«La Estación se convirtió en centro de peregrinaje de los numerosos fans de la banda», cuenta Antonio Cardiel.
La publicación del libro Héroes de leyenda de Antonio Cardiel (editado por Plaza & Janés) y el documental Héroes: Silencio y rock and roll de Alexis Morante, cuya banda sonora se publica el día 30 de abril, reavivan el fuego de una de las bandas más añoradas de la escena española. Carlos H. Vázquez aprovecha ambos alumbramientos para reconstruir algunos de los momentos protagonizados por la banda y sus seguidores, como su regreso en 2007.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
No hay emoción alguna que iguale lo que se siente en un concierto, que se le parezca lo más mínimo a ese nudo en la garganta y su correspondiente precipitación lacrimal cuando antes del espectáculo suena “Song to the siren” (versión de This Mortal Coil). «Did I dream you dreamed about me? / Were you here when I was full sail? / Now my foolish boat is leaning / Broken lovelorn on your rocks / For you sing». Cierra los ojos, has estado ahí.
Zaragoza, Estadio de la Romareda, 12 de octubre de 2007. Tenía que ser en la llamada «ciudad inmortal» donde volvieran a juntarse Héroes del Silencio sobre un escenario español; el lugar donde empezó todo de nuevo para mucha gente. Después, en La Estación del Silencio de Boch y Antonio Estación, la noche se tomaba la penúltima a la salud de un amor de barra.
En su momento, el bar La Estación (cerrada en 2011) fue un lugar de encuentro de todo heroinómano (entiéndase como seguidor de Héroes del Silencio). Por allí iban quienes pasaban por Zaragoza, bien por viaje de placer o porque venían de hacer un concierto. Sirvan de ejemplo Iván Ferreiro o Javier Bardem. «Era uno de los puntos de reunión favoritos de músicos, poetas y artistas de la ciudad. Con el tiempo, se convertiría en centro de peregrinaje de los numerosos fans de la banda, venidos desde los cuatro puntos cardinales de España y de gran parte de Europa, particularmente desde Alemania», cuenta Antonio Cardiel en el libro Héroes de leyenda (Plaza & Janés, 2021).
El aliciente, entre otras cosas, eran las fiestas temáticas que se organizaban con sorteos de fanzines, camisetas y «memorabilia» varia, mucha de ella colgada en la pared, como el traje que Enrique Bunbury lució en la gira de Avalancha. También porque —casi seguro— uno se encontraba con Pedro Andreu (batería de la banda, para quien no sepa de qué va esto), un tipo amable que entre trago y trago firmaba autógrafos en baquetas y se hacía la enésima foto. Un tío accesible, diríase que el único miembro tan próximo a los fans. Era otro rollo, de cuando se podía fumar en los bares.
A la calle se salía un rato a mirar los mensajes en el móvil, a terminarse la cerveza. En la acera, un corrillo de cuatro chavales coreaban “La herida” con la guitarra de alguien que engola la voz para parecerse a Bunbury, pero se le va a la de Raphael. El mozo llevaba una camiseta negra con la portada de Avalancha (EMI, 1995) y los cabellos alborotados. «Siempre he preferido un beso prolongado / aunque sepa que miente / aunque sepa que es falso…». Entonces venían los municipales, hombres de ley pero con gusto por la música, que en lugar de multarte o engorilarse, te decían: «Hombre… Es que los vecinos tienen la mala costumbre de dormir a estas horas… Ya saben ustedes que son de sueño ligero». Se iban sin «dar por saco» y todos volvían a La Estación, porque justo en ese momento estaban poniendo “No más lágrimas”. ¡Cómo no venirse arriba!
Promesas a olvidar (Tour 2007)
Para quienes no vivieron la primera etapa de Héroes del Silencio, el 96 les pillaba muy lejos. Si acaso a mano en un bootleg como el Conquistadores… Live (2 de octubre de 1993), que tenía muy buena calidad de audio.
La reunión inminente que se barruntaba en 2005 y cada 28 de diciembre era una entelequia. Juan Valdivia, Pedro Andreu, Joaquín Cardiel y Enrique Bunbury (el de entonces) otra vez juntos, tocando “La chispa adecuada” en directo, con un repertorio clásico y la emoción de siempre, con la misma de Pedro Andreu antes de subirse con los chicos al escenario del Estadio del Ejército de Ciudad de Guatemala. Fue la primera vez desde 1996. Miles de gargantas se quebraron esa noche.
“La chispa adecuada” es muy buena, pero no tiene que ser fácil marcarse un hit así en un cuarto elepé de estudio (Avalancha). Escucharla ahora en el directo Tour 2007 (EMI, 2007) pone los pelos de punta y algo se abre por dentro cuando la vista torna a negro, con el «¡¡¡guaaaaaaa!!!» del público en los primeros acordes de la canción. Casi como estar ahí, cantando por fuera, llorando por dentro. «Y ahora estás en mi lista / de promesas a olvidar. / Todo arde si le aplicas la chispa adecuada».
Y solo el muy muy muy fan añadiría la frase «no será del enemigo» después de que Enrique cantara «la catedral es tu cuerpo». Quienes lo saben, lo entenderán.
Cierto era que Enrique había versionado “La chispa adecuada” en sus giras en solitario, y se publicó una maqueta previa del 87 en el Trigonometralla (Trigonometralla, 2001) de Juan Valdivia, que narra la siguiente anécdota —sucedida en la prueba de sonido del concierto del 31 de enero de 1989— en el libro Héroes de leyenda: «Sin que nadie se diera cuenta, yo toqué la idea de lo que iba a ser “La chispa adecuada”. Eso lo tengo grabado en vídeo, porque alguien estaba manejando mi cámara. […] Antes de que me den el primer elepé ya tengo el single del cuarto».
En esa anhelada reunión del 2007, “La chispa adecuada” era el punto más álgido del show. Seguro que los que sufrieron el atasco de camino al valenciano circuito Ricardo Tormo pudieron oírla a lo lejos, en la carretera, o entrando en el recinto con las autoridades desbordadas, porque ahí se podían meter doscientas mil personas más si se derribaban los muros. «Definitivamente, la autopista A3, colapsada. […] Nos quedamos mirando las caras de los otros, los otros nos miran, nos entendemos, vamos a llegar tarde. Una mezcla de abatimiento y resignación nos consume», recuerda Cardiel en su obra.
Ya fue un caos la venta de entradas, una nocturna aventura de cajero en cajero con los sistemas colapsados. El anuncio de cada nueva fecha era recibido con nervio en los foros y los más rápidos se sacaban un billete de autocar hasta donde fuera: Zaragoza, Sevilla o Valencia. Y, por supuesto, se hacían con las entradas plateadas que daban acceso a la zona acotada de las primeras filas, bien cerca de la pasarela por la que desfilaría Bunbury.
Esa gira tenía todo el significado del mundo, por eso “En brazos de la fiebre”, con Enrique cantando sentado al lado de Juan Valdivia, se antojaba reconciliadora. Es posible que siguieran enfadados entre ellos en ese instante, pero al fan era lo mejor que podía pasarle. Los pelos de punta. Un flashback a los diecinueve, veintisiete o treinta y dos. Esa noche se perfumaba uno de garito; estaba de vuelta en La Estación.
*Este texto ha sido escrito en dos horas y catorce minutos, lo que dura el doble cedé Tour 2007.