Marazu: «Hay que diferenciar entre el éxito y la equivocación»

Autor:

«Creo que he encontrado la identidad de cómo quiero escribir, de cómo quiero sonar y de cómo me siento»

 

Bebedor del cancionero clásico, de la poesía y de mil fuentes de su tiempo y de otro: así ha construido su sonido Jorge Marazu, que presenta su cuarto trabajo solista, La gran belleza. Carlos H. Vázquez habla con él.

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: JOSÉ LUIS TABUEÑA.

 

Once estrellas se pueden contar hoy en el cielo. Sin contaminación lumínica, solo el reloj pone distancias entre la noche y el día. Hace frío. Ahora suena Marazu: «Le canté a la luz cuarenta veces al mes, como quien le canta a la pared». Dice que no se atreve a ver La gran belleza. Al menos, hasta el momento de hacerse la siguiente entrevista Jorge Marazu no había visto todavía la película de Sorrentino. No sería mal plan verla ahora mismo.

 

Qué fugaz la juventud, imposible de parar… “Miedo” ha sido el único tema que ha sobrevivido con Marazu desde La colección de relojes (Escandinavia Records, 2012), aquel inciático disco que poco tiene que ver ya con su autor, pero que le dio sin embargo su canción bandera, que ha cantado hasta Sergio Dalma (con una ejecución maravillosa) y luego ha compartido con Vanesa Martín en esta última y carta entrega, La gran belleza (Universal, 2020). Un disco que toma prestado el título del largometraje de Paolo Sorrentino. Si es que ya lo dice la letra de “Miedo”: «…pero resulta tan difícil escapar del pasado…». Y también de la belleza matemática.

 

¿Por qué ponerle a este disco el título de una película que no has visto?
Era simplemente por el nombre. Hay una serie de circunstancias que hacen que ese nombre esté ahí de manera muy presente; por ejemplo, era la película favorita de una de las personas o la persona en la que está inspirado un gran porcentaje del disco. Me parecía un guiño precioso, porque, además, encuentro un significado en el nombre que no sé si tiene que ver o no con la película. Entonces, cuando me preguntan si tiene que ver con la peli, respondo: «Sí, pero no». Al final, la película es directamente culpable, pero no porque la haya visto y considere que lo que yo entiendo como la gran belleza es lo que cuenta la película, porque no la he visto todavía. Y, además, no la voy a ver hasta que no pase un tiempo. Prefiero que no cambie mi concepto de la gran belleza.

 

Dices que gran parte de este disco está dedicado a una persona. ¿Escondes, entonces, a esta persona detrás del nombre de un pueblo o de una ciudad, como en “Punta Umbría”?
Ya lo había hecho, no con una ciudad, pero sí con un territorio: Escandinavia. Y es exactamente como dices, porque al final Escandinavia era una persona. En este caso viene a ser un poco lo mismo en “Punta Umbría” o “El espigón”, que también habla de un lugar muy cercano. Me parece que son las licencias que uno se toma cuando puede escribir. O sea, al final tienes la posibilidad de hablar de una persona directamente, de la suerte o de la música o de cualquier cosa como si fuera una persona. Esa libertad me parece magnífica. A veces, incluso, se escribe sobre algo muy concreto, porque estás contando una historia de principio a final, y en otras ocasiones, como en este disco, simplemente estás hablando de sensaciones.

 

¿Tenía que ser “Punta Umbría” la canción que debía abrir La gran belleza? Empieza fuerte, con electricidad…
No. La verdad es que me dejo llevar por lo que vaya sucediendo. Intento no estar cerrado, porque una de las cosas que te dan los años y grabar y tal es que en la mayoría de los casos no puedes tener ideas preconcebidas, porque todo evoluciona hacia un lugar inesperado siempre. Para mí, la canción que iba abrir el disco iba a ser “Estuve a punto de salvarlo”. Me parecía una sentencia, como ya hice en Escandinavia con “Hiroshima”: «Este soy yo, preso de un impulso irracional». Me parecía que empezar con “Estuve a punto de salvarlo” diciendo «nace la canción donde termina el ruido. Fluyo en el papel si el alma grita» me parecía perfecto. Pero cuando apareció “Punta Umbría”, todos coincidimos en que era una canción que definía bien el disco, porque se sale de su propio contexto. Al final es una canción que, por la estructura y la armonía, puede parecer muy española, un tipo de balada muy española, pero el concepto sónico del disco que tenía en la cabeza y la producción era sacar ese tipo de cosas de donde yo venía o de donde yo había investigado, y “Punta Umbría” es un ejemplo clarísimo, porque empieza y acaba rompiendo como si fuera algo muy gordo. Me parecía que era lo suficientemente impactante como para empezar el disco y que la gente pensara: «Hostia, ¿qué va a pasar aquí?».

 

He hablado con algunos amigos que tenemos en común y coinciden en que “Estuve a punto de salvarlo” es la canción que más te representa, y que podía haber entrado en Escandinavia, que es un disco en el que, creo, consigues un equilibrio y un sonido más claro. ¿Puede ser?
Es verdad que tiene algo que, tocado con una guitarra o con un piano, sin envoltorio, es muy mío. Y, además, tiene algo que a mí me me apetecía mucho investigar en este disco, que es pasar de la más mínima nada al estallido. Ese punto de matizar mucho, que va conmigo en los directos y que no había explorado tanto en los discos, cómo hacer que las cosas crezcan y caigan y que esa emoción esté todo el rato sosteniendo una tensión. Entonces sí podría entrar en Escandinavia, pero a diferencia de lo que hice, creo que la evolución o el equilibrio evolutivo lo he encontrado por primera vez ahora. Creo que he encontrado la identidad de cómo quiero escribir, de cómo quiero sonar y de cómo me siento yo. Al final, Escandinavia tiene una identidad, porque está grabado como un disco hecho en una cabaña con muy pocos elementos, con mucho instrumento de verdad, y me parece que era el momento; venía de hacer una historia de copla y la inercia me llevaba hacia allí, porque me parecía que era lo que tenía que hacer. Pero no sentía que tuviera identidad. Y en este disco [La gran belleza] ya ha pasado el suficiente tiempo de la grabación como para tener mis quejas. Creo que he encontrado esa identidad que buscaba y que seguiré buscando, porque siempre intentaré buscar y hacer cosas que no haya hecho antes sin inventar nada, porque tampoco es que yo haya inventado nada. Pero sí que intento encontrar mi sitio, hacer el molde en el sillón.

 

Decidiste parar y tomarte un tiempo tras tu concierto en Joy Eslava (en julio de 2018), y ahora abres una nueva etapa. ¿Qué músicos están contigo en este disco?
Pues es sorprendente, porque cualquiera que escuche el disco puede pensar que hay muchos músicos, pero en realidad está grabado por cuatro músicos, contándome a mí, y una pequeña sección de cuerdas que aparece en dos o tres canciones. La mayor parte la ha grabado Paco Salazar; Iñaki García ha hecho teclados y pianos, excepto en “El ritual”, que el piano lo he grabado yo; y Coki Giménez está en la batería. Entre este grupito de cuatro, con el gran peso de Paco Salazar, hemos construido el disco entero.

 

¿Cuánto tiempo lleva este disco grabado?
Oficialmente, el disco se da por terminado en junio de 2019, pero en septiembre de 2018 empezamos a grabar, a juntarnos, a rearmonizar canciones, a trabajar con Iñaki y con Paco, a seleccionar un poco el repertorio, en el que sobraban algunas canciones… Yo no soy de tener muchas canciones, realmente solo trabajo en las que me parece que tienen cabida, pero si veo que una canción no está a la altura, no la termino. Había como como quince o dieciséis y al final nos quedamos con las doce que están en el disco.

 

¿“Instinto” es de los primeros temas que salieron para La gran belleza?
“Instinto” es de las primeras que compuse. Y está compuesta poco después del fin de gira y en el momento en el que empiezo a tomar definitivamente todas las decisiones de reinicio. Era una cosa fundamental que necesitaba; a nivel profesional y sobre todo a nivel personal no me encontraba con lo que estaba haciendo, no me encontraba tocando solo, no me encontraba con la dinámica que tenía, no me encontraba con la oficina… Y decidí que era el momento de parar, pero además sin tener prisa en reconstruir. Tenía que parar y empezar a focalizar todo el futuro con paciencia y con consecuencia. Le comuniqué a la oficina que no quería seguir, le conté a Toni [Brunet] que necesitaba buscar otro camino… Toni estaba ya muy dentro de Coque [Malla] y poco después con Quique [González]. Era el momento. Tenía la sensación de que mi propio proyecto se separaba. Acabé un poco harto de mí y decidí separarme de mí, y para eso necesitaba espacio y parar de tocar y parar de hacer cosas a nivel de exponer mi música, porque quería reencontrarme conmigo, con el «yo» que empezó y con el «yo» al que quería llegar. Y es en ese momento cuando nace “Instinto”, que habla de eso, de la calma en el momento más urgente, de la gente que te dice que te equivocas, gente que te lo dice con cariño… Es muy difícil equivocarte cuando realmente estás haciendo lo que quieres y vas a cenar donde sientes que tienes que ir. Hay que diferenciar entre triunfar o el éxito y la equivocación, y creo que esto no es equivocarte.

 

Según tu estado de WhatsApp, eres el ánima de Fiz de Cotovelo, que es un alma en pena que va buscando compañía.
Yo no sé trabajar solo. Nunca he sabido trabajar solo. Siempre, de alguna manera, he estado cerca de alguien. Ha estado [David] Pollo, que es la persona con la que contrasto absolutamente todas las decisiones que tomo. También está mi oficina de ahora [Get In], que ha sido una bendición… Creo que no puedo estar en un lugar mejor. Yo no sé trabajar solo, pero giraba así porque no había otra manera. Y no es que no me guste, es que no me gusta que me impongan tocar solo. De hecho, después de hacer una gira con una banda, creo que me encantaría poder hacer una gira solo con un set y con varios cacharritos… Pero tener en la cabeza constantemente que hay que defender un proyecto que no está creado para tocarse solo creo que es lo que me aleja del cantautor. No porque no me lo considere, o porque me parezca algo peyorativo, ni muchísimo menos, soy muy fan del mundo del cantautor, de la canción de autor y del concepto, pero cuando hago música la hago pensando en que tenga cosas. Entonces necesito que se muestre así. Creo que mis canciones no son lo mismo si las toco solo. Las puedes llevar a un sitio, las puedes reconstruir, puedes hacer que tengan sentido y pueden ser bonitas, porque nacen así, pero me gusta cuando suenan con el envoltorio. Eso no quiere decir que por momentos no me apetezca parar y hacer algo solo, con esa libertad que no voy a encontrar tocando con banda, dejándome llevar, pero acabé un poco harto de hacerlo así, de tener que hacerlo solo.

 

«En Lumínica empecé a hablar del romanticismo y de la melancolía desde un punto esperanzador y no desde la derrota absoluta»

 

¿De dónde nace un tema como “Canción para Alma”?
No decidí el título de esa canción hasta el último día. Como es una canción para mi sobrina, estaba entre llamarla “Carta a Alma” o “Canción para Alma”, pero me parecía más romántico llamarla “Canción para Alma”.

 

“Años” habla de la vida, del paso del tiempo, del aprendizaje… ¿Cuánto ha tenido que vivir una persona de treinta y cuatro años como tú para componer una canción que parece escrita por una persona más mayor?
Ese es un problema que he tenido casi desde el principio y entiendo que es algo que con el tiempo me va a poner en mi sitio, porque por algún motivo tengo una manera de escribir muy añeja. Soy una persona rotundamente melancólica, no sé si es bueno o es malo, pero tiendo mucho al recuerdo y a la infancia y estoy constantemente recurriendo a todo eso que, supongo, me hace parecer más vivido de lo que en realidad soy. Pero te mentiría si te dijera que no estoy escribiendo mucho otra vez sobre todo esto. Hasta hace un momento estaba escribiendo una canción que tiene mucho que ver con la manera de cómo interpreto la vida y cómo voy aprendiendo de ella, porque el disco al final viene a contar un poco eso, que la vida tiene momentos jodidos pero puede ser maravillosa. Y eso pasa en “Canción para Alma”, cuando digo: «Habrá días radiantes, habrá días de mierda». También pasa en “Años” y en “Instinto”. Es una cosa que empecé a trabajar en Lumínica, hablar del romanticismo y de la melancolía desde un punto esperanzador y no hablar siempre desde la derrota absoluta, que era lo que yo había hecho siempre. Y a ese reto, sin querer, le pegué tantas horas que se me ha quedado, entonces evito mucho hablar de algo muy dramático o intento siempre vestirlo con una ventana abierta, porque me parece que la emoción está ahí, sobre todo en no decaer y en intentar levantarse, aunque vengan mal dadas. Creo que es bonito encontrar la emoción en la belleza de superarse y levantarse, porque, al final, una puerta cerrada abre otra. La vida es así todo el rato.

 

¿“Años” empieza como “Everybody’s changing” de Keane o es cosa mía?
Pero radicalmente. En este disco se separan mucho las canciones de la producción. O sea, de las influencias. En la primera comida con Paco [Salazar], hablándole de cómo quería el disco, Paco se reía porque le decía por dónde quería que fueran las canciones y luego cómo tenían que sonar. Al final, tanto Travis como Keane o Coldplay tienen canciones que podrían ser de un cantautor anglosajón trabajadas desde una perspectiva de la producción para encontrar un sonido y una épica, y me parecía que era la manera de trabajar mis canciones. Yo escribo más «españolmente», pero me apetecía investigar en ese sonido más anglosajón, incluso más David Bowie, más George Harrison o más John Lennon en algunas armonías. Me parecía un camino interesante y eran unas referencias que estaban ahí, porque es lo que escucho, como las armonías de Rufus Wainwright. Me apetecía fusionar un poco toda esa onda del cantautor. Hay muchas influencias: [Gustavo] Cerati, Fito [Páez], Zoé, Alejandro Sanz, Manolo García, Keane, Coldplay, Embrace, Tim Christensen… Le dije a Paco: «Vamos a coger todo esto y vamos a meterlo en una coctelera y vamos a hacer que las canciones vayan hacia ese camino, porque en mi cabeza, cuando las componía, sonaban así». No pensaba que nos fuéramos a acercar tanto a conseguir lo que pretendía. Eso es una cosa muy bonita porque, como te decía antes, es muy difícil tener ideas preconcebidas cuando te metes en un estudio, porque pueden pasar muchísimas cosas.

 

Nuevo disco, nueva etapa, nueva banda… pero al final cierras con un tema de tu primer disco: “Miedo”, que en este caso compartes con Vanesa Martín. ¿Por qué meterla en este disco y además cantándola a dúo?
Por varios motivos. La canción está la última porque no pertenece al disco, para mí. No quería incluirla dentro del repertorio, me apetecía ponerla al final. Tampoco me apetecía poner que era un bonus track, porque simplemente ha coincidido en la época. La canción iba a salir mucho antes, pero por circunstancias de agenda no ha podido ser. Entonces no iba a estar ligada al disco de alguna manera; la hemos metido porque a todos nos parecía bonito que la canción tuviera que estar en algún sitio físico, que no se quedara solo a nivel digital. Y el hecho de recuperarla fue fundamentalmente porque hace dos años y medio o tres que [David] Trueba la metió en su película Casi 40. Para mí fue una una cosa muy bonita y pensé que esa canción, más allá de mi público, nunca había tenido un recorrido. La grabé y la publiqué en un disco independiente que no tuvo ninguna difusión, me apetecía que estuviera en algún lugar, y por eso se habló de la posibilidad de una colaboración con Vanesa, que dijo que sí en el momento. Pero para mí no es una canción que forme parte del disco como concepto, por eso está la última. Para mí, la última canción del disco es “La gran belleza”, que tiene su épica. Y ahí se acaba el disco. “Miedo” es un extra, aunque me parece bonito que esté ahí, porque además ha coincidido en la época y su sonido se acerca al sonido nuevo.

 

¿Cómo sabes que que has elegido el camino correcto?
Porque cuando me escucho me veo mucho. Después de un año y medio, de haber terminado el disco, cada vez me veo más. Y eso me ayuda a seguir construyendo canciones y a seguir buscando mi manera de comunicarme. Siento que ese es el camino. Esto no quiere decir que en el siguiente disco vaya a hacer exactamente lo mismo que he hecho en este, pero sí que voy encontrando mi manera de gestionar mis cosas. A lo mejor el siguiente lo hago tocando bandurrias, pero sé que cuando creo en algo o siento que tengo que hacerlo, lo tengo que hacer, porque generalmente, a nivel musical, cuando decido algo y voy a por ello casi siempre me funciona. A veces he acertado y otras veces no he acertado en cómo lo he desarrollado, pero casi siempre me ha llevado a algún lugar o ha sido un vehículo que me ha hecho llegar a la siguiente pantalla. Por eso creo que este es el camino que buscaba. No sé lo que va a pasar después, pero me siento muy orgulloso de lo que he hecho.

 

Artículos relacionados