DISCOS
“Un recorrido por paisajes ya conocidos pero siempre agradables y aquí tratados con maestría”
Los Radiadores
“Los perros ladraron”
BONAVENA MÚSICA/TRILOBITE RECORDS
Texto: CÉSAR PRIETO.
Los Radiadores, valencianos con años de viaje en esto de la música, forjan su tercer disco con materiales usados. Han ido a un almacén de segunda mano, han llenado el capazo y han modelado nueve canciones que no son más que un soberbio ejercicio de estilo. No valoremos con ello que les falta originalidad porque no es originalidad lo que pretenden, sino que bajo estructuras de pop y rock clásicos emerjan piezas artesanas de escucha agradable, de esas que siempre van a hacer compañía.
El single y la canción que abre el elepé se llama significativamente ‘Buddy Holly’ y buscan en ella una declaración de intenciones al sobreponer al sonido deliberadamente rancio de las guitarras toda la chulería castiza de Los Brincos o Jaime Urrutia, flamenqueo y castañuelas pop en un sentido homenaje al día que la música murió. Es el momento inicial, al que siguen ocho temas más que sobre todo van desplegando rugosidades de los primeros ochenta. Ahí está, por ejemplo, el segundo corte, ‘Estás de suerte’, en que las guitarras se vuelven nuevaoleras, y aquí el empuje de chulería es a la manera de 091 o Los Enemigos. Ambientes rockeros, que se desarrollan en ‘Más no te puedo dar’, donde el final de distorsión en órbita no puede tapar que realmente es como una de esas baladas de las que hacía Sabino Méndez para Loquillo, o en el riff duro de ‘Dando lecciones’.
Esta es una dirección, un segundo camino es tomar ligereza como en ‘Felicidad’, lenta, un modo de exploración infantil con “cielos de purpurina y flores de celofán” que no es más que un homenaje a las dos hijas de Raúl Tamarit y un sentido retrato de lo que hemos perdido, o usar la guitarra de doce cuerdas en ‘La última función’ en un solo final emocionante, cortesía de Manolo Bertrán, de Doctor Divago. Y quizás también entre en este grupo ‘Marte ya nos nos quiere’, puro Nikis en el tema de la letra, la sonoridad y la melodía, para una nueva y perfecta artesanía de estilo.
Para cerrar se adentran en un nuevo sendero de tonalidades más oscuras. El bajo de ‘Sin saber qué hacer’ deriva directamente de Décima Víctima y esos grupos que en los 80 se llamaban siniestros y ‘Cuerdo de atar’ parece una canción perdida de Eduardo Benavente, con el grupo dándolo todo al cerrar la canción tras la voz de Raúl Tamarit que recrea de forma soberbia dicha estética. Un recorrido por paisajes ya conocidos pero siempre agradables y aquí tratados con maestría. Tengan siempre a mano esos vinilos de las edades de oro del pop español, y al cerrar su disposición en las estanterías pongan este “Los perros ladraron”, porque queda ahí el último rescoldo de lo que fueron grandes canciones.
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Anterior crítica de discos: “50 Song Memoir”, de The Magnetic Fields.