Marlango: Diez años de pop atemporal

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Siempre nos hemos considerado ‘pop’ de ‘populares’, en el sentido literal de la palabra pop. Escribimos canciones de tres o cuatro minutos que están entre la Iglesia, el prostíbulo y el bar

 

A punto de subirse a las tablas del Circo Price madrileño en su décimo cumpleaños como grupo, el dúo formado por Leonor Watling y Alejandro Pelayo desgranan su último trabajo, “El porvenir”, con Sara Morales.

 

Texto y fotos: SARA MORALES.

 

En el punto medio entre Cibeles y la Puerta de Alcalá, entre el pasado y el futuro, en algún lugar de este presente, me cito con Leonor Watling y Alejandro Pelayo para hablar de «El porvenir», su último disco publicado en octubre de 2014, ya sin Oscar Ybarra. Grabado y producido en Los Ángeles bajo los mandos del coleccionista de Grammys, Sebastián Krys, el álbum ha vuelto a convertirse en protagonista de la actualidad. Porque con él entre manos se conmemoran diez años del primer lanzamiento discográfico del ahora dúo, y porque las once canciones que lo conforman sonarán, junto a sus grandes éxitos, en su esperado y recién anunciado concierto del 4 de Julio en Madrid.

Humildad, sabiduría y sencillez. Esto es lo que se desprende del tándem mágico creado a partir del bello y polifacético magnetismo de Watling y este cántabro que, adicto al piano, arrastra toda una vida en la música clásica. Recién llegados de su primera gira en México y a unos días de partir hacia la que será su quinta incursión en Argentina, las dos almas capitales de Marlango comparten desayuno conmigo entre guiños a Mozart, Nietzsche y Groucho Marx. No está mal.

 

Una década ya desde vuestro primer disco, se dice pronto. Llegados a este punto, ¿qué valoración hacéis?
Alejandro: Obligados por la pregunta, porque no nos paramos mucho a hacer balances, no somos mucho de planes, de mirar atrás, ni adelante… Somos como los niños pequeños, muy pegados al presente, miramos al futuro como mucho dos semanas vista. Aprendimos, creo que muy rápido y desde el principio, que hacer planes en la música y con las canciones era inútil.

 

¿Qué os hizo asumir eso como cierto?
Alejandro:
Al mes de sacar el primer disco habíamos vendido 20.000 copias en Japón y estábamos tocando en Tokyo. Ni en la mejor de nuestras expectativas ningún plan hubiera llegado ahí. Entonces el objetivo se queda en: “Vamos a intentar hacer canciones que nos gusten, que nos hagan bien, que nos ayuden a nosotros…”, porque al final esto es lo que de verdad sirve. Las canciones son las que te van llevando y te van trayendo cosas, o nada, o disgustos o sorpresas.

 

¿Cómo os veis ahora, en comparación con aquella Leonor y aquel Alejandro de vuestro debut homónimo en 2004?
Alejandro: Con más ilusión, porque ya sabemos cómo es que te pase algo con lo que no contabas, con lo cual se engrandece esa ilusión. Es una sensación extraña, como de no pertenecer, de que todo esto que está pasando es algo ajeno.
Leonor: Sí, quizás por eso mismo seguimos entendiéndonos tan bien. Seguimos haciendo cosas cada uno, ajenas al otro. Funcionamos por nuestro lado, aprendemos cosas que luego vamos corriendo a enseñarle al otro. Marlango es el sitio al que siempre volvemos, porque sigue habiendo algo ahí que no hay que explicar y que, fuera de nosotros dos, sí hay que explicar.

 

Y en ese poco miramiento al futuro, doy por hecho que sois más de la improvisación que de la premeditación.
Alejandro:
Musicalmente sí nos dejamos llevar mucho, aunque no se nota. Por ejemplo, la portada de este nuevo disco que tiene como un marquito negro, refleja exactamente nuestra forma de ser. Es decir, vemos la foto y aun viéndola muy bonita, queremos rematar añadiéndole un toque más, que es el marco. Hay en nosotros como una necesidad de pasar a limpio, de agradar, de que esté bonito, como de cariño. Estamos muy pendientes de la estructura, de los detalles… Tenemos una parte meticulosa que pelea un poco con esa otra parte de libertad creativa con las canciones, el piano y la guitarra.

 

Dicen que en el punto medio está la virtud.
Alejandro: Sí, con el tiempo se ha ido estableciendo un poco el equilibrio, arrancamos de una manera muy animal y luego se ordena, se piensa, se estructura, se limpia, se corta y se trabaja de una manera muy artesanal. También muy cerebral, claro. Llevamos muchos años, muchos conciertos y muchas canciones como para no haber aprendido nada de cómo hay que hacerlo para hacerlo bien. Lo bueno que tiene esto, además, es que no hay nada acumulativo, siempre estás en tu temporada de “rookie”, siempre aprendiendo y enfrentándote a cosas que te pasan por primera vez aunque lleves muchos años. Por ejemplo, este año tocamos por primera vez en el Sonorama. También ocurre al contrario, que te dejan de pasar ciertas cosas que tú pensabas que te iban a ocurrir porque llevas mucho tiempo.

 

¿Y eso cómo se lleva, decepciona?
Alejandro: A mí me gusta, porque yo vengo de la música clásica, y desde siempre me han dicho que desde que murió Mozart estamos todos como niños pequeños. Desde el punto de vista armónico, melódico y rítmico nos queda a los músicos en el siglo XXI todo lo que tiene que ver con la sonoridad y los instrumentos en el contexto actual. Sin embargo, todo lo que tiene que ver con la partitura en sí, ya está hecho. Esto es como el Antiguo y el Nuevo Testamento.

 

«Te llaman porvenir porque no vienes nunca…” es un verso extraído del poema de Ángel González. ¿El título de vuestro último disco, «El porvenir», está inspirado en él?
Alejandro:
Sí, además, tuvimos la suerte de conocerle, de compartir cenas y postcenas con él.
Leonor: Yo como letrista tuve la suerte, sobre todo, de poder leerlo en una etapa en la que estaba seca y no sabía hacia dónde mirar.

 

¿De qué estado de ánimo surge este álbum?
Alejandro:
Nunca habíamos trabajado tanto como para este disco. Un cúmulo de circunstancias nos llevaron a tener un primer material para el álbum que luego se descartó. Luego un segundo material, provocado por ese descarte, nos llevó a una posible producción que después se cayó también, canciones nuevas que iban apartando a otras… Así que cuando ya nos dijeron las fechas de grabación en Los Ángeles tuvimos que cerrar el círculo. Fue una sensación de alivio.
Leonor: Ha sido un camino largo, de incredulidad incluso. Me acuerdo de estar en el avión camino de Los Ángeles y tener esa sensación de “vamos a llegar y no sabemos qué va a salir”.

 

O sea, que la génesis de «El porvenir» viene marcada por los nervios, la inquietud…
Leonor: Totalmente. De hecho de ahí viene la canción ‘El porvenir’ que abre el disco: todo empieza y todo acaba, y no consigues dar con lo que buscas, de repente sí lo haces…
Alejandro: Todo esto también tuvo que ver con muchas cosas desgraciadas que ocurrieron. Por ejemplo el fallecimiento de Simone Bosé (presidente de Universal Music en España), en la compañía pasaron muchas cosas…

 

El ánimo parecía no acompañar mucho, pero una vez allí, ¿cómo fueron la grabación y el trabajo?
Leonor:
Llegamos y Sebastián Krys tenía la propuesta para este disco de meterle la energía de nuestro directo al estudio. Algo que nosotros, críticamente, nunca hemos sido capaces de ver. Era Los Ángeles, playa, palmeras, sol, Sebastián Krys como productor… Un sueño. Si esto te pasa en cualquier otro momento estás contento, pero cuando te llega después de un desierto, es una luz, es maravilloso.
Alejandro: Si esto te pasa en el primer disco, a lo mejor crees que es lo normal y no lo valoras. Pero si te pasa después de diez años, y te ves grabando con músicos de los que tienes vinilos suyos en casa, pues claro, lo valoras mucho y lo celebras mucho. Yo hasta lo grabé todo con el teléfono como un fan (ríen).

 

Al final se ha creado un buen equipo en torno a «El porvenir» y eso se ve reflejado en el resultado. ¿De acuerdo y satisfechos?
Alejandro: Es que, además, ver a los músicos que han trabajado en el disco cómo tratan su oficio y profesionalidad con tus canciones es increíble. Ves claramente lo que significa ser profesional en su idioma y lo que significa ser profesional en el tuyo, lo ves claro. ¡Esto significa ser profesional! Da igual que estén grabando con los Stones o con un grupo de un país que no sepan ubicar en el mapa… Esa dedicación, esa entrega, es como la de un deportista de élite.
Leonor: Es que con grandes como Bunbury, Fito Páez, Miguel Bosé… son así, no hay más. Se acercan a la canción como si fuera suya. Los ves cantando tus canciones y parece que eres tú el invitado.

 

 

Así lo habéis sentido con ‘Dinero’, tema en el que colabora Bunbury, imagino.
Leonor: Sí, totalmente. Esa canción ha sido producto de escucharle mucho a él, se nota mucho que le hemos escuchado. Y cuando la empezamos a montar y a escuchar en el estudio decíamos: «Aquí falta Enrique». En definitiva, que los profesionales de este oficio tan raro y tan bonito son generosos.
Alejandro: Hay una sensación ahí muy bonita de que la canción es un poco ajena. Eso que hablábamos al principio de esta entrevista de que en la música no hay nada acumulativo, en las canciones es cierto, pero con los músicos es totalmente lo contrario, quien está en la Champions League de la música es porque se lo merece, con todo lo que eso implica: talento, esfuerzo, profesionalidad, dedicación, querer y creer.

 

¿No fue arriesgado elegir ‘Dinero’ como single? Por diferente y por lo susceptible del concepto hoy en día…
Alejandro:
Es la oveja negra del disco y como tal, la quieres, la cuidas y la proteges mucho más. Se podría haber quedado fuera del disco perfectamente, y lo mismo se podía haber quedado fuera como se podía convertir en el single, y así fue.
Leonor: Pienso igual que Alejandro, pero además, a nivel conceptual es muy curioso cómo, desde que salió esa canción o a la vez que salía, en este año y medio o dos años, hay un montón de canciones, discos y proyectos que se llaman ‘Dinero’. Al final es que estamos todo el día pensando en ello.

 

Hagamos un ejercicio. Una palabra para cada una de las colaboraciones estrella en este disco: Enrique Bunbury en ‘Dinero’.
Un sueño, un regalo.

 

Fito Páez en ‘Dímelo así’.
Volver a casa.

 

La Santa Cecilia en ‘Ay pena, penita, pena’.
Antiguo. Todo viejo. Porque el piano es viejo, es un bolero, es todo como muy de los 50.

 

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“El inglés tiene muchas lecturas y es muy fácil esconderte detrás de él. El castellano, sin embargo, es más directo”

 

¿Tenéis preparada alguna sorpresa para el concierto del 4 de Julio en el Teatro Circo Price de Madrid? Con tanta colaboración estrella da que pensar…
Leonor:
Bunbury no puede. Pero va a estar con nosotros gente maravillosa, que admiramos y queremos.
Alejandro: Van a estar Coque Malla, Jacobo Serra… Vamos a invitar a amiguitos y amiguitas.

 

¿Qué buscáis transmitir a los que escuchan estas nuevas canciones?
Leonor:
Nos encantaría que no fuera obligatorio. Hay algunas canciones que son más inducidas, por ejemplo, ‘Dinero’ te coloca en un sitio. Pero nos gusta complementarnos, yo le enseño una letra muy triste a Alejandro y enseguida él con la armonía la saca para arriba, o al revés. Siempre intentamos que haya una opción, que el que escuche la canción decida por sí mismo si es una canción triste o alegre. Lo hacemos así porque somos autores e intérpretes, y también lo hacemos por nuestra propia salud como intérpretes, salir a tocar al escenario y dejarnos envolver por lo que está sintiendo el público. Por ejemplo, nos pasaba mucho con ‘Pequeño vals’ del disco «Automatic Imperfection». Para mí es una canción bastante triste y resulta que la gente la usa en las bodas, sonríe cuando la escucha… Así que lo que hacemos es tocarla mucho más arriba.

 

Ya que hablamos de esa relación que se establece con el público en directo, este es vuestro segundo disco en castellano, después de cuatro en inglés. ¿Al cantar en vuestro propio idioma os sentís más desnudos?

Leonor: En directo cantando en inglés la sensación es que el público está ahí, en frente, y al cantar en castellano frente al público español de repente sientes que cobran dimensión. Sientes al público más presente. No es que te sientas desnudo porque cantando en inglés la gente no te comprenda, ya que quien quiera entenderte te va a entender traduciendo las letras o lo que sea, si no porque el español es mucho más concreto. El inglés tiene muchas lecturas y es muy fácil esconderte detrás de él. El castellano, sin embargo, es más directo.

 

¿Podríamos entender «El porvenir» como una declaración de intenciones, precisamente por todo esto, o no es la intención?
Leonor:
Puede ser, pero tampoco sé muy bien de qué intenciones. Esto es como lo de Groucho Marx: «Estas son nuestras intenciones, si no te gustan tenemos otras» (ríe). Creo que no pensamos tanto.
Alejandro: Sí, en cierto modo puede ser, pero eso requiere un caminito que nosotros no hemos hecho. Quizá en el sentido de que tú siempre quieres ser más alto, más rico, más guapo, más todo… quieres ser Brad Pitt. Y para eso ves todas sus películas, sigues todo lo que hace, te vistes como él y piensas que así se te va a pegar algo; pero luego la realidad es que lo que te devuelve el espejo, el piano y lo que escuchas de tus discos cuando los has grabado es lo que tú eres, y no se parece en nada a Brad Pitt.

 

¿Y tiene Marlango algún espejo de este tipo en el que mirarse y verse reflejado?
Alejandro: Es que a veces, precisamente por esto, da pudor decir que te gusta mucho escuchar a Sinatra o a Ella Fitzgerald, la asociación es lamentable para nosotros. Te gusta escucharlo, pero no tiene nada que ver con lo que luego a ti te sale, que son canciones con unas estructuras muy sencillas, muy cercanas al pop con algunos elementos de muchas músicas que nos gustan pero que incluyes en una dosis mínima. Lo último que somos es un grupo de jazz.

 

Llegados a este punto, ¿os veis más identificados con el pop, en lugar de con el jazz con el que tanto se os ha asociado?
Leonor:
Siempre nos hemos considerado «pop» de «populares», en el sentido literal de la palabra pop. Escribimos canciones de tres o cuatro minutos que están entre la Iglesia, el prostíbulo y el bar. Depende de la hora del día y de cuánto hayas bebido, depende del contexto. Esto es lo que hacemos.

 

Pero al final estas once canciones se han unido como dando forma a un todo, pero un todo heterogéneo: pop, boleros, rumba, costumbrismo…
Leonor: Siempre nos pasa esto. Yo me doy cuenta cuando nos ponemos a pensar en el orden de las canciones, que ahora parece que ya no importa tanto pero a nosotros nos sigue importando mogollón: una canción está aquí, la otra allí… tienen su personalidad.
Alejandro: Nosotros tenemos las canciones en la base de piano y voz, luego en los arreglos y en las secciones rítmicas se prestan a muchas posibilidades. Y ahí hay que darle el crédito y el mérito a Sebastián Krys, que ha colocado cada canción como dentro de un mapa mental suyo.

 

La forma de concluir el disco con ‘Descansa en mí’, también algo distinta al conjunto pero como una vuelta a los orígenes, es muy especial. ¿Es intencionado?
Alejandro:
En nuestro cuarto disco, «Life in the Treehouse», hay muchas canciones de este estilo y ‘Descansa en mí’ es como de esa familia. Al piano de madera le hace mucho bien cuando le quitas la batería y le pones encima algo hecho por ordenador, camina de una manera muy ordenada y perfecta. Terminar con este tema es como cerrar el disco con algo del pasado que hemos ido aprendiendo y trayendo al presente. Es como algo muy nuestro. Como cuando los niños identifican algo como «esto es casa». Para nosotros estando en Los Ángeles, grabar esta canción era como sentir «esto es casa». Terminamos el disco en casa, esa sí que fue una intención.

 

¿A qué canción de vuestro repertorio siempre volvéis? Esa canción que también «es casa».
Alejandro:
‘Enjoy the ride’, sí, algunas de esas canciones del primer disco a base de piano y voz. Eso es casa para nosotros.
Leonor: ‘Maybe’ del primer disco, es como una rueda.

 

En este constante juego de tiempos que suscita «El porvenir», decidme: ¿qué añoráis del pasado?
Alejandro:
Yo, que ahora han sido las finales de la NBA y para verlas hay que trasnochar bastante, echo mucho de menos el aguante. Antes era de pasar noches en vela, tomarme un café a la mañana siguiente y funcionaba perfectamente. Con los años, veo que no, ahora que tengo que madrugar para llevar a los niños al cole, como me haya ido a dormir muy tarde, al día siguiente estoy hecho polvo. Y eso antes no pasaba.
Leonor: A mí en cambio nunca me ha pasado eso. Por un lado me da pena, y por otro me hace sentir guay porque nunca he tenido la sensación esa de «joder, ahora no puedo», porque la realidad es que nunca he podido (ríe). Empalmé una noche estando en el instituto y nunca más. Es que no puedo. Ahora todo el mundo de mi edad está como yo, así que bien (ríe).

¿Qué esperáis del futuro?
Leonor:
A veces todo y a veces nada. A veces estamos tranquilamente en el «aquí y ahora» y a veces estamos haciendo planes para conquistar yo que sé qué.
Alejandro: ¡Que triunfe la bici en la ciudad! En mi barrio han puesto ahora una historia de alquiler de coches y estamos pensando mi mujer y yo en vender el nuestro. Solo lo usamos para llevar a los niños al cole, así que vamos a hacer cuentas porque creo que nos sale mejor. Venimos ahora de México D.F. y aquello es una locura, está siempre atascado, así no se puede vivir.

 

¿Con el presente os lleváis bien?
Alejandro: Sí, no hay otra opción. Te vas relajando también con el tiempo. Este es un negocio fraudulento que es casi como una ruina. Nos dedicamos a esto, por unas razones que conviene no olvidar, y si no, dedícate a otra cosa. Pero cuando valoras todo, ahora por ejemplo con el hecho de que llevemos diez años tocando, en ningún momento me he planteado hacer otra cosa, no es cuestionable. Soy músico, es lo que hay. Es como si me planteara ser cántabro, pues es absurdo, lo soy y no hay más.
Leonor: Ayer estuve en una reunión de padres en el colegio, y me pasa mucho que te das cuenta de que todo el mundo en el fondo quería ser músico o actor… Es algo maravilloso, pero yo siempre digo que te tiene que gustar muchísimo, porque tiene toda esa parte de la carretera, la furgoneta, el cansancio… Te tiene que gustar de verdad y entonces es cierto que ni lo piensas, pero en el fondo en todos los trabajos hay cosas positivas y negativas.
Alejandro: Lo que sí es verdad es que la hora y media, dos horas, de directo sobre el escenario son como ocho años en la vida de un perro (risas). Luego vas en la furgoneta en una nube, te deja muy buen cuerpo.

 

Leonor, la última película que tenemos tuya es “Mi otro yo» de Isabel Coixet en 2014. ¿Tienes algún proyecto cinematográfico entre manos?
Leonor:
Se estrena una película en enero, que hice en septiembre. Pero estoy en Marlango, trabajo en Marlango y, aunque me encanta interpretar también, tengo la suerte de que puedo elegir. En estos dos últimos años es cierto que he estado más centrada en Marlango que nunca.

 

¿Cuál creéis que es el “porvenir» de esta España de cambios que estamos viviendo?
Alejandro: Hombre, va a ser muy emocionante. Es complicado, es difícil pero es emocionante, por lo menos es algo. Porque llevamos décadas que no pasa nada, y ahora están pasando cosas y van a seguir pasando cosas. Tenemos que ver cómo somos capaces de gestionar todos esos cambios sin que nadie se enfade, porque no a todo el mundo le gusta que cambien las cosas.
Leonor: A mí me gustaría que la gente no tuviera tanto miedo, porque realmente no pasa nada. Si cambia y no te gusta, vuelves a cambiar y no pasa nada. Hay gente muy asustada.
Alejandro: Yo creo que vamos a estar mejor, es casi imposible no ir a mejor. Estaba el listón tan bajo en general que vamos a ir a mejor seguro.
Leonor: Bueno, ahí disentimos. Yo creo nos quejamos mucho también. Podemos estar mucho mejor, está claro, pero el mínimo nuestro no es tan pésimo como en otros países, podríamos estar mucho peor de lo que estamos.

 

 

 

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