«No soy capaz de trabajar de otra manera que no sea en una banda. Será por mi carácter, pero no me veo capaz del control total que una carrera en solitario requiere»
Con Madrid como centro de operaciones y con Astray (Eskizos, High Time, Bummer) como cabeza visible, debutan Los Espirituosos, una banda de rock and roll que debuta con «Swing tabernario para calaveras», un título que bien define el sonido del grupo.
Texto: J.F. LEÓN.
Astray es uno de los personajes claves del rock hecho en nuestro país durante los últimos veinte años. Quizá no haya logrado la repercusión que merecía, pero los buenos aficionados hemos disfrutado en numerosas ocasiones del fuego que escupe su Les Paul y recuerdo emocionado los conciertos de High Time en Madrid a mediados de los noventa. Ya instalado en el foro fundó Bummer junto a otros veteranos de la escena, pero tampoco les sonrió la fortuna y acabaron dejándolo después de tres álbumes notables. Tras unos años centrado en su trabajo como técnico de sonido y grabando en su estudio, vuelve a escena con Los Espirituosos, con las energías renovadas y en castellano, escupiendo himnos que son al crapuleo lo que el dichoso ‘Waka waka’ al Mundial…
Pese a que sois una banda, tu nombre es el que destaca por ser el autor de los temas y el cantante. ¿Estamos ante tu carrera en solitario camuflada?
No exactamente, aunque en un principio fue algo así. Con el tiempo, los cambios de formación y la aportación de las colaboraciones de la gente que se fueron y los que han venido nuevos, la banda ha ido consolidándose como tal consiguiendo una personalidad propia que ya va más allá de las canciones.
Entonces supongo que en un futuro colaboraréis todos en los temas, ¿o no es necesario para sentiros una banda porque los roles están bien repartidos?
Algo de eso hay, poco a poco los chicos se van animando y el siguiente disco esperamos que sea un fiel reflejo de ese «espíritu de banda».
En cualquier caso, una carrera en solitario es lo que le pide a uno el cuerpo tras haber estado en un montón de grupos: Eskizos, High Time y, ya en Madrid, Bummer…
Todo llegará, lo que pasa es que por el día a día de mi trabajo –en el que veo cientos de bandas y «no bandas» al año–, llegas a apreciar lo que significa ser una banda, y no soy capaz de trabajar de otra manera. Será por mi carácter, pero aún no me veo capaz del control total que una carrera en solitario requiere. Después de más de veinte años sin dejar de estar en una banda no puedo plantearme la música de otra forma.
Me ha llamado la atención el cambio de idioma, ¿por qué te has pasado al castellano?
En su día, allá por el año 87, con Los Eskizos ya componíamos en castellano y no estaba del todo mal. La verdad que salvo honrosas excepciones el nivel de letras en castellano está muy bajo, así que en cuanto encontré un discurso en el que me encontré a gusto me lancé a por ello; fue una cuestión de echarle horas hasta escuchar las canciones como si no fueran mías, entonces dejó de darme vergüenza ajena. Creo que en el fondo es una evolución natural, de hecho muchos de mis colegas la han seguido también.
Todo el mundo coincide en que es más complicado escribir en castellano, por algo será, ¿no?
No es que sea más complicado, porque escribir bien en inglés también es complicado. El problema es el nivel de identificación con lo que se dice. Cuando la mayoría de la gente de mi generación escuchamos una letra en inglés nos identificamos más con el cómo se dice que con lo que se dice, ya que desgraciadamente nuestro nivel de inglés es horrible. Con que el cantante tenga rollo ya nos encargamos nosotros de imaginarnos lo que quiere decir. En el caso del castellano como lo entendemos todo, ya se puede dejar uno la piel echándole actitud que como la letra no funcione no hay nada que hacer. En el otro extremo está el caso de la sobreactuación, que también produce cierta risa y no quiero dar nombres…
Lo que sigo apreciando en las canciones de los Espirituosos es tu querencia por lo más oscuro del sonido australiano: Scientists, Beasts Of Bourbon, Bad Seeds… Y veo que has sabido reciclarlo dándole un punto cañí.
Es un halago esto que me dices, porque en cierto modo esa ha sido siempre mi intención. Las que citas son algunas de mis referencias de cabecera tanto musicalmente como en los textos. Ese punto retorcido que destilan las bandas australianas siempre me ha fascinado y en cierto modo es con lo que he crecido musicalmente; esa forma de hacer rock retorciendo todos los tópicos, mezclándolos con swing, jazz y country para hacer algo que no tiene nada que ver con eso, poniéndole como guinda esas letras ácidas y sarcásticas. Lo del punto cañí quizás tenga que ver por mi pasión por Galdós, Fernández Flórez…
Hay en el disco bastante crapuleo, historias nocturnas, muchas imagino que has sido testigo de ellas al trabajar en la noche.
Es cierto, muchas de las historias que contamos son situaciones que hemos visto, cosas que sólo pueden ocurrir a ciertas horas, otras simplemente son reflexiones con algún tinte etílico en su conclusión.
Parece una buena definición la que usáis «Swing tabernario para calaveras»… ¿Te consideras un calavera?
Un profesional, aunque ya vamos delegando en las nuevas generaciones.
Háblanos de tus compañeros en los Espirituosos.
Dos de los que grabaron el disco ya no están en el grupo, aunque hay muy buena relación con ellos: Gabriel Marijuán en la batería –que ahora toca con Tulsa y Christina Rosenvinge– y Luis Fuente, en la guitarra, que ha iniciado varios proyectos propios. De los que quedamos Sisgüey, miembro fundador de la banda, es el bajista que todo grupo que se precie quisiera tener: un tío sexy y solvente que tanto gusta a ellas como a ellos. Javi Chewacca es un clásico entre el público de todos los buenos conciertos que se hacen en Madrid. Un erudito musical que dedica ocho horas diarias a escuchar música, algo tan importante como tocar bien para estar en una banda. Cristian Chiloé es de los pocos bateristas que acompañan a la voz dándole un tempo y una dinámica a los temas especiales. Pedro Barbadillo es «el músico»: autor de partituras para cine y publicidad que todos hemos tarareado alguna vez, pone la guinda a este pastel.
Siendo técnico de sonido y trabajando todas las noches, imagino que no será fácil encontrar un hueco para actuar… ¿Es un lastre para las inquietudes y ambiciones de la banda o no importa porque Los Espirituosos no son más que un pasatiempo?
Afortunadamente nuestros trabajos nos permiten una flexibilidad suficiente como para poder tocar siempre que podemos, lo más difícil en este caso es cuadrar las agendas de los cinco pero se va consiguiendo. De hecho la banda es algo más que un pasatiempo para todos nosotros y las ambiciones son todas, otra cosa es hasta dónde podamos llegar nosotros a nivel de aceptación popular.
Supongo que tener un estudio propio ha ayudado a la hora de poder sacar este proyecto adelante con este sonido.
Cuando se grabó el disco aún no estaba establecido como estudio fijo, sino que funcionaba como estudio portátil y, excepto un tema, está todo grabado en locales de ensayo, platós alquilados y en mi propia casa. Sí que es cierto que las mezclas están hechas en mi flamante nuevo estudio, Fonoraptor, con lo cual conseguí darle la unidad necesaria en el último momento.
Supongo que no habríais descartado la autoedición, aunque finalmente Lengua Armada se interesó por el proyecto…
Así es, de hecho hicimos una primera tirada con un sello que montamos junto con Las Cerdas y Los Dragsters al que llamamos Interestelar de Discos. Seguimos involucrados en él, aunque ahora está un poco parada la cosa por retrasos en la edición de algunas referencias. Hemos llegado tarde para promocionar el sello como tal, aunque ahí está el proyecto y no se descarta actividad futura.
¿Cómo crees que se puede salir de esta espiral en la que ha caído la industria musical ayudada por las descargas ilegales?
Está claro que la música enlatada y sus soportes se están muriendo como la industria que conocemos, lo mismo le pasó a los rotulistas de cine con la aparición de los «plotters», o como se llamen las superfotocopiadoras esas. El caso es que la música enlatada acabará siendo un elemento más de promoción como lo son ahora las tarjetas de visita, que nadie se plantea cobrar por ellas cuando las regala y, por cierto, que también hay que pagarlas. Lo mismo ocurre con la fotografía y nadie monta un «lobby» para cobrar un canon sobre las cámaras digitales que revierta en los damnificados de las nuevas tecnologías como Kodak Fuji o Canito. Adaptarse o morir.
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