En la canción de autor, Ismael Serrano es un maestro a la hora de contar historias. Tras leer “Ismael Serrano. Conversaciones”, el libro que firma Chema Domínguez y que puedes adquirir aquí, Marta Sanz recorre su discografía para escoger diez de sus mejores narraciones musicadas.
Selección y texto: MARTA SANZ.
Existen canciones escritas con tanto cuidado que pueden leerse en el más absoluto de los silencios y seguir resultando una delicia. La discografía de Ismael Serrano está plagada de ellas. Cuando habla del amor, del vértigo o de la nostalgia lo hace sin rimas fáciles, sin temor al vericueto. Una tregua para el castellano, al que muchas veces se le maltrata con un compás como coartada.
Entre ellas hay, además, bellas historias que retratan como la mejor joya literaria a sus protagonistas, envueltos en paisajes, miedos o rutinas. Y a estos mundos, descritos entre las cuerdas de una guitarra, merece la pena viajar de tanto en tanto.
1. ‘Un muerto encierras’ (“Atrapados en azul”, Polygram Ibérica, 1997).
Incluida en su primer disco, ‘Un muerto encierras’ guarda tanta vida que no parece escrita por alguien tan joven. Esta canción traza con maestría el triste transitar de una pareja por la rutina de cansancio y miedo que a veces nos atrapa en el tiempo. Punzante, casi dolorosa… una historia demasiado real.
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2. ‘Pájaros en la cabeza’ (“La traición de Wendy”, Universal, 2002).
Esta fábula nace en el inabarcable universo infantil, y en la terca resistencia de un protagonista entrañable a cerrar las persianas a ese paisaje. Una canción que despliega las alas de los pájaros que el tiempo se empeña en dormir.
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3. ‘A las madres de mayo’ (“La memoria de los peces”, Polygram Ibérica, 1998).
En una época en la que no era tan fácil mirar al mundo como a la pantalla de un móvil, eran necesarios la voz y el compromiso de gente como Ismael Serrano. Canciones incómodas que contaban demasiado, que despertaban demasiado. Un merecido abrazo a las Madres de la Plaza de Mayo por su lucha y su entereza.
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4. ‘La cita’ (“Los paraísos desiertos”, Universal, 2000).
Que el tiempo lija el fósforo de algunas amistades es una verdad inaceptable a ciertas edades, pero una evidencia con el paso de los años. Esta canción lo cuenta con maestría y con dos amigos sentados allí donde parece que todo será eterno: la barra de un bar.
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5. ‘El virus del miedo’ (“Naves ardiendo más allá de Orión”, Universal, 2005).
Tiene el efecto de señalar todos los miedos hasta el terror, y de inocular el remedio de permanecer alerta ante el desasosiego. Un tema valiente, una lección de empatía. Una canción valiosa que nos devuelve al ser humano y sus debilidades.
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6. ‘Mi problema’ (“La llamada”, Sony, 2014).
Hay algo en la voz de Natalia Lafourcade que le hace prender las canciones, convertirlas desde la sencillez en algo inmenso, como quien lo hace sin querer. Aunque aquí Ismael parezca el invitado, démosle el mérito del bellísimo texto, y de haberla escogido a ella para crear una de las más sublimes canciones de (des)amor que existen.
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7. ‘Todo empieza y todo acaba en ti’ (“Todo empieza y todo acaba en ti”, Universal, 2012).
Tras la recia barra del Libertad 8, Ismael Serrano canta rodeado de pasado a todos los futuros que le promete un amor nuevo, de los que cambian el sentido de las calles. No sé si acertó en el vaticinio, pero esta canción está llena de las mejores promesas.
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8. ‘Si se callase el ruido’ (“Sueños de un hombre despierto”, Universal, 2007).
En una de sus canciones, Ismael dice que ya le gustaría a él ser alegre cantautor que habla de cosas bonitas y no entiende de política. Pero para suerte de muchos, no lo es, y hace canciones que ganan al ruido, como esta.
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9. ‘Mensaje en el contestador’ (“Acuérdate de vivir”, Universal, 2010).
En el rincón más imprevisto de la rutina, breves y sencillas frases murmuran de la manera más cierta echan de menos. Dura lo que dura un mensaje en el contestador. Una incuestionable genialidad.
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10. ‘Vértigo’ (“Atrapados en azul”, Polygram Ibérica, 1996).
Con ‘Vértigo’ abrazamos la nostalgia cuando aún no teníamos ni idea de lo que era. Se hizo real, y no perdió un ápice de su sentido. Sé que muchos regresamos a ella como quien vuelve a casa. Quizá nos hizo demasiado conscientes del paso del tiempo, es verdad, e incluso nos cubrió a veces de un velo taciturno. Pero bendita esa tristeza que despierta.