«Este disco es testimonio de la colisión definitiva entre la flema británica y el encanto de la Norteamérica sureña pero también de la modernización del rock and roll más primitivo. El resultado fue un álbum potente, de gran riqueza musical»
Los Rolling Stones, generalmente poco cuidadosos con sus reediciones, echan la casa por la ventana con la correspondiente al clásico “Exile on Main St.”, lanzado (mañana, 18 de mayo) en diversos formatos y con extras. Juanjo Ordás se sumerge en esta obra doble, de cuando sus majestades eran verdaderamente satánicas.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Fotos: UNVIERSAL.
“Exile on Main St.” es uno de los trabajos definitivos de los Rolling Stones, que el tiempo ha situado como su obra definitiva junto a “Sticky fingers”. Ambos discos recogen la esencia del sonido de Sus Satánicas Majestades aunque el que nos ocupa fuera un paso más allá que su hermano mayor. El verdadero sonido pegajoso («sticky» en inglés) de los Stones se encuentra aquí en mucha mayor medida que en “Sticky fingers”, la auténtica esencia de la banda fue capturada en la espesa mezcla de “Exile on Main St.” con acierto. No hay brillo en el álbum, no es un disco preciosista, aunque sí es un LP brillante y detallista que registra el sonido de una banda inglesa americanizada, absorbida por el sur de los EEUU, sin vanguardismos y con un gran interés por la esencia pura de la canción. Es un tema en apariencia menor como ‘Sweet black angel’ el que contiene las claves para comprender el choque cultural que supone el disco, una canción de cadencia country cuya secuencia de acordes podría pertenecer al pop inglés. Los Stones ya habían jugado con esas sonoridades en ocasiones anteriores, el poderoso “Let it bleed” y el citado “Sticky fingers” acomodaban el sentimiento sureño (‘Sway’, ‘Wild horses’, ‘Country honk’), pero “Exile on Main St.” concreta aún más la propuesta y la funde con mayor precisión.
La banda ya había conseguido su propio sonido años atrás, dominaban como nadie su propia visión de un rock basado en los años 50 y el blues de chicago, con un componente comercial pop y abierto a las influencias del soul y el folk. Ahora era el momento de sumergirse en su propio estilo, de jugar con él. Este disco es testimonio de la colisión definitiva entre la flema británica y el encanto de la Norteamérica sureña pero también de la modernización del rock and roll más primitivo. El resultado fue un álbum potente, de gran riqueza musical, a la altura de sus mayores logros hasta la fecha. Pero también se trató de un LP cuya sombra impidió brillar a los consecutivos álbumes que la banda editaría tras él. “Goats head soup”, “It’s only rock and roll” y “Black and blue” forman un trío a redescubrir, trabajos notables frente a las insuperables obras precedentes.
UN POCO DE HISTORIA
Cuando el fisco inglés obligó a Sus Satánicas Majestades a establecer sus residencias en el extranjero para evitar severos impuestos, no sólo les obligó a exiliarse, sino que también les puso en el camino que les llevaría a grabar una de sus obras redondas. Instalados en Francia, Watts, Jagger, Richards, Wymann y Taylor tomarían como base de operaciones Nellcôte, mansión y nuevo hogar de Keith. Así, “Exile on Main St” se grabaría en un sótano transformado en improvisado estudio de grabación conectado a una unidad móvil de grabación situada en el exterior. La vivienda no aportaba el flujo eléctrico necesario, por lo que se tomó ilegalmente de las vías de ferrocarril cercanas. Grabar en casa de Keith Richards tenía sus inconvenientes pero también sus ventajas. La banda al completo se internaba en territorio dominado por su ácrata guitarrista, aunque a cambio podían contar con su presencia de forma continua. No obstante, los horarios de Keith eran los que eran, aunque habría que matizar. Ciertamente el músico estaba enganchado a las drogas duras pero también es cierto que debía compatibilizar su faceta profesional y lúdica con la familiar, solapando su ritmo vital con el de Marlon, su hijo pequeño, mientras Annita Pallenberg esperaba el segundo vástago de la pareja.
Jagger, por su parte, se casó durante esa misma época con Bianca. Comenzaba a flirtear con la jet set pero no descuidaba sus labores como músico y miembro de los Rolling Stones. Eso sí, el sótano no era un lugar adecuado para que el cantante se sintiera cómodo: La humedad era terrible, el calor podía llegar a ser insoportable y la voz era un instrumento que se resentía en esas condiciones, aunque las afinaciones de las guitarras también sufrían. No se trataba de esnobismo, era cuestión de personalidad. A Jagger siempre la ha gustado el orden, y las sesiones de grabación de Nellcôte fueron pura anarquía, de ahí que el vocalista no tenga un gran aprecio por el disco. Su voz pelea en la maraña instrumental, tratada como un componente más en una producción que para nada suena pop, sino sucia. En cualquier caso, señalar a Jagger como el alma refinada de los Stones es un error, suyos son algunos de los momentos más impactantes de la carrera de la banda (el uso del cinturón a modo de látigo en escena, el beso a Ron Wood ante las recatadas cámaras estadounidenses) así como también lo son el trato despectivo y altivo dedicado a la prensa en más de una ocasión. Que nadie se equivoque, Jagger fue (y es) mucho más indomable de lo que parece.
Mientras, Mick Taylor había ganado peso en la banda, era un Stone más y junto a Watts parecía partícipe de una actitud jazzy en el sentido de tocar con economía de medios, sin saturar. Evidentemente, él y el batería están presentes en el LP de forma constante, pero la sabiduría de ambos se hace notar cuando permiten a la canción respirar, justo para que su siguiente intervención les haga lucir aún más. Sin embargo, Bill Wyman sólo tocaría en la mitad del disco, serían otros quienes grabarían el bajo en los temas restantes, entre ellos Richards y Taylor, lo cual implicaría un choque frontal con un Wymann que dejó correr el asunto, pues ni comprendía la vertiente tóxica de su camarada Keith ni tampoco tuvo nunca una personalidad volátil.
Aunque la estancia en Francia acabó por ser más o menos productiva, Nellcôte se transformó en tiempo record en un hervidero de camellos y maleantes que colocó a Keith en el punto de mira de la policía francesa. Claro, que la actitud salvaje del guitarrista tampoco ayudó en nada, llegando a ser parte de un altercado automovilístico en el que la ley tomó cartas en el asunto. Ese ambiente era el que, con toda razón, incomodaba tanto a Jagger. Richards se encontraba en plena forma física y la banda estaba dando con una buena producción musical, pero la presión policial y unos cuantos incidentes más provocaron que tras varios meses de exilio francés los Stones abandonaran el país en dirección a EEUU, concretamente a Los Ángeles.
Es difícil saber qué se grabó en Nellcôte y qué se añadió posteriormente en los estudios Sunset Sound de Los Ángeles. Es más, los esbozos de algunos temas como ‘Tumbling Dice’, ‘Stop breaking down’, ‘Black angel’ o ‘Shine a light’ provienen de sesiones previas al exilo francés, por lo que cabría interpretar “Exile on Main St.” como una lunática hoja de ruta. Se trata de un viaje narcótico, maníaco y divertido enmarcado en el estrellato. Podría decirse que durante las sesiones francesas fue Richards quien llevó el timón, pero en Los Ángeles Jagger volvió a coliderar para ordenar todo lo registrado en Nellcôte, añadir exquisitos arreglos vocales negros y grabar alguna canción pendiente. Por lo tanto, “Exile on Main St.” es un disco trabajado en tres etapas consecutivas: Antes de ir a Francia, Nellcôte y EEUU. Eso sí, fue la filosofía de Keith la que prevaleció, poco le importaban las listas de éxitos, Richards quería un buen disco al margen del componente comercial y el trabajo obedece a tal premisa. De hecho, en Nellcôte la grabación se realizó tocando las canciones una y otra vez hasta que estuvieran listas para su toma final, metodología favorita de Keith.
EL EXILIO DESDE DENTRO
Siguiendo un análisis formal, podemos diseccionar el disco a muy grandes rasgos en cuatro grupos. Así, tendríamos las canciones rock por un lado (‘Rocks off’, ‘Rip this joint’, ‘Shake your hips’ , ‘Casino boogie’, ‘Tumbling dice’, ‘Happy’, ‘All down the line’, ‘Soul survival’), las country-folk por otro (‘Sweet virginia’, ‘Torn & frayed’, ‘Black angel’, ‘Loving cup’, ‘Turd on the run’) y finalmente las blues (‘Ventilator blues’, ‘I just want to see his face’, ‘Stop breaking down’) y las de influencia soul y góspel (‘Let it loose’,‘Shine a light’). En este sentido es fundamental destacar que ‘Tumbling dice’ era una pieza bastarda de guitarra bluesy, coros góspel y groove rockero. No es de extrañar que fuera escogida como primer single, pues mediante su sonido desgarbado y ritmo bailable, negro, mestizo, estructuraba un buen ejemplo del choque cultural con la riqueza musical norteamericana. Además, su viciosa letra era perfecta para dejar claros los interesés festivos de un grupo que estaba creando el «rock and roll way of life». El single se lanzó acompañado de ‘Black angel’ como cara B, otra canción que, como hemos comentado previamente, ejemplificaba el crisol musical con el que Jagger y compañía trataban.
“Exile on Main St” se abre a ritmo de rock and roll con ‘Rocks off’, no es baladí que sea la guitarra de Keith lo primero que el oyente escucha, marcando el ritmo de un tema enérgico que presenta a unos nuevos Stones que continúan trabajando con la sección de viento (Bobby Keys a la cabeza) como un instrumento más, incluso la coda final se repite varias veces para el lucimiento del arreglo de metales. ‘Rocks off’ personifica la alegría de vivir de una banda creada a sí misma, aunque la canción también está embestida de cierto poder juvenil, del punto templado ideal entre la juventud y la madurez.
El rock domina el inicio del LP, que continua con ‘Rip this joint’ (una vuelta de tuerca al rockabilly endureciendo el género), el boogie de ‘Shake your hips’ (cover de Slim Harpo en la que Watts se luce), ‘Casino boogie’ y la citada ‘Tumbling dice’. Mientras que ‘Rip this joint’ y ‘Shake your hips’ remozaban viejos géneros, las dos últimas suponían la consolidación del nuevo estilo que el grupo había comenzado a trabajar a partir de “Beggars banquet”, rock comercial que bebe de las raíces y se traduce en una música tóxica, llena de feeling, con riffs que se funden creando una maraña guitarrera y voces apoyadas por coros desordenados aunque sobre excelentes líneas melódicas. Smokey Robinson, Solomon Burke y Chuck Berry se cogían de la mano.
Los siguientes cuatro temas se centran en el aspecto folk y sureño. La fuerte amistad entre Keith Richards y Gram Parsons (al que hay que reconocer como precursor del country rock) se tradujo en una fuerte influencia del country en ‘Sweet virginia’, ‘Torn and frayed’, ‘Sweet black angel’ y ‘Loving cup’. Las cuatro son piezas fundamentales, las de mayor calado emocional de todo el disco junto con ‘Shine a light’. Reposadas hasta cierto punto (todas elevan sus estribillos en proporciones casi épicas), su fuerza reside en una ejecución palpitante, la imperfección del disco las beneficia especialmente. Es precisamente el explosivo final de ‘Loving cup’ el que engancha con la próxima remesa.
El tercer segmento se abría con la rockera ‘Happy’ (buque insignia del LP junto a ‘Tumbling dice’, con Richards a las voces y el productor Jimmy Miller a la batería), aunque esta nueva tanda que ocupa la tercera cara del vinilo muestra variedad sin ningún tipo de corsé, siendo la sucesión de canciones más desordenada de “Exile”. ‘Turd on the run’ revistaba de nuevo el country bajo el salvaje prisma rockero para desembocar en el blues con ‘Ventilator blues’ (con los Stones dominando el género una vez más) y ‘I just want to see his face’, una canción que parecía reptar a través de una ciénaga de Nueva Orleans y que supone un embarrado experimento que realmente permite perderse en su viscoso compás tribal. Pero la estrategia está pensada y, de nuevo, al final de los surcos de esta cara suena ‘Let it loose’, un tema de influencia soul que sirve de bisagra respecto a la parte final del LP y que cuenta con Dr. John como invitado. Claro que ‘Let it loose’ tiene peso específico dentro de la colección, pero el orden en que fue colocada la sitúa como en una antecesora de lujo de ‘Shine a light’, uno de los temas estrella del LP.
La recta final se abre con ‘All down the line’, un tema emparentado con ‘Rocks off’, razón por la que quizá aparece hacia el final del trabajo, aunque no se trata de una canción derivativa. La cuarta cara del LP es una de alto octanaje, donde las guitarras suenan recias, firmes y crudas. Incluso ‘Shine a light’ no deja de ser un góspel eléctrico con solos desenfrenados del inspiradísimo Mick Taylor. Precisamente esa es la canción que sucede al blues de ‘Stop breaking down’. ‘Shine a light’ es una de las joyas de “Exile on Main St.”, un medio tiempo cautivador y luminoso, con el productor Jimmy Miller de nuevo a la batería, un sensible piano de Billy Preston que ayuda a dotar al tema de un mayor refinamiento y un Mick Taylor que toca el cielo, como ya hemos comentado. Sin embargo, la estrella del tema es un Jagger pletórico como intenso cantante que abre el corazón y muestra sus entrañas, empujando el estribillo hacia lo memorable. El honor de concluir el álbum recayó en ‘Soul survivor’, un medio tiempo de guitarras correosas, caótico y festivo final que sólo podría funcionar como epílogo y que como tal fue situado.
Sería demasiado decir que Keith es el gran protagonista de “Exile on Main St.”. Ciertamente se muestra inspirado mientras crea riffs perfectos y sus guitarras dominan las canciones, pero las líneas vocales de Jagger son oro puro, igual que la labor a la guitarra solista de Mick Taylor o la elegancia de Charlie Watts como batería sensitivo y potente a partes iguales. Precisamente, la pastosa mezcla y producción hacen de cada canción, y del disco a nivel general, un todo. Como obra, se trata de uno de los trabajos definitivos de los ingleses, el disco en el que condesaron su personalidad para siempre.
El tour de presentación permitiría que varios temas del álbum conocieran el escenario. Nueve cortes se llegaron a tocar y durante los siguientes tours ‘Tumbling dice’, ‘Happy’ y ‘All down the line’ se mantuvieron casi siempre como fijas. A partir de la gira «Voodoo lounge» los Stones tuvieron la brillante idea de volver a dar cancha a ‘Rocks off’ y ‘Shine a light’. De hecho, si nos situamos a finales de los ochenta y avanzamos hasta la actualidad tomando todos los lanzamientos en vivo que la banda ha efectuado desde entonces, podríamos reconstruir la mitad de “Exile on Main St.” en directo. Es cuestión de amasar CDs en directo, DVDs y comenzar a seleccionar pistas teniendo en cuenta que algunos como ‘Tumbling dice’ y ‘Happy’ reinciden en casi todos ellos, desde “Live at max” a la banda sonora del reciente concierto ducumental de Martin Scorsese, “Shine a light”.
Del vídeo en directo grabado en 1994 en Miami durante el «Voodoo lunge tour» se puede extraer ‘Stop breaking down’, en el excelente disco en vivo semi acústico “Stripped” de 1995 se encuentran colosales versiones de ‘Shine a light’ y ‘Sweet Virginia’. Es más, si nos centramos en las caras B de los singles que se lanzaron del citado trabajo podemos hacernos con versiones en vivo de ‘Rip this joint’ y ‘All down the line’. Paramos en el compilado en directo “Live licks” para hacernos con ‘Rocks off’, y llegar hasta la BSO de la citada “Shine a light” y añadir ‘Loving cup’, a dúo con Jack White. Así acabaríamos con nueve cortes que bien podrían complementar la escucha de “Exile on Main St.”