“Magia con precisión”, de Madbil

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DISCOS

“Francotiradores de los noventa, que se han reunido para atesorar en doce canciones esencia y solera”

 

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Madbil
“Magia con precisión”
HANKY PANKY RECORDS

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Un disco que lleve como nombre “Magia con precisión” ya expone sus referentes antes de que suene la primera nota, aunque luego la escucha matice lo que indica el título. Madbil parecen tomar a Nacha Pop más como concepto que como plantilla. Cierto es que las canciones están teñidas de esa energía melancólica del grupo madrileño –aunque no se recreen en ella y si acaso sigan más a Nacho que a Antonio Vega— o que ciertos dejes preciosistas recuerden a la segunda etapa, menos directa, pero no se trata en ningún caso de un ejercicio mimético sino de la adscripción a una determinada escuela. Ya ‘Hierro y metal’ deja bien claro cuál es: se sostiene en la guitarra como una columna firme, se construye con arreglos de orfebrería, a pesar de ello tiene fuerza y no puede evitar ciertos dejes de languidez que también aparecen en el dreampop de ‘Confusión’ o que resaltan en el pop pristino de ‘A casa’, batería de metrónomo y cuidado en la melodía.

Sin embargo, la personalidad del grupo se construye a base de salirse de estos cauces, en ocasiones hacia una clara oscuridad. ‘Nos vamos’ es uno de los hitos, nocturna y lunar, con coros de niños y sutileza y detalles de ambiente crepuscular, tonos que aparecen también en ‘Volando’. Ochenteras ambas, pero más en la estela de Echo & The Bunnymen o Décima Víctima.

Cada canción es un detalle. En ‘Cuerpo de algodón’ hay guitarras funkys que la esponjan, pero en la sentida balada que es ‘Invierno’ esas guitarras juegan con sutil precisión. ‘La vida sonríe a los peces’ recoge soluciones de los sesenta, casi parece que escuchemos a Los Brincos más suaves y en el ‘Grinding Halt’ de unos primerizos The Cure aceleran un poco el tempo y la convierten en más skatalitica. Saben recoger y dar personalidad.

Y esta personalidad no sería nada sin una canción mágica. En esta ocasión, la emotiva ‘Nada en este mundo’. Arreglos exquisitos para una balada en su mayor parte instrumental pero que aun así —o quizás por eso— encoge el ánimo en un disco de debut en que la prestancia técnica de los componentes (el bilbaíno Pablo Ruigómez y el madrileño Javier Martínez) y los colaboradores (Pepo Márquez, que estuvo con este último en The Secret Society o María Ruigómez en las voces) es un valor añadido. Francotiradores de los noventa, que se han reunido para atesorar en doce canciones esencia y solera.

Anterior crítica de discos: “Donde tú te escondes”, de Miguel Dantart.

 

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