Manva Negra: «Este disco transforma el dolor en arte»

Autor:

«Componer, cantar y levantarme cada día con la música en la cabeza me ha dado razones para seguir»

 

Tradición y modernidad se dan la mano en Lucero, el valiente y crudo debut de la cantaora, compositora y productora Manva Negra. Por Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Foto: ALMA LÓPEZ.

 

«A veces me preguntan por qué hago música, y hago música para sanar. Y ya no para sanarme a mí, sino para ayudarte a sanar a ti. Porque en los peores momentos de mi vida, la única que consiguió salvarme fue la música». Es el inicio de “Argen avnam”, un sobrecogedor recitado que recoge el espíritu de Lucero, el debut de la cantaora, compositora y productora Manva Negra. Un disco lleno de crudeza, pureza y autenticidad, pero también de dolor, en el que denuncia el abuso infantil que sufrió desde niña y lo transforma en canciones sanadoras.

Ese poder sanador de la música está muy presente en el primer elepé de esta joven cantaora, compositora y productora murciana, que se crio escuchando a Lola Flores, Los Chunguitos, La Tana, Camarón de la Isla… y Joaquín Sabina. «Las voces y la forma en que estos artistas interpretaban me enseñaron a sentir la música desde el alma y a vivirla con intensidad», explica, convencida de que le dejaron una huella muy profunda. Con ocho años, al regresar del campo con su abuela, la niña María del Carmen Sarabia se iba a una cabaña para practicar música con un antiguo guitarrista. Una década después se trasladó a Madrid para estudiar producción y composición musical en la Escuela de Artes TAI, donde empezó a comprender la música desde otra perspectiva: «Aprendí a estructurar mis ideas, a experimentar con sonidos y a traducir mis emociones en composiciones más cohesionadas. Todo esto se refleja en mi música, donde combino la pasión e intuición con el conocimiento técnico para crear algo genuino».

La semilla empezaba a germinar y Manva Negra, la artista, no tardó en florecer. «Siempre supe que el arte estaba dentro de mí, pero cuando me ficharon en Diskover di el paso definitivo hacia mi proyecto personal. Ese fue el impulso que necesitaba para no mirar atrás. A partir de ahí, canalicé todas mis emociones, vivencias y heridas a través del personaje de Manva Negra, una identidad con la que puedo contar mi verdad sin filtros», asegura. En ese contexto alumbró su primer epé, Deseo (2024), donde explora el deseo obsesivo y el amor tóxico, antesala del disco que ahora publica, Lucero, una obra valiente y cruda en la que denuncia el abuso infantil que vivió de niña.

 

«Lucero es una historia de renacer, de aprender a ser feliz con una carga que siempre se llevará»

 

Un secreto a voces

«Lucero es mi historia, un secreto familiar contado a voces. Es un reflejo de lo que llevo dentro, de donde vengo y lo que soy. Hablo de forma explícita sobre el abuso y la violación que sufrí desde pequeña hasta adolescente por parte de mi tío, y de todo lo que eso significó en mi vida en ese momento y después, cuando mi familia me dio la espalda. Este disco es una catarsis, una forma de sanar y transformar el dolor en arte. Aunque el tema central es la violación, Lucero es también una historia de renacer, de aprender a ser feliz con una carga que siempre se llevará», dice Manva Negra sobre el origen de este disco. Una declaración tan cruda como sus canciones, con la que se entiende, aún más, esa manera de aferrarse a la música durante una etapa vital infinitamente dolorosa. Y con la que se comprende mejor el trasfondo del disco y el poder sanador de la música, como canta también en el corte inicial, “El torero”, cuando entona aquello de «Mi cante, mi sanación».

«Las canciones de Lucero son fragmentos de una historia que se despliega como un espejo roto: cada pedazo refleja una emoción, un duelo, una verdad», dice, usando una imagen que cualquiera puede entender para hablar del abuso y la violencia, temas que ejercen de epicentro de este cancionero, aunque a su alrededor orbitan otros como la avaricia, el abandono, el reproche a los cómplices, el trauma, el suicidio y la aceptación. «Cada canción es un latido de lo que fui, un eco de lo que sentí. Pero Lucero no se queda en la herida, sino que se alza como un testimonio de resiliencia. No es una historia de superación, porque hay sombras que siempre caminan con nosotros. Es una historia de resistencia, de encontrar luz en la oscuridad y convertirla en camino», asegura. De ahí la declaración de intenciones que recita en “Argen avnam”: «La música me ha salvado. Componer, cantar y levantarme cada día con ella en la cabeza me ha dado razones para seguir».

«Si tu entendieras la pena de muerte que llevo conmigo», escribe y canta en “El hijo de Dios”, poniéndole palabras al sufrimiento con un lenguaje tan directo como valiente. «No se trata tanto de valentía, sino de verdad. La música es un lenguaje del alma, y cuando compones no basta solo con escribir una letra; debes sentirla, interpretarla y vivirla. La mirada, la expresión corporal, la forma de cantar… todo debe ir de la mano para transmitir la verdad», piensa Manva Negra, que logra transmitir un capítulo vital muy oscuro sin poetizarlo: «Mi música es un reflejo de lo que soy. No quiero adornar la realidad ni endulzar el dolor. Lo que quiero es que la gente escuche mis canciones y sienta algo genuino, aunque eso a veces sea incómodo. La pureza proviene de la honestidad, y la crudeza es simplemente parte de la vida misma».

 

«La fusión es mi lenguaje, y lo importante es que todo suene orgánico y con alma»

 

El lenguaje de la fusión

Pero si el mensaje es esencial en sus canciones, la música tampoco se queda atrás en su forma de arropar la letra. Con una amplia gama de estilos musicales, sus canciones beben del flamenco, la cumbia, el tango, el hip hop, los corridos mexicanos o el pop. «Me gusta mezclar sonidos aparentemente opuestos, pero que, al final, cuentan historias similares. La fusión es mi lenguaje, y lo importante es que todo suene orgánico y con alma». Para Lucero ha buscado una identidad sonora propia, en la que fusiona lo urbano con lo tradicional: «Quería mantener la raíz flamenca, pero con un sonido moderno, auténtico, que refleja la crudeza de la calle y la profundidad de la música de siempre. Experimenté con diferentes texturas, instrumentos y ritmos hasta encontrar el equilibrio perfecto, creando mi propio folklore moderno. Además, cada tema representa un momento único de la historia, y no podía contarlo de otra manera que no fuera a través de un género específico».

Trasladar todo eso a las doce canciones de este disco, la composición y la grabación, le ha llevado un año de trabajo. «La parte musical nos llevó entre seis y ocho meses, y completar la parte visual demandó varios meses más. No quería que fuese solo un disco, sino una experiencia completa donde la imagen y la narrativa visual acompañaran la música con la misma fuerza», dice. Todo funcionaba en una misma dirección, y ella misma quiso estar al frente de la producción, junto a Jorge Ibiza, para poder trasladar el mensaje sonoro lo mejor posible. «Fue un desafío, pero siempre tuve claro que quería involucrarme en todo el proceso creativo, desde la composición hasta la producción. Que la industria esté dominada por hombres me dio aún más ganas de demostrar que una mujer puede producir música con calidad y personalidad. Ha sido un aprendizaje constante y una gran satisfacción poder plasmar mi visión», confiesa.

Hoja de ruta

Con Lucero en la calle, prevé un intenso 2025 en el que exhibir su propuesta escénica a ambos lados del Atlántico. Tras una primera puesta de largo en Madrid, coincidiendo con el lanzamiento del disco el pasado enero, en su hoja de ruta planea visitar ciudades con las que tiene un vínculo especial, como Barcelona, Valencia, Málaga o Granada, y sueña con cantar en Argentina. «Voy a llevar un formato potente, con una performance que vaya creciendo cada vez más hasta llevar una banda en directo completa y una puesta en escena muy cuidada y cinematográfica», cuenta.

En los próximos meses, planea llevar su hipnótica propuesta con diferentes formatos a diversos escenarios, combinando los festivales con directos en salas donde prime el detalle, para que nadie vuelva a casa como llegó: «Mi objetivo es conectar con el alma de cada persona en el público. Quiero que sientan, que se emocionen, que se vean reflejados en mis canciones. Que cada concierto sea una experiencia única».

Artículos relacionados