“M” (1931), de Fritz Lang

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EL CINE QUE HAY QUE VER

En nuestra sección de películas imprescindibles, Elisa Hernández recupera un auténtico clásico de principios de siglo: “M”, una película inspirada en la historia de un asesino de Düsseldorf llamado Peter Kürten.

 

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“M”
FRITZ LANG, 1931

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

Cuando a finales de los años veinte el sonido pasó a formar parte fundamental del cine, el principal atractivo de las películas que incorporaban la nueva tecnología era poder oír hablar a los intérpretes preferidos de los espectadores. Entre otros elementos, la limitación de las nuevas cámaras (su envergadura) y este morboso interés por saber cómo sonaban las voces de las grandes estrellas hicieron que pasase a un segundo plano el peso que habían tenido hasta entonces la construcción de la imagen en pantalla, la planificación y el montaje.

Sin embargo, ciertos avispados cineastas se dieron cuenta del potencial que el sonido tenía no para sustituir a lo visual como medio para la composición de una película, sino como un complemento para las imágenes, un contrapunto o un acompañamiento capaz de añadir nuevos niveles de efectos y lecturas. “M”, la primera obra sonora realizada por el director alemán Fritz Lang, es uno de estos ejemplos que demostraron al mundo la capacidad de esta tecnología para la narrativa cinematográfica

Cuando un cruel asesino de niños aterroriza a la población de Dusseldorf y tras un inicio sin un claro protagonista pero que sienta las bases para la tensión e incertidumbre que seguirá (una madre gritando el nombre de su hija ante escenarios vacíos es un prólogo más que potente), durante el filme seguimos en paralelo a los detectives que tratan de aprehender al homicida y a las bandas criminales de la ciudad que buscan el fin de las continuas redadas deteniendo al responsable por sí mismos, además de al propio asesino (Peter Lorre) tratando de luchar contra sus depredadores instintos. Aunque el propio Lang afirmara que la película era un aviso a las familias para que cuidaran de sus hijos e hijas como corresponde, son otros temas, mucho más universales y problemáticos, los que resuenan hoy en “M”, desde la asimetría existente entre lo ético y lo legal hasta la irresoluble cuestión de si la maldad es realmente intrínseca a eso que podríamos llamar naturaleza humana.

Si bien sería ridículo afirmar que los ruidos, voces o música no existían en las salas de cine en los años anteriores a la llegada del sonido (pues contaban con música en directo y narradores o comentaristas), “M” demostró las enormes posibilidades de su incorporación a la banda de película. Los ruidos no son meros trucos vacíos para impresionar a la audiencia con las novedades técnicas, sino verdaderos participantes del universo diegético del filme, siendo empleados para avanzar la trama y crear suspense a través de diferentes estrategias empleadas hoy hasta la saciedad y consideradas fundamentales del subgénero del thriller, a lo que ha de añadirse el elemento quizás más reconocible de la obra: la versión silbada de “In the Hall of the Mountain King” que sirve de leitmotiv al terrorífico protagonista. Como uno de los primeros ejemplos que mostraron cómo la nueva tecnología tenía un enorme potencial y uno de los mejores thrillers jamás realizados, “M” es y será siempre un hito fundacional de la historia del cine mundial.

Anterior entrega de El cine que hay que ver: “Hijos de los hombres” (2006), de Alfonso Cuarón.

 

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