Luis Prado: «Aprovecho las canciones para exorcizar un poco las minimiserias»

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«Este disco tiene cierto toque apocalíptico que no desentona con la situación actual»

 

El siempre inquieto Luis Prado trabaja en su próximo disco solista, en el que vuelve a encargarse de todos los instrumentos, y ha participado también en el próximo álbum de Miguel Ríos. César Campoy habla con él.

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.
Fotos: JAVIER SÁNCHEZ SALCEDO.

 

Junio de 1995, en el Bésame Mucho de la capital valenciana. Esa fue la primera vez que vi en directo a Luis Prado. Actuaba una joven banda llamada The Flauters, también compuesta por Paco Tamarit (guitarra), Alejandro Climent Boli (bajo) y Eliseo Gil (batería). El virtuosismo y habilidad creativa que emanaba de aquellos veinteañeros era tal que servidor no dudó en acercarse al inolvidable Paco Luna (mánager del conjunto, tristemente desaparecido) para preguntarle si la magnífica “Estúpido domingo”, que en ese momento interpretaban, era una versión. «No, no. Es suya. ¿A que mola?». Noqueado, este periodista pensó que, si nada se torcía, aquellos músicos descarados y libres de prejuicios estaban predestinados a hacer grandes cosas. Si no a llenar grandes estadios, sí a cautivar a quien se aproximase a su arte, a su particular manera de adaptar y entender la música: lo sonoro y lo textual.

Un cuarto de siglo después, cualquier mínimo conocedor de nuestra industria será consciente del buen hacer de Boli, Tamarit y Prado. De su concurso con innumerables artistas de primer orden, de su fantástica travesía con Señor Mostaza (con la connivencia de Eduardo Olmedo) y, desde hace un lustro, de la magna aventura en solitario de Luis, cristalizada en un par de discos repletos de personalísimas adaptaciones de clásicos de ayer y hoy, y de aquí y allí (los dos volúmenes de Plays standards), así como el soberbio elepé Mis terrores favoritos (de 2016 y, como toda la cosecha mencionada, bajo el manto de Hall of Fame Records), que contenía maravillas como “Estoy gordo”, “Ahora me caes bien”, “Da igual”, “No sé qué ves en mí”, “Tan joven y tan operada” o “Eres insoportable”, y al que se sumaron los mismísimos Miguel Ríos, Coque Malla y Guille Milkyway.

Mientras este dichoso 2020 agonizaba, Hall of Fame publicó En resumen, la versión ampliada y digitalizada de aquel vinilo de edición limitadísima que vio la luz en 2014 con la connivencia de Trilobite, y que recopilaba algunas de las mejores creaciones de Señor Mostaza. Pocos meses antes, Amazon Prime Video estrenaba el directo Bikini Club Barcelona… live, realizado por el combo hace una década. Todo coincidía con el proceso final de grabación del próximo disco de un Prado que, de nuevo, vuelve a confiar en Jose Nortes para producir una criatura cuyo parto se ha dilatado en el tiempo, y que verá la luz en febrero de 2021: «Ha sido un proceso largo, laborioso y ha influido la pandemia. Es lo que tiene vivir en Valencia y grabar en Madrid… y el asunto de la composición, juntar canciones, también ha sido costoso. Siempre digo que cada vez cuesta más ser un poco original, especialmente en cuanto a las letras».

 

Hablando de pandemia: tus textos siempre rascan en lo cotidiano y la actualidad. ¿También en este disco?
Bueno, no me considero un letrista excesivamente pegado a la actualidad, pero este disco tiene cierto toque apocalíptico que no desentona con la situación actual, especialmente en una canción. Muchas de ellas vienen de una tanda de temas que tenía hace un par de años, así que lo mismo he sido un poco gafe.

 

“Deberías (hacer algo con tu vida)” y “Tu red social” integraron un sencillo publicado a principios de 2020. ¿Formarán parte de ese nuevo disco, o se trata de dos piezas independientes ideadas para ver la luz en ese formato?
No, han quedado como un single independiente. Lo que pasó es que había comenzado una grabación de unas ocho canciones en Valencia, con Carlos Soler, pero para tener un disco entero estaba demasiado verde todavía. Por otro lado, tenía unas ganas enormes de sacar algo y esas dos canciones me apetecía mucho tenerlas ya, así que las acabe con él aquí.

 

Intuyo que te has encargado de todos o casi todos los instrumentos. A lo largo de tu trayectoria has compartido estudio con desconocidos que acabaron siendo amigos y personas a las que conoces desde pequeño, como Paco o Boli. La decisión de grabar tú, desde hace un tiempo, la mayoría de los instrumentos, ¿es meramente práctica? ¿Hay algo de egocentrismo en el asunto, a lo Lenny Kravitz?
A ver, tiene su punto práctico, sobre todo cuando vas grabando como lo he ido haciendo yo: tandas sueltas, pocos días para grabar… No son unas sesiones muy planificadas. Igual llego y grabo una tanda de bajos, rehago un par de guitarras, tengo una canción nueva y empiezo con la batería. Si funcionas como grupo, antes tienes que ir al local, ensayarlas. Me lo paso muy bien grabando y tiene esa cosa de reto cuando son instrumentos que no son el piano, pero también está muy bien grabar en grupo con toda la interacción, la cosa sonando directamente y sin tener que ir tú superponiendo capas.

 

¿El disco incluye alguna colaboración?
No, nunca he sido muy de colaboraciones. Lo del disco anterior se me fue de las manos [ríe], pero es que encajaba muy bien con la historia conceptual.

 

¿Hay vocoder (sintetizador)?
¡Por supuesto!

 

Además de tu evidente virtuosismo y cultura musical, tus letras son una de tus señas de identidad más inconfundibles. Me refiero a esa manera de construir las frases, la forma en que tiras de lo cotidiano y de elementos de la cultura popular, esa filosofía en la que a veces recurres a la figura de una suerte de Woody Allen a la valenciana. ¿Han cambiado mucho tus rutinas a la hora de crear los textos?
Me temo que no. Aprovecho las canciones para exorcizar un poco las minimiserias, ponerme un poco profundo, tragicómico, nostálgico o sentimental y ser un poco borde.

 

Hace poco se publicó En resumen, un disco que repasa la historia de Señor Mostaza desde aquel a lejano Pianoforte EP de 2002. Vuestro último trabajo editado fue Delitos y faltas, en 2013 y, desde entonces, han visto la luz dos vídeos: Plays Sgt. Peppers… live, a partir de aquella reunión en vivo de 2017 y, en 2020, Bikini Club Barcelona… live, recuperando una filmación de hace diez años. Parece que el espíritu de la banda sigue muy vivo. ¿Es posible que el proyecto vuelva a ponerse en marcha?
A veces me ha parecido que el espíritu estaba más vivo que cuando estábamos en activo, y eso me encanta. Sí, sí, esa posibilidad existe. Hasta ahora es que es casi imposible. Ya solo para quedar a tomar algo los cuatro es una odisea. Todo el mundo ha andado ocupado al máximo con giras, trabajos varios y con críos. Pero, vamos, creo que tarde o temprano algo podrá hacerse.

 

¿Nunca os habéis sentido como una especie de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán del siglo XXI? Vuestro éxito no fue masivo, pero siempre arrastrasteis una fiel legión de seguidores, el resto de profesionales del gremio y la crítica siempre han hablado maravillas de vosotros y, de hecho, todos sois músicos solicitados en otros proyectos importantes.
La verdad es que no sé muy bien cómo nos sentimos. La cosa es más o menos como lo cuentas. A veces hay ciertos paralelismos con esas bandas que no gozaron de un éxito bestial y luego, con el tiempo, se les ha dado mucho más valor. Incluso ha pasado con gran parte de la trayectoria de tótems como los Kinks, que luego compruebas que esos discos como el Village Green [The Village Green Preservation Society, 1968] o el Arthur [Arthur or the decline and fall of the British Empire, 1969], que son biblias, resulta que fueron unos fracasos enormes y no les hizo caso ni dios. No sé. Mola mucho ver todas las grabaciones que hicimos y, al no seguir ninguna moda jamás, ver que aguantan muy bien el paso del tiempo, y que curramos mucho en ello.

 


«Hemos pasado unos ratos geniales formando parte de esta segunda juventud de Miguel (Ríos)»

 

Las transiciones en tu carrera han sido, hasta cierto punto, graduales y poco abruptas. En Señor Mostaza estábais tres de los cuatro miembros de The Flauters; incluso se llegó a recuperar algún tema de aquella etapa (“America’s way (America es guay”); habéis seguido compartiendo escenario con Señor Mostaza en modo pausa… Por otra parte, Señor Mostaza fue un proyecto muy tuyo, que mostraba a las claras tu estilo. ¿En qué momento decides que todo aquello ha de evolucionar hacia Luis Prado? Imagino que, además del hecho de encargarte de casi toda la instrumentación, existieron otras motivaciones, ¿no?
Lo de tocar todo yo es secundario, viene luego. Se unen varias cosas. Está la imposibilidad de funcionar como banda por las agendas, ya no solo para directos, sino que organizar una grabación se hacía muy cuesta arriba. Y también me bloquea un poco volver a hacer canciones para sonar los cuatro. Tenía un grupo de canciones pensando en eso, como “Ángela” o “Ahora me caes bien”, pero la idea de algo mucho más intimista, casi yo solo al piano, tipo “Estoy gordo”, “Colgado de mí mismo”, “Fue por tu canción” o “No sé que ves en mí”, me iba motivando más. Una vez dado ese paso, es todo mucho más onanista, para lo bueno y lo malo; funcionas con tu agenda y tus impulsos. Estuve a punto de hacer un disco a piano solo, pero Nortes decía que tenía que hacer un disco en el que yo tocara todo, como los que a veces hacen McCartney o Stevie Wonder… y sí, también Lenny Kravitz [ríe].

 

 

Tus referentes son fácilmente identificables, pero has sido capaz de reunir toda esa amalgama de influencias y dotarlas de una personalidad propia. Puedes escuchar “Minitragedia de Arconada” y que te venga a la cabeza “A rose for Emily”, de The Zombies, pero pronto piensas: «Esto suena a Luis Prado». ¿Cómo es ese proceso de creación y construcción instrumental de tus canciones? ¿Imaginas un referente, marcas unas pautas unificadoras o todo es mucho más sencillo?
Es caótico, intento no pensar mucho en ello. Lo pienso más a posteriori que antes de hacer canciones. No quiero que se pierda la cosa esa mágica de sentarse al piano y ver que sale algo que mola y que no sabes muy bien de dónde sale. Hay veces que voy en alguna dirección tipo «a ver si sale una secuencia de pocos acordes», o «voy a ver esta frase que se me acaba de ocurrir, la suelto aquí cantando al piano y lo mismo sale algo», pero siempre es una cosa muy improvisada. Es ponerse a cantar y tocar como cuando tienes que hacer un solo de blues o lo que sea, y si sale algo que merece la pena rescatar, lo trabajas, sobre todo la letra. Pero ha habido muchas canciones que han salido así, de un solo golpe, me he sentado al piano y han salido enteros la melodía y los acordes. En creaciones como “Todo me recuerda a ti” o “Arconada” no ha habido nada reflexivo, salvo ponerme a tocar el piano con ese determinado ritmo.

 

Otra de esas marcas de la casa que te definen tiene que ver con ese virtuosismo barroco que, en ocasiones, cuando se combina con esos pasajes sincopados, desemboca en una especie de brillante horror vacui. ¿Dónde estableces los límites a la hora de plantear florituras y arreglos? ¿Te cuesta mucho contenerte?
Muchas veces digo: «¿Pero por qué tengo que cambiar tantas veces de acorde, o poner estos acordes, que para guitarra son superfarragosos, que luego sufro yo mismo al tocarlos con la acústica?». O hacer canciones en tonos raros, como Fa sostenido, o Re bemol. O ¿por qué no me sale ninguna canción con un loop de batería, que tengo que hacerla parar y empezar mil veces? Pues mira, igual es lo que me hace peculiar, o tener ese sello propio del que hablas, pero sí que noto el horror vacui ese a veces, ¿eh? Que estoy haciendo una canción y tienen que pasar cosas: un acorde que no te esperas, un giro raro en la melodía, el estribillo en un tono que no es el de la estrofa…

 

La mayoría de las colaboraciones que has llevado a cabo ha cristalizado en matrimonios de mayor o menor duración. Todo el mundo que solicita tus servicios acaba prendado: de M-Clan a Miguel Ríos, pasando por Ariel Rot y Tequila, Makaroff, Fito, Los Zigarros… Siempre he pensado que la razón reside en que no eres el típico mercenario, y en que aportas mucho más de lo que se podría esperar de una simple participación. ¿Cómo has afrontado siempre esas aventuras ajenas? ¿Has tratado de hacerlas tuyas?
Mmm. No. Hacerlas mías, no, la verdad. Yo ahí hago bastante división de papeles y lo que intento es ser útil y, al mismo tiempo, pasármelo un poco bien. Quizá en cosas de Miguel y en sus directos, o en tratamientos de algunas canciones, sí que acabamos Nortes y yo dejando más nuestro sello. Además, Jose y Miguel me suelen incitar a ello. Una de las participaciones en las que pude tener más peso fue con Malcolm Scarpa, en las que me encargaba de batería y piano. Como casi nunca me la nombran, ya lo hago yo.

 

Cierto. Un lapsus imperdonable, tratándose de un artista tan brillante. Regresando a Miguel Ríos, él es uno de tus mayores y más prestigiosos valedores y relaciones públicas. Alucina contigo. Años atrás, cuando se planteó tu colaboración con él, me hablabas de cómo te habían sorprendido canciones como “El ruido de fondo”. ¿Cómo ha evolucionado vuestra relación?
Bueno, lo mío con Miguel ya lo he contado muchas veces. Yo, de pequeño y adolescente, flipaba con el Rock & Ríos [1982], El rock de una noche de verano [1983] y con alguno de sus discos de los setenta. Luego, puede que estuviera como veinte años sin escuchar nada de él y, de repente, en 2008, me llama Jose Nortes y me dice: «Oye: ¿quieres grabar para Miguel Ríos?». Y fue una de esas cosas que pasan en la vida y que están muy bien. Que piensas: «Si me dicen esto de jovencito me da un infarto». Hemos pasado unos ratos geniales formando parte de esta segunda juventud de Miguel. La relación no sé si ha evolucionado, la verdad es que siempre nos hemos reído bastante.

 

Es que estamos hablando de una primera presencia en su banda para girar, que cristalizó en que acabaras componiendo para él y participando en la mayoría de sus proyectos. De hecho, también lo haces en su último trabajo, ¿no? Háblame un poco de esta última experiencia.
Bueno, está muy bien. Es un disco que han compuesto entre Miguel y Jose con un tratamiento acústico total, guitarra acústica, piano y violín, con alguna mandolina, y poco más. Ahí el curro gordo se lo ha metido Jose. Yo grabé los pianos y Hammond, y alguna batería como cosa excepcional. También nos pilló la cosa pandémica, y mi participación fue un poco apresurada, pero creo que no le va mal ese toque.

 

Además de tu próximo disco, ¿tienes alguna otra colaboración pendiente en el futuro?
Yo juraría que no, pero a saber…

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