OPERACIÓN RESCATE
“Supuso un éxito en el ámbito underground y ante la crítica. Sin embargo, entre la masa estadounidense no fue bien acogido y las ventas fueron un fracaso”
Sara Morales nos acerca al debut de Television, “Marquee moon”. El disco con el que irrumpieron en 1977 liderando la escena punk de Nueva York. Un álbum revolucionario e incomprendido.
Television
“Marquee moon”
ELEKTRA RECORDS, 1977
Texto: SARA MORALES.
“Lágrimas … lágrimas retrotrayendo los años. / Años … fluyendo como lágrimas. / Lágrimas deteniendo los años. / Años. Las lágrimas que nunca derramé”. Así reza ‘Torn curtain’, la última canción de «Marquee Moon», el álbum con el que Television se estrenaron en plena explosión de 1977.
Sí, el punk también iba de esto. Por lo menos el de este cuarteto estridente e irregular que inventó la ferocidad del contrapunto en las cuerdas, con la comunión de dos guitarras imponentes —la de Tom Verlaine y Richard Lloyd—, y cantaba a lo mundano y callejero entre alegorías urbanas y mitología surrealista.
Fueron el primer grupo en tocar en el CBGB. Su sonido, distinguido por un punk experimental con beats de art rock y una interesante influencia de jazz vanguardista, les llevó a encabezar la escena de aquellos inolvidables años setenta en la gran ciudad. Lideraron el auténtico sonido neoyorquino de aquellos tiempos y, sin pretenderlo, se convirtieron en guías y mentores de cientos de bandas que vendrían después. Fueron los dueños de la noche en el bajo Manhattan desde 1973. Nadie que quisiera pertenecer a aquel incipiente y subversivo entorno cultural se perdía un concierto suyo, todos querían tenerlos cerca, admirarlos, dejarse empapar por aquella boutique de arte y actitud que derrochaban sobre las tablas, con un flamante Richard Hell como líder conductual de la fiesta.
Cuando por fin en 1976 se lanzaron a registrar su colección de canciones en un álbum, venían de rechazar numerosos contratos discográficos que no terminaban de convencerles. Mandaron a paseo a Island Records y la producción de Brian Eno (con quien ya habían grabado alguna demo) y, finalmente, fue Elektra la que se llevó el gato el agua.
Jaque al rey, pero la partida continúa
Tom Verlaine —el guía conceptual de Television, guitarrista y su voz principal— exigió a Elektra estar al frente de la producción del disco. Estos aceptaron, así que en septiembre de 1976 entraron en los estudios A&R de Nueva York para grabar «Marquee moon» con la ayuda del también productor Andy Johns.
Para entonces, Richard Hell ya se había bajado del barco. El que fuera gurú seductor y fascinante en la imagen y puesta en escena de Television, con una personalidad arrolladora y una de las figuras precursoras del punk tal y como hoy lo conocemos, abandonó para comenzar una nueva aventura llamada Heartbreakers junto al ex New York Dolls Johnny Thunders.
Al parecer, los fuertes caracteres de Verlaine y Hell chocaban constantemente: ambos eran dominantes, pero cada uno tahúr de su campo. Verlaine (el rey blanco) virtuoso, concienciado y concentrado en el sonido y las letras del grupo, solía buscar el perfeccionamiento de cada tema en el estudio y en el directo. Hell (el rey negro) caótico y autodestructivo, tenía actitud, un enganche social y un carisma que colean hasta hoy.
Las canciones que crearon desde que se conocieran siendo unos adolescentes, que llevaron al directo en Television junto al batería Billy Ficca y el segundo guitarrista Richard Lloyd, quedaron grabadas para siempre en un disco sin uno de sus padres, Richard Hell, y con Fred Smith sustituyéndole. Verlaine, muy apoyado moralmente por Richard Lloyd, decidió aparcar en cierto modo el latido punk rock que los temas habían respirado hasta entonces en los conciertos, y para el estudio se centró en desarrollar una línea melódica centrada en el rock de los sesenta, el garaje y el jazz.
Ocho canciones para la historia
El resultado fue un álbum exquisito, pero tan revolucionario como incomprendido. Supuso un éxito en el ámbito underground y ante la crítica, siguieron triunfando cada noche de garitos y llegó a alcanzar el puesto 28 en las listas británicas gracias al ecléctico y melódico single ‘Prove it’. Sin embargo, entre la masa estadounidense no fue bien acogido y las ventas fueron un fracaso.
Los ocho temas que lo componen rezuman constantes referencias al mar, la noche y el asfalto para narrar fábulas sobre las relaciones (‘Guilding light’), el amor, las drogas (‘Venus’), el paso del tiempo (‘Friction’), la soledad y, sobre todo, el olvido. «La última palabra es la palabra perdida» cantan en ‘Elevation’. Todo ello enmarcado en un enredo guitarrero entre Verlaine y Lloyd tan preciso, tan potente, tan invasivo y tan punzante que en la sesentera ‘See no evil’ —tema que abre el disco— parecen saltar las chispas entre los gritos de guerra del estribillo.
Construyeron su propio muro de sonido envuelto en cuerdas demoledoras, y la demostración definitiva fue la propia ‘Marquee moon’. Un tema de once minutos que varió de extensión con el tiempo y los directos, con un llamativo alterne de escalas y dos solos de guitarra (el primero de Lloyd y el segundo de Verlaine) intimidantes y audaces. Una canción compleja y preciosa, que sirvió para bautizar el primer trabajo de un grupo demasiado olvidado a pesar de infinitas veces imitado. Queda para la historia, y para quien quiera escuchar, un álbum de culto nacido de una banda visionaria.
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