Los futuros imposibles, y los posibles que vendrán, de Dorian

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Marc Gili: «Por cada futuro imposible que la vida nos pone delante, nos pone otros futuros posibles que no teníamos contemplados, ¿existe mejor oportunidad?»

 

Con motivo de la publicación del nuevo disco de Dorian, Futuros imposibles, Jagoba Estébanez habla con Marc Gili y, juntos, analizan su fondo, su forma y sus intenciones.

 

Texto: JAGOBA ESTÉBANEZ.
Fotos: ABEL TRUJILLO.

 

En 2022, Dorian salieron de la piscina del egocentrismo con Ritual (Intromúsica), apuesta ecléctica y rompedora con una paleta de sonidos y ritmos afroamericanos que los hizo seguir subiendo la escalera de la consagración total. Con motivo de su vigésimo aniversario, se zambullen de nuevo al agua desde el punto más alto con un ego trip llamado Futuros imposibles (Intromúsica, 2024), generando una ola inmensa para celebrar su vuelta a la new wave.

Leer el título con detenimiento puede generar pavor, más si tenemos en cuenta los hechos traumáticos que se tratan en siete de los diez cortes de enorme calado emocional. Pero lejos de todo esto, Futuros imposibles es luz al final de las sombras, perdón y superación en la senda hacia un futuro mejor.

“Algo especial”, “Elegía” y “Por ti” componen el tridente de las rupturas sentimentales, con debut para Belly como vocalista principal en la tercera, dando respuesta a las palabras de Marc Gili en la primera de ellas, retrotrayéndose a la relación que tuvieron ambos. Con un inusual enfoque del tema en el mundo de la música popular (donde suele haber exceso de acritud, vehemencia, rencor o arrepentimiento), nuestros protagonistas se centran en la gratitud por los buenos momentos vividos mientras duraba la relación, en vez de quedarse atascados en las malas sensaciones. «Es más sano que agradezcas a esa persona todo lo que te ha aportado en la vida y lo que habéis compartido, en vez de centrarte en el rencor o en los recuerdos negativos en momentos oscuros», confiesa Marc Gili. «Construí un tipo de canción de ruptura y de agradecimiento al mismo tiempo, de tal manera que desembocara en una superación positiva del duelo, fomentando o excitando la mente a recordar lo bueno que has compartido. Lo estamos pasando mal, pero atravesemos el fuego, y después démonos las gracias mutuamente porque será la mejor manera de continuar, cada uno habiendo soltado lo que le duele. Si lo haces así, por cada futuro imposible no te vendrás abajo, sino que entenderás que se te está abriendo otro futuro posible, ya que el hecho de haber soltado el dolor y el rencor te permite ver mucho más claro el nuevo camino que tienes por delante», prosigue el compositor y cantante principal de la banda de Barcelona, haciendo alusión también al título del elepé.

 

«En el disco se tratan historias universales que muchas personas han sufrido, lo cual supondrá una mayor conexión con el público»

 

Toda la obra es una oda a la transitoriedad y al cultivo del desapego, en vez de a la posesión. Nos empuja a comprender que las experiencias en nuestra vida están constituidas por ciclos: que van a empezar, van a tener su cénit y van a terminar. «Nos han enseñado, a través de la tradición judeocristiana, que todo tiene que durar para siempre, y cuando no lo hace es un fracaso. Que cuando se nos rompe la línea recta que habíamos proyectado para siempre en nuestro matrimonio, relación, amistad con tal amigo o vida en tal ciudad, se nos tiene que venir el mundo abajo. Pero pensemos cómo lo hacen ciertas culturas orientales: lo importante es el camino de la historia. Debemos aprender a escuchar lo que decía George Harrison: “All things must pass”», reflexiona el cantautor respecto a las ideas que están flotando en el álbum.

Ideas embebidas en letras directas como flechas, versos desnudos, sin metáforas ni madejas, compuestos de la manera más íntima y orgánica, en una habitación a oscuras con guitarra o piano, para finalmente hacer estallar las canciones entre sintetizadores retrofuturistas que incitan a mover el esqueleto. Como ocurre en la bailable “Materia oscura”, obstinada en buscar el lado más impuro, una bomba para las pistas de baile. En la misma onda orbita la breve “Una noche más”, cóctel de autodestrucción nocturna y catarsis mental donde destaca uno de los mejores versos de Dorian: «tengo una grieta en el alma y una farmacia en la sangre». Tatuaje para los rockeros.

Pero si debe destacarse un tema redondo, “El sur” es probablemente el mejor del disco, un road trip que recuerda a “Toro”, de El Columpio Asesino, con un punto de krautrock y tintes de “Cualquier otra parte” en las guitarras iniciales. Al igual que en el maravilloso largometraje Sueños y pan (Luis Soto Muñoz, 2023), cuenta la historia de dos jóvenes de un barrio de estrato humilde que huyen en un coche destartalado, en busca de una nueva vida llena de felicidad lejos del mundo material, alejándose de la rueda del hámster. Esta poderosa metáfora de la libertad, cantada con la colaboración de Santiago de la banda Él Mató A Un Policía Motorizado, es una romántica e iconoclasta escapada hacia delante, hacia un horizonte mejor.

“Lo que recuerdo de ti” es un brindis al cielo junto a Rafa Val, de Viva Suecia, una dedicatoria a amigos de la banda que nos dejaron en los dos mil por culpa de las drogas. Cimientos autobiográficos llenos de experiencias duras sufridas en el pasado, para construir un diálogo con los oyentes en base a pensamientos positivos. Pero en el fondo se tratan historias universales que muchas personas han sufrido, lo cual supondrá una mayor conexión con el público. Continuando con la purificación del alma, “A contraluz” es más ahora un aero trip que un road trip, con un tempo similar al rock progresivo alemán, donde prevalecen las guitarras afiladas y los arreglos magistrales. El particular “De viaje”, de Los Planetas, cargado de electrónica y que bien podría hermanar con la atmósfera que caracterizaba a los catalanes en La ciudad subterránea (2009).

Al otro lado de la balanza y más cercano al medio tiempo, “A cámara lenta” es un dueto con Daniela Spalla, una canción de amor llena de sensibilidad que resulta muy creíble entre sintetizadores poco invasivos. Construida a base de arreglos vocales y casi a capella, “Solo el cielo” es el broche de oro digno de una potente banda sonora en la que Marc se centra en pedir disculpas a una persona que metió en líos.

 

«Toda la obra es una oda a la transitoriedad y al cultivo del desapego, en vez de a la posesión»

 

Dorian celebra los veinte años de su nacimiento con intenciones dadivosas. Una reprogramación del alma como lección, liberándose de las experiencias traumáticas que nadie nos enseñó a afrontar de esta manera. Un replanteamiento total.

La palabra crisis en la antigua Grecia (krísis) tenía un significado muy distinto al que conocemos hoy en día. Para los griegos era toma de decisión o discriminación. Es decir, un buen momento para tomar nuevas decisiones en la vida tras un percance notorio, o discriminar todo aquello que ya no quieres. Una oportunidad para moverte hacia otro lado. Algo muy lejano a la connotación negativa que tiene ahora, como nuestro protagonista explica: «Cuando hablamos de futuros imposibles en este álbum, hablamos de todos aquellos futuros que ya no serán posibles, ya que las personas con las que hemos dejado de vernos ya no están en nuestra vida; pero, al mismo tiempo, por cada futuro imposible que la vida nos pone delante, nos pone otros futuros posibles que no teníamos contemplados ¿existe mejor oportunidad?». Cuando se cierra una puerta, siempre se abre una ventana.

Veinte años de una banda fiel a su espíritu, lejos de adaptarse a las modas o dejarse llevar por cantos de sirena:«siempre hemos hecho el disco que nos ha dado la gana, “todos nuestros discos nos pertenecen”, como decía Almodóvar en el discurso en San Sebastián sobre sus películas», concluye el frontman de esta banda que no ha perdido su singularidad.

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