Los europeos, de Rafael Azcona

Autor:

LIBROS

«Un buceo en el absurdo de la existencia, en la fragilidad del hombre y en las miserias que caen en él como poso»

 

 

Rafael Azcona
Los europeos
PEPITAS DE CALABAZA, 2019

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

La editorial riojana Pepitas de Calabaza sigue en su loable y felicísimo empeño de publicar textos de su paisano Rafael Azcona. A los tres volúmenes que representaban la integral de su obra en La Codorniz, le han seguido otras ediciones que recalan ahora en Los europeos, una novela que alía la picaresca, el costumbrismo y cuestiones de actualidad entonces —y ahora— como la llegada masiva de turistas a nuestras costas. No podemos, en todo caso, diferenciar en Azcona entre obra humorística y novela seria, el diferente tono no hace diferentes los adjetivos. En el fondo, tanto las viñetas gráficas de la revista como sus obras consideradas más «literarias» buscan lo mismo: un buceo en el absurdo de la existencia, en la fragilidad del hombre y en las miserias que caen en él como poso.

Miguel es un delineante casi entrando en la treintena. Es aragonés, pero se ha establecido en Madrid, donde vive en una pensión. Una noche, ya en la cama para afrontar la jornada laboral que le espera al día siguiente, le llama el hijo de su jefe, Miguel, un tarambana cuyo ideal de vida es hacer calaveradas. Está en un bar de la Gran Vía, donde le pide que vaya porque quiere comentarle que al día siguiente irán a Ibiza. Su padre marcha unos meses a Estados Unidos y lo ha sonsacado para que le permita ir a la isla con una suculenta paga. La excusa es practicar idiomas y estudiar la arquitectura popular ibicenca. Miguel va en calidad de sequito, puesto que el jefe de la empresa sabe de las correrías de su hijo. Evidentemente, el hijo tiene intención de seguir con sus correrías.

Al llegar a la isla, Antonio empieza a perseguir a cualquier mujer que vea sola, si son extranjeras mejor, frente a la aparente moralidad de Miguel, que no quiere entrar en su juego. Hasta que aparece Odette, una francesa que cala en el delineante hasta el punto de pensar en llevarla con él a Madrid. Una historia de amor de verano en que la francesa se revela sensible, culta —lleva más libros que ropa en la maleta—, especial… y que se enamora de Miguel sin condiciones. Miguel, no tanto, a pesar de que él lo crea realmente. Su intachable moralidad se revela en excusas que fingen bondad.

A su alrededor se mueven una serie de personajes que hormiguean —chocando las antenas unos segundos— sin encontrar acomodo: parejas despistadas, buscavidas, condesas italianas, fiestas en yates; todo ello con el contraste de los habitantes de la isla que siguen con sus ritos seculares. Todos, los veraneantes también, los tienen, lo que ocurre es que nadie se da cuenta. Azcona, más duro que en La Codorniz, llega hasta el desenfreno en sesiones de cine que acaban con orgías tan chuscas como solo el carácter español puede permitir. Aunque también los personajes gozan, en ocasiones, de la sutil ironía de lo extravagante, como el turco, que piensa montar una empresa de sopa de tortuga enlatada, pero como no encuentra tortugas en el Mediterráneo, decide emprender una factoría de pizzas chinas.

A todo esto, la relación entre Antonio y Odette pasa por ese momento en que se disfruta el presente, pero se adivina el final. Un final en el que los silencios pesan y son más sinceros que la charlotería que esconde el afán de lavarse las manos. Así son las reacciones humanas, así las amarguras que no tienen más remedio que tragarse. Bajo todo el retrato de la España de finales de los 50, entre la estrechez de miras y el anhelo de libertad, Los Europeos es una triste historia de amor estropeada de la forma más estúpida posible.

Anterior crítica de libros: Otro planeta, de Tracey Thorn.

 

Artículos relacionados