«Los Secretos son un grupo de pop, pero con una historia absolutamente rock si es que el pop se dedica a las ensoñaciones y el rock al pie de calle»
La caja de Los Secretos “Discografía 1981-2012”, recogiendo todos sus discos en cuidadas ediciones facsímiles, pone de nuevo de actualidad la música de una de las bandas esenciales del pop español.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Es curioso, pero Los Secretos son una banda bastante más controvertida de lo que muchos puedan pensar. Me refiero a esa controversia inherente a las mejores formaciones, a ese tipo de polémicas que cuando se aplica a un grupo de pop hace ver que, en realidad, se trata de una banda con mucha más carne y nervio que del que cabría suponer. Porque hay que partir de que, efectivamente, Los Secretos son un grupo de pop, pero con una historia absolutamente rock si es que el pop se dedica a las ensoñaciones y el rock al pie de calle. Entre el cielo y el infierno, se podría decir que la eterna banda de los hermanos Urquijo (por mucho que uno de ellos ya no se encuentre entre nosotros) siempre se ha movido entre esos dos planos, a través la crudeza, envolviéndola en seda y terciopelo. No tiene mucho sentido hablar de ellos como una banda blanda, sus claros eran tales gracias a una oscuridad implícita a sus canciones. Cuando hay luz es porque antes hubo un apagón. Sorprende relativamente por ello que a lo largo de los años consiguieran llegar a un público masivo. Es cierto que sus historias eran tan dolorosas como terrenales, dejándose comprender por cualquiera –el gran mérito del pop–, pero por otro lado es extraño que calaran en un amplio sector del público que seguramente habría despreciado la forma de vida de sus integrantes, aunque ahí es donde entra en juego esa sensibilidad tan especial de Los Secretos.
¿Hasta qué punto es consciente el público del dolor del que emanan todas esas canciones que les reconfortan? Es más, ¿respeta el público ese dolor? Aceptar que esa belleza parte de lugares poco habitables es un ejercicio que la audiencia debe realizar, es así como se comprende de forma integral al músico. Pero las canciones de los Urquijo eran hábiles. Extremadamente, de hecho. Tanto como para facilitar múltiples lecturas, desde la más liviana a la más dura y sin compaginar ambas es imposible entender el espectro de un nombre mítico por razones acertadas y equivocadas a partes iguales. Aunque por derecho propio. Porque no eran ni son suaves, sino una tempestad que habla un misterioso idioma que solo se decodifica en el las entrañas.
Ahora se pone a la venta “Discografía 1981-2012”, una caja que contiene toda su obra en estudio remasterizada. Es un gusto que se recoja la carrera de un gran grupo español, sacándola lustre y manteniéndola en el presente, siendo accesible y asequible. Warner hace estas cosas con cariño, no falla. Además, añade “Sinfónico” el nuevo lanzamiento del grupo, un concierto en formato banda de rock con orquesta, pura relectura, interesante y curiosa. Pero esta caja tan actual me hace pensar en otra igual de suculenta, ahora descatalogada. En 1996, hace ya dieciséis años, esta misma discográfica (entonces Dro) ponía en la calle “La historia de Los Secretos”, un box-set que causó sensación. Creo que, hasta entonces, pocas cajas tan nutritivas se habían gestionado sobre un nombre nacional. Y lo de nutritivo no es baladí: hits, temas en directo, acústico, regrabaciones, maquetas, un libreto muy sabroso… Todo era tan lujoso que hasta al profano entraban ganas de pasearse por ella. Y desde luego que el grupo merecía esa retrospectiva. No estaban en un mal momento comercial, pero la caja y muy especialmente el recopilatorio “Grandes éxitos” (un compendio mucho más asimilable que el gran lanzamiento) les volvió a propulsar una vez más. Sí, ese “Grandes éxitos” no dejaba de ser precisamente eso, pero supuso un nuevo espaldarazo porque refrescó la memoria colectiva. De pronto, Los Secretos volvían a ser ante el imaginario colectivo la banda que siempre fueron, sus clásicos volvían a sonar en los hogares, en los walkman, las radios. Ellos nunca se habían ido, fue la gente quien recordó que podía volver a acudir a ellos, que las canciones de su juventud podían volver a poner banda sonora a su madurez. El regreso de tamaño repertorio en forma de ese recopilatorio y caja volvió a explicar de nuevo la inmortalidad de la canción. También subrayó las líneas de la historia de un grupo que hizo del pop la expresión de su melancolía, que tocó country antes de que muchos se dejaran seducir por la música de raíces norteamericanas (¡no utilizaremos el estúpido y egocéntrico término Americana! ¿Es entonces el tango Americana? ¿Y el folk peruano?) y que hizo de muchas de sus canciones una peculiar mezcolanza de cielos, infiernos y redenciones. No había el uno sin el otro, y sigue sin haberlo, algo que queda claro cuando uno abre “Discografía 1981-2012” y comienza a moverse entre los discos del grupo, aumentandos por muchos de bonus. En cierta forma, esta nueva caja es una reactualización de aquella, llevando su contenido unos cuantos pasos –y años– más allá. Emociona pensarlo. Se ha vuelto a sacar brillo a la obra con una buena remasterización y esos cielos e infiernos vuelven a desatarse. Hay que insistir: al ajeno le resultará muy raro identificar esa pugna casi existencial con Los Secretos, pero no hay otra manera de pensar en ellos, cualquier otro acercamiento les deforma, derivándolos hacia el erróneo encasillamiento de banda apocada y ligera. La savia de Los Secretos es la amargura, en ocasiones transfigurada como melancolía, en otros como reinicio. Ese es el acercamiento a la redención de ‘Pero a tu lado’, a la tristeza de ‘Buena chica’ y la resignación de ‘Por la calle del olvido’. Tres puntos cardinales como podrían serlo cualesquiera otros de los contenidos en sus discos, brújulas en busca de salidas, múltiples caminos, múltiples encrucijadas. Creo que no hace falta seguir hablando de blandura, más bien de la debilidad hecha fortaleza. ¿Es ese el puente entre las canciones del grupo y su heterogéneo público? Seguramente.
La muerte de Enrique Urquijo no podía suponer el fin de nada. Suena radical. Suena equivocado. Pero no lo es. Con la muerte de su hermano, a Álvaro Urquijo se le encomendaba la misión divina de mantener el legado vigente, de escenario a escenario. En el fondo, a tan controvertida opción no hay que añadirle más explicación que la gestión de una importante herencia cultural. Simple cuestión de ADN, conocimiento y valentía. Esa nueva etapa, la que parte de la defunción del líder de la banda, viene a estar representada en “Discografía 1981-2012” por los tres discos de estudio que hasta ahora ha concretado el grupo, esfuerzos recompensados con dignidad, desde luego. No han sido discos sencillos de realizar, esa herencia que comentábamos es también una alargada sombra que alimenta pero también limita. Pero hay algo de sano orgullo en el semblante de Álvaro Urquijo cada vez que se sube a un escenario. También mucho de nobleza. El recuerdo de su hermano resbala por su garganta como los discos de Los Secretos entre tus dedos, la historia es demasiado rica para ser descrita, solo puede ser cantada.