DISCOS
«Es un disco contemporáneo, pero podría estar hecho en cualquier época, excepto por el sonido, claro y fino»
Roque Narvaja
Mar de la tranquilidad
AUTOEDITADO, 2021
Texto: CÉSAR PRIETO.
La aparición de nuevos discos de esas figuras anglosajonas que han marcado historia en la música es saludada siempre con gran regocijo en la prensa española. Viene a ser normal, es un acontecimiento que carreras tan consolidadas, que han dado tantas alegrías como, pongamos por caso, las de Nick Lowe, Neil Young o Jackson Browne, se amplíen con nuevas canciones, que además suelen estar al nivel, si no superarlo. Sin embargo, si esto mismo pasa en el ámbito hispano habrá suerte si se olvida, porque se suele saludar frecuentemente con el desprecio o la crítica.
El caso de Roque Narvaja es el primero, el olvido. Roque publicó su primer disco en su Argentina natal en 1972, que se dice pronto. Curiosamente, el mismo año en que se edita tambien el primero de Jackson Browne, con quien nuestro autor guarda más de una concomitancia, incluso estética. Tras una activa carrera dentro de la canción social, decide exiliarse en España debido a las amenazas que sufre por parte de la dictadura argentina, y en nuestro país opta por dedicarse a la canción melódica. Suyo es el éxito de Miguel Ríos “Santa Lucía” y, por lo menos, otro propio: “Menta y limón”.
Cuando concluyó la dictadura, volvió a Argentina y la península se olvidó de él. Fue, sin embargo, editando proyectos hasta que tuvo un parón al principio del nuevo milenio. Afortunadamente, hace poco ha vuelto a retomar su carrera con un par de nuevos discos excelentes. El reciente, Mar de la tranquilidad, pasa incluso de excelente. Pues el caso es que ni ha aparecido un breve en la prensa española, ni una pequeña nota. Y es un clásico.
Es un disco contemporáneo, pero podría estar hecho en cualquier época, excepto por el sonido, claro y fino. Intenta sonar muy orgánico y acústico, lo consigue y la calidad de la grabación hace que se note perfectamente cada pulsación de una cuerda, cada golpe de caja, hasta dar cuenta de paisajes bellísimos, una naturalidad que tambien aparece en las letras y las historias, con parada especial en la que fue single y abre el disco: “Una foto de papel”. Es una curiosa historia. A Roque, en los ochenta, le seguía una fan que iba a todos los conciertos y siempre le pedía sacarse fotos con él. Tiempo después se encuentran por casualidad, toman algo en un bar y empiezan a salir. Al final acaba casándose con ella.
La música hispana está bien nutrida —aunque a veces los deje de lado— de cantantes que basculan en la frontera entre la música ligera y la canción de autor, o si acaso de cantautores de ámbito no directamente político, así que es normal que escuchar un tema determinado evoque otra composición. Sucede con “Un solo corazón”, que recuerda a Joan Bautista Humet, o en “Con mi velero”, compuesta a la manera de José Luis Perales quien, querámoslo o no, ha modelado un buen puñado de canciones que ya pertenecen al acervo popular.
En los temas se despliegan aquellos que han sostenido la lírica desde que occidente es occidente. El paso del tiempo, por ejemplo, que aparece en la que da título al conjunto, dotada también —como todas— de unos arreglos sencillos, sin despliegues desmesurados, pero sumamente efectivos. Las despedidas amorosas es otro tema recurrente que aparece en “Como la esposa de Lot” —no mirar atrás es el mensaje— o en “Piloto en la tempestad”.
La canción extraña del disco es la que lo cierra, “Vos me hablás de paz”. La sostiene un espléndido riff, nocturno y oscuro, se rapea sobre él, hay solos de guitarra acerados y mensajes de armonía universal. No desentona, pero no sigue el rango común, un rango que nos hace recordar que Roque Narvaja ha destacado toda su carrera por tener una exquisita sensibilidad, que este disco demuestra que sigue teniendo.
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Anterior crítica de discos: Bluee weekend, de Wolf Alice.