Los Estanques, una anomalía fascinante en el pop español

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«Donde más he indagado por mi cuenta ha sido en el pop rock, tratando de aplicar todo lo que la clásica me enseñó y lo que he aprendido de otras músicas»

 

Beben de Los Ángeles, Módulos, C.R.A.G y Smash, y en apenas dos años han publicado tres discos que no han pasado desapercibidos. Eduardo Tébar habla con Los Estanques, uno de los grupos noveles que más están dando que hablar.

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.
Fotos: SERGIO ALBERT.

 

Jóvenes chicarrones del norte con un finísimo radar musical. Los Estanques se han convertido en una maravillosa anomalía en el pop español. El grupo cántabro afincado en Madrid ha publicado tres discos en dos años. Y podríamos estar hablando de cuatro álbumes en veinticuatro meses si no fuera porque uno se perdió cuando les robaron el ordenador y la memoria donde lo guardaban. «No solo fue el cuarto disco, sino dos años de trabajo. Pero bueno, hay que mirarlo por el lado bueno: este año, en vez de cumplir 29, cumpliré 27 de nuevo», bromea el líder, Íñigo Bregel, compositor y multinstrumentista.

El pop progresivo de Los Estanques no ha pasado desapercibido para críticos y enterados desde 2017. ¿Unos chavales que recogen las enseñanzas de Cánovas, Adolfo, Rodrigo y Guzmán, Solera, Máquina!, Los Ángeles, Módulos, Pan y Regaliz o Smash? ¿Y además a su manera, con la lección digerida y aprehendida? Tomen nota, señores de La Voz. «Tenemos en cuenta a las bandas que han sentado las bases del pop y el rock para complementar nuestro criterio musical», apunta Íñigo. Le recuerdo que los primeros Lori Meyers, sobre todo en Hostal Pimodán, despertaron un asombro similar a mediados de los dosmiles: «Acabamos de escuchar algo de sus inicios y la verdad es que nos han sorprendido para bien», revela.

 El tercer trabajo de Los Estanques, III (licenciado por los sellos Inbophonic y The John Colby Sect), ofrece todo de lo que le falta al panorama clónico festivalero nacional. Sonido carnal, giros inesperados, ángulos excitantes, armonías celestiales, virtusismo aplicado a una concisa visión pop. ¿Ejemplos? “Amor-odio” arranca con un pie en Pepe Robles y otro en The Zombies para derivar en puro Deep Purple. O la impagable negritud psicodélica de “Clamando al error” y “Suerte”, caramelitos que parecían sobrevivir, apenas, en los singles de Los Canarios que cogen polvo en las maletas de cuatro coleccionistas zumbados. O ese funk pop de melodía inmediata en “Desde ahora hasta el final”, con bajo hiperexpresivo y guitarrazos santaneros. En el último tramo se permiten agudizar el ramalazo progresivo sin pasarse en ningún caso de los cuatro minutos. Incluso juegan con desusadas influencias italianas (Lucio Battisti, Premiata Forneria Marconi). Y ponen el broche con un instrumental paisajístico y cinematográfico digno de la gran obra atemporal que proponen Los Estanques. El alucinado laberinto de la portada sugiere lo que el oyente encontrará dentro.

 

 

«Soy consciente de ese minutaje, pero aún así nunca me gusta forzar la situación. Hay veces que quien manda es la persona y otras veces que la persona debe estar al servicio de lo que la música exija en cada momento», reflexiona Bregel. Y justifica la productividad del proyecto: «Debemos mantenernos entretenidos con algo para no tener tiempo de pensar en qué cojones hacemos aquí, en este mundo». La mente urdidora de Los Estanques posee una base académica que –reconoce– les abre puertas a la hora de componer, «pero donde más he indagado por mi cuenta, sin duda, ha sido en la música pop rock, tratando de aplicar todo lo que la clásica me enseñó y lo que he podido aprender de otras músicas», matiza. Dedicado a la docencia y surfero abnegado en la capital, en Madrid –una ciudad con jams en garitos cada noche– puede alargar la antena: «Nos agobia bastante no poder ir a todos los conciertos que Madrid nos ofrece, pero es imposible estar en todo. Desde que vivimos aquí estamos más en contacto con la musica actual y creo que eso se nota en las últimas composiciones». El guitarrista Germán Herrero añade: «Está claro que hay mucho más movimiento musical aquí que en Santander. Hemos tratado con mucha gente muy buena en lo que hace y siempre es bueno conocer varios puntos de vista, ya que en la música no se puede tener el oído cerrado nunca».

 

«En la música no se puede tener el oído cerrado nunca»

 

Herrero habla de la permeabilidad de Los Estanques a lo contemporáneo, que no todo lo que les obsesiona se concentra entre 1967 y 1972: «La música que escuchamos en el momento de componer y grabar las canciones influye en un porcentaje muy alto. En este disco se puede apreciar que hemos abierto nuestras miras con música más moderna, lo cual también repercute en el sonido final». Íñigo, por su lado, medita sobre lo que han hecho en tan poco tiempo: «A este álbum se suma la experiencia de haber grabado dos anteriores, plasmando en cada canción nuestras inquietudes musicales del día a día. Este disco se ha mimado, se le ha dado el mismo cariño que a los anteriores. Plasma una parte muy grande de lo que somos ahora».

Por cierto, ¿qué queda del germen de Los Estanques, aquella aventura llamada Crayolaser? “Quien tuvo, retuvo”, responde Bregel. «Es imposible escapar de nuestro pasado así como es imposible escapar de nuestro futuro. Sin embargo, el presente siempre se nos escapa echando hostias. Ahora las canciones son más cortas y con estructuras mas sencillas, pero fue en Crayolaser donde empezó toda la vorágine de arreglos».

 

 

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