«Parto de ideas sencillas, pero si me descuido puedo amanecer con una canción maquetada entera, casi lista para sentencia»
Pablo Silva, exmiembro de Polock, y Borja González-Ayllón, de Bob Lazy, unen sus fuerzas en un nuevo combo: Los Premios. César Campoy habla con ellos sobre este nuevo proyecto con el que acaban de publicar un epé.
Texto: CÉSAR CAMPOY.
Fotos: ALBA DE LA ASUNCIÓN.
A Pablo Silva y Borja González-Ayllón se los imagina uno, lustros ha, paseando por la Malvarrosa valenciana, reencarnados en aquellos Jim Morrison y Ray Manzarek que intercambiaban textos y sonidos sobre la arena de la playa de Venice. Son amigos desde muy jóvenes, poseen evidentes inquietudes artísticas y sueñan con rebozar su arte por escenarios y pasarelas. El primero acabará convirtiéndose en pilar indiscutible de Polock, una de las bandas hispanas con más proyección internacional del siglo veintiuno. En apenas unos años, se encuentra compartiendo camerino con baluartes de la independencia sonora masiva anglosajona, formando parte del catálogo de Sony y pisando, orgulloso, tablas en Estados Unidos o Japón. El segundo, dotado de un especial encanto para encandilar al respetable en vivo, se sacará de la manga proyectos tan lúcidos como Bob Lazy, con los que surfeará, elegantemente, por la frontera de los sonidos más sofisticados de finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado.
El tiempo transcurre, Pablo abandona Polock y una implacable pandemia se cierne sobre el planeta, pero la camaradería entre nuestros dos protagonista perdura, aumenta. Tienen demasiado en común. Los gustos musicales, por supuesto. Como el resto de seres humanos, también Silva aprovecha el confinamiento para plantearse muchas cosas. Borja le recuerda que sigue guardando un puñado de buenos temas en el cajón. Hace unos meses que han retomado aquella idea de formar un grupo juntos. Le anima a recuperarlos. «¿Por qué no?», piensa Pablo. Durante el encierro hablan todos los días, comparten ideas y grabaciones. Silva se monta un estudio en casa, comienza a grabar cosas nuevas y pone en orden las antiguas. Cuando ambos pueden, por fin, verse las caras sin una pantalla de por medio, ya habían nacido Los Premios.
Al dúo se unen Víctor Vila (Yo Diablo) a la batería y Junior Laborde (Ku!) al bajo. Es hora de dar forma a una obra. Cinco piezas integran el primer epé del grupo. Pero ¿cómo han ido macerándose aquellos viejos temas hasta concretarse en las embriagadoras criaturas actuales? ¿Cómo han ido evolucionando desde aquella primera gestación? ¿Cómo les ha sentado el paso del tiempo? «Las canciones han dado un salto temporal. La mayoría las compuse maquetándolas directamente y se las pasé a Borja. Unos años después se nos ocurrió que podía estar bien recuperarlas. Luego cada canción ha seguido un camino. “Me enamoré”, “El samurái” y “Ritmo de loser” [homenaje al clásico del rocksteady “Real gone loser”] conservan elementos grabados en las maquetas originales a los que se le han sumado nuevas capas. También hay temas nuevos. “La canaleja” coge su forma a partir de improvisaciones en el local. “Leyre” es una idea de Junior que trabajamos desde la improvisación, pero teniendo claro que queríamos mantener la esencia original», aclara Silva. El músico confiesa haber disfrutado mucho en esta suerte de proceso de revisión creativa: «Ha sido muy motivador, porque cuando decidimos empezar con el proyecto ya teníamos la mitad del trabajo hecho. No tuvimos que enfrentarnos a la hoja en blanco, y, con una base ya armada, la música sale sola. Cuando sí noté ese distanciamiento en el tiempo, desde la primera composición, fue al ampliar alguna letra que en su idea primigenia era solo un esbozo. Me empeñé en que tuviera el mismo espíritu que cuando la escribí por primera vez y perdí tiempo divagando. Al final, lo que funcionó fue dejarme llevar sin pensar mucho en lo que estaba pasando entonces».
Cumbia lisérgico-sideral
El resultado es una breve pero coqueta e interesantísima colección de piezas que destila gusto supino. Sus melodías discurren, estilísticamente, por varias décadas y senderos (afro, pop sesentero, progresivo, easy…) en un trayecto que podría partir de The Doors y desembocar en Beck. En el camino, una atractiva pátina lisérgica y psicodélica común: «Los procesos de composición de cada canción pueden ser muy diferentes. En mi caso, suelen ser las madrugadas las que me inspiran a la hora de crear canciones. Parto de ideas sencillas, pero si me descuido puedo amanecer con una canción maquetada entera, casi lista para sentencia. Sobre las referencias que citas, es curioso porque llevo algunos años girando con Borja en un homenaje a The Doors [The Risin’ Doors]. Me flipan. A Beck no lo he seguido mucho, pero es otro artista titánico que involuntariamente puede haberse asomado», sentencia un Pablo que se deshace en elogios cuando sacamos a relucir la contribución rítmica propuesta por otras de las dos patas de Los Premios. Hablamos de Riki Palacios y Amadeo Moscardó, responsables de bordar, a base de pinceladas, ese curioso elemento jazzístico, incluso festivo, latino, de aire de bolero, que impregna parte de esta digna cosecha: «En las maquetas incluí algunos loops de percusiones. Cuando fuimos a desarrollar las canciones en el local nos dimos cuenta de que había que llamar a Riki para que les diera vida. Con Amadeo pasó lo mismo. En esas madrugadas que te comentaba, si me descuido puedo haber llenado la canción con capas de sintetizadores, órganos, pianos… Un teclista era el único modo de acercarse al sonido de la maqueta original, y ahí entró Amadeo, que aportó toda esa inmediatez del jazz con buenas improvisaciones».
«La idea original del proyecto de Los Premios era para una serie sobre las complicaciones que surgen al montar una banda desde cero»
Entrelazando toda esa vorágine sonora, unos textos cuidados. También aquí los referentes son de altura. Sin duda, el homenaje a Cortázar no es casual: «Componemos cuatro, y supongo que cada uno tendrá sus referentes textuales. Yo soy muy lector y a veces tomo notas, mientras leo, de algo que pienso que me puede llevar a una letra, aunque después nunca las utilizo. Normalmente, la letra a la que llego y me gusta suele salir automática. Cortázar me encanta, pero de momento solo nos inspiró para el nombre del grupo. También somos muy cinéfilos. La letra de “El samurái” la hizo Borja desde la perspectiva del personaje que interpreta Alain Delon en la película “Le Samouraï” [Jean-Pierre Melville, 1967]».
Una imagen definida
La tercera de las piedras angulares en las que se asienta el proyecto tiene que ver con la imagen de Los Premios. El ambiente ideado y promocionado por el grupo, la foto fija y en movimiento mostrada, encaja al milímetro con la filosofía primera de la criatura. Ese atrayente espíritu de polaroid vital en el que lo cotidiano e imperfecto adquieren un nivel artístico evidente, casa de maravilla con la vertiente sonora servida. Pablo lo tiene claro: no entiende lo uno sin lo otro. «La imagen confirma el sitio donde te lleva la música», sentencia. Aquí, también, la cosa viene de lejos. Tanto él como Borja han venido brindando una importancia crucial a lo visual. En la puesta de largo de este epé han contado con la colaboración del productor y realizador cinematográfico Guillermo Polo para retratar el universo de “Me enamoré”, su primer sencillo. Rodado en un castizo e icónico bar de un polígono industrial de Alboraia, tradicionalmente frecuentado por los numerosos músicos que habitan sus salas de ensayo, se antoja vehículo idóneo de promoción, a partir de una atmósfera que huele a elegante decadencia: «Guillermo es de los primeros que escucharon las canciones ya casi terminadas. Le gustó “Me enamoré” y nos dijo que le encajaba muy bien para desarrollar el ideario que tenía en mente para su próxima película. A mí me pareció perfecto centrarme solo en actuar. Además, era la primera canción en la que iba a salir cantando y me gustó la idea de estar solo focalizado en ello».
De hecho, ya con Polock, el propio Silva mostró su destreza para idear y desarrollar videoclips. Firmó muchos de ellos, así como otros de formaciones como Smoking Souls o los mismísimos Bob Lazy, con los que también compartió escenario. Y, rizando el rizo, demostró sus dotes interpretativas, Borja se convirtió en protagonista del clip del tema “Everlasting”, de Polock, a partir de un trabajado audiovisual sonoro convertido en cortometraje en toda regla. ¿Existen planes de llevar adelante algún proyecto cinematográfico al uso, incluso alejado de lo musical? «Me encantaría. Siempre surgen ideas para cortos, películas o series. Igual algún día nos lanzamos. Es más, la idea original del proyecto de Los Premios era para una serie que trataba sobre las complicaciones que surgen al montar una banda desde cero». A buen seguro, a Pablo, ideas al respecto le sobran. Cuando las gentes de Polock anunciaban la reactivación del ente el pasado verano, tras la abrupta y obligada cancelación, en marzo de 2020, de la gira de su disco Romance (Faster Love), el artista ya no formaba parte de aquella frenética hazaña. Eso sí, en todos estos años de montaña rusa intuimos que habrá atesorado conclusiones suficientes que volcar en el desarrollo de Los Premios: «Polock ha sido una aventura de muchos años y muy bonita. Supongo que la experiencia me ha ayudado a tener claro qué tipo de proyecto haría si empezara otra vez».