredia ‘Negri’, Luz Casal con «La Pasión» o las bandas sonoras de «Calle 54» o «Chico y Rita» ideadas por Fernando Trueba, por citar algunos ejemplos.
Pero volvamos al escenario de la Galileo. ‘Como a nadie te he querío’ precedió a ‘Torre de arena’, y ‘La bien pagá’ introdujo el abanico y gotas de blues en la fiesta, que se hizo más grande al calor de unos ‘Ojos verdes’ que Martirio quiso interpretar sin sus acostumbradas gafas, llena y llenos todos de pasión y ganas de interpretarla junto a ella. Los aplausos rompieron cualquier previsión, y por un instante y gracias al interior tan oportuno de «La Galileo» era fácil imaginarse cómo debían ser aquellos cafés y teatros que albergaban los primeros éxitos e intérpretes del estilo.
En esas, llegaron las ‘1000 calorías’ y esa conjunción de raíz, modernidad, comicidad y crítica que desembocó en una buena bulla que se mantuvo en ‘Compuesta y sin novio’. Ahí quisieron terminar Martirio y su banda, que así presentó con guasa la interesada a Raúl; pero el público quería más, y voz y toque regalaron fandangos de Paco Toronjo que levantaron a la parroquia onubense y unos tanguillos con swing reventón para una joya de todos los tiempos, ‘Sevillanas de los bloques’: «Con mi chándal y mis tacones / arreglá pero informal». Si no lo disfrutan es porque no quieren disfrutar, ni con esto ni con nada.