LIBROS
“Una historia de los hilos de la Transición, la de las nuevas revistas que iban surgiendo, de como se fueron ajustando, fracasando, desapareciendo”
Ramón Boldú
“Los Sexcéntricos”
ASTIBERRI
Texto: CÉSAR PRIETO.
Los chicos que teníamos entre diez y catorce años en los setenta asistimos un día, asombradísimos, a una mutación en los quioscos por la cual de revistas con portadas con pancartas y caras de señores aburridos pasamos a ver chicas desnudas en todo su esplendor. Fuimos la primera generación que conoció que las chicas eran así cuando se quitaban la ropa no de forma directa, sino en fotografía, en continuas fotografías. Supongo que de alguna manera eso debe de marcar. Y entre toda la variedad de primera hora, la que nos resultaba más apetitosa era “Lib”, con un logotipo muy similar al de cierta marca de informática que se creó solo un año después. La historia de esa pera mordida la encontrarán en este volumen.
En teoría, “Los sexcéntricos” recoge las viñetas de humor gráfico que desde la última página cerraban la revista y que durante un tiempo perdidas aparecieron casi milagrosamente, también esta historia se cuenta; pero –mucho más que eso– va el libro desgranando la hitoria de esos años con un sinfín de anécdotas curiosas. Boldú es uno de los tres grandes autores que saben trasladar su vida al cómic –los otros dos son Vázquez y Carlos Giménez– y aquí lo hace con especial maestría. Boldú ha vivido y sabe contar lo que ha vivido con sal y jugo.
Así nos encontramos con la visita de todo el equipo de “Lib” a Alemania, donde Berlusconi les hace de guía y mentor –descacharrante todo el episodio– o sus relaciones amorosas, o su especial facilidad para meterse en líos, como cuando monta una campaña para ser disecado y expuesto en un museo tras su muerte –claro– para hacer compañía al negro de Bañolas y negar el carácter racista de su exposición.
En el fondo –y aquí está el interés, sociológico– lo que Boldú nos cuenta es una historia de los hilos de la Transición, la de las nuevas revistas que iban surgiendo –“El víbora” y “El Jueves” también se enfocan desde el principio–, de como surgió todo casi al azar, de como se fueron ajustando, fracasando, desapareciendo. En esencia, de como se constituyó un plantel editorial a partir de unos descerebrados a los que las cosas –ni se sabe de qué manera– les salieron bien.
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