«En las primeras entrevistas, cuando nos preguntaban si nos veíamos tocando dentro de diez años, nos mirábamos y decíamos que no»
En los ochenta no pronosticaban durar más de diez años tocando, pero el tiempo les ha quitado la razón. Más de cuatro décadas después, Los Secretos siguen adelante. Hace un par de meses publicaron su último disco, Mi paraíso, y esta semana honran la memoria de Enrique Urquijo con un multitudinario concierto en el WiZink Center, donde tocarán este domingo, 17 de noviembre, en el vigésimo aniversario de su muerte. Carlos H. Vázquez entrevista a Álvaro Urquijo.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.
Esta es una entrevista sobre una banda, un nombre, unos músicos (dos hermanos) y una guitarra, la Hofner de Álvaro Urquijo que sale en la portada del primer elepé de Los Secretos, publicado en 1981 por Polydor con el título homónimo de Los Secretos.
En realidad esto iba a haber sido, y de hecho lo fue, una conversación acerca de Mi paraíso (Warner, 2019), el nuevo disco de estudio de Los Secretos con temas inéditos desde En este mundo raro (Warner, 2011), pero los tiempos de la promoción son (muy) acelerados y se terminan quedando preguntas por el camino: ¿cuál ha sido el productor que más se ha ajustado al sonido que querían Los Secretos como grupo?, ¿dónde han ido a parar las canciones perdidas del disco duro de dos terabytes de Álvaro Urquijo?, ¿por qué la canción “Lejos de ti” parece la más ochentera? Sin embargo, hablar con Álvaro Urquijo siempre apetece y lo demás, quizás, ya lo contarán sus canciones. Por otra parte, el próximo 17 de noviembre se cumplirán veinte años de la muerte de Enrique Urquijo y, para recordarlo como se merece, se celebrará un concierto-homenaje en el WiZink Center de Madrid llamado Desde que no nos vemos, igual que el segundo disco de Enrique con Los Problemas. Sobran los motivos.
Empezaré esta entrevista citando la letra de “Lejos”, de vuestro último disco, Mi paraíso. Dice así: «Lejos de la suerte, lejos mi ambición…». ¿Hacia qué lado cargan su suerte Los Secretos?
Hubo una época bastante larga de mi vida, de nuestra vida profesional, en la que pensaba que teníamos la suerte en contra, porque nosotros no éramos como la gente que tenía la suerte de llegar, triunfar, salir… No éramos de esa pasta y pensábamos que no nos iba a pasar nunca lo que les estaba pasando a ellos. Éramos un poco pesimistas en cuanto al futuro. Tampoco teníamos una ambición por llegar muy lejos, porque pensamos que no íbamos a hacerlo. Mi hermano Enrique y yo lo hablamos más de una vez, al principio de nuestra carrera. En las primeras entrevistas, cuando nos preguntaban si nos veíamos tocando dentro de diez años, nos mirábamos y decíamos los dos que no.
También es verdad que erais (sois) autodidactas…
Contra viento y marea. Mi padre no estaba de acuerdo, no nos apoyaba nadie, nos habían echado de una compañía (Polygram)… Yo, como te digo, pensaba entonces que dentro de diez años iba a haber veintisiete grupazos como Los Secretos que nos iban a pasar por encima como una apisonadora. Estamos muy mal preparados y no teníamos estudios musicales. Tampoco teníamos un buen asesor ni un buen mánager. No teníamos nada de lo que otros grupos sí tenían, porque eran más ambiciosos o tenían más proyección internacional. Siempre fuimos de nuestro jardín, por así decirlo, cultivando nuestras huertas con nuestro público y nuestras canciones.
¿Cuándo salisteis de Polygram?
Nos pasó con el tercer elepé [Algo más], siendo jovencitos. Nos invitaron a irnos muy educadamente, diciendo que estábamos equivocados. Cuando tocaba renovar, después de hacer los tres discos del primer contrato, en los seis primeros meses, justo cuando íbamos a empezar a grabar y les enseñamos las primeras maquetas, nos dijeron: «¿Y esto es lo que tenéis? ¿Qué pretendéis hacer en el siglo veinte, en estos años, con este tipo de canciones?». Teníamos banjos, “No me imagino” y una versión bluegrass, “Hoy no” con dobro… Era folk rock, o como quieras llamarlo. Cuando eso nos ocurre, nuestra sensación se agudiza y pensamos que no estábamos hechos para este mundo, que nos habíamos equivocado, que no lo habíamos hecho bien o que habíamos tomado decisiones equivocadas. Pero bueno, en ese momento, lo que hacemos también es un análisis de conciencia, y nos preguntamos: “¿Qué sabemos hacer?”. No podíamos cambiar y no íbamos a meter un teclista o cambiar nuestra forma de vestir… Era un mundo donde, si no encajabas dentro de algo, la propia prensa e incluso la radio podían decir que nosotros no éramos interesantes porque no éramos vanguardistas o porque no estábamos ofreciendo nada nuevo. Total, que decidimos seguir agarrándonos a lo nuestro, con nuestro estilo, y nos dedicamos a hacer canciones como “Quiero beber hasta perder el control”.
«Hemos vivido un momento bastante dulce en los últimos diez años. Nos hemos esforzado, las cosas nos han salido bien, se nos ha reconocido»
Canción del disco El primer cruce, pero apareció en 1988, varios años después.
El primer cruce se fraguó en estos dos años en los que estuvimos vacíos y formando una banda nueva con Ramón Arroyo. Tuvimos, como te digo, la sensación de no tener nunca la suerte que tenían otros, por así decirlo.
Pero bandas como Hombres G declararon ser fans vuestros…
Sí, y también se sentían influenciados por nosotros. Ellos hicieron lo que hicieron y triunfaron mucho en América, vendieron discos… pero nosotros no. Pero esa sensación ha cambiado en los últimos diez años, cuando emprendimos una vuelta al trabajo (forzado) desde que murió mi hermano Enrique en 1999. Poco a poco fui aprendiendo mucho, a cantar, a tocar… Claro, de tocar y cantar solo de vez en cuando a cantar en todo el show, he tenido que aprender a hacer las cosas y con un pundonor profesional exagerado para suplir un poco nuestras carencias. Nadie va a engañar a nadie; Enrique no está, que es nuestro compositor y cantante, con quien yo componía las canciones. Teníamos que adaptarnos a una nueva época e intentar que la gente nos aceptara con lo que había. Ahí sí que empezamos a sentir que nos sonreían las cosas: los conciertos que hacíamos se llenaban; la gente no solamente nos tenía respeto, sino que también aceptaba la nueva fórmula y no echaba en falta a Enrique ni a nadie. Creo que hemos vivido un momento bastante dulce en los últimos diez años. Nos hemos esforzado, las cosas nos han salido bien, se nos ha reconocido… Antes, en un momento dado, a lo mejor era que simplemente estábamos ahí, pero ahora la gente tiene más conciencia y ese tipo de sensaciones se han vuelto positivas.
Me sigue sorprendiendo que os sintierais así habiendo publicado un disco como el primero [Los Secretos], que hoy es un histórico en el pop español.
Sí, pero en aquella época ni las discográficas ni las radios ni nadie sabían… Mira, para que te hagas una idea: nos llevaban de promoción a programas de radio convencional con Luis del Olmo y otra gente, pero era en Onda Dos, Radio España, donde teníamos reflejo. A la hora del mainstream, en televisión, nos llevaban a programas como Aplauso. Gracias a eso empezamos a hacer bolos, pero nos veíamos muy solos. En aquella época, en 1980, salió el primer epé, y en 1981 empezamos a hacer giras. Quitando Burning y Tequila, los grupos rockeros de toda la vida, como Asfalto y Paracelso, o Leño, que marcaba nuestra iconografía de entonces y les teníamos mucha admiración, desaparecieron del mapa cuando empezó la Movida y todo esto de la modernidad. Nosotros éramos muy pioneros, porque hacíamos un estilo que luego ha sido una marca que se puede identificar en nuestro último disco [Mi paraíso]. Veníamos de una educación musical muy variada, pero fundamentada en grandes bandas: The Beatles, Rolling Stones, Bob Dylan… En 1976 o 1977 yo era todavía un crío, pero teníamos discos de los Pretenders, el primero de The Police, de los Sex Pistols, los Clash… No es que hubiera una Movida madrileña, es que era una Movida global, y muchas discográficas fichaban porque veían que en un grupo había algo, aunque no sabían exactamente qué era. A nosotros no nos asesoró nadie; éramos unos chavalitos que prácticamente habían salido del cole a una discográfica. No sabíamos cómo funcionaba, pero nos lo pasamos genial grabando y tocando.
Continuando con esto de la suerte, en el elepé Cambio de planes, lanzado en 1993, había un tema titulado “Amiga mala suerte” cuya letra decía: «Buscar y no encontrar lo que has tenido y has perdido. El principio y el final de cualquier camino por el que has huido hacia atrás». Te digo esto porque Cambio de planes fue el penúltimo disco de Los Secretos con Enrique y el último antes de su primer disco con Los Problemas [Enrique Urquijo y Los Problemas], también publicado en 1993.
Enrique quería hacer un proyecto propio y lo hizo, fue su primer disco. Tuvimos una conversación superamigable, porque él había entrado de lleno en el mundo de la ranchera y quería hacer más. Nosotros ya teníamos esa influencia por mi abuelo; las cantaba y tenía un montón de discos de José Alfredo Jiménez y de María Dolores Pradera… Pero Enrique conoció a un amigo suyo que le enseñó mogollón de canciones, entonces se enamoró de ese mundo y quería meter más de eso en el disco. Yo le dije: «Mira, Enrique, tío, hazte un disco de ese rollo. Yo te ayudo». En principio todos colaboramos: Ramón [Arroyo], Jesús [Redondo], yo… Incluso en el segundo disco [Desde que no nos vemos], que salió en 1998, también le ayudé con las guitarras de “Aunque tú no lo sepas”. Éramos hermanos, coño, no pasaba nada; solo se buscó un sitio donde desarrollar esa parte. Se puso tan cabezota que la compañía dijo que primero hiciera el disco con Los Secretos [Cambio de planes], pero ya estaba pensando en su disco en solitario. Yo le pedí que hiciera bien el disco de Los Secretos y que luego yo le ayudaba con el suyo, lo que pasa es que Enrique era muy pasional, le gustaba cantar, le gustaba muchísimo componer… pero no sabía armar las canciones. Lo que era la estructura de la canción, la hacíamos el resto, por eso necesitaba esa ayuda.
También es verdad que fueron muchos años juntos…
Pero también era lógico. Llevábamos mucho tiempo seguido, casi veinte años, y también queríamos experimentar. Yo también saqué mi disco en solitario en 1998 [Álvaro Urquijo], aunque, honestamente, yo no lo habría hecho; hubiera preferido hacer uno de Los Secretos con lo mejor de los dos discos solitario que salieron el mismo año. Pero, oye, la vida está llena de retos y yo tenía que probar también si podía hacerlo solo por mí mismo. Enrique también comprobó que le encantó hacer un disco solitario, pero que no era tan rentable como una banda con la que puedes tener cierta asiduidad de conciertos, derechos de autor… Algo que le diera una seguridad y una constancia. Interesábamos Los Secretos tocando juntos en las fiestas de Valladolid, por ejemplo, pero no a nosotros dos por separado. Yo fui el primero en darme cuenta de eso, incluso antes de mi primer disco en solitario, que no es que lo hiciera por despecho, pero es que iba a estar un año sin hacer nada y me iba a aburrir. Entonces empecé a componer.
«Los Secretos no podemos descuidarnos, ni hacer un mal show, ni un mal disco»
Poco tiempo después, en 1999, falleció Enrique. ¿Cómo te llegó la noticia?
Como yo tenía mi disco en solitario, estaba haciendo un bolo en acústico con Ramón Arroyo de segundo guitarra en Zaragoza. Y te va a sonar un poco esotérico, pero tuve un presentimiento tremendo mientras tocaba. No sé, sentía un desasosiego… No me había pasado nada parecido en mi vida, ni nunca me ha vuelto a pasar, pero me empecé a preocupar y cuando terminé el concierto miré el teléfono y vi una llamada perdida de mi mujer. La llamé y ya no hubo que hablar. Sabía lo que estaba pasando, porque ella estaba llorando. Enrique llevaba dos días desaparecido, pero llevaba un año sin tomar nada. Yo siempre he dicho que lo que parece una muerte por drogas muchas veces son accidentes por mezclar medicamentos, porque estás en tratamiento médico, reconoces tus problemas de bipolaridad y tienes una depresión latente que va cayendo pero vuelve a subir para caer otra vez. Su psicóloga nos dijo que Enrique estaba estupendo, pero que también había que tener cuidadito y vigilarle de cerca por si recaía. Cuando pasaban más de veinticuatro horas sin que apareciera no era normal, lo normal era que se diera un homenaje y terminara muy deprimido y lloroso en casa. Pero no pasaba nada. Estaba muy preocupado cuando me fui a Zaragoza. Era un compromiso que teníamos y no es que estuviera esperándome el desenlace, pero entraba dentro de la ecuación.
En el vídeo de los ensayos de “Mi paraíso” sales con una Hofner eléctrica de doce cuerdas de 1966, la misma de la portada del primer elepé de Los Secretos, por cierto.
He grabado el disco entero con ella y la tengo por casualidad. Me encantaban los Byrds y vi una foto en una revista, no sé si fue en el Vibraciones o Popular 1. Esto te va a parecer que es de coña, pero antes no había YouTube y no podía ir a un concierto de Roger McGuinn, así que cogí una lupa para ver qué guitarra era, porque tenía un sonido especial.
¿La Hofner?
No, la Rickenbacker de doce cuerdas. Me fijé en el clavijero y vi que era una guitarra de doce cuerdas. Además, el tío llevaba unas púas metálicas en el dedo. Yo era muy jovencito y entonces no tenía guitarra, pero el dinero que ahorrábamos los hermanos luego lo invertíamos en equipo y tocó el momento de comprar una guitarra para mí. Fuimos a Leturiaga y miramos las guitarras de segunda mano, las más baratas, y había una por nueve mil pesetas, creo recordar. Era una Fender de doce cuerdas, pero al lado estaba la Hofner esta. Estaba muy vieja, llena de polvo, le faltaban cuerdas, estaba con el mástil un poco vencido y había que ajustarla… Dije que me la llevaba y me preguntó el tío si estaba loco: «¿Pero tú sabes lo que te llevas?». Eso condicionó muchas cosas, porque yo solo tenía esa guitarra, y en todo el primer disco y en el primer epé prácticamente está la guitarra de cuerdas como guitarra rítmica principal. Ese soniquete de “Déjame” no es más que una copia del sonido de una Gretsch. La guitarra sonaba bien, las pastillas también… pero no la puedo llevar en directo porque es una guitarra muy delicada, está poco microfonada y también vieja, pero para el estudio es la gloria, porque tiene un mástil cómodo y se toca muy bien. Me la regaló en su día un luthier viejísimo y me la dejó perfecta. La he cuidado como oro en paño y en los discos la utilizo, claro.
¿Cuarenta años de carrera son una responsabilidad?
La sensación que yo tengo es que todo ha pasado muy deprisa. Sí tenemos una sensación de responsabilidad por lo que eso significa: Los Secretos no podemos descuidarnos, ni hacer un mal show, ni un mal disco… Tenemos que hacer las cosas bien por nuestro prestigio, por la marca, por lo que significa y porque no quiero hacer las cosas mal. Esa es la responsabilidad que tenemos. El tiempo da más responsabilidad porque el nombre de Los Secretos tiene que estar asociado a conciertos de calidad y a buenas canciones.