LIBROS
«Un libro esclarecedor, apasionado y didáctico»
Miguel Jurado Bautista
Lucio Battisti. La apariencia
DIALÉCTICA EDICIONES, 2018
Texto: Luis Lapuente.
Hasta bien entrados los años sesenta, la música italiana (y la francesa) gozaba de tanta o más popularidad que la anglosajona en España. Por extraño que pueda sonarnos hoy, Adriano Celentano, Luigi Tenco, Mina, Rita Pavone, Gigliola Cinquetti, Domenico Modugno y otros héroes del pop transalpino compartían entonces portadas de revistas y puestos de honor en las listas de éxito con The Beatles, The Moody Blues, Françoise Hardy, The Rolling Stones, Los Pekenikes, Jacques Dutronc y Bruno Lomas. Más o menos cuando esa tendencia ecuménica comenzaba a declinar en nuestro entorno en beneficio de los artistas británicos y estadounidenses, la escena musical italiana se dejaba seducir por la magia del gran Lucio Battisti, un cantautor tímido y heterodoxo, un músico a contracorriente, seducido por los trovadores del folk rock y los sonidos mestizos del rhythm and blues y el pop barroco, un compositor y vocalista de rara sensibilidad que se había fogueado escribiendo para bandas legendarias de su país como Dik Dik o Equipe 84 canciones de éxito firmadas en comandita con su amigo el letrista Giulio Rapetti, conocido artísticamente como Mogol, y que hizo un gran papel en el Festival de San Remo de 1969 con el tema original “Un’avventura”, interpretado también por el mismísimo Wilson Pickett.
De la espectacular explosión creativa protagonizada por la pareja Battisti-Mogol apenas llegaron ecos a nuestro país en 1974, cuando el cantante grabó una versión en castellano de uno de sus mayores éxitos comerciales, el extraordinario “Il mio canto libero”, traducido aquí como “Mi libre canción”, casi un jubiloso himno premonitorio para la aturdida sociedad española de la época, que vivía entre el miedo, la rabia y la esperanza los estertores del tardofranquismo. Apenas fue un (maravilloso) espejismo y pronto volvió a caer una espesa capa de silencio sobre la figura y la obra de Lucio Battisti en los medios de comunicación nacionales, mientras su leyenda se agigantaba en Italia, donde el artista cosechaba un éxito tras otro con discos audaces que atesoraban todas sus influencias, desde Bob Dylan, Donovan y The Byrds hasta Marvin Gaye, desde Pink Floyd y Leonard Cohen hasta Crosby, Stills, Nash & Young y Led Zeppelin, y donde lo mismo triunfaba con baladas rompecorazones que deslumbraba con piezas barrocas, secundado por los músicos del grupo de rock progresivo Premiata Forneria Marconi. Su inmenso talento artístico y su voracidad omnívora le condujeron desde la experimentación psicodélica con ritmos latinos en el elepé Anima latina (1974) hasta los meandros de la música disco, con aquel álbum semifallido (Images, 1977) grabado en inglés en Estados Unidos, y la electrónica de vanguardia en esa formidable colección de funk sintético titulada Hegel (1994), una visión sobre el legado del filósofo alemán con textos del poeta Pasquale Panella.
El 9 de septiembre de 2018 se cumplieron veinte años de la prematura muerte de Lucio Battisti, un triste aniversario que coincidió casi en el tiempo con la edición de la primera biografía sobre el cantautor escrita en español, un milagro que ha sido posible gracias a la pasión por la música italiana del jienense Miguel Jurado, químico de profesión que ejerce desde hace algunos años en Monza, cerca de Milán, donde ha alimentado su colección de discos en mercadillos y tiendas de segunda mano con vinilos inencontrables por aquí de Gino Paoli, Fabrizio De André, Ornella Vanoni, Gianni Bella, Bruno Lauzi y, claro, Lucio Battisti. Como buen musiquero, un buen día Jurado sintió que había llegado el momento de compartir su entusiasmo por Battisti y afrontó la tarea de traducir los sentimientos en palabras y explicarnos quién fue ese músico único y arrebatador que ocupa un lugar de honor en su santoral junto a algunos de sus artistas preferidos: The Beatles, Buffalo Springfield, The Byrds, Donovan, Lou Reed, Leonard Cohen…
Hace unos meses, Miguel Jurado, a quien no conocía personalmente, se puso en contacto conmigo y me comentó que estaba terminando de escribir una biografía de Lucio Battisti. Cuando me envió el primer borrador tuve que frotarme los ojos: con este libro se reparaba en parte una injusticia histórica, se ponía orden en el imaginario musical europeo reivindicando a un artista descomunal que deslumbró, entre otros, al mismísimo David Bowie. Al fin, el aficionado español podía descubrir a un artista que había influido de manera decisiva en algunos de nuestros músicos más avispados. Se presentaban en sociedad su vida y sus canciones, sus glorias y sus miserias, en páginas bien documentadas, escritas desde el corazón, donde abundan confesiones del propio Battisti: «¿Por qué creer en el amor? ¿En los sueños? Yo, sinceramente, creo haberme dado cuenta de lo absurdo que es el mundo. ¿Cómo pretendes que me lo tome en serio? Me comporto siempre intentando evadirme del dolor que supone existir. Esta es una razón para cantar, e intentar que lo que cante sean sentimientos universales».
Leyendo este libro esclarecedor, apasionado y didáctico, uno querría quedarse a vivir en muchas de las canciones que escucha entre sus páginas, confundido entre sus espíritus, sus fantasías, sus ilusiones, emocionado como sus personajes, acariciado por sus melodías conmovedoras y por sus ritmos transgresores: según cantaba el propio Battisti en “Il mio canto libero”, vestido como los fantasmas del pasado.
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Anterior crítica de libros: Vida y música de Townes van Zandt, de José Miguel Gala.