CINE
“Una sencillez apabullante, gran cantidad de silencios cargados de sutiles emociones, pequeños detalles, un idealizado entorno rural y, sobre todo, mucha cotidianeidad”
“Loving”
Jeff Nichols, 2016
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
“Loving” nos cuenta la historia real de Richard y Mildred Loving (Joel Edgerton y Ruth Negga respectivamente), cuyo matrimonio fue declarado ilegal en su Virginia natal a finales de los años cincuenta por las leyes antimestizaje que todavía existían en todo Estados Unidos. Tras haber tenido que abandonar el estado e instalarse en Washington, D.C., la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles recuperó su caso para tratar de llevarlo hasta el Tribunal Supremo.
La película no recurre a la épica reconstrucción histórica o las emotivas exuberancias que solemos ver en los filmes que tratan este tipo de eventos. No hay un gran final con una emocionante y tensa escena ante un tribunal, no hay fenomenales discursos que cambian la vida de los personajes, no hay una orquestación grandiosa ni grandes gestos ni cualquier otro tipo de exceso. Lo que hay es una sencillez apabullante, gran cantidad de silencios cargados de sutiles emociones, pequeños detalles, un idealizado entorno rural y, sobre todo, mucha cotidianeidad. Los protagonistas no son relevantes por su gran hazaña por los derechos civiles, de hecho, ellos mismos no parecen conscientes del peso que su matrimonio tendrá en la historia. Si Richard y Mildred Loving son importantes en la película es precisamente por su normalidad, por el amor sereno y tranquilo que sienten el uno por el otro, por lo fácil que resulta empatizar con ellos y entenderlos como cercanos. Para ello, “Loving” se apoya en una puesta en escena sencilla que pone todo el peso de la acción en la magistral actuación de los dos protagonistas. La callada masculinidad y la solidez de Richard Loving se construye a partir de numerosas capas de sentimientos gracias a la sutileza con la que Joel Edgerton encarna al personaje y la expresividad de Ruth Negga crea una Mildred Loving fuerte a pesar de su aparente fragilidad y compleja a pesar de su aparente sencillez.
Con una narración lenta que se busca enfatizar lo natural, la película huye –muy sabiamente– de los excesos épicos para mostrarnos que incluso las personas que han conseguido alterar la historia son, al final, seres humanos como cualquiera de nosotros. En un momento en el que parece más necesario que nunca, la historia de los Loving contada de esta manera nos recuerda que cambiar y mejorar el mundo no requiere un enorme aparato detrás, sino sentimientos y sensaciones tan cotidianos como la esperanza, la paciencia y, sobre todo, el amor.
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Anterior crítica de cine: “La ciudad de las estrellas” (“La La Land”), de Damien Chazelle.