Macarras ibéricos, de Iñaki Domínguez

Autor:

LIBROS

«El lector disfrutará con las andanzas de quienes fueron héroes y representaron la verdadera visión épica y la auténtica cultura popular de este país»

 

Iñaki Domínguez
Macarras ibéricos
AKAL, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Iñaki Domínguez se ha convertido, con sus últimos libros, en un fino analista de la realidad de las calles, esas calles oscuras donde no suelen entrar los que han cursado estudios académicos que los llevan al grado de doctor, aunque si la titulación es en Antropología Cultural, tu trabajo de campo te haya de llevar necesariamente al asfalto. Y al asfalto se ha dedicado, descubriendo, en sus anteriores libros, qué se cocía en el Madrid de los noventa alrededor de las discotecas y los descampados, y ampliando la mirada a todo el territorio de la península en el reciente Macarras ibéricos.

El macarra, algo de muy difícil definición pero de reconocimiento inmediato. Si en un principio designó al proxeneta, a partir de los años setenta un sutil cambio semántico situó su significado en jóvenes desclasados que, fuera del sistema que los condenaba al algoritmo estudios-trabajo-familia, establecían su base de actuación en las maneras tribales de clan y de territorio, llámese aquí barrio. Es decir, pandillas, bares. Aunque la ecuación sea de una vergonzosa simplicidad, el tono divulgativo del libro y la base en que se asienta —de entrevistas con antiguos participantes en estas lides— no van mucho más allá de este binomio. Ya es bastante, el trabajo de campo también da cuenta de la situación sin necesidad de informes más eruditos.

Así pues, la mirada al mundo de la marginación abraza en este nuevo libro toda la geografía nacional, especialmente Madrid y Barcelona. En la capital, fija su atención en Entrevías, un poblado cerca de Vallecas que se sitúa exactamente ahí, en el centro de un nudo ferroviario, entre lo rural y lo urbano, foco izquierdista y sin salida aparente. Como la vida de esos chicos. Las entrevistas ahí se dirigen a Juan Vicente Córdoba, director de cine de Vallecas, que defiende el cine quinqui, que habla de que las chabolas, la prostitución, los cines y los billares crearon una conciencia de barrio bien definido en sus límites y sus normas, como en esa novela de Javier Cercas, Las leyes de la frontera. Su iconografía era sacar el colchón a la calle y su banda sonora el glam rock.

Las entrevistas también se surten de miembros de esas pandillas que dominaban el barrio, como Santi el Loco, líder de Los Bichos, que combinaba el trapicheo con drogas y el activismo político en el Partido Comunista.

Madrid tiene más manifestaciones. Están las películas de Eloy de la Iglesia y el sonido Caño Roto —el texto cuenta con música de fondo—, con escapadas al impresionante sello Acropol, en el que los gitanos de Madrid iban a grabar de empalme con la fiesta, a Manzanita y a El Luis. Pasa después a La Movida y explica cómo rockers, punks y bandas fascistas interactuaban en la calle. Montero Glez y Carlos Subterfuge, entre otros, dan cuenta del asunto. Concluye Madrid con los porteros de discoteca y las bandas que rapeaban.

Pasamos a Barcelona. Aquí la presencia de los cincuenta, en el Barrio Chino, es más patente. Habla con estudiantes que lo fueron en esta época, se fija en el Panam’s y en los desembarcos de la Sexta Flota y dedica un buen espacio a los actores secundarios que rondaban al Paralelo buscando trabajar para Iquino y que se vieron, años más tarde, en las películas de José Antonio de la Loma. La saga Perros callejeros y los barrios suburbiales de la ciudad condal son el tema de muchas de las páginas.

Y entremedias, pinceladas de cuatro territorios más. El primero es Valencia, cuya visión se centra en la ruta de bakalao, sobre todo en sus primeros impulsos, aquellos que aún no salían en los periódicos. El segundo es Galicia, donde recrea la lucha sindical y obrera. Del País Vasco toma las actuaciones de la policía y de Sevilla todo el ambiente de las Tres Mil Viviendas. Inteligente medida: un solo foco por ciudad sirve para iluminar la situación y dejar que vayan entrando los entrevistados.

Es un estudio ya completo el nivel divulgativo no puede ir más allá. El lector disfrutará con las andanzas de quienes en un tiempo fueron héroes —como guerreros se califican algunos— y representaron la verdadera visión épica y la auténtica cultura popular de este país.

Anterior crítica de libros: Prefiero que me trates de tú, de Daniel Azcona.

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