Diego A. Manrique reseña en su blog de “El País” la novela de Michael Chabon “Telegraph Avenue”, que llegará a España en marzo. “Archy Stallings y Nat Jaffe, los protagonistas de la novela, gestionan Brokeland Records, tienda de discos de segunda mano en la frontera entre el Berkeley bohemio y el Oakland proletario … Hasta que reciben la peor noticia. A pocos metros, abrirá Dogpile Thang, centro comercial que incluirá una megatienda de discos, con una sección inmensa de vinilo. ¿Les suena? Un tópico lo de enfrentar al pequeño establecimiento con la gran cadena”.
Pero detrás de la gran tienda de discos está “Gibson Goode, uno de los deportistas negros más ricos del país, que invierte en los barrios menos favorecidos. No se trata de un ángel, ciertamente, pero argumenta que su proyecto traerá puestos de trabajo y revivirá una zona deprimida”. Y los propietarios de la pequeña tienda presionan para que el concejal con conceda la licencia.
Gibson Goode se reúne con el socio negro de Brokeland Records y le presenta un escenario apocalíptico, a pesar de que aprecia el rap, considera que se ha perdido la música negra, “Mierda, se trata de sacar chispas de tu instrumento. Guitarra, saxofón, bajo, batería… solíamos ser los dueños de esos aparatos … Ahora, viene algún chaval negro que parece medio talentoso, como RZA. ¡Y no sabe tocar ni un puto kazoo! Lo único que hace es meter citas”.
Goode ofrece “poner esos discos donde están los chavales, donde se gastan su dinero. Tú les enseñas”. La nueva sección de vinilos “sería el equivalente a los monasterios fundados por discípulos de San Leibowitz. Depósitos de cultura hasta que vuelva la demanda por la música tocada por seres humanos, hecha de arriba abajo, sin préstamos ni citas sampleadas”.
“Paradójicamente, en nuestro presente [la novela está ambientada en 2004], un negocio especializado como Brokeland Records podría sobrevivir, al menos como tienda virtual, gracias a la revalorización del vinilo”, añade Manrique. Hoy, “Los San Leibowitz de la actualidad están en la Red, compartiendo conocimientos y música, aunque sea en mp3”.
Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “Los monjes del vinilo”.
